Ocasión para detenernos a ver esos momentos o esos signos que nos llegan a través de quienes nos aman de lo que es el amor que Dios nos tiene llamándonos por nuestro nombre
Efesios 2, 19-22; Salmo 18; Lucas 6, 12-19
Todos tenemos un nombre, un nombre que nos identifica; nos gusta que nos llamen por nuestro nombre; tiene su importancia, porque yo soy yo y no otro, y mi nombre me identifica, lo que es mi vida y lo que soy, lo que hago o lo que tengo que hacer, lo que ha enriquecido mi vida con sus cualidades y valores y lo que estoy llamado a hacer, mi misión. Mucho podríamos decir aún más del nombre, que en algunas culturas incluso tratan de expresar en esa palabra, que se puede inventar para la ocasión, la descripción de la persona, con su identidad o con su misión en la vida.
Y uniendo esta previa reflexión con el mensaje del evangelio tenemos que decir que Dios nos ama con nuestro nombre. Ama a la humanidad que ha creado, pero te ama a ti y me ama a mí. Y ese amor de Dios que nos llama y nos ama por nuestro nombre se manifiesta en algo concreto que Dios nos da que así, podríamos decir, nos identifica. Pensemos, por ejemplo, que llamándonos por nuestro nombre hemos sido bautizados.
A lo largo del evangelio vemos que a Jesús le sigue mucha gente, que quizás para nosotros se conviertan en gente anónima y sin nombre. Pero gestos y detalles por parte de Jesús, hay momentos en que vemos que la llamada de Jesús es por el nombre. Los evangelistas nos lo concretan en unos momentos o personajes determinados, de los que se dice su nombre en el evangelio, pero hoy nos encontramos con un texto en que Jesús, después de pasar la noche en oración, va llamando por su nombre a aquellos a los que elige de manera especial con su misión de ser apóstoles. Pero fijémonos en el relato de san Lucas que hoy escuchamos cómo cuando se repiten los nombres los señalará con un segundo nombre o una referencia para diferenciar unos y otros. Santiago (que es el Zebedeo) y Santiago el de Alfeo, Simón a quien llamará Pedro y Simón llamado el Zelote, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, es muy significativo.
Llamará a Zaqueo para que baje de la higuera para hospedarse en su casa, con los maravillas que allí se van a realizar; Será Jairo, el jefe de la Sinagoga al que le pide fe para que su hija viva; será Simón el fariseo que invita a Jesús comer en su casa donde nos hará un anuncio hermoso; será Nicodemo el que fue de noche a ver a Jesús a quien le hablará del nacer de nuevo por el agua y el Espíritu; serán muy significativos los nombres de las mujeres que le siguen o están al pie de la cruz siendo a ellas a las que primero se manifestará resucitado, o de aquella familia de Betania que le acoge en su casa, Marta y María a las que llamará por su nombre. Serán muchos los momentos en que se dirige Jesús así de manera directa a aquellos con quienes habla o le confía una misión.
Nos hace pensar en nuestro nombre con el cual Dios nos ama. Y decir nuestro nombre es recordar nuestra historia personal, con sus luces y con sus sombras, con nuestros momentos de fervor pero también con nuestros momentos de duda y de crisis, con los momentos en que nos hemos sentido agobiados por nuestros problemas o hemos sentido el peso de tantas cosas sobre nuestra vida, con nuestros momentos de entrega y compromiso y con todo lo bueno que hemos intentado ir haciendo en el camino de nuestra vida como también en esos momentos negativos y de fracaso, de negación o de frialdad que hayamos vivido, pero donde nunca nos ha faltado ese amor de Dios que ha llegado y se ha manifestado en tantas cosas concretas de nuestra vida.
¿Será un momento de detenernos a dar gracias a Dios? ¿No será oportuno disfrutar de esa paz que nos da el sentirnos amados de Dios? ¿No será en verdad un punto de apoyo y de arranque para sentirnos fuertes para hacer esa carrera de fidelidad hasta el final para alcanzar la corona de la gloria del Señor? ¿No tendríamos que detenernos a ver esos momentos o esos signos que nos pueden llegar a través de quienes nos aman de lo que es el amor que Dios nos tiene llamándonos por nuestro nombre?
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