martes, 10 de diciembre de 2024

También a la oveja perdida hemos de ir a buscar, con un corazón lleno de amor hemos de saber acoger, sentir la alegría de la vuelta del hijo prodigo que regresa a casa

 


También a la oveja perdida hemos de ir a buscar, con un corazón lleno de amor hemos de saber acoger, sentir la alegría de la vuelta del  hijo prodigo que regresa a casa

Isaías 40, 1-11; Salmo 95; Mateo 18, 12-14

Diversas son las formas de reaccionar que solemos tener cuando nos reencontramos con aquellas personas que hayan cometido un error en la vida, que hayan hecho cosas que nos resulten a nosotros desagradables o incluso nos hayan podido molestar. En una buena voluntad vamos a pensar que esas personas reconocen su error o incluso manifestaran algún deseo de volver a acercarse a nosotros, vivir queriendo cerrar esas situaciones para volver a una vida nueva, pero aún así no siempre aceptamos, solemos decir en cosas que nos afectan que perdonamos pero que no olvidamos, o también sucede que dejamos marcadas esas personas para siempre por aquello que un día realizaron ya fuera por error o porque quizás se dejaran arrastrar por la maldad. A mi me surge una primera pregunta que me hago a mi mismo. ¿Qué grado de humanidad ofrecemos en nuestras reacciones o nuestra manera de actuar?

Es el mensaje que nos ofrece el evangelio. Buena nueva de salvación, pero que no son solo palabras. Lo que se nos anuncia tiene que hacerse en verdad realidad en nuestra vida, en nuestra manera de actuar. ¿Nos estará sucediendo que decimos que creemos en el evangelio pero nuestras actitudes y nuestros valores no los hemos cambiado? No olvidemos que Jesús nos decía desde el principio que para creer en esa buena noticia que nos estaba anunciando tendría que haber en nosotros una actitud positiva de conversión. Pero, por ejemplo, ya sabemos cuanto se nos sigue atravesando en la garganta el tema del perdón.

Hoy Jesús nos ofrece una alegoría o una pequeña parábola, como queramos llamarla. Nos habla de un rebaño de ovejas, pero donde se ha extraviado una. ¿Qué hace el pastor? Deja guardadas en el redil las noventa y nueve que no se han extraviado para ir a buscar a la extraviada. ¿Cómo la recibe cuando la encuentra? Nos dice Jesús que con alegría, y la mimará y la cargará sobre sus hombros, y tratará de curar las heridas que se haya producido en su extravío y con gozo la traerá de nuevo al redil. Es más, su alegría es tan grande que comunicará a los amigos y vecinos el gozo de haber encontrado a la oveja perdida.

¿Nos habremos dado cuenta de todos los matices que tiene este relato? Mucho nos está queriendo decir Jesús para nosotros, para nuestra vida, para la confianza que en El hemos de poner, para unas actitudes nuevas que en la vida hemos de tener, porque Jesús no solo nos está diciendo cómo viene a buscarnos cuando andamos perdidos, lo importante que somos para El, cómo se hace presente su protección y su amor, sino que al mismo tiempo nos está enseñando esas actitudes que hemos de tener con los demás. También a la oveja perdida hemos de ir a buscar, también con un corazón lleno de amor hemos de saber acoger, también sentimos la alegría de la vuelta del hermano perdido, del  hijo prodigo que regresa a casa, así ha de ser el cariño y los sentimientos de misericordia que con él hemos de tener.

Nunca nos habla de reproches ni de echarnos en cara el mal que habíamos podido hacer; nunca nos habla de que hemos de ponerlos en un apartado como en cuarentena cuando los recibimos, nunca nos dice que siempre hemos de tener en cuenta esa debilidad que tiene el otro y que entonces no podemos volver a tener confianza. Nada de esa cosas casan con el espíritu del evangelio de Jesús, con nuestros valores cristianos, con lo que tiene que ser el perdón auténtico. Cuando Dios nos ha perdonado ha echado en el saco del olvido todo lo que habíamos hecho y ya eso está perdonado para siempre.

¿Será así cómo somos nosotros capaces de perdonar a los demás? ¿Tienen sentido entonces esas posturas y actitudes que seguimos manteniendo, esas reticencias que seguimos conservando en el corazón, esas desconfianzas y esas cuarentenas que tantas veces hacemos? ¿Alguna vez la iglesia no estará actuando demasiado con esos criterios del mundo? Pensemos si acaso con algunas de esas formas de actuar estaremos siendo causa de sufrimiento para muchos.

No olvidemos que el evangelio viene a romper muchos moldes viejos. Por eso nos dirá que necesitamos odres nuevos, que los viejos no nos valen, por eso nos habla de un vestido nuevo que hemos de vestir y de un hombre nuevo que tenemos que ser. Desde la misericordia de Dios siempre hemos de estar rebosantes de paz y ayudar a que todos encuentren esa paz.

 

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