lunes, 5 de febrero de 2024

Jesús viene a sanar todo lo frágil, lo débil y hasta lo enfermizo que pueda haber en cada cosa de la vida porque El viene a iluminar con una luz nueva nuestra existencia

 


Jesús viene a sanar todo lo frágil, lo débil y hasta lo enfermizo que pueda haber en cada cosa de la vida porque El viene a iluminar con una luz nueva nuestra existencia

1 Reyes 8, 1-7. 9-13; Sal 131; Marcos 6, 53-56

En las conversaciones solemos escuchar a la gente que la salud es lo primero, que preferimos perderlo todo que perder la salud y hasta nos contentamos cuando no tenemos suerte en los juegos de azar, como la lotería, que bueno, que el dinero va y viene pero que lo importante es tener salud. Es lo que todos deseamos; ante cualquier dolor que nos pueda anunciar algún tipo de enfermedad enseguida acudimos a quien pueda remediarnos, a quien pueda curarnos y buscamos la medicina lo más pronto posible para que los dolores desaparezcan, para que podamos curarnos de aquellas fracturas de la salud o de nuestros huesos, para recuperar pronto la salud.

Es cierta también que la fragilidad de nuestra salud trae acompañadas otras fragilidades como suelen ser las angustias de las que nos podemos llenar, otras consecuencias como la falta de medios para subsistir al no poder trabajar, otras inquietudes en nuestro interior porque son muchas más cosas las que sentimos que se nos debilitan cuando perdemos ilusión por la vida, cuando socialmente nos vemos afectados para nuestras mutuas relaciones, para la realización de nuestros trabajos, para alcanzar las metas que nos podamos proponer en la vida. Ya no es solo la salud en si mismo, sino que irá acompañada de otros síntomas que pueden aparecer en nuestra vida.

¿Queremos la salud? ¿Queremos superar esas fragilidades y angustias? ¿Queremos recuperar la esperanza? ¿Queremos buscar una vida mejor y que nos haga vivir más dignamente? Es mucho más lo que buscamos, aunque la pantalla de la enfermedad o de la salud pareciera que lo cubre todo. ¿Dónde están puestas entonces nuestras esperanzas o como recuperarlas?

En el pasaje del evangelio que hoy escuchamos nos aparece que dondequiera que fuera Jesús enseguida acudían a él llevando a sus enfermos con el deseo de que al menos tocando la orla de su manto pudieran curarse. Muchas veces nos quedamos en la literalidad de las palabras que no dejó escritas el evangelista, pero no nos detenemos lo suficiente a reflexionar hasta donde llegan esas enfermedades con las que vamos que las gentes acuden a Jesús. Jesús despertaba esperanza en aquellas gentes sumidas en su pobreza, sumidas en la opresión de unas autoridades extranjeras, sumidas y sujetas, poco menos que esclavizados, por unas costumbres que poco menos que se habían convertido en ley para sus vidas, pero que nos hacían salir de la situación de desesperanza en que vivían.

Estar enfermo en su situación y en aquellos momentos significaba mucho más que unos dolores que les imposibilitaran los movimientos; estar ciego, sin luz en los ojos, significaba pobreza, miseria y hambre, porque no podían trabajar; ser leproso era verse alejado de los suyos por los cuales no podría hacer nada, pero que ni los familiares podían acercarse a ellos, viviendo discriminados y apartados de todos en la más horrible soledad que no sé si no sería peor que los dolores de la enfermedad; y así podemos pensar en cualquiera de las otras limitaciones que pudieran sufrir como cualquier tipo de invalidez.

¿Qué significaba entonces que pudieran acudir a Jesús para verse curados de sus enfermedades? Muchas cosas podían cambiar, una vida nueva podía comenzar para aquellas personas, unas esperanzas renacían en sus corazones, una profunda liberación podían sentir en sus vidas. Acudían a Jesús porque en El habían puesto todas sus esperanzas. Mucho era lo que Jesús les ofrecía; la salvación que Jesús les ofrecía era algo muy amplio, algo que abarcaba la totalidad de la vida. Algo nuevo comenzaría a resurgir desde lo más hondo.

¿Cuál es en verdad la salvación que Jesús nos está ofreciendo también a los hombres y a las mujeres de hoy? Es algo en lo que tenemos que pensar seriamente. Hemos espiritualizado tanto el sentido de la salvación que nos trae Jesús que la hemos hecho algo irreal y que no siempre va por el camino de la verdadera espiritualidad. La verdadera espiritualidad es algo interior, pero es algo que abarca la totalidad de la vida de la persona.

Y eso espiritual tenemos que sentirlo y vivirlo es cierto en esos aspectos más sobrenaturales de la vida, pero hemos de vivirlo también en eso que hacemos y que vivimos en cada momento, en nuestros trabajos y en nuestras luchas, en nuestro disfrute de la vida en todas sus cosas buenas y también en los momentos dolorosos y difíciles, en eso tan material que podamos hacer con nuestros trabajos pero en esos tan humano como son nuestras relaciones con los demás.

Y en todo eso ha de manifestarse esa salud, esa salvación que Jesús nos ofrece; El viene a sanar todo lo frágil y débil, y hasta enfermizo, que pueda haber en cada una de esas cosas de la vida. El viene a iluminar con una luz nueva cada uno de los aspectos de nuestra existencia.

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