domingo, 1 de diciembre de 2024

Levantáos, alzad vuestra cabeza… que no se emboten vuestros corazones… estad despiertos en todo tiempo… manteneos en pie ante el Hijo del Hombre

 


Levantáos, alzad vuestra cabeza… que no se emboten vuestros corazones… estad despiertos en todo tiempo… manteneos en pie ante el Hijo del Hombre

Jeremías 33, 14-16; Sal. 24; 1Tesalonicenses 3, 12 — 4, 2; Lucas 21, 25-28. 34-36

Tenemos que cuidar la memoria. Qué desencanto cuando en un momento teníamos que recordar algo importante, que no solo lo era para nosotros sino también para alguien a quien apreciábamos muchos y tenemos que reconocer, lo olvidé. Un aniversario, un cumpleaños, un acontecimiento, algo importante que nos ha sucedido… vamos guardando muchas cosas en la memoria; es nuestra historia, es lo que hemos vivido, son momentos que han sido transcendentales para nosotros, ha formado parte de nuestra vida, y aunque quizás en momentos han sido cosas duras, fue cimiento quizás de lo que ahora somos, de ello mucho aprendimos y seguiremos aprendiendo. En muchos aspectos de la vida, aunque algunos no quieran recordar. Pero pienso que tenemos que cuidar la memoria. Es alimento de la fe de nuestra vida.

Los cristianos hacemos crecer nuestra fe precisamente haciendo memoria; haciendo memoria de lo que ha sido el amor de Dios en nuestra vida y en nuestra historia, en toda la historia. ¿No la llamamos historia de la salvación? Aquellos grandes acontecimientos donde Dios se manifestó, se hizo presente, se encarnó y se dio por nosotros. Es por otra parte lo que hacemos cada vez que celebramos la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor en su muerte y resurrección. Así lo decimos y así lo confesamos. ¿Qué otra cosa es el Credo de nuestra fe que recitamos?

Estamos comenzando un tiempo litúrgico que nos lleva a hacer memoria y celebrar, pero que no se encierra en un hecho pasado, sino que nos lleva a vivir el presente con renovada intensidad pero nos abre a la esperanza de una plenitud que todos deseamos y esperamos. Este tiempo que estamos comenzando a vivir lo llamamos adviento, con la connotación de venida y de espera que tiene esa palabra. Llamamos al Adviento tiempo de esperanza, como habremos escuchado tantas veces.

Viene la Navidad, donde haremos memoria del nacimiento de Jesús, haremos memoria y como es algo muy gozoso para nosotros y para toda la humanidad es algo que celebraremos y queremos hacerlo de la mejor manera posible. Será vivir la presencia del Emmanuel, del Dios que quiere estar con nosotros, del Dios que sigue viniendo a nuestra vida en el ahora y en el hoy de nuestra existencia. También andamos en oscuridades como contemplamos que era la historia en la noche de la humanidad y para nosotros hoy también quiere brillar una luz.

Sí, en este hoy que vivimos con sus luces y con sus sombras, tan lleno de sufrimientos, de guerras y de enfrentamientos de todo tipo – no es necesario que hagamos un listado porque todos somos conscientes de lo que hoy, finales de 2024 y en las vísperas de un año que va a comenzar,  está sucediendo en nuestro mundo. Y aquí y ahora viene Dios a nosotros. ¿Estaremos tan adormilados que no vamos a ser conscientes de esa presencia de Dios con nosotros?

Como expresamos en los deseos y peticiones de nuestras oraciones queremos vernos liberados de ese mal, queremos reencontrarnos de nuevo con la paz en nuestras vidas, en nuestros pueblos, en nuestro mundo, en nuestros corazones - ¿de verdad no es un deseo de nuestro corazón? -, mientras queremos seguir haciendo nuestro camino, un camino de una vida mejor, un camino de justicia, un camino en que nos quitemos esas caretas de la vanidad y de tantas ambiciones que malean nuestro espíritu, un camino en que vayamos encontrando esa armonía de la fraternidad, un camino en que tengamos una vida plena, como decimos, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo.

Es el otro sentido profundo del Adviento y de lo que tiene que ser una navidad vivida en profundidad. Es para lo que en verdad tenemos que prepararnos, ahora en estos días que estamos preparando tantas cosas y parece que nos olvidamos de lo principal en lo que tiene que ser la celebración de la navidad. Hagamos memoria, sí, que nos ayude a despertar, a estar atentos para no dejar pasar el momento y las cosas que verdaderamente son principales.  

Es de lo que nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. Nos da unas claves en las palabras del evangelio. ‘Levantáos, alzad vuestra cabeza… que no se emboten vuestros corazones… estad despiertos en todo tiempo…’ No podemos permanecer aturdidos ni somnolientos. Bueno es, pues, hacer memoria, no olvidar, tener presente, que no se nos pase, que no andemos distraídos en otras cosas. Que se reanime nuestra fe, que saquemos a flote nuestra esperanza porque tenemos la confianza y la certeza de que algo nuevo va a comenzar. No nos podemos dejar confundir por tantos cantos de sirena que suenan a nuestro alrededor llamándonos por acá y por allá, diciéndonos lo que tiene que ser la navidad o de lo que verdaderamente nos va hacer felices, pero que al final nos dejará un vacío y aburrimiento en el alma tan difícil de corregir. Rumiemos pacientemente estas claves que nos da Jesús.

Con esa atención vamos comenzar este camino de adviento y cada signo que vayamos poniendo, cada gesto que vayamos realizando tenga el más hondo sentido y se pueda convertir en un grito de esperanza para el mundo que nos rodea y que tanto lo necesita. ‘Se acerca vuestra liberación… manteneos en pie ante el Hijo del Hombre’.

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