lunes, 22 de abril de 2024

Entremos por la puerta de Jesús, aunque nos parezca estrecha, pero nos conduce con seguridad al redil de la vida, El está detrás de esa puerta esperándonos

 






Entremos por la puerta de Jesús, aunque nos parezca estrecha, pero nos conduce con seguridad al redil de la vida, El está detrás de esa puerta esperándonos

Hechos de los apóstoles 11, 1-18; Salmo 41; Juan 10, 1-10

Qué gratificante que cuando estamos buscando por donde entrar a un sitio por el que sentimos algún tipo de interés nos encontremos con la puerta y con quien posee las llaves de esa puerta. Me ha sucedido alguna vez visitando algún lugar, pero que nos encontrábamos cerrado y sin posibilidades de entrar para admirar, por ejemplo, la belleza y la riqueza histórica y cultural de aquel lugar, pero pronto encontramos por donde entrar, pero además quien nos facilitará aquella entrada porque no solo tenía en su mano la llave de entrada, sino también el conocimiento necesario para explicarnos lo que deseábamos visitar.

Andamos buscando en la vida esa llave y esa entrada  que nos haga encontrar sentidos, que nos llene de valores, que nos haga descubrir de verdad el valor de la vida y de lo que podemos hacer; andamos buscando esa luz o esa medicina, porque quizás muchas veces son muchos los desencantos que nos hieren el alma, muchas pueden ser las cosas que nos hacen sufrir y se convierten para nosotros en un dolor insufrible cuando no hay esperanza, cuando no se nos abren los horizontes de la vida, cuando andamos vagando de acá para allá sin saber muchas veces a qué atenernos. ¿No es cierto que muchas veces nos encontramos desorientados por esos caminos de la vida? ¿No es cierto que se nos llena de dolor el alma en tantas sombras y noches oscuras que nos encontramos por doquier y que muchas veces nos hacen perder hasta la ilusión por la vida?

A nuestro encuentro viene Jesús. Que quiere ser luz; que quiere abrir los horizontes de nuestro corazón; que quiere ser nuestro viático y acompañante en el camino, porque somos como aquel joven Tobías que necesitó de Rafael, el arcángel que estaba en la presencia de Dios, para acompañarle en el camino y orientarle en las diferentes situaciones en que se iba a encontrar.

Nos ha venido hablando de que es el Pastor de nuestra vida, pero hoy nos dice también que es la puerta por donde debemos entrar. No podemos echar en saco roto esas palabras de Jesús. Tenemos que dejarnos conducir para penetrar por esa puerta, sabiendo que vamos a tener los pastos de vida eterna que necesitamos y necesitaremos, sabiendo que nos da seguridad en esos pasos que hemos de ir dando porque es su Espíritu el que nos guía.

No será fácil el camino que nos señala pero sí sabemos que es certero. Muchos tenemos que ir desbrozando en nuestra vida para hacer ese camino, porque son muchas las malezas que hemos dejado introducir en nuestro corazón y eso nos cuesta y nos duele. Y arrancarlo de raíz no siempre es fácil, muchas veces doloroso, y también lleno de dificultad, pero con la seguridad de que lo podemos conseguir. Es la confianza que sentimos en el corazón cuando intentamos caminar, a pesar de nuestras cojeras y dificultades, al paso de Jesús. Va a ser nuestro cireneo, va a ser nuestra medicina y colirio que nos sane y que nos limpie los ojos para ver lo que realmente es importante.

Entremos por la puerta de Jesús, aunque nos parezca estrecha, pero nos conduce con seguridad al redil de la vida. El está detrás de esa puerta esperándonos. Es nuestro consuelo y nuestra fortaleza, el colirio que da luz a los ojos, y el camino que nos lleva a la vida eterna.

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