lunes, 3 de junio de 2024

Seamos capaces de reconocer nuestras piedras de tropiezo y debilidades, para que encontremos esa piedra adecuada que se convierta en piedra angular de nuestra vida

 


Seamos capaces de reconocer nuestras piedras de tropiezo y debilidades, para que encontremos esa piedra adecuada que se convierta en piedra angular de nuestra vida

2 Pedro 1,1-7; Salmo 90; Marcos 12,1-12

A veces no sabemos por qué reaccionamos de una determinada manera ante situaciones que se nos presentan inesperadas o antes cosas que nos suceden por una parte y que no entendemos por qué nos pasan esas cosas, o también cuando alguien nos dice algo que nos toca la fibra más delicada de nuestra vida, algo que nos afecta, algo que nos pone el dedo en la llaga como suele decirse. Levantamos la voz, nos ponemos a gritar, surgen actitudes o gestos de violencia en nuestras palabras o incluso en lo casi intentamos hacer. ¿Qué nos está sucediendo?

Así vemos que fue la reacción de los principales judíos cuando escucharon la parábola que les propone. Aquellos viñadores a los que se les había confiado el cuidado de una viña, que además el dueño había preparado con mucho mimo, que no quieren rendir cuentas de los frutos recogidos para hacer los necesarios repartos entre unos y otros. Enviara quien enviara todos fueron tratados mal, incluso el propio hijo del propietario enviado finalmente es rechazado y lo matan fuera de la propia viña.

Se ven retratados los dirigentes del pueblo judío. ¿Qué han hecho con aquella viña que Dios ha puesto con tanto esmero y cuidado en sus manos? ¿Qué hicieron con los profetas enviados de Dios que eran rechazados y muchos murieron en consecuencia? ¿Qué es lo que van a hacer ahora con el Hijo? Nosotros que escuchamos la parábola hoy la interpretamos fielmente poniendo cada cosa en su sitio. Pero la parábola hoy la escuchamos no solo para interpretar cómo los judíos en la época de Jesús podían verse reflejados en ella, sino que somos nosotros hoy los que tenemos que hacer una lectura de la parábola viéndola en el hoy de nuestra vida, con nuestras circunstancias, con nuestras forma de reaccionas y de entender las cosas, porque es hoy Palabra que Dios quiere decirnos a nosotros y con lo que querrá señalarnos algo en concreto para nuestra vida.

Pensemos en las interpretaciones que nos hacemos tratando de que sea siempre algo suave para nosotros. también nos cuesta enfrentarnos a la cruda realidad, tampoco nos gusta que nos ponga en el dedo en la llaga, o en esas cicatrices que hemos ido dejando en nuestra vida detrás de esos choques violentos de una forma o de otra que tantas veces tenemos, detrás de esa rencillas y resentimientos que muchas veces incluso llegan a modelar nuestro carácter y nos volvemos reservados y desconfiados, detrás de esas vanidades con que nos adornamos para parecer buenos, para decir que nosotros sí cumplimos cuando lo hacemos detrás de la fachada de la apariencia pero con poca sinceridad en el corazón.

Son tantas las heridas que llevamos en el alma que hasta nos cuesta reconocernos con sinceridad. Y no nos gusta que nos lo digan. Matamos al mensajero que viene a señalarnos donde están nuestros peligros. Como los obreros de la viña. Nos queremos aprovechar de todos los méritos, que nadie nos haga sombra. Y si podemos poner un poquito más ya estaremos arrimando bien el ascua a nuestra sardina.

La parábola nos pone en entredicho muchas de las cosas que hacemos y a veces con toda naturalidad pero que sabemos bien que no andamos en lo correcto, que no andamos con la conciencia muy limpia, porque siempre tenemos nuestras pegas, nuestras disculpas, nuestras pantallas para que no se vea con claridad allí donde metemos la pata. Y todos podemos meter la pata, porque somos humanos y llenos de debilidades. Seamos capaces de reconocerlo, para que encontremos esa piedra adecuada que se convierta en piedra angular de nuestra vida. Encontraremos un verdadero tesoro.

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