lunes, 10 de junio de 2024

Dichosos, felices, bienaventurados, como nos dice Jesús, pero no es con una varita mágica como lo conseguimos, sino con el camino nuevo que nosotros emprendamos

 


Dichosos, felices, bienaventurados, como nos dice Jesús, pero no es con una varita mágica como lo conseguimos, sino con el camino nuevo que nosotros emprendamos

1Reyes 17, 1-6; Salmo 120; Mateo 5, 1-12

Todos soñamos siempre con algo mejor, sobre todo cuando estamos pasando por momentos difíciles, con problemas y carencias; si alguien viene además a decirnos con convencimiento que todo eso puede cambiar, más grande se hace nuestra ilusión y de más esperanza llenamos nuestros sueños; aunque nos tratemos de convencer que quizás eso no es tan inminente como nos lo prometen, pero ahí está sembrada la semilla de la esperanza, y seremos capaces de irnos detrás de quien nos ha hecho esas promesas hasta el fin del mundo si fuera necesario; además cuando vemos algunas señales de que eso es posible, más alegría se mete en el corazón, aun cuando sigamos todavía por un tiempo con aquella misma situación. La esperanza que nos parece cierta pone un nuevo brillo en nuestros ojos.

Seguramente era lo que iban sintiendo los que escuchaban el mensaje de Jesús. Aunque algunos les dijeran que eso que prometía era imposible, era irrealizable, estarían dispuestos a todo por escucharle y por seguirle. Todavía hoy hay quienes cuando escuchan esta página de las bienaventuranzas en el evangelio dicen que eso es una utopía irrealizable, que de alguna manera los oyentes de Jesús se sentían engañados, y siguen tirando piedras sobre el tejado de la Iglesia y del evangelio.

No queremos tampoco hacer rebajas en las interpretaciones que nos hagamos de esta página del evangelio con unas explicaciones muy espiritualistas. Sí tenemos que darnos cuenta de la trascendencia que se despertaba en los corazones al escuchar estas palabras de Jesús. Van más allá de una lectura e interpretación al pie de la letra; tenemos que saber entender lo que significaba el Reino de Dios anunciado por Jesús; tampoco Jesús quería promover una revolución llena de revueltas, como tantos hoy manipulan a las personas y a los pueblos; Jesús estaba proponiendo un mundo nuevo que por supuesto tenía que plasmarse en la vida de las personas, en la mejora de las que iban a disfrutar todos los que creyeran el mensaje de Jesús y quisieran ponerlo en práctica.

Porque de eso se trata, es algo que tenemos que poner en práctica; no es una varita mágica con la que tocamos las cosas y las cosas por si solas se transforman. Es la Palabra y la mano de Jesús que irá tocando el corazón del hombre, el corazón de las personas para hacer posible eso nuevo que Jesús nos proclama cuando nos llama dichosos también en nuestra pobreza, nuestras carencias que pueden llevar al hambre y a la sed, a aquellos que van a actuar de una manera nueva porque será la mansedumbre su manera de actuar, desterrarán todo lo que signifique maldad y violencia, o se sientan defraudados porque no son comprendidos por nadie.

Es que tenemos que comenzar a tener un corazón nuevo - ¿no pedía Jesús conversión desde sus primeros anuncios para poder creer en la buena noticia del Reino de Dios que Jesús nos anunciaba? -, por ahí tenemos que comenzar y entonces comenzaremos a tener una nueva mirada de la vida, de las personas, de los que están a nuestro lado, de cuanto vaya sucediendo, y podremos tener esa mansedumbre del corazón, y esa humildad para mirarnos los unos a los otros de una manera nueva, y pureza de corazón para arrancar toda malicia que nos lleva a sospechas, envidias o incomprensiones. Vamos a comenzar a sentir una nueva paz en el corazón, y nos sentiremos satisfechos de las semillas que vamos sembrando, de la bondad que vamos repartiendo, de la ternura con que vamos contagiando nuestro mundo. Y comenzaremos a sentir una felicidad nueva en los corazones.

Es lo que nos está diciendo Jesús y es lo que tenemos que comenzar nosotros a hacer y a vivir. Y no es una utopía irrealizable lo que Jesús nos anuncia, esa manera de ser felices que Jesús nos está diciendo. Si de verdad nos ponemos en camino en este estilo de Jesús estaremos haciendo de verdad un mundo de felicidad para todos.

¡Dichosos! ¡Felices! ¡Bienaventurados!, que nos dice Jesús.

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