jueves, 26 de junio de 2025

Busquemos los cimientos del evangelio, construyamos con los bloques de los mejores valores, en un encuentro vivo con el Señor y el Evangelio, la luz para nuestras vidas Génesis 16, 1-12. 15-16; Salmo 105; Mateo 7,21-29 ¿Dónde fuiste a edificar tu casa? Por económico empleaste unos materiales cualesquiera y mira ahora como se te está cayendo la casa. Lo habremos visto alguna vez o nos habrá sucedido en alguna obra que hemos emprendido, por no tener materiales de calidad pronto se nos vino abajo. Ya es algo que cuidamos bien porque nos cuesta nuestros dineros – parece que el dinero siempre anda por medio y condiciona muchas de las cosas que queremos hacer – y procuramos tener buenos proyectos, buscar buenos constructores, tener buenos materiales y cuidar su construcción desde los cimientos hasta verla terminada. Pero ¿haremos eso realmente con nuestra vida? Por medio anda la superficialidad con que nos tomamos muchas cosas, empezando por nuestra preparación y formación. Queremos salir del paso, queremos lograr las cosas con el mínimo esfuerzo, queremos quizás al final tener un titulo, pero sin habérnoslo de verdad ganado. Es una lástima lo que tantas veces contemplamos en la gente joven que no sabe aprovechar esos tiempos de formación, de estudios, de ir de verdad avanzando en la vida para lograr no solo una calificación sino una verdadera madurez como personas. Así nos va, porque esos serán los que luego querrán dirigir el mundo, pero con muchos vacíos en su persona. ¿Irán también por esos rumbos nuestros caminos de fe, nuestra vivencia como cristianos? Hemos tenido tiempos en que parecía que todos éramos cristianos, que nuestra sociedad era cristiana y ahora estamos llegando a tiempos de indiferencia, de enfriamiento espiritual desde un sentido cristiano, a una cierta descristianización de nuestra sociedad. ¿Nos dormimos en los laureles de aquellos tiempos en que parecía que todo era floreciente y no nos preocupamos de una verdadera formación como cristianos? Nuestra sociedad ha perdido esos cimientos cristianos, sobre los que pensábamos que estaba construida. Desde aquellos momentos de mucho fervor religioso en que parecía que todos vivíamos con intensidad nuestra fe cristiana, pasamos a estos tiempos de frialdad y de indiferencia, a estos tiempos en que quizás el hecho religioso se mira más como una tradición pero no como algo que tenemos que vivir hondamente. Y claro cuando no hay hondura en lo que vivimos o celebramos, primero la tibieza se va apoderando de nuestros espíritus pero terminar en un abandono hasta de los más elementales sentimientos religiosos. ¿Qué estaremos haciendo para recuperar ese sentido cristiano de la vida para nuestra sociedad? No basta con rescatar costumbres y tradiciones, es necesario ir a una hondura de la fe que solo puede construirse desde una escucha profunda y atenta del evangelio y de un encuentro vivo con Jesús. ¿Con las tradiciones religiosas que estamos desenterrando o tratando de mantener lo lograremos? Cuidado que solo lo hagamos por costumbres o por tradiciones que tenemos que mantener pero falte esa fe profunda que luego tiene que trasparentarse en la vida. Hoy Jesús nos está previniendo. Nos está diciendo que no basta decir ‘Señor, Señor’, si luego no hay vida. No nos basta decir si es que nosotros somos cristianos de toda la vida, nuestros pueblos son muy cristianos porque aquí se hacían procesiones preciosas, si luego en el día a día no estamos viviendo esos valores del Evangelio. No nos basta con que preparemos unas celebraciones esplendorosas y cuidemos al máximo nuestros adornos florales, porque el humo del incienso se disipa, las luces de nuestro esplendor se apagan y las flores terminan secándose y no nos valdrán para nada. Es lo que nos está diciendo hoy Jesús. Los cimientos sobre los que tenemos que edificar la casa para que los vientos y los temporales no se la lleven. Busquemos esos cimientos del evangelio, construyámoslo con esos bloques de nuestros mejores valores, que haya ese encuentro vivo con el Señor y con su Palabra, que el Evangelio sea verdad la luz que guíe nuestra vidas, y que todo eso se traduzca en nuestra manera de actuar, en nuestro amor auténtico y verdadero, y en ese mundo mejor por el que nos estaremos comprometiendo para construirlo. Empleemos los mejores materiales.



