sábado, 31 de agosto de 2024

Descubre lo que hay en ti, ayuda también a los demás a que descubran sus posibilidades, abre horizontes en tu vida y amplíalos también para los que te rodean

 


Descubre lo que hay en ti, ayuda también a los demás a que descubran sus posibilidades, abre horizontes en tu vida y amplíalos también para los que te rodean

1 Corintios 1,26-31; Salmo 32; Mateo 25,14-30

Cantos de lamentaciones de lo poquito que somos o que valemos, de lo poquito que tenemos en la vida que no nos da para nada, seguramente estaremos acostumbrados a escuchar, o acaso nosotros mismos en más de una ocasiones también nos hemos hecho esas elegías de nuestra vida; yo no valgo para nada, yo no tengo medios, yo no sé como salir adelante, yo que puedo hacer por los demás si no tengo ni para mí mismo, yo no tengo suerte en la vida, yo no tengo quien me ayude, quizás también nos lo hemos repetido, en algunas ocasiones decimos que por humildad, pero muchas veces por la propia desidia con que vivimos nuestra vida.

Sin embargo sí hemos visto a más de uno que desde lo más bajo, podríamos decir, supo levantarse, supo emprender, supo luchar para salir adelante, buscando fuerza donde parecía que no la tenía, pero con una energía del espíritu que le hizo salir adelante.

Algunas veces para justificarnos quizá pensamos que quienes fueron capaces de salir adelante fue porque tuvieron padrinos, porque tuvieron suerte en la vida, o porque quizás tenían unos medios que nosotros no tenemos; pero pienso no en los que estaban esperando que la suerte les cayera un día encima para comenzar a luchar, ni los que se valieron de padrinos, sino en los que con su esfuerzo supieron luchar; no vamos a negar que luego apareciera quien les ayudara, porque personas así con ese empuje son personas a las que merece en verdad ayudar porque sabrán aprovecharlo bien para conseguir esos nobles fines. La suerte y la ayuda tenemos que encontrarla en nosotros mismos, en nuestras ganas de luchar que nos hace buscar y tener iniciativas, que nos hace mover Roma con Santiago, como dice el refrán, y así sabremos salir adelante. Desgraciadamente hoy en la vida nos encontramos muchos que todo lo esperan regalado – que si subvenciones, que si padrinos… - y no ponen ningún tipo de esfuerzo por sí mismos para luchar por la vida.

¿No será de esto de lo que nos está hablando hoy el evangelio con la parábola que Jesús nos propone? Unos talentos – se refiere a unas monedas fuertes que se utilizaban entonces – que aquel buen hombre reparte nos parece de manera desigual entre sus servidores  mientras él se va de viaje. Podemos pensar, si queremos, en unas responsabilidades en la administración de sus bienes, por ejemplo, que confía a sus servidores mientras está ausente.

Cuando vuelva va a pedir cuentas de la administración de aquello que les ha confiado. Dos de aquellos servidores supieron negociar muy bien aquellos bienes y presentarán positivo rendimiento, aunque fueran diversas las cantidades que se les habían confiado. Merecen la alabanza y el premio de su señor. Mientras el tercero, considerándose inferior porque menos recibió, no quiso perderlo y allá lo enterró para poder entregarlo integro cuando tuviera que rendir cuentas. Tuve miedo, decía, porque yo sabía como tú eres de exigente, pero no tuvo la osadía de aventurarse, de buscar la manera de salir de aquello que le parecía pequeño, y ya sabemos cómo fue recriminado a la vuelta de su señor. No lo había perdido, simplemente lo había enterrado.

¿No andaremos así muchas veces nosotros enterrando talentos? Es que yo no valgo para nada, a mi fue poco lo que me ofrecieron o pusieron en mis manos y qué voy a hacer con tan poca cosa, nos decimos tantas veces. Y solo esperamos el milagro de la suerte, solo esperamos que otro sea el que nos saque las castañas del fuego porque nosotros no queremos quemarnos.

