sábado, 11 de noviembre de 2023

Saber ser fieles y leales, buenos administradores de la vida, para saber encontrar lo que verdaderamente nos da sentido y nos engrandece dándole a cada cosa su valor

 


Saber ser fieles y leales, buenos administradores de la vida, para saber encontrar lo que verdaderamente nos da sentido y nos engrandece dándole a cada cosa su valor

Romanos 16,3-9.16.22-27; Sal 144; Lucas 16,9-15

En el mundo de locas carreras en que vivimos y también tan competitivo, que confieso me parece una exageración el que vivamos siempre en pura competencia, y que no es realmente destacar lo que es mejor sino mas bien muchas veces con qué mayor fuerza nos presentamos que nos hace entrar en espirales violentos que a nada llevan, sabemos también cómo en muchas ocasiones se pone a prueba al aspirante a una responsabilidad poniéndolo en situaciones embarazosas a ver si saber salir del atolladero. No sé si será muy leal el poner a las personas en situaciones embarazosas, pero creo que tenemos que estar entrenados, por así decirlo, para afrontar cualquier situación, no perder los estribos, ni perder lo que es el sentido que le hemos querido dar a la vida.

La vida es complicada tenemos que reconocer. En la vida nos veremos envueltos en diversidad de situaciones donde tenemos que responder desde ese sentido que querido darle a la vida. Hoy Jesús nos está hablando de alguna de esas situaciones, por así decirlo, que nos puedan dar la imagen de contradicción en nuestra vida. Jesús ha venido hablándonos en el evangelio de unos valores por los que merece la pena luchar y que son los que nos dan altura y grandeza en nuestra vida. Nos previene Jesús, con las parábolas que hemos venido escuchando, para que no nos dejemos esclavizar por lo material y no lleguemos a convertir el dinero o las riquezas lo más importante para nuestra vida, de manera que incluso vivamos a él esclavizados.

Pero la realidad es que esos medios materiales necesitamos usarlos, porque serán los medios para adquirir aquello que necesitamos, será el pago material de nuestros trabajos y desempeño de responsabilidades, y ahí por medio estará siempre el brillo del oro o el brillo de las monedas que tanto nos atrae y nos puede tentar a la avaricia y a la codicia. Ya nos previene Jesús en distintos momentos del evangelio. Y ya hemos reflexionado también cómo en ese trabajo incluso material que realicemos siempre tendremos la oportunidad de darle un sentido y convertirlo en un bien no solo para nosotros mismos sino para los demás.

Por eso Jesús nos está enseñando cómo tenemos que saber ser fieles también  en esos viles metales que nos pueden tentar a la codicia y la avaricia, como decíamos. ‘Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, nos dice Jesús, ¿Quién nos confiará cosas más importantes?' Hemos hablado muchas veces de la fidelidad en las cosas pequeñas, y es cierto, que quien no sabe ser fiel en lo poco, no lo será luego en lo mucho. Pero esa fidelidad nos tendrá que llevar a la sabia administración de lo que tenemos en nuestras manos, también en esos bienes materiales, en esas riquezas que podamos obtener como fruto de nuestros trabajos y de las que podamos también disfrutar.

Quien transita por un camino de tierra, sabe bien que sus pies se pueden llenar del polvo del camino; tendrá que saber sacudirse los pies en el momento oportuno para despojarse de ese polvo y de esa suciedad que se pueda acumular en su cuerpo. Andamos con nuestras manos metidas en ese material de la vida, porque es por el mundo por el que tenemos que transitar; peligro tenemos de que se embarren nuestros pies, de que se embarre nuestra vida, pero tenemos que saber sacudirnos para que nuestra vida no se enturbie, para que no se nos apegue el corazón, para que no nos dejemos confundir por esos brillos que al final serán solamente como oropeles.

