Cuidado
con las posturas combativas ante la novedad del evangelio y se nos pide que
algo o mucho en nosotros o nuestras comunidades tenemos que transformar
Hebreos 9,15.24-28; Salmo 97; Marcos 3,22-30
Eso no puede ser así. Cuántas veces
habremos reaccionado así ante lo que no esperábamos, nos resultaba una
sorpresa, venía como a romper nuestros esquemas, se nos planteaban cosas nuevas
que iban contra lo que estábamos acostumbrados y se habían convertido como en
una rutina en la vida. Eso no puede ser verdad, cómo nos van a cambiar las
cosas, y en cierto modo nos volvemos muy conservadores, pero conservadores
frente a aquello que nos pueda inquietar, nos haga cambiar nuestros esquemas y
ahora nos exija un esfuerzo distinto, o salirnos de aquello a lo que estábamos
acostumbrados. Nos cuesta hacernos planteamientos nuevos. Preferimos que las
cosas no cambien y más cuando quizás nos hagan desposeernos de nuestros
privilegios, o aquello que decimos que nos hemos ganado.
Ese impacto se estaba produciendo en
muchos tras la presencia de Jesús, lo nuevo que nos estaba anunciando y los
signos que iba realizando de lo nuevo que El realmente quería para el hombre,
para cada persona. Era inquietante para muchos lo que Jesús iba anunciando,
rompía de alguna manera sus esquemas. Chocaba la idea que se tenían sobre lo
que había de ser el Mesías y la manera cómo Jesús se presentaba. Para ellos no
podía ser el Mesías. Es cierto que sus palabras tenían un sonido profético,
pero en la tradición judía aunque posteriormente valoraran mucho a los antiguos
profetas en su momento siempre los rechazaron, sus palabras les resultaban
incómodas, eran desprestigiados y perseguidos por los poderosos de su tiempo. Ahora
le estaba pasando a Jesús. De Jerusalén llegaban a Galilea continuas embajadas
para indagar lo que allí estaba sucediendo, para vigilar las palabras de Jesús
y para de alguna manera quitarle valor a los signos que realizaba.
Es lo que ahora está sucediendo. Jesús
libera del mal en sus enfermedades, como un signo de lo que en verdad quería
realizar en nosotros, y era así que consideraban la enfermedad como un castigo
divino o como una posesión del maligno, por eso se nos habla continuamente de
la expulsión de los demonios por parte de Jesús. Pero ahora vienen a decir
aquellos que han llegado desde Jerusalén que lo que Jesús realiza no es obra de
Dios sino que lo está realizando con el poder del maligno. Una contradicción
bien difícil de admitir, como incluso Jesús querrá hacerles razonar. Un reino
dividido no puede subsistir.
Y Jesús habla de ese terrible pecado.
Porque es una desconfianza del poder de Dios, es una atribución al maligno lo
que solo puede ser obra de Dios, como es toda nuestra liberación del mal. Más
duros se pondrán cuando Jesús hable del perdón de los pecados, por lo que
terminarán llamando blasfemo a Jesús. Es un pecado difícil de perdonar, porque
nunca se será capaz de reconocer ese pecado, esa malicia que llevamos en el corazón.
Nos chocan y nos parecen
incomprensibles aquellas actitudes que muchos mantenían ante la buena noticia
que Jesús les anunciaba con su presencia, con sus palabras y con los signos que
realizaba. Pero, ¿por qué no pensar cómo nosotros también queremos ralentizar
la actuación de la gracia de Jesús en nuestra vida? Nos cuesta reconocer nuestra
propia realidad de pecado, ponemos también nuestros limites en la
interpretación muchas veces interesada que nos hacemos del evangelio de Jesús;
vivimos apoltronados en nuestras rutinas contentándonos con lo que hacemos y
sin atrevernos a abrir nuestro espíritu a algo más, a algo nuevo que el espíritu
del Señor pueda suscitar en nuestro corazón, también nos ponemos en una actitud
defensiva ante los cambios y transformación que hemos de dar en nuestra vida
personal o en nuestras comunidades cristianas, seguimos en nuestras rutinas de
cada día y no terminamos de dar los pasos de renovación que sabemos bien que tendríamos
que dar, nos falta ese espíritu misionero que tendría que brotar de una fe
viva.
Pidamos que el Señor nos dé esa
valentía que necesitamos para dar esos necesarios pasos de conversión.
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