Lo tenemos que mirar para todos los aspectos de nuestra vida en que nos decimos tantas veces que nos sentimos tan pobres, tan poca cosa; pero quizás no hemos sabido mirarnos por dentro, no hemos sabido descubrir todo lo que somos capaces de hacer por nuestros miedos, por nuestra indecisión, por nuestras rutinas, por la flojera con que vivimos la vida, por la superficialidad que le vamos dando a lo que hacemos. ¿Qué buscamos? Con aquello de la sociedad del bienestar que decimos que tenemos que crear sin embargo nos hemos hecho cómodos y estamos esperando que todo nos lo den hecho y no somos capaces de desarrollar eso que llevamos dentro de nosotros; siempre hay unos valores, unas capacidades, unas posibilidades, unas iniciativas que podemos tomar, que aunque pequeñas en principio se van a hacer en la medida que rueden en una bola grande.

Descubre lo que hay en ti, ayuda también a los que están a tu lado a que descubran todas sus posibilidades, abre horizontes en tu vida y amplia también los horizontes de los que te rodean. Lo podemos hacer con los amigos, como los padres tienen que hacerlo con los hijos, como todos tenemos que hacerlo con los que caminan a nuestro lado en nuestra sociedad.

Jesús cuando nos está proponiendo esta parábola está queriendo hablarnos del Reino de Dios, de los valores que en él hemos de encontrar y que nos harán crecer a nosotros en nuestra fe y en nuestro compromiso. Esto tendría que llevarnos a pensar también en lo que nosotros en medio de nuestra comunidad cristiana podemos hacer y estamos haciendo. La comunidad no nos la van a hacer otros, sino que somos nosotros, entre todos, los que en verdad tenemos que construirla.

viernes, 30 de agosto de 2024

No fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío

 


No fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío

1 Corintios 1, 17-25; Salmo 32; Mateo 25, 1-13

Ya tendremos tiempo, después de lo hacemos, ahora que estamos con esto aprovechemos que todo no va a ser andar preocupado, que tenemos que pasar un rato también. Más de una vez lo hemos dicho y hecho, dejamos las cosas para después, porque nos creemos que tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros, porque decimos que tenemos que tomarnos las cosas con calma y no andar siempre agobiados; y dejamos a un lado responsabilidades, no hacemos aquello que se nos ha confiado en el momento que teníamos que hacerlo, nos creemos capaces de hacerlo luego de cualquier manera… Son tantas las cosas que vamos dejando para después, son tantos los ejemplos que podríamos poner de cosas importantes de la vida, pero también de esos pequeños detalles que realmente son los que van conformando la vida.

Algo así pensarían quizás algunas de aquellas doncellas que tenían que salir a recibir al novio de su amiga que venía para la boda y para lo que tendrían que tener preparadas las luces que iluminasen el camino. Era un engorro eso de tener que estar llevando más aceite de repuesto, porque si acaso se hiciera tarde. Total, luego vamos corriendo y compramos lo que necesitamos, o alguien habrá que nos lo facilite, nos lo preste. Pero su desidia se les puso en contra, porque ni encontraron quien les facilitara el aceite que no tenían, ni llegaron luego a tiempo porque en la tienda tardaron también en obtenerlo. Se quedaron fuera, aunque ellas fueran también amigas de la novia.

Es la parábola que nos está proponiendo Jesús y que tantas veces hemos reflexionado. Pero de nuevo tenemos que vernos en su espejo, porque ahí estamos bien retratados con nuestras desidias, nuestros abandonos, nuestro dejar las cosas para más tarde que ya tendremos tiempo. Jesús nos está queriendo hablar de valores del Reino de Dios que son bien importantes en nuestra vida; pensamos con la trascendencia que tenemos que darle a nuestra vida con mirada también de eternidad, pero tenemos que pensar en esas pequeñas cosas de cada día a las que tantas veces no le damos la importancia que tienen; nos habla de nuestras responsabilidades que no solo es pensar en las grandes tareas que en un momento se nos pueden confiar, pero tenemos que pensar en esos pequeños detalles que crean nuestra relación entre unos y otros y no siempre cuidamos lo suficiente.

Sí, son las tareas de cada día que tenemos que asumir con responsabilidad y eficiencia que son con las que vamos construyendo nuestra vida, fundamentándola de verdad, dándole unos buenos cimientos; tenemos que pensar que cada momento de nuestra vida es una riqueza primero que nada para nosotros, y tenemos que saber aprovecharlos, darles rendimiento que no solo son las ventajas económicas que podamos obtener con nuestro trabajo, sino que es la riqueza humana y espiritual que va adquiriendo nuestra vida; cuántas veces más tarde nos decimos, si yo hubiera sabido hubiera puesto más empeño en aquellos estudios, por ejemplo, que me tomé a la ligera, en aquellas cosas que dejé de aprender por no esforzarme; nuestra vida sería otra con toda seguridad.