Tenemos que saber ser fieles y leales. Tenemos que saber ser buenos administradores de la vida. Tenemos que saber encontrar lo que verdaderamente nos da sentido y nos engrandece. Tenemos que aprender a darle a cada cosa su valor. Tenemos que saber liberarnos para no caer en esas redes tan sutiles en sus apariencias de necesidad, pero que al final terminan esclavizándonos.

Algunos no lo entenderán, harán chance de nuestro sentido de vida, y de las cosas que nosotros en verdad valoramos; pero ahí tiene que manifestarse nuestra fidelidad y nuestra lealtad. Dice el evangelio que los fariseos que eran amantes del dinero estaban al acecho y se reían de las cosas que decía Jesús. Pero Jesús les hace que se miren el corazón, para encontrar lo que verdaderamente es afecto a Dios, es querido por Dios.

viernes, 10 de noviembre de 2023

Cuando trabajamos y realizamos nuestras responsabilidades tenemos que pensar en algo más que engrosar nuestra bolsa, pensemos en el bien que podemos hacer a los demás

 


Cuando trabajamos y realizamos nuestras responsabilidades tenemos que pensar en algo más que engrosar nuestra bolsa, pensemos en el bien que podemos hacer a los demás

Romanos 15,14-21; Sal 97; Lucas 16,1-8

Dicen que dinero ajeno no nos duele, pero que cuando toca nuestros bolsillos, sobre todo si nos vemos en peligro de tener que poner de nuestra parte, ya procuramos una buena administración, porque no queremos salir perjudicados. Posturas así traen fácilmente en torno muchas corruptelas, porque siempre queremos arrimar el ascua a nuestra sardina, como dice el dicho popular.

Y por otra parte cuanto empeño ponemos cuando están en juego nuestras ganancias, nuestros intereses económicos, o todo aquello que nos pueda dar brillo o prestigio. Muy interesados somos en lo material, porque decimos que sin ello nada podemos ser o hacer en la vida, olvidando quizás lo que le puede dar verdadera grandeza al hombre. Con astucia andamos en lo material, pero no tenemos quizás la misma inquietud en lo que nos eleva como persona. En la historia de la vida tenemos cuantos se matan por trabajar para tener de todo, y como dicen que no les falte nada a sus hijos, pero quizás se olvidan de otros valores que seria lo mejor que pudiéramos transmitir.

¿Qué es lo que yo en verdad busco en la vida? Podemos vernos envueltos en ese sentido materialista de la vida y nos dejamos arrastrar por esa pendiente de lo que todos hacen sin plantearnos seriamente un sentido más elevado de nuestra existencia. No significa que olvidemos nuestras responsabilidades, que hagamos dejación de esas tareas que van ocupando muchos espacios de nuestra vida. También ese mundo en el que vivimos es responsabilidad nuestra, porque Dios lo ha puesto en nuestras manos y con nuestra tarea y con nuestro trabajo, sea cual fuere, estamos contribuyendo al desarrollo de nuestro mundo, a ser continuadores de la obra de la creación que Dios inició y que, repito, ha puesto en nuestras manos.

Hoy Jesús nos ha propuesto en el evangelio una parábola que a muchos puede en cierto modo desconcertar. Habla de un mal administrador que al final trata de arreglar las cosas, pero para no verse él en peligro de quedarse en la calle. Si antes había sido usurero en el trato con aquellos con los que hacía negocios, ahora dándose cuenta de su error trata de enmendarlo. Quiere además poner humanidad en el trato con los demás, cosa que quizás en su usura no había tenido, porque se iba a sentir que la humanidad iba a ser dura con él. 

Algunas veces no terminamos de entender esos arreglos que hace en los recibos de los deudores de su amo, pero hemos de entender la manera habitual de actuar de quienes eran administradores. Los recibos de entrada iban cargados de fuertes intereses, que en nada beneficiaban al amo, sino que era la parte que ellos pretendían ganar con sus negocios. Lo que ahora está rebajando por el camino de esos intereses que eran sus ganancias, a las que de alguna manera renuncia, esperando que un día con él tengan compasión. Es la astucia que alaba el amo al que tenía que rendir cuentas.

