miércoles, 7 de agosto de 2024

Jesús se sentó a hablar con la mujer cananea, ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo con tantos con los que nos cruzamos y evitamos tantas veces?

 


Jesús se sentó a hablar con la mujer cananea, ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo con tantos con los que nos cruzamos y evitamos tantas veces?

Jeremías 31, 1-7; Jer 31, 10-13; Mateo 15, 21-28

Cuando se acerca a nuestra puerta, nos cruzamos por la calle o nos encontramos en un lugar de convivencia pública con una persona extraña, reconozcamos que de alguna manera nos ponemos como en guardia, nos mostramos precavidos, no mostramos demasiada familiaridad o pretendemos guardar las distancias; es cierto que en la sociedad actual estamos disfrutando de una gran movilidad y nos es fácil encontrarnos con gente extranjera que viene a visitar nuestro lugar, vivimos en un mundo de mas intercambio intercultural incluso, sin embargo hay algo que tenemos que reconocer; quizás a aquel que miramos con ojos de turista, por decirlo de alguna manera, nos es más fácil aceptarlo, porque hasta vemos una fuente de ingresos para la economía del lugar, sin embargo, seamos sinceros, ante los que vemos o consideramos como inmigrantes ilegales – en nuestras islas en este momento es un problema acuciante – no los tratamos con el mismo espíritu de acogida; son aquellos a los que ponemos distancia, de los que desconfiamos y hasta la sociedad hace sus campañas que creo que están muy llenas de inhumanidad.

Creo que con cosas en las que tenemos que pensar, tienen que hacernos reflexionar, por razones de humanidad, pero también desde nuestro sentido cristiano de la vida tenemos que ver cual tiene que ser realmente nuestra reacción. Me ha dado pie a esta reflexión que me estoy haciendo y compartiendo precisamente el evangelio que hoy se nos ofrece.

En este caso es Jesús el que no está en los límites de la tierra de Israel, se ha salido, por decirlo así, por las regiones cananeas por el norte, donde ya precisamente no son los judíos los que predominan entre los habitantes del lugar. Dice el evangelio que Jesús se retiró por aquellos lugares, ¿sería probablemente en esos momentos en que quería estar más a solas con sus discípulos más cercanos para irlos instruyendo? En territorios cercanos fue donde Jesús les hacia la gran pregunta sobre lo que la gente pensaba de El y ellos mismos también.

Es ahora una mujer cananea la que viene detrás de Jesús llorando y suplicando. Tiene una hija enferma y quizás habiendo oído hablar de los signos que Jesús hacía viene a pedirle por la salud de su hija. Parece que Jesús no le hace caso e incluso los mismos discípulos quieren que la atienda por quitársela de encima. ¿Haremos alguna vez nosotros algo por quitárnoslo de encima? Podría ser una buena pregunta que también nos hiciéramos.

Jesús le dice que no ha venido sino por las ovejas descarriadas de Israel, y en este caso no es una oveja descarriada de Israel, pues es una cananea. Pero la mujer no se acobarda en su súplica, y aunque Jesús le dice que no es bueno echar el pan de los hijos a los perros – aquí habría una consideración con esa palabra con la que los judíos se referían en ocasiones a los gentiles por no tener la fe judía – aquella mujer sigue creyendo y confiando, porque también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Conocemos la alabanza de Jesús de la fe aquella mujer. ‘Grande es tu fe’ y la niña se curará. Pero vamos a quedarnos en la actitud de aquella mujer que no siendo judía sin embargo acude con gran fe a Jesús. Y quiero mirar a esos inmigrantes, que nos viene de otras tierras pasando también grandes calamidades para poder llegar a nuestras costas – ¡cuántos se quedan tragados por el mar en tantos naufragios de los que no podemos tener ni siquiera el número! – y que ahora nos encontramos de aquí para allá porque están buscando una vida mejor, una oportunidad en la vida, una mano que los ayude a encontrar caminos nuevos.

Cuando nos cruzamos con ellos en la calle, en nuestras plazas o en nuestros medios de transporte ¿nos habremos detenido a mirarles a los ojos para tratar de descubrir realmente lo que hay detrás de esas vidas? Los miramos de soslayo quizás y nos apartamos a un lado a su paso pero, ¿qué sabemos de sus vidas, de las familias que quedaron allá en sus lugares de origen esperando quizás una ayuda que ellos les puedan mandar desde esta tierra que ellos sueñan como tierra de promisión?

Me he querido fijar de manera especial en esta situación de los inmigrantes que de esa manera llegan a nuestras costas, pero lo mismo podríamos preguntarnos qué es lo que conocemos que se encierra detrás de esas manos y de esas miradas de quienes nos piden una ayuda.

Jesús se sentó a hablar con aquella mujer cananea ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo?

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