martes, 11 de junio de 2024

Tenemos que tomarnos en serio lo que nos dice Jesús de ser luz y de ser sal para nuestro mundo, que está necesitando esa luz y ansiando ese nuevo sabor

 


Tenemos que tomarnos en serio lo que nos dice Jesús de ser luz y de ser sal para nuestro mundo, que está necesitando esa luz y ansiando ese nuevo sabor

Hechos de los apóstoles 11, 21-26; 13 1-3; Salmo 97; Mateo 5, 13-16

¿De qué me vale tener una tonelada de sal guardada en la bodega si luego la comida está insípida y sin sabor o se me echan a perder los alimentos por no guardarlos debidamente con la sal que poseo? ¿De qué me vale tener muchas baterías acumuladas de energía pero bien guardada si no las utilizo para alumbrar allí donde estoy y vivo en total oscuridad?

Parecería un absurdo. Pero ¿no será lo absurdo en que de alguna manera vivimos los cristianos que teniendo la riqueza del evangelio no llenan de luz y de sabor nuestro mundo porque no somos capaces de difundir el mensaje del evangelio?

Tenemos una fe, hemos recibido la gracia del bautismo, en nuestras manos está el conocimiento de Jesucristo y el conocimiento de Dios, tenemos con nosotros el evangelio de Jesús ¿y qué es lo que vivimos? ¿Qué es lo que trasmitimos a ese mundo que nos rodea?

Estamos luego muy prontos para hablar y para quejarnos, para denunciar muchas situaciones que no nos gustan y para decir lo mal que andan las cosas y toda la problemática de nuestro mundo tan envuelto en tinieblas de ignorancia, de violencia, de desenfreno en muchas cosas; nos quejamos de la oscuridad pero no somos capaces de encender la luz. Es lo que estamos haciendo los cristianos porque tenemos la semilla en nuestras manos y no somos capaces de sembrarla.

Hoy nos está diciendo Jesús que tenemos que ser luz y que tenemos que ser sal. Y ya no solo es que nosotros nos dejemos iluminar por esa luz del evangelio tratando de vivir lo que nos enseña Jesús como sentido de nuestra vida, sino que además no somos capaces de llevar esa luz a los demás. Tenemos que ser sal nos dice Jesús, repito, no solo porque nosotros hayamos encontrado ese sabor de Cristo para nuestra vida dándole un sentido y un valor a lo que somos, a lo que vivimos, a lo que hacemos, sino que esa sal tenemos que llevarla también nuestro mundo.

Como nos dice Jesús no se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte. Y eso tenemos que ser nosotros; es el testimonio que tenemos que dar, es por lo que tienen que reconocernos, son los valores que nosotros hemos de vivir y que han de ser reflejo para el mundo que nos rodea. No nos podemos ocultar. Pero muchas veces nos da miedo dar ese testimonio, dar la cara por aquello que son nuestros principios, los valores por los que nosotros vivimos, y parece que vamos de vergonzosos por la vida, porque nos da miedo dar la cara por la verdad, por la justicia, por el bien, por el amor.

La luz hay que ponerla donde ilumine. Es lo que tenemos que ser nosotros. Y vivimos nuestro compromiso por hacer que nuestro mundo sea mejor, y no nos da miedo decir que lo hacemos desde el compromiso de nuestra fe; y trabajamos para que la gente viva en sana convivencia, en armonía siendo siempre instrumentos de paz, y lo hacemos porque desde Jesús nos sentimos comprometidos. No solo tienen que repicar las campanas de nuestras iglesias para decir que allí hay una comunidad cristiana, sino que tiene que notarse nuestra presencia en el mundo con nuestros valores por los que luchas para hacer que nuestro mundo sea mejor.

Tenemos que ser sal, nos dice Jesús. Y la sal se mezcla con los alimentos porque así es como les da sabor y así es como pueden conservarse sanos. ¿Estaremos en verdad mezclados los cristianos que creemos en Jesús con ese mundo que nos rodea, pero para desde dentro irle dando ese nuevo sabor a nuestro mundo porque trabajamos para hacer que todo tenga un nuevo sentido desde los valores del evangelio? Parece que los cristianos rehuimos estar ahí en medio de todo lo que es el entramado social para ser sal, y al final nos dejamos contagiar y no hacemos valor lo que son nuestros valores y nuestros principios. Una sal que no vale para sazonar aquello con lo que se mezcla no es buena sal, se ha echado a perder, se ha corrompido, ¿será eso lo que nos pasa a los cristianos que no estamos logrando que en nuestra sociedad brillen esos valores que nos trasmite el evangelio y es por eso la pendiente resbaladiza por la que se va deslizando nuestro mundo?

Es serio lo que nos plantea hoy Jesús de ser luz y de ser sal. A ver cuándo nos lo tomamos en serio.

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