viernes, 17 de octubre de 2025

Que nuestra presencia, por nuestros gestos o nuestra cercanía, sea en verdad esa llegada del Reino de Dios al mundo que nos rodea y nos trae la paz

 


Que nuestra presencia, por nuestros gestos o nuestra cercanía, sea en verdad esa llegada del Reino de Dios al mundo que nos rodea y nos trae la paz

2 Timoteo 4, 10-17b; Salmo 144; Lucas 10,1-9

El embajador no actúa por cuenta propia, actúa en nombre de quien lo ha enviado, trasmite aquello que se le ha confiado; lo mismo el apoderado, el que ha recibido un poder, o el mensajero a quien se le ha confiado un mensaje que ha de llevar y trasmitir.

Hoy nos dice Jesús ‘poneos en camino’, nos envía; nos confía una misión, ‘cuando entréis en una casa decid primero, paz a esta casa… curad a los enfermos que haya’. Y nos deja claro cuál es el objetivo, ‘decidles… el Reino de Dios ha llegado a vosotros’.

Nos viene bien recordar estos puntos fundamentales del evangelio de hoy en esta fiesta del Evangelista san Lucas, que hoy estamos celebrando. Fue la misión que él también recibió y en los Hechos de los Apóstoles o en las cartas de san Pablo, lo veremos en distintos lugares cumpliendo con esa misión. Pero fundamentalmente tenemos su evangelio escrito y lo que podíamos decir que fue algo así como la crónica de la primera Iglesia en los Hechos de los Apóstoles. ‘Poneos en camino’ él también había escuchado como él mismo nos lo trasmite y en esa tarea y en ese camino también lo contemplamos.

Sigue siendo la tarea de la Iglesia hoy, nuestra tarea. No solo porque pensemos en ese amplio mundo que lo vemos en la lejanía de otros países u otros continentes, mañana domingo precisamente vamos a celebrar la jornada misionera del Domund, sino porque es la tarea que tenemos que realizar ahí donde estamos. Hay quien recibe como vocación la llamada especial de ser misioneros yendo a otros lugares, pero es lo que cada uno escuchamos en nuestro corazón para sentirnos misioneros ahí donde estamos.

Misioneros cuando compartimos y celebramos los que tenemos una misma inquietud y nos servimos mutuamente de estimulo para mantener viva esa llama de la inquietud por el anuncio y la vivencia del Evangelio. Es lo que tenemos que vivir con entusiasmo y alegría en nuestras celebraciones, donde siempre hemos de sentirnos misioneros. Pero es también lo que en el día a día, allí donde estamos y vivimos, allí donde trabajamos o donde realizamos esa convivencia social en el encuentro con vecinos, con amigos o con quienes por las circunstancias que sea nos van saliendo al paso, donde tenemos que sentir que llevamos una misión, tenemos una tarea que realizar, un anuncio que realizar.

Necesitamos esa actitud en la vida de ‘ponernos en camino’, de salir de nosotros mismos porque siempre tenemos que ir al encuentro con los demás y como nos decía el evangelio ‘curar a los enfermos que haya’. Creo que entendemos bien esta imagen porque a nuestro lado vemos tristezas y angustias, sufrimientos y enfermedades no solo del alma sino también del espíritu, gente sin esperanza y sin rumbo en la vida que andan desorientados o dejándose malear por el ambiente que nos rodea.

¿No tenemos nada que hacer ahí? ‘Curad a los enfermos que haya’, nos dice Jesús y no es que vayamos haciendo milagros de curaciones físicas, pero algo si podemos trasmitir para aliviar sufrimientos, para despertar esperanzas, para poner ilusión en la vida por algo nuevo y mejor, por ayudar a superar esas cosas que nos duelen por dentro y que tantas amarguras quizás silenciosas nos provocan, a hacer brillar de nuevo los ojos de los que van tristes por la vida. ¿No estarán necesitando de esa paz que Jesús nos invita a llevar en nuestro camino?

No son cosas extraordinarias, milagros que llamen la atención, pero seguro que quien se siente ayudado con nuestra presencia o con nuestra palabra, con nuestros gestos o nuestra cercanía, van a sentir que algo nuevo está sucediendo en su interior; serán personas que comiencen a vivir de forma nueva, que se abren a la vida y a la vez se van a convertir en trasmisoras de vida para los demás. Es hacer que reine de nuevo la paz. Muchas veces lo que necesitamos hacer es estar ahí. Por eso nos decía Jesús ‘quedaos en la misma casa’, porque es esa presencia que sana y que da vida.

Tengamos conciencia que con esas pequeñas cosas estaremos anunciando, aunque no hagamos maravillosos sermones, el Reino de Dios para los que nos rodean. Jesús ahora no nos decía que el Reino de Dios estaba por llegar, sino que el Reino de Dios ha llegado a nosotros. Que nuestra presencia sea en verdad esa llegada del Reino de Dios al mundo que nos rodea.

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