En la medida en que creemos más humanidad sembrando valores y actitudes de amor y respeto al otro estaré haciendo anuncio de la Buena Nueva de Jesús
Rut 1,1.3-6 14b-16.22; Salmo 145; Mateo 22,34-40
¿Cuál es la auténtica religión? Quizás tendríamos que comenzar por preguntarnos. Ya sé, es cierto, que la expresión religión hace referencia a nuestra relación con Dios, la forma cómo expresamos y vivimos todo lo que desde la fe nos hace entrar en relación con Dios. Pero Jesús viene a decirnos hoy algo muy importante que tenemos que analizar bien y entender en toda su profundidad. Nunca nuestra relación con Dios nos puede separar de nuestra relación con los demás, es más, tendríamos que decir que no habría una auténtica relación con Dios si nos falta esa relación de humanidad con los demás.
Ya conocemos las diatribas que tenían los fariseos y demás grupos religiosos de entonces con Jesús. Siempre estaban al acecho a ver cómo podían cogerle en sus palabras, porque no le aceptaban, porque no llegaban a entender el sentido del Reino de Dios que Jesús anunciaba, porque de alguna manera – y podemos hablar en un sentido político también – se ponía en peligro su estatus social y la forma como ellos manipulaban al pueblo. De aquellas interpretaciones que los doctores de la ley, pertenecientes a estos grupos de fariseos o saduceos, habían surgido aquella multitud de mandamientos que hacía que el pueblo se sintiera como una losa encima sin saber qué cumplir o qué era lo más importante.
Después que vieran que Jesús les hacía callar con sus explicaciones y también con el estilo de su vida es cómo deciden los fariseos que un doctor de la ley viniera con esa pregunta a Jesús. ‘¿Cuál es el mandamiento primero y principal de la Ley?’ Pregunta ociosa, tendríamos que decir, porque en la ley estaba, todos debían conocerlo, porque de alguna manera era como una oración a repetir a la entrada o salida de casa, al emprender tarea o al ponerse en camino.
Y es con lo que les responde Jesús, lo escrito en la ley. ‘Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente’. Pero Jesús añade algo más que estaba también contenido en la ley y que no podían rechazar. ‘Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Aquí les viene a decir está el fundamento de todo. ‘En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas’.
Fijémonos bien, nos habla de un segundo mandamiento con igual importancia, ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Son inseparables. No podemos decir que cumplimos uno sin cumplir el otro. Nuestra humanidad no puede estar alejada de Dios. En la medida en que crecemos en humanidad estaremos creciendo en el amor de Dios. Para decir que amamos a Dios sobre todas las cosas, ‘con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente’, como nos dice con ese mismo amor tenemos que amar al prójimo, como nos dice, ‘como a ti mismo’.
Cuántas veces nos puede suceder que decimos que amamos mucho a Dios, y no nos puede faltar nuestros rezos y nuestra oración cada día, y acudimos a Dios en toda ocasión desde nuestras necesidades o nuestros problemas porque sabemos que El es nuestra fortaleza y nuestra vida, vamos a la Iglesia y participamos en todas las celebraciones, y ya pensamos que con eso está todo hecho, somos unas personas muy religiosas y muy cristianas.
¿Y dónde está nuestro amor al prójimo? ¿Dónde está la humanidad que estamos construyendo? ¿Cómo son de auténticas nuestras relaciones con los demás? ¿Qué preocupación sentimos por los demás, por sus derechos y por el respeto que hemos de tener a toda persona, por sus necesidades o sus angustias, o por compartir también con ellos sus alegrías? Es ahí en estos pequeños detalles, en esa cercanía, en esa amistad que cultivamos con todos, en ese respeto mutuo, es donde le estamos manifestando el amor, y cuando estamos creciendo en el amor a los demás estaremos creciendo en nuestro amor de Dios. No lo podemos separar, el uno alimenta al otro, desde el amor de Dios tendremos fuerza para amar al hermano, pero desde ese amor al hermano estaremos haciendo crecer el amor de Dios en nosotros, y le estaremos dando verdadera gloria.
No me canso de hablar de humanidad, de cultivar todo eso que nos acerca al otro, porque sé que con ello estoy haciendo anuncio también de la buena noticia de Jesús. En la medida en que creemos más humanidad iremos sembrando más sentimientos y actitudes cristianas, y todo eso nos llevará al encuentro con Dios.
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