viernes, 12 de enero de 2024

Hay parálisis que nos impiden arriesgarnos a algo nuevo, a iniciativas y tareas nuevas, entramos en la rutina de lo de siempre y no somos capaces de romper moldes

 


Hay parálisis que nos impiden arriesgarnos a algo nuevo, a iniciativas y tareas nuevas, entramos en la rutina de lo de siempre y no somos capaces de romper moldes

1Samuel 8, 4-7. 10-22ª; Sal 88; Sal 88

Hay quienes antes las dificultades que les va ofreciendo la vida se sienten paralizados, no saben qué hacer ni qué rumbo tomar, como si se les pusiera una pared delante que fueran incapaces de atravesar; pero bien sabemos que hay gente no solo con iniciativas, sino también con una gran fuerza interior ante los que nada se les interponga que los haga reaccionar y encontrar salidas.

Es esa fuerza interior que les hace ser creativos, que les hace buscar salidas sin temor a equivocarse, son los que en la lucha de la vida han aprendido a superarse, tienen deseos de crecer, de ser mejores, de hacer las cosas de la mejor manera, los que no se contentan con rutinas, los que siempre están en camino de búsqueda. Tenemos que aprender, no nos podemos dejar vencer los miedos, no podemos decir que no podemos o no sabemos sin haberlo intentado.

Pero, claro, están también los que lo único que saben hacer es poner dificultades, agrandar los obstáculos con sus miedos, los que desconfían de lo que pueda ser una nueva iniciativa o una novedad, los que te quitan las ganas de luchar. Que muchos en la vida vamos encontrando así, siempre con ojos negativos, siempre viendo sombras, siempre contemplando o aportando imposibles. Son los que no solo están paralizados sino que quieren paralizar a los demás, porque parece que su función es quitar las ganas de los otros.

Nos encontramos hoy con un pasaje evangélico que si al menos fuera eso en lo que nos hiciera pensar, ya estaríamos logrando hermosas enseñanzas. Allí vienes unos hombres de buena voluntad que conducen en una camilla, o con los medios que tuvieran, a un paralítico porque quieren hacerlo llegar delante de Jesús para que lo cure. Y se encuentran con la dificultad de que no pueden pasar porque hay mucha gente alrededor de Jesús y parece imposible que por la poeta puedan hacerlo entrar. Nadie se quitará de en medio para dar paso, porque todos quizás igualmente quieren estar cerca de Jesús. Pero aquellos hombres no se arredran, encontrarán un camino, desde el tejado harán descender a aquel paralítico a los pies de Jesús.

Cuando queremos conseguir algo buscaremos la forma de resolver los problemas. No tienen miedo a las reacciones que pudieran encontrar; para comenzar el dueño de la casa podría protestar porque le están estropeando su terraza. Pero serán otros los que crearán oposición; ya conocemos el relato; pudiera parecer no conseguido lo que pretendían porque Jesús se preocupa más de perdonar los pecados, que de hacer mover aquellas piernas. Pero otros comenzarán a poner obstáculos en el camino.

Quieren de alguna forma restarle autoridad a Jesús para lo que está haciendo. No serán capaces de descubrir la grandeza del signo que Jesús quiere realizar; es algo más hondo que el curar unas piernas paralizadas lo que Jesús quiere realizar, porque muchas son las parálisis que tenemos en la vida, como le está sucediendo a aquellos que se ponen a criticar la actuación de Jesús. Tenemos que descubrir la grandeza de los signos que Jesús realiza incluso en aquellas curaciones.

Es lo que tendría que hacernos pensar.  ¿Cuáles son las parálisis que hay en mi vida que no solo me paralizan a mí sino que puede ser causa de parálisis para los que me rodean?

La parálisis que me impide buscar algo nuevo, iniciativas nuevas, tareas nuevas, porque hemos entrado en la rutina de lo de siempre y no somos capaces de descubrir eso nuevo que puede mejorar mi vida, aunque sea costoso, aunque tenga que romper moldes, aunque tenga que arriesgarme.  Pero son también las trabas que como zancadillas también tantas veces ponemos al esfuerzo, a la lucha por la superación, a las ganas de crecer que puedan tener tantos a nuestro lado.

No le rompamos nunca las alas a los que quieren volar.

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