miércoles, 29 de enero de 2025

Seamos sembradores con confianza en la semilla que vamos a sembrar que es la Palabra que transformará nuestro mundo

 


Seamos sembradores con confianza en la semilla que vamos a sembrar que es la Palabra que transformará nuestro mundo

Hebreos 10,11-18; Salmo 109; Marcos 4,1-20

Hay ocasiones en que nos parece que todo lo tengamos a la contra, no nos salen las cosas como queremos o planeamos, y no es porque no sepamos o no seamos capaces de hacerlo, porque quizás en otros momentos lo hemos realizado, pero por todas partes nos aparecen dificultades o contratiempos, no andamos de buena gana y parece que siempre andamos contrariados, nos cuesta centrarnos en lo que estamos haciendo porque quizás hay cosas que nos distraen o nos llaman la atención. No está el horno para bollos, solemos decir. Es importante esa buena actitud por nuestra parte que nos ayude a centrarnos, es necesario darle un sentido más positivo a lo que estamos haciendo y no centrarnos tanto en lo que vamos a encontrar en contra; son cosas que están ahí, es cierto, pero por otra parte nos hace falta ese serenidad para centrarnos en lo que hacemos.

Serán nuestros trabajos y responsabilidades donde nos pasan cosas así, será nuestra vida personal en la que tenemos que saber salir de esos atascos, será en la tarea social que hagamos por los demás donde tenemos que ir con mayor positividad, será incluso en nuestros compromisos como cristianos o en la tarea que en medio de la iglesia tengamos que realizar, donde tendremos que dejar mucho de mirar a quienes o con quienes trabajamos para no fijarnos tanto en su negatividad como para sentirnos seguros en el mensaje que vamos a trasmitir.

Me estoy haciendo esta reflexión tras escuchar una vez más la parábola del sembrador que nos ofrece el evangelio. Jesús rodeado de mucha gente que quiere escucharle, y cada uno va desde su realidad, desde las situaciones que vive, desde los problemas que tiene en su vida, desde ese mundo no siempre muy abierto a escuchar mensajes que lo eleven. Es la realidad. Y Jesús, el sembrador, allí desde la barca en la orilla del lago esparce la semilla.

Normalmente la parábola nos sirve para fijarnos en nuestra respuesta, en las actitudes que nosotros como tierra en la que se siembra la semilla tenemos para acoger o no esa Palabra que se esparce sobre nosotros como una buena semilla. Pero hoy quiero fijarme en el sembrador, porque de alguna manera Jesús nos está diciendo que nosotros somos también ese sembrador, en nuestras manos está esa semilla que hemos de sembrar en ese mundo concreto que nos rodea. ¿Seremos buenos sembradores?

He ahí lo que nos tiene que hacer pensar. El sembrador de la parábola no está pensando en los diferentes terrenos que se va a encontrar sino que en todos ellos pretende esparcir la semilla. Y es lo que nos está confiando Jesús a nosotros los cristianos, o a los que nos sentimos más comprometidos con el anuncio del Evangelio. Muchas veces parece que nos ponemos la venda antes que la herida; antes de anunciar ya estamos viendo las dificultades, nos entra el pesimismo como una rémora que va a frenar nuestro entusiasmo porque quizás ya de antemano estamos pensando que no merece la pena tanto esfuerzo, que va a haber muchos que no quieran escuchar, que nos vamos a encontrar gente enfrente que nos va a hacer la guerra, y nos acobardamos, y perdemos entusiasmo, y nos faltará brillo a nuestras palabras y a nuestras acciones, y ya nos parece que no estamos tan convencido.

Con mal talante, de mala gana nos disponemos a sembrar, y ya no será esa siembra alegre y entusiasta, ya no tenemos la serenidad y la paz en nuestro espíritu que necesitamos, ya estamos caminando con pesimismo y con negatividad; algo se nos está aflojando en nuestra fe y en nuestra confianza. No es el entusiasmo y la fe del verdadero misionero que está convencido del mensaje que quiere trasmitir.

Algo necesitamos despertar dentro de nosotros para que nuestras acciones y nuestras palabras sean más convincentes. Una seguridad nos está faltando en nuestro espíritu, que tenemos que saber despertar. Somos el sembrador que en este mundo concreto de hoy tenemos que seguir sembrando la semilla del Reino de Dios. Que falte nunca en la Iglesia esa convicción y seguridad en lo que hacemos.

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