Muchas cosas tendríamos que plantearnos para nosotros mismos en el sentido en que ha ido nuestra reflexión, pero aquí podríamos recordar lo que en otros momentos Jesús nos ha dicho, que no guardemos tesoros donde la polilla los corroe o los ladrones nos podrían arrebatar, sino guardemos tesoros en el cielo donde tendrán premio sin fin. Como nos dice Jesús en otro momento despójate de lo que tienes y véndelo para compartirlo con los pobres.

Aquello que tenemos, aquello que hacemos o que ganamos, ¿habremos pensado seriamente alguna vez cuanto puede beneficiar a los necesitamos que nos rodean? Quizás muchas veces solo pensamos en engrosar nuestra bolsa y aparece nuestro egoísmo e insolidaridad. ¿Le damos valor a lo que hacemos siendo conscientes que con nuestro trabajo estamos contribuyendo también al bien de los demás?

jueves, 9 de noviembre de 2023

Un auténtico sentido de iglesia y de comunidad, para ser ese verdadero templo de Dios, digna imagen del cuerpo de Cristo para que muchos se encuentren con el Salvador

 


Un auténtico sentido de iglesia y de comunidad, para ser ese verdadero templo de Dios, digna imagen del cuerpo de Cristo para que muchos se encuentren con el Salvador

Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12; Sal 45; 1Corintios 3, 9c-11. 16-17; Juan 2, 13-22

Confieso que cada vez que he ido a Roma he manifestado especial interés y motivación en la Basílica de san Juan de Letrán o del Salvador, puesto que es la sede del Obispo de Roma, la sede del Papa entonces, con ese especial significado que tiene de ser la Catedral de Roma, la madre de todas las Iglesia, como se la ha llamado. Hoy estamos celebrando su Dedicación en esta fiesta litúrgica. Normalmente centramos mucho la visita en la Basílica de San Pedro del Vaticano por ser el lugar donde reside el Papa, y ser el lugar de las principales celebraciones y concentraciones en torno al Papa.

Desde la primera vez que la visité, hace ya bastantes años, uno se siente allí sobrecogido no solo por la grandiosidad del edificio y su belleza, sino porque queremos ir a lo más hondo del significado de la Iglesia. Fruto de su época y de los esplendores artísticos de otros tiempos es lo que con los ojos podemos contemplar, pero tienen que ser los ojos del espíritu, los ojos del corazón los que contemplen su más hondo significado. Si allí artísticamente se quiso recoger lo más hermoso  de aquellos tiempos en que se levantaron aquellos edificios, en ellos tenemos que saber descubrir cual es lo más hermoso de la Iglesia.

‘¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?’, nos decía el apóstol san Pablo. Esas piedras allí colocadas para levantar ese hermoso edificio nos están hablando de lo que nosotros somos y del edificio que construimos con nuestras vidas. Si hoy tenemos esos templos, testimonio del amor a la Iglesia de nuestros antepasados que pusieron todo lo mejor que supieron hacer para levantar esos magníficos templos, pensemos en el templo de Dios que cada día nosotros tenemos que ir construyendo con nuestras vidas y cómo también hemos de poner lo mejor de nosotros mismos en su construcción.

Tiene que ser amplio también ese templo de Dios que hoy construimos, porque en él tienen que caber todos los hombres. Todos estamos invitamos a participar en él del banquete del Reino, en el que nadie puede ser excluido. Por eso, como tantas veces hemos reflexionado, lo que hacemos y lo que construimos con nuestra vida y desde nuestra fe, tiene que tener esas puertas abiertas para que allí todos quepamos y nadie quede excluido. Es la salvación que Jesús quiere para todos los hombres. Es la tarea en que tenemos que empeñarnos; es el compromiso de nuestra vida de esa construcción de la comunidad cristiana.

