sábado, 13 de enero de 2024

Muchos chips tendremos que cambiar en nuestro interior si en verdad queremos ser los discípulos de Jesús

 


Muchos chips tendremos que cambiar en nuestro interior si en verdad queremos ser los discípulos de Jesús

1Samuel 9, 1-4. 17-19; 10, 1ª; Sal 20;  Marcos 2, 13-17

Mira que miramos – valga la redundancia – con quien nos juntamos, quienes consideramos del círculo de nuestros amigos. Nos solían decir ‘mira con quien andas y te diré quien eres’, para evitar mezclarnos con gente de mala sombra; no con cualquiera queremos juntarnos, y como en la vida nos vamos encontrando y relacionarnos con toda clase de personas, ya andamos con cuidado de que no nos vean con cualquiera. Por aquello que dice el refrán de quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y es lo que queremos buscar buena sombra.

Yo no sé ustedes que me están leyendo esta reflexión, con qué tipo de personas nos juntamos, pero es cierto que es algo que en algunos sectores se tiene muy en cuenta, y es lo que nos decían nuestros padres que no anduviéramos con malas compañías. ¿Y qué hacemos si no sabemos con quien juntarnos?

Pero esto no es nuevo, porque hoy en el evangelio algunos andan criticando a Jesús porque se rodea de malas compañías. Y comenzamos por ver a aquellos que va escogiendo y llamando para que anden con El y sean ese primer grupo fundamente de la Iglesia que ha de fundar. No se ha destacado Jesús por buscar lumbreras, gentes de alta inteligencia y mucha preparación.

Hemos ido viendo que los primeros que escoge y llama son unos rudos pescadores de aquel lago de Tiberíades o mar de Galilea.  Pedro, Andrés, Santiago y su hermano Juan son unos sencillos pescadores, veremos luego que entre los doce escogidos para ser los apóstoles hay algunos Celotes, que podríamos decir que son los independistas, los que de una forma o de otra luchaban contra la dominación romana.

Hoy va a llamar a uno versado en números y cuentas, pero que además forma parte de aquel grupo que todos desprecian por su oficio de recaudador de impuestos y por la fama de usureros que tenían en sus prestamos a los que se veían necesitados de dinero, un publicano como todos los llaman.

Es el eje del relato de hoy  porque cuando Jesús pasa junto a la garita donde está aquel publicano, Leví, Jesús lo invita a seguir y prontamente él se va con Jesús. Celebrará luego un banquete en su casa donde están todos sus amigos, pero al que invita también a Jesús y a los primeros discípulos que le siguen por todas partes.

Pero ahí aparece la reacción de los ‘hombres de bien’, los del grupo de los fariseos cumplidores en exceso y al que solían pertenecer también los maestros de la ley. Aquellos tan puritanos que se lavaban mil veces las manos para que ninguna impureza entrase en sus corazones, ahora se extrañan de ver comer al Maestro de Nazaret en la misma mesa que todo aquel variopinto grupo donde están también los publicanos y los pecadores. ‘¿Cómo es que come con publícanos y pecadores?’ será la pregunta que se hacen, pero que runruneando harán llegar a los discípulos que siguen a Jesús y hasta los mismos oídos de Jesús.

‘No necesitan médico los sanos, sino los enfermos’, será el comentario de Jesús. Ha venido por todos porque ninguno estamos sanos, todos lo necesitamos, incluso aquellos que por allí andan runruneando. ‘No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores’. Podríamos decir en buena lógica que los justos no lo necesitarían, ¿pero quien es el justo de verdad? En otra ocasión solamente dirá que ‘el que esté sin pecado, que tire la primera piedra’. Y Jesús estará allí donde hay un pecador que lo necesita. ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, dirá en otro momento y nos invitará a que seamos compasivos y misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo.

Muchos chips tendremos que cambiar en nuestro interior si en verdad queremos ser los discípulos de Jesús. Distintos tienen que ser los vientos que soplen en nuestra alma, porque otras tienen que ser las direcciones que hemos de tomar. Otra tiene que ser la apertura que tengamos en el corazón.

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