Hablamos en lo humano y hablamos en lo espiritual; hablamos en lo que nos atañe a nosotros mismos, pero tenemos que hablar de nuestro entorno social del que tenemos que aprender pero también al que tenemos que aportar desde la riqueza espiritual de nuestra vida. No fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío.

Y tenemos que hablar, por supuesto, en el ámbito de nuestra fe y de nuestra vida cristiana que tan a la ligera de forma superficial nos la hemos tomado a lo largo de la vida. ¿Dónde está ahora el verdadero tesoro que tendríamos que tener guardado en el corazón? Mucho tendríamos que pensar y reflexionar en este aspecto donde de una vez por todas tenemos que despertar. Es la vigilancia de la que nos está hablando hoy Jesús, el cuidado de nuestra fe, la atención a los valores cristianos, el compromiso de nuestra vida, nuestra participación en la vida y en la misión de la Iglesia.

Despertemos. Y ayudemos también a los que están a nuestro lado a despertar para estar vigilantes.

jueves, 29 de agosto de 2024

Recibimos de manos del martirio de Juan Bautista un testigo para poner rectitud, verdad y justicia en nuestro mundo tan oscurecido por la maldad

 


Recibimos de manos del martirio de Juan Bautista un testigo para poner rectitud, verdad y justicia en nuestro mundo tan oscurecido por la maldad

1Corintios 1, 1-9; Salmo 144; Marcos 6, 17-29

Normalmente no nos gusta escuchar verdades, cosas que nos hagan pensar, palabras valientes que nos señalen nuestros errores o denuncien lo malo que hacemos. Salvo que seamos personas de una humildad grande nuestra reacción suele ser fuerte cuando alguien se atreve a decirnos lo que no nos gusta, y si está en nuestra mano trataremos de revertir en esa persona todo aquello que nos dice y nos duele por dentro. No nos gusta vernos en un espejo sino para ver lo que llamamos el lado bonito de la cara. Y todos tenemos algún lado feo, por decirlo de alguna manera, porque todos cometemos errores, o en ocasiones nos dejamos llevar por la maldad y caemos por la pendiente. ¿Alguna vez nos atreveremos a mirarnos en el espejo en toda la crudeza de lo que es nuestra vida?

Es un primer pensamiento que me viene ante el evangelio que hoy se nos propone, sobre todo viendo la actitud y la postura de Herodes. Parece y es contradictoria, porque mientras dice que apreciaba a Juan Bautista y en ocasiones le escuchaba con gusto, sin embargo la pendiente por la que va resbalando termina en tragedia.

Es por una parte la vida disoluta y desordenada que llevaba por la que terminó tomando como mujer a la mujer de su hermano; Juan con la valentía del profeta le reprocha este comportamiento, pero en consecuencia Juan se va a cargar con las iras de esta mujer que convive con Herodes que le conducirá a la cárcel, buscando esta mujer la manera de quitarlo de en medio. Los buenos y los justos estorban, los que nos dicen las verdades que nos producen heridas en nuestro orgullo habrá que quitarlos de en medio.

Pareciera que se enfrentaran la fortaleza y la debilidad produciéndose la confusión de donde está la fortaleza y donde la debilidad. Quien se cree fuerte desde su prepotencia y orgullo acabará dejándose arrastrar por la más terrible debilidad de su espíritu que irá produciendo muerte a su paso; quien nos aparece débil porque incluso han querido quitarle la libertad nos dará testimonio de la fortaleza mayor que podamos encontrar. Por eso podremos decir que quien nos aparece fuerte en su poder se mostrará débil y dominado por sus propias pasiones para no saber distinguir donde está la verdadera dignidad.

Llegó el momento de aprovecharse de las circunstancias para correr por esa pendiente que lleva al crimen y a la muerte. El placer de una fiesta con todo lo que la acompaña mostrará la indignidad de quien desde una pasión es capaz de ofrecer todos los reinos del mundo, pero cuando se da cuenta de la consecuencia de sus palabras y promesas por miedo a la pérdida de sus prestigios no será capaz ya de volver atrás permitiendo la muerte de un justo.

