miércoles, 18 de septiembre de 2024

Es necesaria una mayor autenticidad en nuestra vida, mayor congruencia para vivir con rectitud y una dosis infinita de amor para llenarnos de humanidad

 


Es necesaria una mayor autenticidad en nuestra vida, mayor congruencia para vivir con rectitud y una dosis infinita de amor para llenarnos de humanidad

1Corintios 12, 31 – 13,13; Salmo 32; Lucas 7, 31-35

Ni nosotros mismos nos entendemos a nosotros mismos. Son muchas las confusiones que nos vamos creando a causa de nuestras incongruencias. Lo congruente es que vayan a la par los principios que proclamamos, las ideas que tenemos con lo que es la realidad de nuestra vida de cada día; pero muchas veces hay grandes distancias entre una cosa y otra.

Podíamos hacer referencia a muchas cosas que se traducen en nuestro quehacer de nuestra vida de cada día. Exigentes con los demás pero benévolos con nosotros mismos; capaces de decir cosas maravillosas del amor, pero cuando llega el día a día de nuestras relaciones incluso con los más cercanos nos faltan detalles y delicadeza, somos violentos e incapaces de tener sensibilidad con los que están a nuestro lado no importándonos sus necesidades o las situaciones por las que pasen; proclamamos con la boca llena eso de los derechos humanos y vamos a no sé cuantas manifestaciones pero no somos capaces de respetar al que es diferente o que piensa distinto de nosotros; nos presentamos con buena apariencia de respeto y honorabilidad pero en nuestro interior siguen los prejuicios y las descalificaciones; decimos que la verdadera religión es el amor, pero somos incapaces de tener misericordia con el caído y nos cerramos a todo lo que signifique comprensión y perdón.

Es necesaria una mayor autenticidad en nuestra vida, que no nos quedemos en bonitas palabras y apariencias, que no se nos vaya todo por la vanidad que al final todo lo llena de hipocresía y falsedad. Es la congruencia, como decíamos, con la que tenemos que caminar para que en verdad vivamos con rectitud nuestra vida, pero que no nos falte el amor que nos llena de mayor humanidad.

No lo podemos centrar en la rigidez de unos cumplimientos, sino llenamos de verdadero contenido todo aquello que hacemos. La madurez de nuestra vida no se manifiesta a través de intransigencias y rigideces, sino que tenemos que saber conjugar lo que son los principios por los que se rige nuestra vida con la humanidad que ponemos en lo que hacemos y en como nos relacionamos los unos con los otros.

Hoy escuchamos en el evangelio cómo Jesús se queda de las actitudes y posturas de la gente que le rodea. Dice que son como niños que juegan en la plaza pero que no son capaces de ponerse de acuerdo en cómo han de llenar de alegría sus vidas. Mientras unos quieren cantar cantos de fiesta, otros quieren quedarse en lamentaciones que les llenan de tristeza. ¿Seremos capaces de saber llegar a un camino de encuentro? Parece que eso nos falta en la vida.

En referencia a lo que sucede en quienes le escuchan y están en su entorno, hace referencia a que ni supieron aceptar a Juan con verdadera apertura del corazón, como tampoco ahora quieren aceptarle a El. De Juan se quejaban de la austeridad con que vivía su vida y les parecía que era demasiado e inaceptable, ahora de Jesús que les quiere llegar al corazón pero quiere llamar a todos a esa vida nueva del reino de Dios, como con publicanos y pecadores, lo llaman comilón y borracho. 

Como nos sucede a nosotros tantas veces que nos quedamos en añoranzas, aquello de que otros tiempos fueron mejores, pero en aquellos otros tiempos tampoco hubo aceptación de corazón de lo bueno que se les presentaban u ofrecía. ¿Y si ahora en el momento presente abrimos nuestro corazón para descubrir los regalos de amor que Dios nos está ofreciendo? Hemos de vivir nuestro momento, el hoy de nuestra vida, pero llenándola siempre de autenticidad. En cada momento, sea cual sea la circunstancia de la vida que nos toque vivir, Dios siempre tiene señales de amor para nosotros que nos llama a lo hondo de nuestro corazón. Seamos sinceros con nosotros mismos, pero seamos sinceros y auténticos con Dios que siempre nos está regalando su amor.

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