Busquemos los cimientos del evangelio, construyamos con los bloques de los mejores valores, en un encuentro vivo con el Señor y el Evangelio, la luz para nuestras vidas

Génesis 16, 1-12. 15-16; Salmo 105; Mateo 7,21-29

¿Dónde fuiste a edificar tu casa? Por económico empleaste unos materiales cualesquiera y mira ahora como se te está cayendo la casa. Lo habremos visto alguna vez o nos habrá sucedido en alguna obra que hemos emprendido, por no tener materiales de calidad pronto se nos vino abajo. Ya es algo que cuidamos bien porque nos cuesta nuestros dineros – parece que el dinero siempre anda por medio y condiciona muchas de las cosas que queremos hacer – y procuramos tener buenos proyectos, buscar buenos constructores, tener buenos materiales y cuidar su construcción desde los cimientos hasta verla terminada.

Pero ¿haremos eso realmente con nuestra vida? Por medio anda la superficialidad con que nos tomamos muchas cosas, empezando por nuestra preparación y formación. Queremos salir del paso, queremos lograr las cosas con el mínimo esfuerzo, queremos quizás al final tener un titulo, pero sin habérnoslo de verdad ganado. Es una lástima lo que tantas veces contemplamos en la gente joven que no sabe aprovechar esos tiempos de formación, de estudios, de ir de verdad avanzando en la vida para lograr no solo una calificación sino una verdadera madurez como personas. Así nos va, porque esos serán los que luego querrán dirigir el mundo, pero con muchos vacíos en su persona.

¿Irán también por esos rumbos nuestros caminos de fe, nuestra vivencia como cristianos? Hemos tenido tiempos en que parecía que todos éramos cristianos, que nuestra sociedad era cristiana y ahora estamos llegando a tiempos de indiferencia, de enfriamiento espiritual desde un sentido cristiano, a una cierta descristianización de nuestra sociedad. ¿Nos dormimos en los laureles de aquellos tiempos en que parecía que todo era floreciente y no nos preocupamos de una verdadera formación como cristianos? Nuestra sociedad ha perdido esos cimientos cristianos, sobre los que pensábamos que estaba construida. Desde aquellos momentos de mucho fervor religioso en que parecía que todos vivíamos con intensidad nuestra fe cristiana, pasamos a estos tiempos de frialdad y de indiferencia, a estos tiempos en que quizás el hecho religioso se mira más como una tradición pero no como algo que tenemos que vivir hondamente. Y claro cuando no hay hondura en lo que vivimos o celebramos, primero la tibieza se va apoderando de nuestros espíritus pero terminar en un abandono hasta de los más elementales sentimientos religiosos.

¿Qué estaremos haciendo para recuperar ese sentido cristiano de la vida para nuestra sociedad? No basta con rescatar costumbres y tradiciones, es necesario ir a una hondura de la fe que solo puede construirse desde una escucha profunda y atenta del evangelio y de un encuentro vivo con Jesús. ¿Con las tradiciones religiosas que estamos desenterrando o tratando de mantener lo lograremos? Cuidado que solo lo hagamos por costumbres o por tradiciones que tenemos que mantener pero falte esa fe profunda que luego tiene que trasparentarse en la vida.

Hoy Jesús nos está previniendo.  Nos está diciendo que no basta decir ‘Señor, Señor’, si luego no hay vida. No nos basta decir si es que nosotros somos cristianos de toda la vida, nuestros pueblos son muy cristianos porque aquí se hacían procesiones preciosas, si luego en el día a día no estamos viviendo esos valores del Evangelio. No nos basta con que preparemos unas celebraciones esplendorosas y cuidemos al máximo nuestros adornos florales, porque el humo del incienso se disipa, las luces de nuestro esplendor se apagan y las flores terminan secándose y no nos valdrán para nada.

Es lo que nos está diciendo hoy Jesús. Los cimientos sobre los que tenemos que edificar la casa para que los vientos y los temporales no se la lleven. Busquemos esos cimientos del evangelio, construyámoslo con esos bloques de nuestros mejores valores, que haya ese encuentro vivo con el Señor y con su Palabra, que el Evangelio sea verdad la luz que guíe nuestra vidas, y que todo eso se traduzca en nuestra manera de actuar, en nuestro amor auténtico y verdadero, y en ese mundo mejor por el que nos estaremos comprometiendo para construirlo. Empleemos los mejores materiales.


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