miércoles, 21 de febrero de 2024

Sabemos interpretar los signos y señales de nuestras calles pero no sabemos interpretar los signos de Dios en nuestra vida que de tantas maneras se nos manifiestan

 


Sabemos interpretar los signos y señales de nuestras calles pero no sabemos interpretar los signos de Dios en nuestra vida que de tantas maneras se nos manifiestan

 Jonás 3, 1-10; Salmo 50;  Lucas 11, 29-32

En la vida casi sin darnos cuenta estamos rodeados de signos y señales que de alguna manera marcan lo que hacemos, a donde vamos, donde no podemos estar y muchas cosas así. ¿Queremos salir de un edificio? Buscamos la señal que nos indique donde está la puerta de salida; ¿queremos buscar una determinada cosa? Nos encontraremos señales que nos indiquen a donde debemos ir, donde debemos preguntar, y así muchísimas cosas más. Vamos por nuestras calles y caminos, y nos entraremos toda una serie de señales que nos dan direcciones, por donde podemos pasar o no, donde hay un peligro. Y vamos atendiendo a esas señales, y obedecemos esas señales que nos dan direcciones, prohibiciones o indicaciones de cómo debemos ir.

Pero ¿esas son las únicas señales o signos que nos vamos a encontrar en la vida? Decimos que tenemos que saber interpretar los signos de los tiempos, como aquellas cosas que podemos descubrir en la naturaleza que nos anuncian un tiempo meteorológico, o nos pueden prevenir incluso de posibles sucesos extraordinarios. Pero creo que pensando en signos de la vida, podemos o tenemos que saber descubrir mucho más. Hay cosas que nos pueden ayudar a descubrir la marcha de la humanidad, de la sociedad en la que vivimos, y por ahí andan los economistas haciéndonos anuncios de lo que nos puede devenir en el futuro, sociólogos que quieren interpretar la marcha de la sociedad, o personas visionarias que quizás unas veces de forma calamitosa, y otras con buen sentido nos hacen pensar en lo que estamos haciendo con la vida.

Pero creo que no nos podemos quedar ahí, ni perder solo en esas cosas. Como creyentes también hemos de tener como un sentido de Dios para descubrir señales que Dios pone en la vida, pone en nuestro mundo, pone en lo que sucede a nuestro alrededor y nos tendrían que hacer descubrir lo que Dios quiere de nosotros, a lo que Dios nos llama, el compromiso que como creyentes y cristianos también tendríamos que asumir en la vida.  Necesitamos tener una sintonía de Dios en nuestro corazón, necesitamos darle una visión profunda a nuestra vida desde una espiritualidad que vayamos construyendo en nuestro corazón.

No es cuestión de buscar milagros, o cosas extraordinarias. Es saber descubrir, quizás desde pequeñas cosas, ese sentido nuevo para nuestra vida. Tenemos que saber afinar, por decirlo así, las antenas del alma para poder entrar en esa sintonía de Dios que nos hablará quizás muchas veces a través de pequeñas cosas. Son esos signos, son esas señales que Dios va poniendo a nuestro lado, en cosas que nos suceden, en personas que nos acompañan, en buenas palabras que escuchamos y pueden hacernos pensar, en testimonios que contemplamos a nuestro lado en personas sencillas y de humilde corazón pero que están llenas de Dios.

Hoy escuchamos en el evangelio la queja de Jesús sobre aquella generación que no hacía sino pedir signos y milagros, pero no sabían sin embargo descubrir el milagro de Dios, el signo de Dios que en Jesús tenían delante de ellos. Jesús les recuerda que los ninivitas supieron comprender el signo de Jonás que apareció predicando en medio de ellos y le escucharon y se pusieron en camino de conversión. Les recuerda aquella reina del Sur que desde lejos vino para conocer a Salomón por su sabiduría, pero ahora les dice que hay alguien delante de ellos que es mucho más que Salomón. Y Jesús les viene a decir que no hay más signo que el Hijo del Hombre, no hay más signo para ellos que Jesús mismo.

¿Estaremos pidiendo también nosotros milagros y cosas extraordinarias en nuestro tiempo? Bien sabemos que somos muy crédulos y somos capaces de ir de aquí  para allá porque nos dicen que aquel lugar es muy milagroso, que allí están sucediendo cosas extraordinarias, milagros y curaciones, pero no sabemos descubrir el signo de Dios que tenemos delante de los ojos, no sabemos apreciar todo lo que en la Iglesia podemos recibir, no sabemos apreciar la riqueza de la Palabra de Dios que cada día se nos ofrece, no sabemos apreciar la riqueza de gracia que son los Sacramentos donde Dios mismo se hace presente en nuestra vida.

Pero como decíamos, descubramos con ojos de fe esos signos sencillos pero maravillosos que de mil maneras Dios va poniendo en nuestro camino. Sepamos entrar en esa sintonía de Dios y dejémonos conducir por su Espíritu que de tantas maneras llega a nuestra vida. Sabemos interpretar los signos y señales de nuestras calles pero no sabemos interpretar los signos de Dios en nuestra vida.

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