¿Seremos nosotros débiles en nuestros orgullos, en el cuidado de nuestros prestigios, en promesas sin sentido, en falsos respetos humanos, aunque no nos importen las circunstancias? En muchas ocasiones de la vida no estamos tan lejos de lo que hoy estamos juzgando de las actitudes y posturas de Herodes; cuántas veces callamos, miramos hacia otro lado, queremos mantener nuestra presencia digna porque no queremos avergonzarnos ante los que creemos que son nuestros amigos, aunque sabemos que estamos en un error o se va a cometer una injusticia, o simplemente estamos dejándonos llevar por la pasión. ¿No queremos muchas veces acallar la voz de la verdad y de la conciencia que nos hace encontrarnos con nosotros mismos?

Enfrente tenemos la figura de Juan, pequeño e insignificante porque decía él que no le importaba menguar para que creciera quien venía como salvador, alguien que solo se decía que era la voz que clama en el desierto, porque ni era profeta ni era el Mesías, sino quien venía a preparar caminos, pero cuya voz resonará fuerte para señalarnos los caminos, pero para indicarnos con toda claridad quien era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan tan pequeño que le veremos ahora privado de libertad, pero que su voz sigue resonando aunque incomode a los poderosos porque es fiel a una misión que ha recibido y la verdad no se podrá nunca acallar. Es el que en el silencio y la austeridad del desierto encontró la fortaleza que le venía de Dios para no temer ni la muerte ni el martirio y así se convierte en el gran testimonio que hoy seguimos necesitando.

Necesitamos de ese silencio, de esa austeridad, de ese desierto que como un baño nos purifique para que en verdad podamos abrirnos a Dios y descubrir el testimonio que necesitamos dar hoy en nuestro mundo y aprender a sentir la fuerza de lo alto que nunca nos faltará. Hemos de aprender a escuchar esa voz, aunque nos resulte a veces molesta, que nos hace encontrarnos con la verdad de nosotros mismos.

Tenemos que preparar caminos, abrir sendas a nuestro paso con el propio testimonio de nuestra vida, pero también con nuestra palabra valiente; tenemos una luz que llevar no solo en nuestras manos sino en nuestra vida al mundo tan a oscuras en medio del cual vivimos; no podemos permitir que las tinieblas de la maldad sigan ensombreciendo nuestro mundo. Tenemos que dar testimonio de la verdadera rectitud y justicia que sean base y fundamento de un mundo mejor.

Es el testigo que de manos del martirio del bautista recibimos.

miércoles, 28 de agosto de 2024

No tengamos miedo a mirarnos con sinceridad, a ir por la vida con la autenticidad también de nuestras debilidades, así manifestamos la grandeza de la gracia de Dios

 


No tengamos miedo a mirarnos con sinceridad, a ir por la vida con la autenticidad también de nuestras debilidades, así manifestamos la grandeza de la gracia de Dios

2 Tesalonicenses 3, 6-10. 16-18; Salmo 127; Mateo 23, 27-32

¿Dejamos que la gente nos conozca tal como somos? ¡Mira que echamos manos de maquillajes! Decimos con demasiada facilidad, y perdónenme ellas, que las mujeres usas muchos afeites en la cara para que no se note el paso de los años y hoy además con los adelantos que tenemos de cirugía plástica tantos arreglos de cosas de nuestro cuerpo que no nos gusta; pero no es solo cuestión de mujeres que todos caemos de una forma o de otra en las mismas cosas.

Pero claro, creo que tendríamos que referirnos a algo más; porque ya no se trata de que no vean algunas cicatrices en lo físico que nos va dejando el paso de los años, sino que tratamos de ocultar otras cicatrices, otros aspectos de nuestra personalidad que bien tratamos de disimular; reconozcámoslo, no nos gusta que nos conozcan como somos, , y también nos cubrimos con otras máscaras que nos den otra apariencia; y vienen las vanidades de la vida, vienen las apariencias y disimulos, viene todo eso que queremos tener bien guardado bajo llave en nuestros secretos porque no nos gustaría sentirnos desprestigiados – o eso pensamos – si llegaran a conocer como somos.

