domingo, 21 de abril de 2024

Tenemos que ir hasta Jesús, encontrarnos con Jesús, alimentarnos de El y dejarnos conducir por su Espíritu, es la Puerta y es el Camino, El es el Pastor de nuestras vidas

 


Tenemos que ir hasta Jesús, encontrarnos con Jesús, alimentarnos de El y dejarnos conducir por su Espíritu, es la Puerta y es el Camino, El es el Pastor de nuestras vidas

Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; Sal. 117; 1 Juan 3, 1-2; 10, 11-18

Cuando queremos construir un edificio que sea seguro y en el que podamos edificar todas las plantas que queramos tenemos que tener unos sólidos cimientos sobre el que se va a asentar y nos da va a dar seguridad de que no se nos venga abajo; si queremos una buena dirección para nuestra sociedad para que se puedan afrontar y resolver todos los problemas que se puedan presentar ya sea en la convivencia de los miembros de esa sociedad y para lograr las mejores formas de vida, hemos de tener unos líderes, unos dirigentes capaces y entregados al servicio de esa comunidad; si queremos entrar en un lugar y no tengamos problemas para su acceso o se nos pueda rechazar hemos de buscar la puerta porque no nos vale estar asaltando murallas o violentando sus limites o fronteras.

Son cosas necesarias de la vida, en nuestro nivel personal pero también como esa sociedad o comunidad que constituimos donde estamos mutuamente interrelacionados y dependemos en cierto modo los unos de los otros. Y he pensado en ese cimiento que tiene que ser profundo y con fuertes garantías frente a tanta superficialidad con que andamos por la vida, que al final no sabemos ni a donde vamos, ni de donde venimos ni tampoco lo que queremos, porque simplemente vamos a lo que salte. Es lo que realmente da sentido a nuestra existencia, nos hace descubrir lo que somos y lo que verdaderamente nos engrandece, lo que nos hará mantenernos con serenidad incluso en los más duros embates que podamos tener. Qué bueno es sentir a alguien seguro así a nuestro lado.

Y de todo esto nos está hablando el evangelio y toda la palabra de Dios que se nos ofrece en este domingo. Este cuarto domingo de Pascua que normalmente llamamos del Buen Pastor, por las imágenes con que se nos presenta Jesús en el evangelio. Nos habla del pastor que guía a su rebaño llevándolo con seguridad por caminos, valles y montañas, que lo defiende de peligros, del lobo que acecha o del ladrón que salta por encima de la puerta para robar y que entrega por sus ovejas curando los heridas o buscándolas donde se hayan perdido, que lo conduce con seguridad por los caminos de la vida, que lo resguarda en el redil desde el que lo sacará para conducirlo a los mejores pastos. 

¿Qué es lo que contemplamos de Jesús en el evangelio? No se queda en el templo o sentado en su cátedra, digamos de la sinagoga, sino que saldrá a los caminos para ir al encuentro de aquellos que le necesitan de una forma o de otra; saldrá a sembrar la semilla en los campos de la vida, enseñando ya sea desde la barca a las orillas del lago, o encontrándose con las multitudes hasta en los lugares descampados para enseñar y para curar y sanar cuerpos y corazones heridos, pero para alimentar sus cuerpos extenuados o sus espíritus ansiosos de esperanza.

Por eso esas dos imágenes que nos aparecen hoy también en la Palabra de Dios. Nos dirá Pedro que Cristo es la piedra fundamental que habían desechado los arquitectos, pero en quien encontramos esa fortaleza para nuestra vida, ese cimiento de nuestra existencia, esa luz y ese sentido de nuestro caminar y de nuestro vivir. En ningún otro nombre podremos encontrar la salvación, esa luz nueva que dará sentido a nuestra vida y que nos hará a nosotros también repartidores de luz en medio de un mundo tan ensombrecido. ¡Qué seguridad tenemos cuando lo  hacemos al paso de Jesús! Por eso en otro momento se nos presentará como el Camino, y la Verdad, y la vida, porque nadie va al Padre sino por Jesús.

Pero hoy cuando se nos está hablando del Pastor también se nos hablará de la puerta por la que hemos de entrar. El ladrón que va a robar y hacer estragos entrará por cualquier parte, saltando la tapia o rompiendo lo que encuentre a su paso y le impida la entrada. Pero Jesús nos dice que El es la puerta de las ovejas por las que entran y salen del redil guiadas por su pastor. Es Jesús por quien nosotros hemos de entrar porque solo por El conoceremos al Padre – ‘quien me ha visto a mi ha visto al Padre’, nos dirá en otro momento – y El es el único camino que nos lleva a Dios – ya recordábamos que El es el Camino, y la Verdad, y la Vida – porque es la Palabra que se hizo vida y da luz a los hombres. Así tenemos que ir a Jesús, encontrarnos con Jesús, alimentarnos de El y dejarnos conducir por su Espíritu. 

Pero en este domingo y desde estas consideraciones que nos hacemos contemplando a Jesús, Buen Pastor, nuestra mente y nuestro corazón se vuelve a quienes en nombre de Jesús están siendo pastores de nuestra vida en medio de la Iglesia. Con sus limitaciones humanas están queriendo realizar esa misión de Jesús desde la llamada que también un día sintieron con Jesús tocó sus corazones llamándolos también por su nombre. No es tarea fácil y no siempre somos conscientes de los dramas y sufrimientos que puede haber en sus corazones, pero que los cristianos tenemos que saber valorar y apoyar, estando al lado de nuestros pastores y sobre todo con nuestra oración.

Y es también el momento de orar al dueño de la mies, porque mucha es la mies y pocos los obreros, para que el Señor siga llamando y moviendo los corazones para que nunca falten a nuestra Iglesia esos pastores que en nombre de Jesús sigan alimentando nuestra vida y nuestra fe. Que sean muchos los llamados, y que sean muchos también los que con generosidad de corazón respondan a esa llamada del Señor. La Iglesia necesita muchos sacerdotes, el mundo necesita muchos pastores y testigos del evangelio de Jesús.

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