martes, 7 de noviembre de 2023

Ojalá tuviéramos verdaderos deseos de sentarnos a la mesa del Reino Dios porque lleguemos a entender ese nuevo sentido de vida del Reino

 


Ojalá tuviéramos verdaderos deseos de sentarnos a la mesa del Reino Dios porque lleguemos a entender ese nuevo sentido de vida del Reino

Romanos 12, 5-16ª; Sal 130;  Lucas 14, 15-24

Tengo ganas de que un día comamos juntos, que un día me invites a comer a tu casa, a ver cuándo quedamos. Es algo habitual entre amigos y algunas veces parece que tenemos preferencias especiales, y casi nos auto invitamos. Pero también suele pasar muchas veces que lo vamos dejando de un día para otro y no terminamos de quedar; un día por una cosa, otro día por otras cosas, lo vamos posponiendo y no llegamos a realizar ese deseo contenido en nosotros. Tendríamos que aprender a aprovechar la oportunidad, darnos cuenta de que un encuentro entre amigos siempre es bueno y la amistad sale fortalecida después de esos encuentros. Cuidado que las dilaciones no enfríen nuestras amistades. Creo que este aspecto humano es muy importante también a tener en cuenta.

Me viene a la mente esta consideración que, por supuesto, puede tener muchas lecturas, desde lo que hoy escuchamos en el evangelio. También había por allí alguien muy entusiasmado con Jesús, con el Reino de Dios que anunciaba y surge de forma espontánea ese deseo y ese como desconsuelo. Será algo hermoso sentarse a la mesa en el Reino de Dios, piensa en algo aquel hombre. ‘Bienaventurado el que como en el Reino de Dios’.

¿Pensaba en ese momento final de la vivencia en plenitud del Reino de Dios en el cielo? ¿Pensaba en ese mundo nuevo que Jesús anunciaba y que recordaba también lo anunciado por los profetas que hablan de aquel festín de manjares suculentos en el monte de Dios? ¿Pensaba en lo felices que podríamos ser si en verdad todos viviéramos esos valores del Reino de Dios y nos sintiéramos como los que estamos invitados a sentarnos a una misma mesa? Muchas cosas nos puede indicar esa expresión que emplea aquel hombre.

Pero Jesús nos quiere hacer pensar. ¿Es que en verdad todos deseamos comer en ese banquete del Reino? ¿Estaríamos dispuestos a emprender ese nuevo camino que nos llevara en la vida a sentarnos así a la misma mesa?

Y nos propone una parábola, repetida por así decirlo en diversas partes del evangelio. Habla del banquete que un hombre preparó y al que llama a todos los invitados a participar en él. ‘Venid que ya está todo preparado’. Pero los invitados no vinieron. Comenzaron a poner excusas. Que si el trabajo, que si los asuntos familiares, que si las cosas que tenía que atender… todos fueron dando largas.

Pero el banquete estaba preparado, no se hicieron dignos aquellos invitados a participar en él, otros iban a ser los invitados. ¿No había dicho Jesús en una ocasión que cuando hicieras una comida no invitaras a tus amigos de siempre que a su vez ellos también te invitarían, sino que llamaras a los pobres, a los cojos, a los enfermos, a los que no podrán corresponder invitándote? Es lo que ahora está haciendo. Manda a sus criados a las calles y a las plazas, luego a todos los cruces de caminos para que inviten a todos los que encuentren. Y la sala del banquete se llenó de comensales.

Creo que nos tiene que hacer pensar. ¿También estaremos nosotros dando excusas? También andamos entretenidos en nuestras cosas tantas veces. También en muchas ocasiones nos hacemos oídos sordos. También tenemos tantas cosas que hacer. Hay tantas otras cosas a las que damos mucha importancia. Nos falta una escala de valores. ¿Tendremos de verdad deseos de sentarnos a la mesa del Reino de Dios? ¿O lo dejamos para más tarde? Ya tendré tiempo cuando sea mayor, nos decimos algunas veces. ¿Sabes si en verdad vas a llegar ‘a mayor’ como estás diciendo?

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