miércoles, 26 de junio de 2024

Tenemos que hacer que de nuevo lleguemos a dar esos frutos buenos desde una renovación profunda para hacer resurgir un espíritu nuevo y joven en nuestra vida

 


Tenemos que hacer que de nuevo lleguemos a dar esos frutos buenos desde una renovación profunda para hacer resurgir un espíritu nuevo y joven en nuestra vida

2Reyes 22, 8-13; 23, 1-3; Salmo 118; Mateo 7, 15-20

Cuando salgo en mis paseos cada mañana paso junto a unos terrenos que recuerdo haber visto en otros tiempos con excelente producción; un buen terreno para viñedos, para árboles frutales, y para el cultivo de otros frutos menores propios de nuestra huerta canaria. Sin embargo en los últimos años siento una tremenda lástima, porque la producción no es la que era, las frutas se caen de los árboles sin que se puedan aprovechar, los racimos de uva no llegan a prosperar porque se dañan tempranamente, y no contemplo aquellos otros frutos que allí se producían. En una palabra, que no hay frutos. ¿Por qué se han dañado aquellas viñas y aquellos árboles frutales? ¿Falta de cuidado y atención? La maleza va devorando aquel terreno en otros tiempos productivo.

¿Puede ser una imagen de a donde llegamos con nuestra vida? ¿Por qué derroteros camina hoy nuestra sociedad? ¿Qué le está pasando a nuestras comunidades cristianas? ¿Cuáles son los frutos que ahora realmente estamos produciendo? Quizás también podrá haber habido en nuestra vida un proceso que nos haya llevado a ese vacío que hoy notamos en nuestra sociedad, que podemos notar también en nuestra vida.

Creo que podemos ser conscientes del decaimiento que notamos en nuestra sociedad que muchas veces nos preguntamos por donde va. ¿Desorientación? ¿Pérdida de valores? ¿Decaimiento que nos lleva a una atonía ética donde parece que nos están haciendo perder el sentido de todo? ¿Enfriamiento del espíritu religioso? No son muy brillantes los frutos que percibimos en nuestra sociedad. Y miramos al seno de la Iglesia, de nuestras comunidades cristianas y aparte de que cada día vemos más vacías nuestras iglesias o nuestros templos, nos encontramos que los que aun quedamos somos cada vez más los que peinamos canas y falta el vigor de la juventud.

Hoy nos dice Jesús que por sus frutos los conoceréis, porque además un árbol viciado no podrá dar frutos buenos. Pero también el evangelio no nos permite caer en el pesimismo para verlo todo negro, porque igual que un árbol que no da fruto se le hace un tratamiento pasando por la poda además de abonarlo debidamente para que de nuevo pueda producirnos buenos frutos, así tenemos que pensar de nuestra vida, de nuestra sociedad y de nuestras comunidades.

Cuando mencionaba la lástima que sentía al contemplar aquel terreno por el que pasaba todos los días que había mermado en su producción me preguntaba por el cultivo, el cuidado que se había tenido o no para llegar a esa situación. ¿No tendríamos que preguntarnos por eso mismo de cara a nuestra vida, a nuestra sociedad, a nuestras comunidades? ¿No hará falta remover y renovar la tierra en la que están asentadas nuestras raíces para recomenzar con una nueva vitalidad y podamos dar los frutos que son necesarios?

Tenemos que pensárnoslo para dentro de nosotros mismos; tienen que pensárselo lo dirigentes de nuestra sociedad para promover todo lo que sea necesario para que haya un resurgimiento de vida en nuestros pueblos haciéndole crecer en los mejores valores; tenemos que pensárnoslo en el seno de nuestras comunidades cristianas que hemos dejado envejecer para hacer reverdecer todo eso hermoso que podemos hacer crecer en medio de nuestra Iglesia.

Necesitamos de un espíritu misionero, de energía, de valentía para afrontar nuevos retos, de buscar la manera de hacer una renovación desde lo más hondo, de hacer que nuestras comunidades, nuestra iglesia resplandezca por ese espíritu joven que siempre tiene que reinar en su seno, no solo por hagamos que de nuevo nuestros jóvenes descubran la riqueza de la fe y de los valores cristianos, sino porque nadie se deje envejecer en rutinas, en enfriamiento espiritual, en desgana, en conformismo.

¿Llegaremos de nuevo a dar esos frutos buenos en nuestra Iglesia y en nuestro mundo? No olvidemos que el espíritu del Señor está con nosotros y está tocando a las puertas de nuestro corazón para esa necesaria renovación.

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