martes, 4 de junio de 2024

Sinceridad, lealtad, rectitud de corazón no nos pueden faltar en nuestras relaciones humanas y en lo que contribuimos a hacer un mundo mejor

 


Sinceridad, lealtad, rectitud de corazón no nos pueden faltar en nuestras relaciones humanas y en lo que contribuimos a hacer un mundo mejor

2Pedro 3, 12-15a. 17-18; Salmo 89; Marcos 12, 13-17

Como se suele decir, hay preguntas y preguntas, pero también hay respuestas y respuestas. Porque hay preguntas que ya vienen marcadas, serán los intereses, será la manera de sonsacar lo que queremos según nuestros intereses, será la malicia que hay detrás con lo que pretendemos es ver como cogemos in fraganti a quien le estamos haciendo la pregunta, será que buscamos que nos den la respuesta que nosotros queremos, y así tantas y tantas maneras de hacer preguntas que veremos a ver qué respuestas vamos a encontrar. Nos volvemos manipuladores con nuestras preguntas, nos volvemos interesados, nos volvemos hasta intransigentes.

En fin de cuentas esas cosas nos definen también los planteamientos que nosotros tenemos, la manera de ver las cosas, los intereses que tenemos, la confusión que se crea o nos creamos en nuestras mentes. Algunas veces en el fondo se está denotando nuestra falta de respeto o sacando a flote las malicias que llevamos en el corazón.

Cosas así suceden siempre y suceden en todas partes. Lo que tendría que hacernos pensar para cambiar posturas y actitudes, para actuar con mayor sinceridad y lealtad, no tiene por qué haber esa doblez del corazón. Podemos estar o no estar de acuerdo con alguien, pero siempre nos merecerá el respeto como persona, respetamos su pensamiento como queremos que también respeten el nuestro. Qué bonito es cuando aun nuestras divergencias sabemos dialogar con respeto, sin descalificaciones ni condenas. Qué mal ejemplo nos están dando los que se llaman hoy dirigentes de nuestra sociedad con su acritud, con esa violencia de palabras, con esas descalificaciones, con esa burla incluso que nos hacemos los unos de los otros. Deberíamos tener una sociedad madura a estas alturas, pero todavía andamos con infantilismos.

Es lo que también estamos viendo hoy en el evangelio. Aunque aparentemente vienen con adulaciones a Jesús diciendo que es veraz y que es sincero, detrás viene la pregunta envenenada. Pero Jesús no pierde la calma y la serenidad. Tendríamos que aprender mucho más allá de la cuestión que le plantean a Jesús, a actuar con la sinceridad, el respeto y la delicadeza con que actúa Jesús, que tantas veces nos cuesta.

Unas cuestiones, es cierto, que les tienen inquietos porque se siempre oprimidos por el pueblo que ha invadido su tierra y se han hecho dueños del poder. En el pueblo judío iba todo muy unido al aspecto religioso, porque para ellos era Dios al que querían considerar el único Señor de sus vidas. Así lo manifestaban incluso a la hora de proclamar su fe en sus oraciones. Ante Dios era ante quien únicamente querían postrarse. Los romanos habían venido convirtiéndose en señores de su tierra, reclamaban sus tributos, y hasta algunos signos politeístas habían puesto en el templo de Jerusalén, su lugar sagrado por antonomasia, y en sus pórticos. Ahora estaba la cuestión de los tributos.

Vemos con qué sabiduría responde Jesús a aquellas cuestiones, sin dejar de decir que Dios estaba por encima de todo – el anunciaba el Reino de Dios – pero que en lo humano habíamos de respetar lo que eran las leyes humanas que venían a garantizar la convivencia y la paz. Con su malicia quieren comprometer a Jesús haciendo sus propias interpretaciones de sus palabras, pero Jesús es claro y tajante en lo que tiene que transmitirnos. ‘Dad a Dios lo que es de Dios, dad al César lo que es del Cesar’.

Como seres humanos vivimos en el ámbito de una sociedad, no es ajeno Dios y nuestra fe a lo que humanamente hemos de vivir y de las responsabilidades que tenemos con esa sociedad en la que vivimos y que entre todos tenemos que construir. Como cristianos y como creyentes tendríamos que ser los mejores ciudadanos del mundo. No porque esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en expresión que nos habla de nuestra esperanza de vida eterna y la transcendencia que le damos a nuestra vida, significa que nos desentendamos de las tareas de nuestro mundo, de nuestra sociedad sobre la que vamos caminando y que entre todos tenemos que irla construyendo para hacer un mundo mejor. Y una forma también es la sinceridad y lealtad con que nos mostremos en la vida; ni las falsedades ni las vanidades contribuyen a mejor nuestras relaciones ni a hacer un mundo en el que seamos más felices. Cuidemos la rectitud de corazón con la que siempre hemos de obrar.

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