No nos preocupamos ya tanto de la belleza de unos templos materiales, sino que hemos de cuidar mucho la belleza de vida que nosotros podemos ofrecer en nombre de Jesús. Es nuestra tarea y es la tarea de todos, en la que todos nos tenemos que sentir implicados. Como tenemos que sentirnos comprometidos por mantener la belleza de ese templo, la belleza de esa iglesia que somos nosotros y sabernos dejar purificar. Hoy el evangelio nos presentaba la imagen de Jesús expulsando a los vendedores del templo que en lugar de una casa de oración la habían convertido poco menos que en una cueva de ladrones.

No era solo el templo de Jerusalén el que había que purificar, somos nosotros los que tenemos que purificarnos de muchas actitudes que permanecen latentes en nosotros y que le quitan belleza a ese templo de Dios que hemos de ser. Permanecen  en nosotros muchas veces solapadas con otras apariencias muchas vanidades y muchas apariencias llenas de superficialidad, muchas actitudes discriminatorias y muchas barreras que seguimos manteniendo que nos distancian o que impiden que muchos puedan acercarse también a los caminos de la salvación, muchas posturas orgullosas e insolidarias que nos impiden que todos nos sintamos bienvenidos porque nos sentimos hermanos, muchas cosas interesadas que le quitan el brillo a la autenticidad y a la congruencia.

Que esta celebración de hoy nos ayude a encontrar ese verdadero sentido de iglesia y de comunidad, a ser ese verdadero templo de Dios, a que seamos ante el mundo esa imagen del verdadero cuerpo de Cristo que todos constituimos y así seamos en verdad polo de atracción para que muchos se encuentren con el Salvador.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

El seguimiento de Jesús no lo podemos realizar desde la superficialidad, necesitamos de lleno meternos en el evangelio para descubrir su camino

 


El seguimiento de Jesús no lo podemos realizar desde la superficialidad, necesitamos de lleno meternos en el evangelio para descubrir su camino

Romanos 13, 8-10; Sal 111;  Lucas 14, 25-33

Si no nos queremos tomar la vida a broma, las cosas tiene uno que pensárselas muy bien. No nos valen superficialidades, aunque desgraciadamente veamos mucho de eso en nuestro entorno en el mundo en que vivimos; todo lo queremos fácil, con el menor esfuerzo, que lo logremos de inmediato, y así nos va. La vida es un proyecto muy hermoso y que necesita mucha dedicación.

Normalmente si estamos proyectando algo, en lo que quizás nos jugamos nuestro futuro, algo que quizás como profesional quiere ser algo importante y en lo que de alguna manera queremos vernos reflejados nosotros y lo que somos, nuestros conocimientos y nuestras posibilidades, tendremos que dedicarle mucho tiempo para prepararlo, para estudiarlo, para poder diseñarlo bien, para tener en cuenta todas las posibilidades pero también las dificultades con las que nos vamos a encontrar, y cuando tengamos todos los estudios necesarios hechos podremos proyectarlo, podemos presentar sus planos, sus objetivos, el como lo vamos a realizar, los medios con los que vamos a contar, las previsiones de futuro.

Muy complicado me dirán algunos, pero sean unas cosas o sean otras, cuando nos lo tomamos en serio, en serio tenemos que planificarlo, programarlo para poderlo realizar. ¿Quieres hacer una casa? No son cuatro rayas más o menos bien o mal trazadas con lo que vamos a contar. Será necesario contar con muchas cosas, será necesario contar también con los técnicos que pueda proyectar esos planos y luego realizar la edificación.

No estoy complicando las cosas, no lo pienses así. Es lo que nos está diciendo hoy Jesús en el evangelio de lo que significa ser su discípulo, seguirle. Le seguía mucha gente, nos dice el evangelista. Allí cerca estaban los que ya eran sus discípulos, aquellos que le seguían más cerca, aquellos a los que había escogido y llamado de manera especial, pero también estaba la muchedumbre que se entusiasmaba con Jesús, con sus milagros, con las palabras que escuchaba, con lo que iba despertando en su corazón. Muchos le seguían de una forma muy permanente, caminando tras Jesús por todos aquellos lugares, otros le seguían ocasionalmente porque pronto tendrían que volver a sus casas y familias y a sus ocupaciones más habituales.

