jueves, 9 de octubre de 2025

Abramos puertas y ventanas para llamar y poder salir a buscar, pero también para escuchar a quienes nos llaman y buscan algo en nosotros

 


Abramos puertas y ventanas para llamar y poder salir a buscar, pero también para escuchar a quienes nos llaman y buscan algo en nosotros

Malaquías 3, 13 – 4,2ª; Salmo 1; Lucas 11,5-13

¿A dónde voy a llamar si parece que nadie me va a responder? Quizás en alguna ocasión habrá tenido la experiencia de llamar y al final desistir porque nadie le respondía tan pronto como hacía su llamada. ¿Le faltaría insistencia, quizás?

Alguna vez nos habremos encontrado a alguien que venía buscando una determinada persona, le habían dicho que por aquel lugar vivía, pero ahora no sabía donde ir a llamar porque todas las puertas estaban cerradas y podría parecer que allí no había nadie. Demasiadas puertas y ventanas cerradas nos vamos encontrando hoy a nuestro paso por calles y caminos; quizás los mayores añoramos aquellos tiempos en que las cancelas y las puertas siempre estaban abiertas o podíamos abrirlas sin necesidad de llamar mucho. ¿Nos habrán invadido los miedos y las desconfianzas? Pero quizá aquella persona que buscaba se encontró con alguien que la animó a llamar sin miedo e insistir en la llamada, asegurándole que alguien le iba a responder.

La invitación hoy del evangelio es a que perseveremos en nuestras búsquedas y llamadas, que no temamos pedir aquello que necesitamos porque vamos a tener respuesta, vamos a encontrar lo que buscamos, van a responder a nuestra llamada. Aunque este pasaje del evangelio muchas en nuestros comentarios hagamos alusión a la oración, a nuestra relación con Dios, creo que está queriéndonos decir mucho de esas búsquedas profundas que tenemos que hacernos en la vida, de ese deseos de conocer y de saber, de ese deseo de crecer, de ese deseo de buscar hondamente sentido a la vida o de búsqueda de respuestas a muchos interrogantes que tenemos en nuestro interior.

El que quiere crecer tiene que buscar, tiene que llamar. Muchas veces somos nosotros mismos los que nos estamos cerrando puertas en nuestro conformismo o con nuestros miedos; nos contentamos con lo que somos o con el estado en que estamos y no buscamos algo nuevo, algo mejor, algo que de verdad nos haga crecer. Esas búsquedas muchas veces son costosas y son arriesgadas; si las vamos haciendo con sinceridad abiertos a lo que nos vamos a encontrar, podría ser que se volvieran exigentes con nosotros mismos porque nos obligan a salir de nuestras rutinas, o arrancar las hierbas que nos parezcan externamente bonitas de nuestras malas costumbres que nos encierran en nosotros mismos.

Hay que ser valiente para ponerse en camino de búsqueda, porque el que se pone en camino no se refugia en lo que ya tiene ni se contenta con ello, y para poder ponerse en camino a buscar seguramente tendrá que desprenderse de muchas cosas que podrían ralentizar su avance por el camino nuevo. Se volverá una exigencia para nosotros. Necesitaremos abrir puertas en nosotros mismos.

Apertura de puertas para salir nosotros, pero también para dejar entrar. Alguien a nuestro lado podría estar queriendo llamar, pero, como decíamos antes, le parece que porque las puertas y ventanas están cerradas no hay nadie que les pueda responder. Nos toca, pues, a nosotros abrir puertas para que sepan que pueden contar con nosotros porque estamos dispuestos a responder.

Nos toca quitar miedos y desconfianzas, porque seguimos con muchos miedos y desconfianzas ante quienes nos parecen desconocidos, nos parecen extraños porque no son los que hemos visto siempre, porque somos muy prontos a poner etiquetas y hacer discriminaciones solo dejándonos llevar por apariencias que puedan ser distintas. Pensemos cuál es la acogida que hacemos a quienes emigrantes llegan a nuestras costas o a nuestras tierras. Creo que hay que pensar y decir en este sentido.

Estamos aplicando estas palabras de Jesús a este lado humano de la vida para el cual son también buena noticia de salvación, porque es un invitación a unas actitudes nuevas y a unos valores nuevos en los que tenemos que profundizar, pero no olvidemos cuanto nos quiere decir en lo que es nuestra relación con Dios, esa oración en la que necesitamos ser tan perseverantes, porque aquí no puede haber desconfianzas porque sabemos que estamos queriendo relacionarnos con un Dios que es nuestro padre y nos ama. No olvidemos sin embargo que Jesús nos habla de esa acogida de Dios, en la medida en que nosotros sepamos ser acogedores con nuestros hermanos, sean quienes sean.

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