 Claro que no tenemos que ir contando a todo el mundo nuestros fallos o nuestros defectos, no tenemos que ponerlo en el tablón de anuncios para que todo el mundo lo sepa, pero siendo sinceros con nosotros mismos no nos podemos ocultar bajo apariencias que nos mantengan en el pedestal. Y es donde tenemos que ver y analizar lo que en verdad tiene que ser la autenticidad de la vida. Y para eso hemos de tener la sinceridad y la humildad de reconocernos a nosotros mismos.

No nos gustamos, es cierto, y tratamos de disimular, de disculparnos; para los demás tenemos pronto el juicio y la condena, para nosotros mismos siempre tenemos una disculpa. Por eso es necesario por comenzar por la humildad, por la sinceridad con nosotros mismos. Será lo que aun con nuestro pecado nos llevará al la mejor grandeza, porque aprenderemos lo que es la misericordia, la experimentaremos en nuestra vida. Y en consecuencia aprenderemos a ser misericordiosos también con los demás.

Hoy Jesús se pone duro y fuerte con los fariseos de su tiempo, por esa falta de humildad, por esas apariencias que quieren mantener, por esa imagen que quieren dar que no hace otra cosa que manifestar la falsedad de sus vidas. Por eso los llama sepulcros blanqueados, por fuera muy bonitos, pero que sabemos que dentro está la podredumbre.

Pero como siempre nos decimos cuando escuchamos el evangelio, este evangelio es palabra de Dios hoy para mi, es buena noticia para mi vida si sabemos escucharla, si damos respuesta a las palabras y a la invitación de Jesús. Somos nosotros los primeros que tenemos que sentirnos interrogados, es el espejo en el que tenemos que vernos la vida, aunque lo que se refleje en nosotros en principio no nos guste, salgamos feos en la fotografía, pero es una invitación a dar esa respuesta, a buscar esa autenticidad, a vivir con esa sinceridad en la que también nos sentimos pecadores.

Pero la gracia de Dios nos transforma, nos hace hombres nuevos si nosotros nos dejamos hacer. No tengamos miedo a mirarnos con sinceridad, vayamos por la vida con la autenticidad también de nuestras debilidades, porque estamos manifestando también lo que es la grandeza de la gracia de Dios que nos transforma, y que a través de nosotros aunque no seamos tan santos Dios sigue haciendo maravillas en nuestro mundo. Estaremos dando gloria a Dios porque nos hemos dejado envolver por su misericordia que nos hace tener también actitudes nuevas para con los demás.

martes, 27 de agosto de 2024

Busquemos lo que dé verdadera profundidad a nuestra vida, pongamos generosidad, espíritu de servicio y la delicadeza del amor en lo que hacemos

 


Busquemos lo que dé verdadera profundidad a nuestra vida, pongamos generosidad, espíritu de servicio y la delicadeza del amor en lo que hacemos

2Tesalonicenses 2, 1-3a. 14-17; Salmo 95; Mateo 23, 23-26

Las cosas las vemos según las perspectivas que tengamos, o como solemos decir también, las vemos según el color del cristal a través del cual miramos, o tenemos unos criterios según la educación que hayamos recibido o quizás también de las cosas que nos hayan sucedido en la vida que de alguna manera marcan nuestro actuar o nuestra manera de ver las cosas; podemos tener la tendencia de querer liberalizarlo todo de manera que al final todo lo volvemos relativo, o por esas circunstancias que mencionábamos nos hemos endurecido de manera que queremos como ponerle un corsé a las cosas. Nos lleva a una disparidad de criterios, nos puede llevar a enfrentamientos y controversias, nos puede llevar a encasquillarnos en determinadas posturas de las que nos es difícil salirnos.

No pretendo justificar nada, sino de alguna manera respetuosamente constatar esa diversidad, y tratar de comprender también esa variedad de opiniones y criterios que según en qué vamos tomando en la vida; lo que en principio tendría que ser enriquecedor si supiéramos escucharnos y respetar y valorar lo bueno que veamos en los demás, nos lleva muchas veces a un no entendimiento que nos enfrenta. Veamos lo que sucede en nuestra sociedad en donde en lugar de contribuir cada uno desde su lado al bien común, nos conduce a descalificaciones y enemistades.