Y es a esos, a todos aquellos que de una forma u otra querían ir tras El, a los que ahora les plantea la seriedad de lo que ha de ser su seguimiento. No es cuestión de ratos, no es cuestión de entusiasmo un día que vemos algo extraordinario, no es cuestión de ahora sí pero ahora que se ponen las cosas más difíciles me echo a un lado. Si nos planteamos una opción por Jesús tiene que ser algo muy decisivo, muy en serio, tenemos que tener claro que es lo que significa seguirle y ser su discípulo. Como terminará explicando, es como el que va a levantar una torre y tiene que ver en qué va a consistir esa torre y los medios que va a necesitar para terminarla y no se quede a medias. ¿Nos estaremos quedando a medias muchas veces nosotros en el seguimiento de Jesús?

Por eso habla Jesús de que será necesario renunciar a cosas, será muy importante el lugar en que nos pongamos a nosotros mismos porque la opción por Jesús significa que Jesús va a ser el primero en mi vida. No voy a construir mi vida solo en torno a mi mismo, sino que voy a construir mi vida en torno a Jesús. Y Jesús tendrá que ser el centro de todo. Y han de ser los valores de Jesús por los que voy a optar, los que voy a ir copiando en mi vida para hacerme uno con ellos. Tendré que estar dispuesto a copiar la vida de Jesús en mi vida, de manera que ya no sea yo sino Cristo el que vive en mí.

Es un camino nuevo de entrega y de amor hasta el final; es un camino donde tenemos que aprender a hacernos los últimos porque el amor que se hace servicio me hará primero que nada ver a los demás, en lugar de estarme mirando a mi mismo; por eso nos habla de negación de nosotros mismos y nos habla de cargar la cruz. Es lo que hizo Jesús; es lo que nos enseñó que nos hará verdaderamente grandes. Es la disponibilidad de vaciarme de mi mismo, para llenarme solo del amor de Dios.

Y esto no son cosas que nos podemos tomar a la ligera; esto no son cosas en que solamente nos dejemos llevar por las emociones momentáneas o los entusiasmos pasajeros que pronto se va a llevar el viento; esto no es cuestión de decisiones que tomamos según sea el viento que nos toque a la manera de una veleta; esto son opciones serias que tenemos que tomar en la vida.

¿Queremos en verdad ser sus discípulos? Lejos de nosotros la superficialidad y ahondemos en el camino del evangelio.

martes, 7 de noviembre de 2023

Ojalá tuviéramos verdaderos deseos de sentarnos a la mesa del Reino Dios porque lleguemos a entender ese nuevo sentido de vida del Reino

 


Ojalá tuviéramos verdaderos deseos de sentarnos a la mesa del Reino Dios porque lleguemos a entender ese nuevo sentido de vida del Reino

Romanos 12, 5-16ª; Sal 130;  Lucas 14, 15-24

Tengo ganas de que un día comamos juntos, que un día me invites a comer a tu casa, a ver cuándo quedamos. Es algo habitual entre amigos y algunas veces parece que tenemos preferencias especiales, y casi nos auto invitamos. Pero también suele pasar muchas veces que lo vamos dejando de un día para otro y no terminamos de quedar; un día por una cosa, otro día por otras cosas, lo vamos posponiendo y no llegamos a realizar ese deseo contenido en nosotros. Tendríamos que aprender a aprovechar la oportunidad, darnos cuenta de que un encuentro entre amigos siempre es bueno y la amistad sale fortalecida después de esos encuentros. Cuidado que las dilaciones no enfríen nuestras amistades. Creo que este aspecto humano es muy importante también a tener en cuenta.

