domingo, 5 de enero de 2025

La mirada de Dios hacia la humanidad es la mirada de amor que se nos manifiesta en Jesús para hacernos a nosotros también hijos en el Hijo de Dios

 


La mirada de Dios hacia la humanidad es la mirada de amor que se nos manifiesta en Jesús para hacernos a nosotros también hijos en el Hijo de Dios

Eclesiástico 24, 1-2. 8-12; Salmo 147; Efesios 1, 3-6. 15-18; Juan 1, 1-18

La mirada de Dios hacia la humanidad es la mirada de amor que se nos manifiesta en Jesús, como la mirada que nos lleva a conocer a Dios es a través de Jesús, que es revelación de Dios, que es Palabra de Dios, Palabra del amor de Dios para la humanidad. En Jesús hemos sido bendecidos con toda clase de bendiciones celestiales, como nos dice la carta a los Efesios, hemos sido elegidos y amados, y estamos llamados y predestinados a ser sus hijos. Hijos de Dios en el Hijo, en Jesús que nos hace participes de la vida de Dios por la fuerza de su Espíritu.

Es el mensaje maravilloso de la Navidad que seguimos viviendo y celebrando. Es la Sabiduría de Dios que nos llena de vida, que se hace luz y salvación, que se hace verdad y se hace gracia, que nos revela todo el amor de Dios que nos engrandece y nos hace hijos; es la participación en el misterio de Dios, Palabra de Dios que se hace carne y que planta su tienda entre nosotros, como estamos viviendo en la Navidad. Mucho más allá que en la cueva de Belén Dios quiere plantar su tienda en nosotros cuando nosotros le recibimos y le acogemos, porque a aquellos que le reciben les da el poder ser hijos de Dios, como escuchamos hoy en el mensaje del evangelio.

Nos encontramos hoy ante una de la páginas más bellas y profundas del evangelio; es lo que llamamos habitualmente el prólogo del evangelio de san Juan donde se nos está revelando y ofreciendo como en un hermoso resumen toda la teología del misterio de la Encarnación. San Juan no nos narra el misterio del nacimiento de Jesús con la tradición de los otros evangelistas, pero sí nos está expresando todo ese misterio del Dios que existiendo desde toda la eternidad quiere encarnarse y hacerse hombre para ser nuestra Sabiduría y nuestra Salvación, nuestra Luz y nuestra Vida, gracia que nos salva y que nos redime, gracia que tenemos que acoger porque al encarnarse Dios en nuestra carne a nosotros nos eleva para hacernos también sus hijos.

Aparecen en medio de la sombras de nuestra vida, como las tinieblas que rechazan la luz, que no quieren recibir la luz, pero nos abre el camino para que finalmente nos dejemos envolver por esa luz, nos dejemos inundar por esa gracia, podamos alcanzar también la vida.

Es el camino de la redención, el camino de la Salvación que Dios nos está ofreciendo. Es el camino de sabiduría que se abre ante nosotros cuando acogemos su Palabra. Esa palabra que nos revela lo más profundo de Dios, igual que con nuestras palabras estamos manifestando lo que llevamos dentro de nosotros mismos, expresamos nuestros pensamientos o nuestros deseos, reflejamos lo que somos y lo que sentimos, estamos diciendo nuestro propio yo, así nos revela Dios en su Palabra lo más profundo de su ser.

Como nos dice es la Palabra por la que se hizo todo cuanto ha sido hecho, la Palabra de la creación, pero es también la Palabra que ilumina cuanto existe y nos da el sentido de todo, Palabra que es revelación, y es también la Palabra que nos levanta y nos redime ofreciéndonos la gracia y el perdón, es Palabra de Salvación. ‘Basta una sola palabra tuya, le decía el centurión a Jesús, y mi criado quedará sano’. ¡Qué bien lo expresaba la fe de aquel centurión romano! Es la Palabra que en Jesús llega a nosotros para levantarnos y para salvarnos, para inundarnos del amor de Dios y para hacernos hijos de Dios.

No terminamos de considerar lo suficiente tanta maravilla, tanto amor, tanta gracia. Por algo nos decía san Pablo que en Jesús hemos sido bendecidos con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Hoy nos invita el apóstol a dar gracia a Dios, que es reconocer humildemente toda la maravilla del amor de Dios. ¡Bendito sea Dios que así nos ha enriquecido con tanta gracia! ‘Santificado sea tu nombre’, bendito sea el nombre del Señor, como decimos en el padrenuestro.

Pero nos enseña también cuál ha de ser nuestra mejor oración. Que nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprender cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a sus santos.

¿Será así nuestra oración? ¿Será esa la forma en que bendecimos a Dios y pedimos la sabiduría de su Palabra? ¿Cuál es la esperanza que tenemos en nuestro corazón y la verdadera riqueza que buscamos para nuestra vida?

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario