martes, 16 de septiembre de 2025

Tenemos que hacernos presentes en esa aldea de Naím de nuestro mundo con su cortejo de muerte para ser en verdad signo de vida y de esperanza

 


Tenemos que hacernos presentes en esa aldea de Naím de nuestro mundo con su cortejo de muerte para ser en verdad signo de vida y de esperanza

1 Timoteo 3,1-13; Salmo 100; Lucas 7,11-17

 Que reconfortados nos sentimos cuando estamos pasando por un mal momento y un amigo, una persona que nos aprecia se acerca a nosotros y aunque sea en silencio se pone a nuestro lado y pone su mano sobre nuestro hombro. En un momento así no se necesitan palabras; ese gesto de ponerse a nuestro lado lo dice todo, es un decir con ese estar a tu lado, aquí estoy, no estás solo, cuenta conmigo. Y nuestro espíritu se levanta, nuestras lágrimas se mitigan, el peso del corazón se nos alivia, nos sentimos nuevos para seguir adelante.

Es lo que estamos viendo hoy en el evangelio. Una mujer transida por el dolor de la muerte de su único hijo mientras van a enterrarlo, sintiendo toda la soledad que significaba para una mujer entonces al verse sin un varón que fuera el sustento de un hogar, y a quien se acerca Jesús. Solo hay una palabra, no llores; su mano se extiende para detener la comitiva sin mayores espavientos; no se multiplica en más consideraciones, era decirle aquí estoy.

¡Y cuánto significaba aquella presencia de Jesús! Y allí está Jesús llenando de vida nueva aquella escena y a aquellas personas. Porque toma de la mano al difunto para levantarlo y hacerle recobrar la vida, lo entrega a la madre, pero todos se sienten tocados por Jesús, por lo que surgen las exclamaciones de admiración y reconocimiento de la presencia de Dios en sus vidas.

Es el milagro de la vida que se obra siempre con la presencia de Jesús y que a todos envolvía. Es el milagro de la vida que también tiene que seguirse realizando en nuestro mundo. Muchos cortejos de muerte nos vamos encontrando, muchas angustias y soledades que se van ahondando más y más, muchos desamparos en tantos que vamos apartando de nuestros caminos de la vida, mucha gente sin esperanza que van arrastrándose por nuestros caminos porque les falta una luz que les guíe, muchas violencias que producen rupturas de todo tipo desgarrando amistades, creando barreras, levantando muros de odio, creando distancias de insolidaridad y de abandono, muchas intransigencias que destruyen puentes de encuentro en lugar de tender manos que nos acerquen. Desgraciadamente parece que vamos construyendo un mundo de muerte y no terminamos de decidirnos a crear vida.

Hoy Jesús nos está enseñando a tender nuestra mano, a detener ese negro cortejo que van cubriéndonos con nubes de lutos y de angustia, a buscar esa palabra o ese gesto que nos haga levantar nuestra cabeza para descubrir esa estrella que nos puede dar luz; hoy Jesús nos está enseñando como tenemos que saber ponernos al lado del que sufre haciendo sentir el calor de nuestra presencia y de nuestro amor; Jesús nos está enseñando a hacer resucitar la vida, primero que nada en nosotros mismos, pero también para contagiarla a los que están a nuestro lado para que no perezcan en esas sombras de muerte; Jesús nos está enseñando a acercarnos sin miedo ni complejo a aquel que vemos sufriendo en su soledad para acompañarle, para hacerle sentir la vida, despertar la esperanza y la ilusión por algo nuevo y distinto.

Es la misión que Jesús nos ha confiado cuando nos ha enviado a llevar una buena noticia al mundo que nos rodea. Es el anuncio de la vida, el anuncio de la salvación. Podemos seguir haciendo presente en nuestro mundo las maravillas del Señor. No solo podemos sino que tenemos que hacer posible ese mundo nuevo; es nuestra tarea, es nuestra misión, tenemos que hacernos presentes en esa aldea de Naim de nuestro mundo para que sea en verdad la aldea de la vida.

No nos podemos quedar impasibles viendo desfilar ese cortejo, tenemos que implicarnos aunque eso nos complique la vida, pero no podemos dejar de hacer ese anuncio de salvación del que nosotros tenemos que ser signos ante el mundo que nos rodea.

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