Me viene a la mente esta consideración que, por supuesto, puede tener muchas lecturas, desde lo que hoy escuchamos en el evangelio. También había por allí alguien muy entusiasmado con Jesús, con el Reino de Dios que anunciaba y surge de forma espontánea ese deseo y ese como desconsuelo. Será algo hermoso sentarse a la mesa en el Reino de Dios, piensa en algo aquel hombre. ‘Bienaventurado el que como en el Reino de Dios’.

¿Pensaba en ese momento final de la vivencia en plenitud del Reino de Dios en el cielo? ¿Pensaba en ese mundo nuevo que Jesús anunciaba y que recordaba también lo anunciado por los profetas que hablan de aquel festín de manjares suculentos en el monte de Dios? ¿Pensaba en lo felices que podríamos ser si en verdad todos viviéramos esos valores del Reino de Dios y nos sintiéramos como los que estamos invitados a sentarnos a una misma mesa? Muchas cosas nos puede indicar esa expresión que emplea aquel hombre.

Pero Jesús nos quiere hacer pensar. ¿Es que en verdad todos deseamos comer en ese banquete del Reino? ¿Estaríamos dispuestos a emprender ese nuevo camino que nos llevara en la vida a sentarnos así a la misma mesa?

Y nos propone una parábola, repetida por así decirlo en diversas partes del evangelio. Habla del banquete que un hombre preparó y al que llama a todos los invitados a participar en él. ‘Venid que ya está todo preparado’. Pero los invitados no vinieron. Comenzaron a poner excusas. Que si el trabajo, que si los asuntos familiares, que si las cosas que tenía que atender… todos fueron dando largas.

Pero el banquete estaba preparado, no se hicieron dignos aquellos invitados a participar en él, otros iban a ser los invitados. ¿No había dicho Jesús en una ocasión que cuando hicieras una comida no invitaras a tus amigos de siempre que a su vez ellos también te invitarían, sino que llamaras a los pobres, a los cojos, a los enfermos, a los que no podrán corresponder invitándote? Es lo que ahora está haciendo. Manda a sus criados a las calles y a las plazas, luego a todos los cruces de caminos para que inviten a todos los que encuentren. Y la sala del banquete se llenó de comensales.

Creo que nos tiene que hacer pensar. ¿También estaremos nosotros dando excusas? También andamos entretenidos en nuestras cosas tantas veces. También en muchas ocasiones nos hacemos oídos sordos. También tenemos tantas cosas que hacer. Hay tantas otras cosas a las que damos mucha importancia. Nos falta una escala de valores. ¿Tendremos de verdad deseos de sentarnos a la mesa del Reino de Dios? ¿O lo dejamos para más tarde? Ya tendré tiempo cuando sea mayor, nos decimos algunas veces. ¿Sabes si en verdad vas a llegar ‘a mayor’ como estás diciendo?

lunes, 6 de noviembre de 2023

Una nueva perspectiva y una nueva dimensión del amor que lo engrandece, nos adelantamos a amar con generosidad a la manera como Dios nos ama

 


Una nueva perspectiva y una nueva dimensión del amor que lo engrandece, nos adelantamos a amar con generosidad a la manera como Dios nos ama

Romanos 11,29-36; Sal 68; Lucas 14,12-14

Hoy por ti, mañana por mí, solemos decir muchas veces cuando nos echamos una mano para ayudarnos en algo. Está bien que tengamos esa disponibilidad y que nos ayudemos los unos a los otros; lo vemos en muchas situaciones de la vida, en nuestras tareas domésticas, en nuestros trabajos, entre vecinos o familiares. ¿Será como un pago que nos hacemos por la ayuda recibida ofreciendo también nuestra ayuda? Hay ese peligro de tomárnoslo como una compraventa de favores, donde no empleamos el dinero pero en nuestros intereses está muy presente lo que los otros nos hayan hecho positiva o negativamente. Casi como anécdota he escuchado a alguien que ha asistido a un entierro de un vecino, que está adelantando un día de trabajo para el día de mañana, como queriendo decir que ahora está asistiendo a ese funeral para que cuando le llegue su hora sean también muchos los que asistan.