Es la situación que podemos descubrir a través del evangelio en el pueblo judío que de alguna manera se sentían únicos y distintos en el planteamiento religioso que hacían de su vida y de su historia, que de alguna manera podía llevar a algunos a estar como a la defensiva frente a los pueblos que los circundaban y la cultura que desde el mundo heleno y romano también pretendían imponerle. De alguna manera podemos comprender esa reacción defensiva y en cerrazón de algunos grupos que influían en el pueblo judío de la época. El evangelio nos habla de saduceos y de fariseos, como también estaban los herodianos o aquellos zelotes que luchaban incluso de forma violenta contra la imposición de los romanos que los dominaban políticamente.

Pero entre los dirigentes del pueblo en aquel momento predominaban con fuerza no solo los saduceos sino también los fariseos, que desde un fanatismo religioso de rigorismo pretendían imponer al pueblo una manera de entender las cosas que se alejaban muchas veces del espíritu de la Ley de Moisés que ellos precisamente pretendían defender; los veremos con frecuencia enfrentados a Jesús porque no terminaban de entender su mensaje y porque además Jesús se mostraba muy crítico con ellos. Es lo que estamos escuchando en el evangelio en estos días. Había un exceso de vanidad y de hipocresía, que es lo que Jesús viene denunciándoles porque muchas veces rayaban la superficialidad poniendo el acento en un rigor que le quitaba alma a sus vidas.

‘Pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad’, les dice claramente Jesús como hoy le escuchamos. Rigorismo frente a la verdadera grandeza de corazón que se ha de manifestar en el espíritu de servicio, en la generosidad y en el desprendimiento que nace del amor. Y les habla de cómo quieren mantener las apariencias, mientras el corazón está lleno de podredumbre y de muerte. ‘Limpias el plato o el vaso por fuera, mientras dentro está lleno de suciedad’.

Algunas veces pasamos nosotros por situaciones, por actitudes semejantes, influenciados por muchas circunstancias que nos pueden llevar a un formalismo ritual en aquello que hacemos, pero al mismo tiempo a una sequedad del corazón. O nos volvemos intransigentes o todo nos lo permitimos; o nos quedamos en un inmovilismo que nos paraliza, o queremos estar innovando siempre dejándonos llevar por los vientos de la vida perdiendo el verdadero norte de nuestra existencia; o pensamos que siempre los tiempos pasados fueron mejor, o queremos rechazar la memoria y la tradición de la vida porque siempre la consideramos inservible.

Nos pasa en los caminos de la sociedad; nos pasa en el interior de la Iglesia; nos pasa en nuestro propio interior cuando nos quedamos en la superficialidad; nos pasa en las interpretaciones que nos hacemos donde perdemos el sentido de la ética y de unos profundos criterios morales que hemos de fundamentar en el evangelio.

¿Por donde realmente andaremos? ¿Cuál es la profundidad de sentido que le damos a la vida, a lo que hacemos y vivimos?

 

lunes, 26 de agosto de 2024

Un desafío a la autenticidad de nuestra vida y de nuestra fe, a centrarnos en lo verdaderamente importante y con responsabilidad dar ese buen testimonio para los demás

 


Un desafío a la autenticidad de nuestra vida y de nuestra fe, a centrarnos en lo verdaderamente importante y con responsabilidad dar ese buen testimonio para los demás

2Tesalonicenses 1,1-5.11b-12; Salmo 95; Mateo 23,13-22

Los caminos no siempre son llanos y rectos, carecen en ocasiones de buen firme o fácilmente nos encontramos obstáculos que nos lo dificultan; pueden ser los accidentes del propio terreno, pueden ser cosas ocasionados por la propia climatología que lo pueden invadir con escorrentías o quebradas y en ello tenemos que poner nuestro esfuerzo y nuestro ingenio para superar esas dificultades. Pero bien sabemos cómo también pueden aparecer esos obstáculos por el uso que deteriora ese camino, pero también desde quienes quieren hacernos perder el rumbo y unas veces de forma un tanto inconsciente pero otras de forma maliciosa nos pueden entorpecer nuestro tránsito por ese camino.

