Levantáos,
alzad vuestra cabeza… que no se emboten vuestros corazones… estad despiertos en
todo tiempo… manteneos en pie ante el Hijo del Hombre
Jeremías 33, 14-16; Sal. 24; 1Tesalonicenses
3, 12 — 4, 2; Lucas 21, 25-28. 34-36
Tenemos que cuidar la memoria. Qué
desencanto cuando en un momento teníamos que recordar algo importante, que no
solo lo era para nosotros sino también para alguien a quien apreciábamos muchos
y tenemos que reconocer, lo olvidé. Un aniversario, un cumpleaños, un
acontecimiento, algo importante que nos ha sucedido… vamos guardando muchas
cosas en la memoria; es nuestra historia, es lo que hemos vivido, son momentos
que han sido transcendentales para nosotros, ha formado parte de nuestra vida,
y aunque quizás en momentos han sido cosas duras, fue cimiento quizás de lo que
ahora somos, de ello mucho aprendimos y seguiremos aprendiendo. En muchos
aspectos de la vida, aunque algunos no quieran recordar. Pero pienso que
tenemos que cuidar la memoria. Es alimento de la fe de nuestra vida.
Los cristianos hacemos crecer nuestra
fe precisamente haciendo memoria; haciendo memoria de lo que ha sido el amor de
Dios en nuestra vida y en nuestra historia, en toda la historia. ¿No la
llamamos historia de la salvación? Aquellos grandes acontecimientos donde Dios
se manifestó, se hizo presente, se encarnó y se dio por nosotros. Es por otra
parte lo que hacemos cada vez que celebramos la Eucaristía, memorial de la
Pascua del Señor en su muerte y resurrección. Así lo decimos y así lo
confesamos. ¿Qué otra cosa es el Credo de nuestra fe que recitamos?
Estamos comenzando un tiempo litúrgico
que nos lleva a hacer memoria y celebrar, pero que no se encierra en un hecho
pasado, sino que nos lleva a vivir el presente con renovada intensidad pero nos
abre a la esperanza de una plenitud que todos deseamos y esperamos. Este tiempo
que estamos comenzando a vivir lo llamamos adviento, con la connotación de
venida y de espera que tiene esa palabra. Llamamos al Adviento tiempo de
esperanza, como habremos escuchado tantas veces.
Viene la Navidad, donde haremos memoria
del nacimiento de Jesús, haremos memoria y como es algo muy gozoso para
nosotros y para toda la humanidad es algo que celebraremos y queremos hacerlo
de la mejor manera posible. Será vivir la presencia del Emmanuel, del Dios que
quiere estar con nosotros, del Dios que sigue viniendo a nuestra vida en el
ahora y en el hoy de nuestra existencia. También andamos en oscuridades como
contemplamos que era la historia en la noche de la humanidad y para nosotros
hoy también quiere brillar una luz.
Sí, en este hoy que vivimos con sus
luces y con sus sombras, tan lleno de sufrimientos, de guerras y de
enfrentamientos de todo tipo – no es necesario que hagamos un listado porque
todos somos conscientes de lo que hoy, finales de 2024 y en las vísperas de un
año que va a comenzar, está sucediendo
en nuestro mundo. Y aquí y ahora viene Dios a nosotros. ¿Estaremos tan
adormilados que no vamos a ser conscientes de esa presencia de Dios con
nosotros?
Como expresamos en los deseos y
peticiones de nuestras oraciones queremos vernos liberados de ese mal, queremos
reencontrarnos de nuevo con la paz en nuestras vidas, en nuestros pueblos, en
nuestro mundo, en nuestros corazones - ¿de verdad no es un deseo de nuestro corazón?
-, mientras queremos seguir haciendo nuestro camino, un camino de una vida
mejor, un camino de justicia, un camino en que nos quitemos esas caretas de la
vanidad y de tantas ambiciones que malean nuestro espíritu, un camino en que
vayamos encontrando esa armonía de la fraternidad, un camino en que tengamos
una vida plena, como decimos, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro
Señor Jesucristo.
Es el otro sentido profundo del
Adviento y de lo que tiene que ser una navidad vivida en profundidad. Es para
lo que en verdad tenemos que prepararnos, ahora en estos días que estamos
preparando tantas cosas y parece que nos olvidamos de lo principal en lo que
tiene que ser la celebración de la navidad. Hagamos memoria, sí, que nos ayude
a despertar, a estar atentos para no dejar pasar el momento y las cosas que
verdaderamente son principales.
Es de lo que nos está hablando hoy
Jesús en el evangelio. Nos da unas claves en las palabras del evangelio. ‘Levantáos,
alzad vuestra cabeza… que no se emboten vuestros corazones… estad despiertos en
todo tiempo…’ No podemos permanecer aturdidos ni somnolientos. Bueno es,
pues, hacer memoria, no olvidar, tener presente, que no se nos pase, que no
andemos distraídos en otras cosas. Que se reanime nuestra fe, que saquemos a
flote nuestra esperanza porque tenemos la confianza y la certeza de que algo
nuevo va a comenzar. No nos podemos dejar confundir por tantos cantos de sirena
que suenan a nuestro alrededor llamándonos por acá y por allá, diciéndonos lo
que tiene que ser la navidad o de lo que verdaderamente nos va hacer felices,
pero que al final nos dejará un vacío y aburrimiento en el alma tan difícil de
corregir. Rumiemos pacientemente estas claves que nos da Jesús.
Con esa atención vamos comenzar este
camino de adviento y cada signo que vayamos poniendo, cada gesto que vayamos
realizando tenga el más hondo sentido y se pueda convertir en un grito de
esperanza para el mundo que nos rodea y que tanto lo necesita. ‘Se acerca
vuestra liberación… manteneos en pie ante el Hijo del Hombre’.
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