El
evangelio de Jesús quiere que nosotros seamos más humanos para que luego
podamos ser más divinos
Hebreos 3,7-14; Salmo 94; Marcos 1,40-45
¿Seguiremos poniendo barreras a la
manera de aquellos leprosos de los que nos habla hoy el evangelio? Yo no me
mezclo con cualquiera, decimos o pensamos muchas veces; y aunque no
manifestemos en alta voz nuestros pensamientos cuando en la acera tenemos que
cruzarnos con alguien que no nos cae bien, que miramos con aprensión porque
otro es el color de su piel, porque sabemos que está metido en la drogadicción,
porque es de una determinada familia con la que desde siempre no nos llevamos,
buscamos si podemos cruzar a la acera de enfrente, tratamos de ensimismarnos en
nuestras cosas para evitar un cruce de miradas y mil detalles más que nos
inventamos para ‘no mezclarnos’ como decíamos.
Con buena voluntad quizás nos decían cuando chicos que cuidáramos con quien andábamos porque estábamos manifestando quienes éramos – dime con quien andas y te diré quien eres, que nos decían – de alguna manera nos han metido un cierto sentido de discriminación que luego se puede en la vida convertir en grandes barreras.
Lo vemos en muchas
manifestaciones de la vida social en nuestro entorno, cómo tenemos nuestros
grupos, nuestros círculos y pareciera que viviéramos en lugares estancos sin
posibilidad de comunicación entre unos y otros, los que somos de un lugar, los
que tienen esta procedencia, a los que llamamos ilegales, y nos vamos apartando
los unos de los otros más y más; y desgraciadamente nos estamos haciendo un
mundo inhumano, de desconfianzas, enfrentamientos y enemistades por el mero
hecho de pensar de manera distinta.
El evangelio hoy nos manifiesta un
rompimiento de barreras. Por una parte aquel leproso se atrevió a saltarse
todas las reglas para llegar hasta Jesús porque era el único que podía sanarle.
Pero Jesús también se atreve a dejar que se acerque el leproso y aún más tiende
su mano para tocarle y sanarle. Sana al hombre de su enfermedad, pero sana al
hombre y quiere sanar a la sociedad que le rodea para que de nuevo haya
encuentro y comunicación. Volverá a su familia, volverá a la vida social de su
entorno, ha de presentarse al sacerdote para que se reconociese su dignidad
recuperada. Quiere sanarnos Jesús.
Este signo del evangelio se convierte también
en un signo muy importante para nosotros, para nuestra sociedad, para nuestro
mundo de hoy. ‘Si quieres, puedes limpiarme’, le decía el leproso a
Jesús. ¿No tendremos de alguna manera que decir nosotros lo mismo? En el relato
del evangelio es cierto que fue el marginado a causa de su lepra el que acudió
a Jesús, pero Jesús sanándolo le está diciendo a su mundo, a su sociedad
concreta que es la que tiene que decir las mismas palabras.
Nos lo está diciendo a nosotros hoy,
como individuos y como sociedad, porque son nuestras actitudes personales por
las que primero tenemos que comenzar por cambiar, pero son esas conveniencias
sociales que nos hemos creado que han ido ahondando esos abismos que nos
separan y que nos enfrentan.
A eso ha venido Jesús. Ese es el
mensaje de su evangelio. Esa es la Buena Nueva del Reino que Jesús quiere
trasmitirnos. Es lo que quiere realizar en nosotros para que seamos más humanos
para poder ser más divinos. Si cuando hablamos de salvación tanto insistimos en
la gracia que nos trae Jesús que nos convierte en hijos de Dios, primero El se
ha hecho hombre para que aprendamos a valorar nuestra humanidad, que es valorar
la dignidad de la persona, de toda persona; porque será desde esa humanidad
desde donde El luego nos elevará con una nueva dignidad de hijos de Dios. Pero
tiene que haber humanidad en nuestra vida, y muchas veces en la manera cómo nos
tratamos nos falta esa humanidad.
Hermoso evangelio y reflexión
ResponderEliminarHermoso Evangelio y reflexión gracias
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