Claro que como comprenderéis no me quiero referir a esos sendas por las que podemos transitar de un lugar a otro, sino quiero pensar en la vida misma que también es un camino. Un camino que no siempre es fácil, aunque lo quisiéramos placentero, pero desde nosotros mismos por el desorden o descontrol de nuestras propias pasiones, por la forma egoísta con que queremos vivir la vida, por la superficialidad con que vamos haciendo las cosas hará que muchas veces seas dificultoso. Es ahí donde tiene que aparecer la seriedad con que nos tomamos la vida, ese espíritu de superación que siempre tiene que haber en nosotros, esas ganas de avanzar buscando una plenitud de nuestra existencia.

Lo terrible sería que no solo nosotros no alcancemos a recorrer ese camino de la vida de la forma mejor, sino que incluso algunas veces nos podamos convertir en obstáculo para los demás por esa superficialidad con que nosotros hacemos el recorrido, por esos contra testimonios que nosotros podamos ofrecerle a los demás, o por esas desviaciones que nos apartan de esa senda de superación, pero que pueden convertirse en piedra de tropezar para los demás.

Hoy Jesús nos está haciendo recapacitar, pero al mismo tiempo está denunciando las actitudes y posturas de aquellos que teniéndose por dirigentes del pueblo sin embargo viven una vida de vanidad y superficialidad. Son las diatribas de Jesús contra algunos de aquellos grupos de dirigentes sociales y religiosos como puedan ser los fariseos, los escribas y maestros de la ley o hasta los mismos dirigentes religiosos como podían ser los sumos sacerdotes.

Hoy vemos como Jesús denuncia su hipocresía que les hace vivir una vida doble, por un lado mucha apariencia y vanidad, pero por otra superficialidad para olvidar lo que verdaderamente tiene que ser importante. Hipócritas, los llama recordando aquella máscara que se ponían los actores en el teatro para representar un personaje que realmente ellos no eran. Con la máscara nos cubrimos con una apariencia y es la vanidad con que vivimos la vida tantas veces.

Pero cuando hoy nosotros leemos este pasaje del evangelio que para nosotros tiene que ser buena noticia, no nos podemos contentar en considerar la hipocresía de aquellos fariseos y maestros de la ley en aquellos tiempos; esas palabras tienen que ser un espejo en el que nos miremos nosotros por si acaso realmente nosotros nos podamos ver reflejados en ellas.

La palabra de Dios nos interroga por dentro, nos tiene que llevar a hacernos también muchas preguntas a nosotros mismos por si acaso nosotros no seamos también esa piedra de tropiezo en el camino de los demás. Este pasaje es un desafío para nosotros, para la autenticidad de nuestra vida y de nuestra fe, para que nos centremos en lo que verdaderamente importa y para que seamos responsables y lleguemos a dar ese buen testimonio para los demás.

Ya en otro momento nos pedirá que seamos luz y que seamos sal para nuestro mundo y nuestra tierra, pero no podemos dar una luz que no tenemos, no podemos contagiar un sabor del que nosotros carecemos, lo que tiene que llevarnos a una autenticidad de nuestra vida no desde las apariencias sino desde nuestra responsabilidad pero también desde la ternura y la misericordia con la que inundemos nuestro corazón.

domingo, 25 de agosto de 2024

Quien come a Cristo, quien comulga ya no puede ser el mismo, es como una encrucijada porque señales de algo nuevo tienen que comenzar a manifestarse en él

 


Quien come a Cristo, quien comulga ya no puede ser el mismo, es como una encrucijada porque señales de algo nuevo tienen que comenzar a manifestarse en él

Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b; Sal. 33; Efesios 5, 21-32; Juan 6, 60-69

Hay momentos en la vida en que nos sentimos como en una encrucijada, que es algo más que escoger si vamos para el mar o para el momento, en que tenemos que decantarnos y escoger aunque muchas veces sea costoso o doloroso; pueden ser circunstancias de la vida que nos obligan a tomar estas decisiones, son situaciones en las que nos encontramos quizás revueltos interiormente sin saber lo que nos pasa, son momentos de tensión que nos pueden abocar poco menos que a una crisis existencial porque podríamos estar al borde del estrés que no sabemos a donde nos puede llevar, o son interrogantes profundos sobre la vida, sobre nuestra propia persona, sobre qué es lo que hacemos o pintamos en este estado. Y nos cuesta ver con claridad, todo se nos confunde en nuestro interior, no tenemos claro por donde hemos de decidir, necesitamos quizás una paz interior que no tenemos.