Por eso, también habremos escuchado aquello de que a aquella persona nadie le ayuda, porque él realmente tampoco le ayuda a nadie; vive como un huraño, metido en sus cosas y se las resuelve por si mismo, ni pide ayuda, ni es capaz de ofrecer ayuda a alguien, se aísla.

Pero cuando nosotros estamos hablando del amor cristiano, el amor según el sentido de Cristo, no nos podemos quedar aquí. Es a lo que está haciendo referencia hoy en el evangelio. Y es que nuestro amor cristiano es amar con el amor de Cristo, con un amor como el de Cristo. Y ya sabemos lo generoso que es su amor. Y es también el paso que nos cuesta dar. Somos generosos hasta cierto punto; en nuestra generosidad tenemos el peligro y la tentación de poner medidas y contramedidas, pesos y contrapesos. Y algo que nos estaría fallando en la medida de ese amor.

Es cierto que amamos a Dios porque nos sentimos amados, y de qué manera, por El; de ahí arranca todo nuestro amor; queremos, por así decirlo, parecernos a Dios; a imagen suya hemos sido creados. Y cuando nos sentimos inundados por su amor parece que ya no nos queda otra, sino amar con un amor como el que El nos tiene. Así de generoso tiene que ser nuestro amor; así tendrá que ser el amor que le tengamos a los demás, porque además amamos a los que Dios ama.

Por eso en un ejercicio, por así decirlo, de un amor verdadero nosotros nos adelantamos como lo hace Dios con nosotros. Así es como tiene que ser el amor que le tengamos a los demás; no porque ellos nos amen, no porque ellos sean buenos con nosotros, no como un pago o una correspondencia al amor que nos tienen, lo que ya en sí sería muy hermoso. Es que en nuestro amor, a la manera del amor que el Señor nos tiene, nosotros nos adelantamos a todo el amor que podamos recibir. Es la generosidad que tiene que resplandecer en nuestro amor.

Y de esto nos habla hoy Jesús en el evangelio. Como recordamos Jesús estaba asistiendo a una comida a la que le había invitado uno de los principales de la ciudad. Y allí estaba Jesús rodeado de todos aquellos amigos del que lo había invitado. Parece lo normal, invitamos a una comida a nuestros amigos. Y así vamos correspondiéndonos los unos con los otros. Nos sentimos obligados a invitar a quien nos ha invitado. Y es ahí donde Jesús nos hace que nos detengamos.

‘Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos’.

Todo un cambio de perspectiva. Una mirada nueva al sentido del amor. Una dimensión que nos va a engrandecer. Es mucho más de lo de hoy por ti y mañana por mí, que solemos hacer. ¿No decimos que amamos sin esperar nada a cambio? ¿Seríamos capaces nosotros de hacerlo?

 

 

domingo, 5 de noviembre de 2023

El mensaje que tenemos que trasmitir siempre ha de ser una buena noticia, evangelio, también para los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo

 




El mensaje que tenemos que trasmitir siempre ha de ser una buena noticia, evangelio, también para los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo

Malaquías 1, 14b-2, 2b. 8-10; Sal 130; 1 Tesalonicenses 2, 7b-9. 13;  Mateo 23, 1-12

¿Seremos en verdad los cristianos hoy congruentes con el mensaje del evangelio? ¿Dejaremos sentir que en verdad somos una comunidad de hermanos que se quieren y que queremos ser fieles a toda costa del mensaje de amor y de vida que nos ofrece el evangelio? ¿No estaremos donde más la impresión de ser una sociedad estructurada para alcanzar unas metas y que así quiere presentarse fuerte ante el mundo casi más como una estructura de poder que una comunidad de vida? ¿Será en verdad atractiva para los hombres de hoy la imagen que damos como Iglesia?

