miércoles, 30 de octubre de 2024

Vigilancia, y junto a ello perseverancia para permanecer hasta el final, para ser capaces de darlo todo, haya ese desprendimiento y generosidad, haya fidelidad

 


Vigilancia, y junto a ello perseverancia para permanecer hasta el final, para ser capaces de darlo todo, haya ese desprendimiento y generosidad, haya fidelidad

Efesios 6,1-9; Salmo 144; Lucas 13,22-30

‘La guagua se espera en la parada, y la misa en el altar’, me decían cuando era chico. La guagua, para los que no son canarios, es nuestra forma de llamar al transporte público, los autobuses. Con ese dicho se nos estaba enseñando en que no podíamos dormirnos. No podíamos dejar pasar la guagua – claro que en aquellos tiempos el transporte publico era más escaso y su frecuencia era menor – porque era perder la oportunidad. Había que estar en el momento oportuno, había que estar en lo que se estaba haciendo, era una forma de actuar con responsabilidad, asumir lo que en verdad era la vida.

Algo así nos está diciendo hoy Jesús en el evangelio. Hay que aprovechar este momento, porque puede que no se vuelva a repetir; hay que estar atentos, aunque eso cueste esfuerzo y sacrificio. Nos habla Jesús de puertas estrechas; quizás era una imagen muy oportuna en que las ciudades estaban rodeadas de murallas y tenían sus puertas de entrada. Según fuera el momento, según fuera lo que iba a entrar a aquella ciudad se utilizarían determinadas puertas; no todas tenían la misma grandiosidad y amplitud para que todo pudiera entrar; las puertas más habituales de entradas y salidas eran más pequeñas y estrechas; cualquier cosa no podía entrar por ellas, recordemos aquello que en otro momento Jesús nos hablará del ojo de la aguja por el que es difícil el paso de un camello cargado, aunque le sea más fácil que a un rico.

Cuando nos habla hoy Jesús de puerta estrecha no está queriéndonos decir que El nos pone dificultades; quiere hablarnos de nuestro esfuerzo, quiere hablarnos de esa atención que hemos de prestar, de esa vigilancia para no dejarnos dormir; y eso cuesta, como nos costará controlarnos para no dejarnos arrastrar por nuestra rutinas, para no dejarnos arrastrar por lo que sea una vida cómoda y llena de vanidades, para no dejarnos arrastrar por la tentación al egoísmo y la insolidaridad de solo pensar en mí mismo, para no dejarnos cautivar por nuestras ambiciones, afanes de grandeza o de los orgullos que nos quieren hacer subirnos a los pedestales. No es fácil ese control y ese dominio de nosotros mismos, no es fácil arrancarnos de esos apegos, nos cuesta limpiar el cristal con que miramos a los demás para que nuestra mirada sea más luminosa. Por eso nos habla Jesús de la puerta estrecha.

Si nos dejamos dormir se nos pasa la guagua, y luego querremos viajar pero ya no tenemos forma de hacerlo. Aquellos doncellas de las que nos hablará en otro momento en el evangelio no fueron previsoras para tener el aceite suficiente para que sus lámparas se mantuvieran encendidas y cuando quisieron entrar al banquete de bodas la puerta estaba cerrada, y ya no las reconocieron.

Hoy nos dice Jesús que no nos vale decir que en otro momento fuimos buenos, si no hemos mantenido esa perseverancia en nuestras vidas. Es que yo de pequeño fui monaguillo, dicen algunos, e iba a misa todos los días, pero ahora ya me olvidé de todo y hasta donde está la puerta de la Iglesia para entrar, porque hace tiempo que no entro. Es que yo antes colaboraba en muchas cosas, pero no supimos mantener ese espíritu de generosidad y desprendimiento y ahora solo me preocupan mis ganancias o mis placeres. Cuántos ejemplos podríamos poner en este sentido.

Nos dice Jesús. ‘Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: No sé quiénes sois. Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas. Pero él os dirá: No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad. Allí será el llanto y el rechinar de dientes…

Y termina diciéndonos Jesús: ‘Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos’. Se nos adelantarán otros en el Reino de Dios. Por eso, vigilancia, pero junto a ello perseverancia para permanecer hasta el final, para ser capaces de darlo todo, para que haya ese desprendimiento y generosidad en mi vida, fidelidad.

 

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