No
podemos quedarnos impasibles permitiendo que se destruya ese templo hermoso de
la vida que Dios ha llenado de tanta belleza
Apocalipsis 14,14-19; Salmo 95; Lucas
21,5-11
Cuando una cosa que nosotros
consideramos de gran valor, una joya, una obra de arte, algo quizás muy querido
para nosotros vemos que se resquebraja en nuestras manos y se destruye sentimos
un gran pesar y dolor por la pérdida; me viene a la mente lo que habrán sufrido
los damnificados por la DANA recientemente en Valencia cuando veían que perdían
sus casas y sus pertenencias, que estaban en peligro por sus vidas, que muchas
de aquellas cosas valiosas que tenían se las llevaba la inundación, grande
sería su dolor.
Hoy escuchamos en el evangelio que
Jesús les anuncia que aquel templo tan hermoso, del que todos se sentían
orgullosos y al que amaban mucho por su significado en sus vidas como pueblo y
como pueblo creyente un día va a ser destruido. Grande sería la decepción que
sentían en aquellos momentos, y aunque aun no había sucedido – cuando nos lo
narra el evangelista habla ya de hechos pasados y consumados – el dolor que
sentían sería también abrumador.
Pero Jesús está queriendo decirles algo
más. Aquel templo sería destruido, pero un día Jesús había hablado, aunque no
lo habían comprendido, que podrían destruir ese templo y El en tres días
reconstruirlo. Los evangelistas nos dirán que los discípulos lo entendieron
después de su muerte y de su resurrección, porque El estaba refiriéndose no
solo a aquel templo material, sino al templo de su cuerpo, estaba anunciando su
muerte y resurrección.
Creo que desde esa honda tenemos hoy
nosotros que escuchar este evangelio. Y es que a continuación Jesús habla de
muchas cosas que les causarían dolor, les habla de catástrofes naturales, como
les habla de violencias y de guerras; parece que está haciendo un anuncio de la
historia, pero también estuviera hablando del momento final de la historia, del
fin del mundo. Ciertamente no deja de hacerlo, pero algo más quiere decirnos
Jesús.
¿Hablaba de aquel templo, pero hablaba
del propio templo que era su Cuerpo? ¿Nos estará hablando de ese templo de Dios
que somos nosotros también? ¿Y de igual manera no lo llenamos también de
muerte? ¿De alguna forma no estaremos en el devenir de nuestra historia
personal llenándonos de muerte, y no es ya solo la muerte corporal que un día
nos sucederá cuando llegue el final de nuestros días sino de esa muerte que nos
inflingimos cuando no estamos amando de verdad la vida?
Catástrofes y violencias, odio y muerte
que se suceden en nuestra historia, que vamos viviendo también en nosotros
cuando nuestras relaciones se llenan de violencias, de resentimientos, de
venganzas, de orgullos y envidias, de egoísmo y de insolidaridad. Nos está
recordando Jesús lo que puede ser nuestra vida cuando cerramos nuestros oídos a
su evangelio, cuando desterramos de nosotros el amor y las buenas maneras,
cuando nos entran las desconfianzas y nos dejamos envolver por la malicia.
Muchas veces nuestras mutuas relaciones son peores que una guerra, la violencia
con que avasallamos tantas veces a los que nos rodean es peor que las
avalanchas de unas inundaciones que todo se lo llevan por delante, nuestros
orgullos y nuestro amor propio con verdaderos terremotos que echan abajo los
cimientos de la amistad y de las buenas relaciones, el odio nos oscurece la
vida peor que una noche de tinieblas si perdiéramos el sol y se cayeran las
estrellas del cielo.
Y Jesús nos dice que todo eso está por
venir, que en esas redes podemos caer, pero que de esas catástrofes y
calamidades con que llenamos nuestra vida podemos salir. Las palabras de Jesús
son una alerta, un toque de atención, pero también una luz de esperanza, que
bien necesitamos. No nos dejemos
engañar, nos dice, porque serán muchas las confusiones que nos sobrevendrán.
Tengamos la certeza de que Dios está con nosotros y con El tenemos asegurada la
victoria, podemos hacer un mundo nuevo. Es nuestra tarea y es el compromiso de
nuestra fe.
¿Dejaremos que se destruya ese templo y
nos quedamos impasibles? ¿Dejaremos que se destruya nuestra vida, nuestro
mundo, nuestras relaciones con los demás, la convivencia, la Paz? No son cosas
sobrevenidas sino que son cosas que nosotros hacemos o en nuestra dejación
contribuimos negativamente.
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