viernes, 28 de junio de 2024

Cuando vemos el actuar de Jesús tenemos que decir que también nosotros queremos e inmediatamente tender nuestra mano para levantar al que está a la vera del camino

 


Cuando vemos el actuar de Jesús tenemos que decir que también nosotros queremos e inmediatamente tender nuestra mano para levantar al que está a la vera del camino

2Reyes 25, 1-12; Salmo 136; Mateo 8, 1-4

Se suele decir que las desgracias nunca vienen solas. Y no es que se tenga un sentido pesimista de la vida, a la que siempre hemos de darle un sentido de positividad, porque será además lo que nos haga salir de los momentos oscuros; pero fácilmente constatamos que cualquier situación mala por la que podamos estar pasando, no se queda muchas veces, por ejemplo, en el dolor que podamos tener por una enfermedad, sino que espiritualmente, anímicamente nos sentimos débiles, la impotencia para salir de aquella situación nos hace descubrir otras pobrezas de nuestra vida, o nos lleva a un vacío espiritual que aumenta nuestra soledad y nuestro dolor.

Hoy el evangelio nos habla de un leproso que viene y se postra a los pies de Jesús para decirle que si quiere puede curarle. Pero no era solo la enfermedad física de ver cómo su cuerpo se desmorona con la enfermedad, sino era la soledad en la que estaban obligados a vivir, porque habían de vivir alejados de la gente, fuera de los pueblos, sin contacto ni siquiera con la familia. La enfermedad en este caso conllevaba una exclusión social que tenía que ser también muy difícil de llevar.

Es bien significativo para nuestra vida este episodio del evangelio. Jesús había venido anunciando el Reino de Dios y había ido mostrando señales de cómo ese Reino de Dios se hacía presente en medio de ellos. Antes del Sermón del Monte que hemos venido escuchando y que es como un resumen del mensaje de Jesús, ya le habíamos visto en Galilea realizando diversos signos que manifestaban esa cercanía del Reino de Dios.

Vamos a ver ahora un gran signo de esa presencia del Reino de Dios. ‘Si quieres, puedes limpiarme’, le había dicho el leproso que se había atrevido a llegar a los pies de Jesús en medio de la gente a pesar de la prohibición de que un leproso pudiera acercarse así a la gente. Y Jesús quiere. Y aquel leproso queda limpio. Y Jesús le pedirá que vaya a presentarse al sacerdote porque es quien tiene la autoridad para una vez curado poder entrar en el seno de la comunidad.

Aquel hombre ha sido curado de su enfermedad, pero aquel hombre ha recobrado su dignidad como persona; puede estar de nuevo en medio de los suyos, se reintegra de nuevo en el seno de la comunidad.

Y es aquí donde tenemos que ponernos a pensar en el hoy de nuestra vida. Vemos a nuestro alrededor tantos con las mismas señales de lo que era la vida de aquel leproso. Pensamos en el sufrimiento de tantos en sus enfermedades y limitaciones, pensamos en la pobreza que viven tantos a nuestro alrededor, pero no nos podemos quedar en esas situaciones, digamos, físicas que podemos contemplar. Hemos de detenernos a contemplar lo que hay detrás de todos esos sufrimientos.

¿De alguna manera no estaremos creando abismos detrás de muchas de esas personas que vemos con sus sufrimientos, con sus enfermedades, con sus limitaciones, con sus pobrezas y carencias? Cuando vamos por la calle y nos vamos tropezando con tantos que no nos gustan, que no nos caen bien, cuya presencia nos puede resultar repulsiva, o que vemos sumidos en un mundo de dependencias de tantas cosas, ¿no estaremos de alguna manera, quizás incluso de una forma inconsciente, discriminación con nuestras miradas de pena pero siempre desde la lejanía, con ese mantenernos a distancia y mirarlos quizás por encima del hombro, con ese no querer mezclarnos y entonces no dejamos entrar en nuestro circulo que siempre quiere ser selecto?

Muchas formas en las que seguiremos mirando a tantos a nuestro alrededor como a aquellos leprosos de los que nos habla el evangelio. Vendrán o no vendrán a pedirnos o a decirnos que nosotros podemos limpiarnos, como le decía aquel leproso a Jesús, pero no sé lo que realmente vamos pensando en nuestro interior de si acaso o no podemos limpiarlos.

Cuando vemos el actuar de Jesús no es solo para admirarnos y decir ‘mira lo que Jesús fue capaz de hacer’. Vemos el actuar de Jesús y sabemos que ese tiene que ser nuestro actuar. también nosotros hemos decir que sí queremos y adelantar nuestra mano hasta el leproso de turno, hasta ese al que tenemos que levantar, hasta ese al que no queremos mirar al pasar, hasta eso del que nos hacemos oídos sordos para no escuchar su ruego.

Es duro y es difícil. Porque en nuestra conciencia nos damos cuenta de que seguimos pasando de largo ante el leproso, ante tantos que están a la vera de nuestro camino. ¿Despertaremos algún día?

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