Perdónenme mis amigos que siguen esta semilla de cada día si pudieran parecer fuertes las palabras que estoy diciendo. Pero es necesario tener valentía para plantearse muchas cosas que en nuestra vida de cada día necesitan un enfoque más acorde con el evangelio. Nos podemos parecer mucho más a una sociedad como tantas que se organizan en el mundo, y algunas veces pudiera parecer que seguimos actuando con aquellos criterios, aquellas maneras de actuar, que Jesús critica en el evangelio con los grupos religiosos y de presión de aquellos tiempos. No queremos escandalizar ni producir perturbaciones en el espíritu de nadie, pero sí tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Jesús que plantea inquietudes en los corazones.

Y el mensaje que tenemos que trasmitir siempre ha de ser una buena noticia para los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo también. Una buena noticia que siembre esperanza, una buena noticia de un mundo nuevo en que nos amemos más, una buena noticia que nos despierte para salir de una vida amorfa en la que tantas veces nos sumergimos, una buena noticia que sea de verdad alegría en la esperanza para muchos corazones inquietos y que buscan algo nuevo, una buena noticia que sea creíble por el testimonio de vida que ofrecemos para las gentes de nuestro tiempo, que parecen que ya vienen de vuelta de todo y nada se creen.

Por eso es tan importante el testimonio que demos los creyentes, la congruencia con que vivamos una vida cada vez más acorde con los valores que nos enseña el evangelio. Nuestras vidas tienen que ser interrogantes para los que están a nuestro lado no para cargarlos de culpabilidades porque les estemos echando en cara los posibles errores que vivan en sus vidas, sino para abrir sus corazones a ponerse en camino de aquello que les va a producir verdadera paz en sus corazones. El testimonio que ofrezcamos con nuestra vida tiene que ser siempre invitación a algo nuevo y a algo que nos va a dar la verdadera alegría.

Y eso tenemos que reflejarlo en nuestra vida, en la sencillez y en la humildad con que nos presentamos, en el amor que envuelve nuestras vidas para estar siempre disponibles para el servicio, para la ayuda, para poner esperanza y alegría en los corazones, por nuestra ternura y por nuestra cercanía para saber caminar haciendo el mismo camino con los que van renqueantes por la vida pero convirtiéndonos en estímulo para buscar algo nuevo. No siempre damos esa imagen de alegría, de paz, de serenidad, de fortaleza, que se convierta en un estímulo para los que nos rodean. Es la imagen que también tiene que dar la Iglesia.

Necesitamos hombres y mujeres que vivan con intensidad su fe, testigos capaces de transparentar en sus vidas el Evangelio de Jesús y que encuentren palabras y gestos que narren al Dios de Vida a las personas que viven sus experiencias de alegría, dolor y esperanza en el hoy y respondan con amor a sus preguntas y necesidades. Necesitamos ser con nuestras vidas acogida para todos los que necesitan amor, amistad, paz, aliento y esperanza para vivir una vida sana y plena compartiendo y construyendo juntos una comunidad cada vez más humana, fraterna y solidaria. Grande es nuestra tarea.

Es la forma de presentarnos, es la forma de estar al lado de los otros, es el abajarnos de los pedestales y de las vanidades, es el sentirnos hermanos que hacemos el camino juntos aprendiendo los unos de los otros; de muchas cosas tenemos que despojarnos porque también son muchas las tentaciones en ese sentido que podemos padecer; no nos podemos presentar con imágenes de poder ni de grandezas humanas, ni con la imagen de que nosotros somos los únicos maestros. Es necesaria más humildad y más sencillez. Nuestro único Maestro es Jesús con su evangelio, nuestro único Padre es Dios. Jesús es muy claro en el evangelio de hoy. Tenemos que escucharlo con corazón abierto.

Es hermosa nuestra tarea pero que nos exige autenticidad en nuestra vida. No solo tenemos que decirlo, sino que tenemos que vivirlo nosotros primero. Será así cómo seremos verdaderos testigos. Será así como seremos buena noticia para el mundo en el que vivimos.