Tres
nombres de arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, que tendríamos que llevar
grabado en nuestras vidas por el testimonio que hemos de dar del evangelio de
Jesús
Daniel 7,9-10.13-14; Salmo 137; Juan 1,47-51
Hay cosas, por decirlo de alguna
manera, que no siempre llegamos a entender en todo su sentido, que son de
alguna manera un misterio para nosotros, pero que ahí están, que son para
nosotros señal y signo de algo distinto y superior a todo lo que nosotros
podamos entender o imaginar, pero que de alguna manera envuelven nuestra vida y
nos hacen entrar en algo inmensamente superior a nosotros mismos y que abre
para nosotros horizontes de plenitud que aunque nos sintamos pequeños llenan de
una grandeza superior a nuestra vida.
Es el misterio de Dios que hoy
celebramos; sí, quiero llamarlo misterio de Dios, porque nos hace sentir su
presencia misteriosa que hace que nuestra vida entre en una nueva dimensión. A
lo largo de la Biblia sobre todo en el Antiguo Testamento cuando se nos habla
de la presencia de Dios que actúa en la vida de los hombres habitualmente se
nos habla del Ángel de Dios que se nos manifiesta. Muchos podría ser los
testimonios que nos ofrece la Biblia en este sentido, donde siempre quien
recibe esa visita del Ángel del Señor se sentirá fortalecido desde lo más hondo
y con una misión nueva en su vida.
Una presencia de Dios en sus ángeles
que nos eleva y nos hace al mismo tiempo sentirnos espirituales, que se
convierte en fortaleza para nuestro caminar, para mantener viva nuestra fe y
para crecer en esa dimensión del amor. Sentiremos esa presencia del Ángel de
Dios junto a nosotros que hace entrar en esa nueva dimensión nuestra vida, que
no es solo la materialidad de un cuerpo humano sino ese espíritu que dentro de
nosotros da sentido y grandeza a nuestro ser.
En este día del 29 de setiembre la
iglesia ha querido aunar en una sola festividad a los santos Arcángeles,
Miguel, Gabriel y Rafael, cada uno, podríamos decir, con sus particularidades
propias según se nos van manifestando en distintos momentos de la Biblia y que
de alguna manera van a encauzar lo que significa la presencia de los santos
ángeles y arcángeles en nuestra vida.
¿No necesitaremos esa fortaleza de Dios
que significa la figura del Arcángel san Miguel en esa lucha de nuestra vida por
el bien y la verdad para preservar la santidad de nuestra vida en esa lucha
contra el maligno?
¿No necesitaremos esa claridad y
sabiduría de nuestra mente para saber escuchar y discernir lo que es la Palabra
de Dios para nosotros como representó la figura del Arcángel Gabriel que fue
mensajero de Dios que tanto en Zacarías como en María los descubría los
misterios de Dios y la misión que Dios les confiaba?
Necesitamos sentirnos sanados porque
nuestra vida se corrompe con el mal y el pecado, necesitamos sentirnos sanadas
de esas perturbaciones que sentimos en nuestro espíritu desde nuestros miedos y
nuestra dudas, desde esas influencias del mal y la mentira que dañan nuestro espíritu,
necesitamos sentirnos sanados porque el desamor y el odio nos dañan interiormente
y necesitamos encontrar esa paz de nuestro espíritu como el santo Arcángel
Rafael fue medicina de Dios y acompañante en el camino para Tobías.
Es la imagen que se proyecta sobre
nosotros y nuestra vida con esa presencia de Dios que se manifiesta en sus
arcángeles para ayudarnos en el camino de nuestra vida. Pero es también en lo
que nosotros hemos de convertirnos como signos de una vida nueva ante aquellos
que nos rodean. Mensajeros de Dios hemos de convertirnos en medio de nuestro
mundo con los signos de una vida santa y de una vida sana; mensajeros de Dios
que con el testimonio de nuestra vida nos convertimos en portavoces y
trasmisores de un mensaje de salvación para nuestro mundo.
¿No deberíamos llevar el nombre de
estos tres santos arcángeles gravado en nuestras vidas sobre todo por el
testimonio que damos y por el signo en que nos convertimos de ese Reino nuevo
de Dios ante el mundo que nos rodea?
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