domingo, 14 de julio de 2024

Cuidado que los recursos nos distraigan del mensaje, los preparativos oscurezcan la sorpresa de la buena noticia del Reino de Dios que tenemos que proclamar

 


Cuidado que los recursos nos distraigan del mensaje, los preparativos oscurezcan la sorpresa de la buena noticia del Reino de Dios que tenemos que proclamar

Amós 7, 12-15; Sal. 84; Efesios 1, 3-14; Marcos 6, 7-13

Nos confían un trabajo o una tarea y enseguida nos hacemos nuestras planificaciones y nuestros presupuestos; necesitamos esto, lo otro y lo de más allá… pronto vamos a ver con qué contamos, qué es lo que vamos a necesitar para sacar esa obra adelante. No digo que no tengamos que hacerlo en nuestras tareas humanas, en el desempeño de nuestras responsabilidades, pero ¿habría que contar solo con esto o con otras cosas?

Lo mismo podemos decir de un viaje que vamos a emprender; siempre pagamos la novatada en los primeros viajes, nos cargamos de multitud de cosas por lo que pueda suceder, decimos, por los imprevistos que puedan surgir, y llevamos la maleta a reventar de cosas que volverán sin que las hubiéramos tocado y con la incomodidad del peso que hemos ido arrastrando.

Hoy Jesús nos sorprende y bien que tenemos que aprender de esa sorpresa. Ha escogido de entre los discípulos a los apóstoles que va a enviar con su misma misión y autoridad. Han de ponerse en camino para anunciar el Reino de Dios, como había hecho Jesus desde el comienzo de su actividad pública y apostólica.

El también había ido itinerante de pueblo en pueblo anunciando la buena noticia de la llegada del Reino de Dios. Es el envío que ahora realiza en aquellos a los que llama apóstoles. ¿Y qué van a necesitar? Solo les pide que lleven un bastón para el camino y unas buenas sandalias, pero nada de suministros, nada de repuestos, nada en el bolsillo que dé seguridades. Han de ponerse en camino con la confianza de que su fuerza estará en la Palabra que pronuncien, el mismo anuncio que están haciendo.

¿No nos tendría que hacer pensar mucho estas recomendaciones de Jesús a los cristianos que nos sentimos también enviados con la misma misión de Jesús? Cuidado que los recursos nos distraigan del mensaje. Cuidado que los preparativos oscurezcan la sorpresa de la buena noticia que tenemos que proclamar. Con tanto que nos preocupamos de los recursos y de los preparativos no va a llegar a tiempo la Buena Noticia que tenemos que anunciar.

Jesús pone en camino a aquellos discípulos que envía para que con su presencia sean en verdad signos de ese Reino de Dios que anuncian; es anunciar que solo Dios es el Señor, el Rey de nuestras vidas pero lo rodeamos de tantas cosas que pareciera que esas cosas son verdad los señores de nuestra vida. La presencia de los enviados tiene que convertirse en señales y signos de amor; van a acercarse allí donde está el sufrimiento, allí donde se ha perdido la esperanza, allí donde ha reinado la insolidaridad y el desamor para poner señales de vida, para despertar al amor.

Es lo que tenemos que ir curando, es lo que en verdad tenemos que ir transformando nuestro mundo. ¿Irán floreciendo en verdad en torno a donde haya unos cristianos las flores de la solidaridad y del amor? ¿Habrá más corazones sanos porque con nuestra presencia hemos ido contagiando de vida a nuestro mundo enfermo?

Es la autoridad con la que van los discípulos de Jesus, mientras nosotros tantas veces nos preocupamos de organizar muchas cosas, pero no terminamos de ser esos signos de amor. No terminamos de despertar esperanzas en este mundo tan lleno de amarguras y de sufrimientos. Es nuestra tarea, es la misión que Jesus nos ha confiado, es la siembra de evangelio que tenemos que ir haciendo. Nuestras palabras, nuestros gestos, nuestra presencia tienen que ser en verdad unos rayos de luz para nuestro mundo.

No es tarea fácil, no siempre seremos bien recibidos, pretenderán desprestigiarnos de mil maneras, podemos tener la tentación de sentirnos fracasados porque no logramos realizar lo que Jesus nos ha confiado, hay el peligro de que nuestro corazón se llene de amargura por la desconfianza que encontramos cuando estamos intentando hacer las cosas de la mejor manera posible.

Hay una cosa que nos puede pasar desapercibida en este texto del evangelio. Nos dice Jesus que cuando tengamos que marcharnos de un lugar porque no nos reciben, a la salida nos sacudamos el polvo de nuestros pies. Muchas veces lo hemos interpretado como un echarles en cara a los que no nos ha recibido, lo que han hecho. Pero quiero verlo de otra manera distinta. Nos sacudimos el polvo de nuestros pies, porque no podemos dejar que quede sobre nuestros corazones la amargura y el resentimiento. Son esos lodos los que tenemos que quitar de nuestros pies para poder seguir caminando livianos para ir a hacer el anuncio en otro lugar.

Con el bastón en la mano, con las sandalias limpias de desánimos y desconfianzas tenemos que seguir caminando, porque la semilla tenemos que seguirla sembrando, porque el resplandor de la paz no puede faltar de nuestros rostros, porque tenemos que seguir siendo signos de ese reino que anunciamos con nuestro desprendimiento, con nuestro amor, con nuestra comprensión y nuestro perdón.


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