Del
camino cuaresmal que estamos haciendo tendríamos que salir más fortalecidos, demos
pues el paso adelante que se nos está pidiendo en el hoy de nuestro mundo
Jeremías 11, 18-20; Sal. 7; Juan, 7, 40-53
Cuántas veces andamos de confundidos en
la vida. Vemos a alguien y aquella cara nos suena, por nuestra mente pasan como
en una película una cantidad grande de situaciones donde podíamos localizar a
aquella persona; pensamos en un lugar o en otro, en una situación determinada,
pero nos parece que allí no fue, hacemos quizás nuestros comentarios entre los
más cercanos a nosotros que quizás andan en la misma confusión pero no damos el
paso de acércanos a aquella persona para situarlo mejor, para preguntar porque
nos da corte que vaya a decirnos como es que no nos acordamos de él y nos
quedamos con nuestras incertidumbres por nuestra indecisión, por nuestra
cobardía, porque podrían pensar de nosotros alguna cosa, y no llegamos a saber.
Pero no son solo esas situaciones
humanas de nuestras relaciones de unos y otros, que también tienen su
importancia porque puede significar un respeto que le debamos a esa persona y a
la que en nuestras confusiones al final no tratamos bien; es en cosas más
hondas donde andamos en esas confusiones; serán los planteamientos hondos del
sentido de la vida, donde andamos de acá para allá, será a la hora de tomar
decisiones que puedan ser importantes en nuestras relaciones con los demás;
será a la hora de nuestra vivencia de Iglesia en lo que andamos perturbados
porque hay cosas que no entendemos, hay cosas que nos dicen, hay influencias
que recibimos desde muchos medios que querrán hacernos entrar en la duda y confusión
como un camino de apartarnos de esos caminos, será en el camino de nuestra fe
donde no terminamos de aclararnos, pero tampoco es que busquemos mucho o
acudamos donde podemos encontrar la luz.
Hay muchas cosas que tenemos que
ordenar en nuestra vida; llegan momentos en que tenemos que tomar decisiones
valientes aunque tengamos que ir a la contra de cómo se camina a nuestro
alrededor; tenemos que aclararnos y saber donde estamos, cual es el testimonio
que tenemos dar, y buscar la manera de fortalecernos interiormente para
afrontar los problemas que nos va presentando la vida.
Hoy escuchamos en el evangelio que
alrededor de Jesús hay mucha confusión. confusión sobre su origen y lo que es
su misión, confusión porque la gente se ve influida por aquellas corrientes de
los que quieren quitarse de en medio a Jesús; unos lo escuchan y se quedan
admirados porque como dirán ‘nadie ha hablado con El’, los signos y milagros
que realiza llaman la atención, aunque no siempre sabrán leer entre esos
renglones de la vida lo que es el actuar de Dios; saben que quieren prenderle e
incluso mandan guardias con ese cometido que sin embargo no serán capaces de
cumplir las ordenes que les dan, algunos salen a favor de Jesús aunque sea solo
de una forma tímida pero sin dar el paso al frente; acaso irán a ver a Jesús de
noche, cuando los demás no los vean.
¿No nos sucederá de alguna manera a
nosotros también en este mundo tan revuelto de ideas y de cosas que también nos
llenan de confusión? Creo que tenemos que tomarnos más en serio nuestra fe y
nuestra manera de actuar; el mundo necesita testigos de la verdad y no siempre
nosotros sabemos dar ese testimonio. Nuestras rodillas están vacilantes y vamos
renqueando demasiado por los caminos de la vida. Tratemos de fortalecernos con
el Espíritu del Señor. Es el camino cuaresmal que estamos haciendo del que tendríamos
que salir más fortalecidos. ¿Cuándo daremos el paso adelante que se nos está
pidiendo en la hora de nuestro mundo?
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