Entre los que seguían a Jesús muchas veces sentían esta incomodidad interior; había cosas en Jesús que les entusiasmaban, que despertaban esperanzas en sus corazones y les hacía soñar, pero también había cosas que no terminaban de entender. Jesús les habla con sencillez, les habla con parábolas, que incluso a los más cercanos se las explica con mayor detalle cuando llegan a casa, pero les habla también con claridad de las exigencias que significaba seguirle y emprender ese camino del Reino de Dios que les estaba anunciando.

Ya sabemos que algunos abiertamente lo rechazaban, algunos quizás porque veían en peligro sus privilegios y los posicionamientos que habían ido adquiriendo en aquella sociedad. Son fuertes las palabras de Jesús en ocasiones, como con aquel signo de purificar el templo de todos aquellos vendedores y negociantes que lo habían convertido en una plaza de mercado. Era todo un signo de la transformación que Jesús quería realizar en el corazón de los hombres para que en verdad naciese una nueva sociedad.

Ahora les ha venido hablando de cómo seguirle es tener una nueva vida, y les habla de comer un pan de vida que será el que les va a dar verdadera plenitud a su existencia, porque quien lo come tendrá vida eterna. Pero les ha costado entenderlo sobre todo cuando les ha dicho que es necesario comerle a El, porque su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida y que quien le come resucitará en el ultimo día. Y su afirmación es rotunda, ‘yo soy el pan de vida y el que me come vivirá por mí’.

Se les hace difícil entender aquellas palabras, porque hacen unas interpretaciones demasiado a lo literal, como literalmente hubieran querido que siempre estuviera alimentándolos con pan milagrosamente como allá en el desierto, sin querer ni saber entender el valor de signo que todo aquello tenía. ‘Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?’, se dicen unos a otros y a partir de entonces ya muchos no quisieron seguir con Jesús.

El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen’, les dice Jesús. Pero creer en Jesús y aceptar sus palabras, que es aceptarle y vivirle a El será algo que no podremos vivir solo por nosotros mismos, entramos en el misterio de algo nuevo, porque estamos entrando en el misterio de Dios. ‘Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede’.

Por allá andan revolviéndose también en sus dudas los discípulos más cercanos a Jesús, aquellos que un día había llamado y escogido de modo especial porque iban a ser el cimiento de aquella Iglesia naciente. Y es a ellos a quienes ahora se dirige directamente: ‘También vosotros, ¿queréis marcharos?’ Una pregunta que quizás también les sobrecoge porque se han visto sorprendidos en sus dudas y también en sus miedos. ¿Hasta dónde llegará su valentía?

Será Pedro el que se adelante, como tantas veces. También él andaba revuelto en su interior en muchas ocasiones, recordamos que le había querido quitar de la cabeza a Jesús el que tuviera que subir a Jerusalén donde habían de prenderle y juzgarle. Pero ahora parece que siente una fuerza interior, como cuando fue capaz de hacer aquella confesión de fe en Cesarea de Filipo que Jesús le diría que no había sido por si mismo por lo que había pronunciado aquellas palabras sino porque el Padre se las había revelado en el corazón. Ahora se adelante también. ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios’.

¿Seremos nosotros capaces de reconocer que Jesús lo es todo para nosotros, que queremos comer también de ese Pan de Vida porque en El queremos vivir? Quien come a Cristo, quien comulga ya no puede ser el mismo, unas señales de algo nuevo tienen que comenzar a manifestarse en él. ¿Nos encontraremos también en una encrucijada cada vez que comulgamos?

Pensemos, pues, lo que significa ir a comulgar, ir a comer a Cristo. Es comulgar a Cristo porque es hacer que en nosotros no haya otra vida que la de Cristo; es comulgar con su evangelio, con todo su evangelio, con su entrega, con su morir con Cristo para poder en verdad renacer en El. Es comenzar a ver la vida, el mundo que nos rodea, los hombres y mujeres que caminan a nuestro lado con una nueva mirada, con una nueva comprensión de las cosas y del camino que tenemos que realizar; es comenzar a subir a Jerusalén con El aunque sepamos que haya calvario, pero con la certeza de la vida nueva de la resurrección.