sábado, 23 de septiembre de 2023

Ojalá hoy esta semilla que nos está ofreciendo el evangelio no caiga en tierra estéril sino que sepamos abonarla para que dé buenos frutos

 

 


Ojalá hoy esta semilla que nos está ofreciendo el evangelio no caiga en tierra baldía sino que sepamos abonarla para que dé buenos frutos

1 Timoteo 6,13-16; Sal 99; Lucas 8, 4-15

Se había reunido una gran muchedumbre venida de la ciudad. ¿Estaban en el campo? ¿Estaban en la orilla del lago, como expresa el otro evangelista en este mismo episodio? La gente que le escuchaba, aunque venida de la ciudad, entendían también de las labores del campo; además el episodio se sitúa en Galilea acostumbrados a ver en aquellas llanuras y valles los extensos campos de mieses, tan esencial su cultivo para poder tener la harina con que elaborar el pan.

Y es a ellos a los que Jesús les habla del sembrador que sale a sembrar la semilla. como estaba ahora Jesús en medio de aquel variado campo de personas venidas de diferentes lugares para escucharle. También sembraba la semilla sobre esa variedad de personas, cada una con sus problemas, con sus angustias, con sus pobrezas, con sus sufrimientos, pero también con sueños y ambiciones, con sus esperanzas de algo nuevo, con sus corazones atormentados, también con la indiferencia y la desgana, cansados quizás por tantas frustraciones, o también con su ideas preconcebidas que hacen mantener la distancia. ¿Cómo recibirán la semilla aquellas personas tan diversas?

Jesús habla de esa semilla sembrada a voleo, porque se quiere que llegue a todas partes, pero que va a encontrar la dureza de los caminos trillados con tantas pisadas, de los pedregales que no se han labrado o de los campos llenos de abrojos y malas hierbas; alguna semilla podrá caer en tierra buena y labrada con lo que el fruto sería más factible.

Los que pasan por el camino en nada se fijan donde pisan porque van a lo propio y la semilla será pisoteada y convertida en inservible, solo valdrá para que los pajarillos que revolotean en aquellos campos se la coman; donde la tierra no está labrada sino llena de pedruscos, no podrá enraizarse para encontrar la conveniente humedad que la haga germinar y crecer; las malas hierbas se la comerán y ahogarán las tiernas plantas que puedan surgir impidiendo que puedan llegar a dar buena cosecha; será necesario una tierra buena.

¿Los problemas en los que se ven envueltos todos aquellos que allí están escuchando a Jesus permitirán que el pensamiento se dirija a esa palabra nueva que se les está anunciando? Quienes andan con sus ambiciones y sus sueños sin poner los pies en la realidad del suelo serán incapaces de concentrar su mente en algo que les tendría que hacer despertar; a quienes les guía simplemente la curiosidad o la novedad de algo con lo que entretenerse en sus vidas aburridas poco serán capaces de escuchar lo que están oyendo, o de ver lo que está claro delante de sus ojos, porque serán quizás otros los intereses que los guían.

Estamos pensando en la situación de aquella gente que allí se había reunido en torno a jesús para escucharle sin quizás oirle de verdad, pero nos damos cuenta que es mucho de lo que sucede en nuestro entorno, o acaso en nuestros propios corazones. También andamos afanados con nuestras preocupaciones o nuestras ambiciones que no nos dejan pensar en otra cosa, prestar atención y ser capaces de llevar esa palabra a nuestra vida. Son otros los intereses que guían nuestra vida, son otras las ambiciones que tenemos en el corazón, es mucha también la superficialidad con la que vivimos pensando solo en cómo vamos a pasarlo mejor. Es fuerte el materialismo en que hemos encerrado nuestra vida que nos impide mirar a lo alto, buscar otros valores, elevar nuestro espíritu para saber encontrar lo que puede llenar de verdad nuestro espíritu y dar plenitud a nuestra vida.

¿Cómo tenemos que hacernos hoy tierra buena? Necesitamos detenernos, comenzar a tener otra vida, ser capaces de escuchar otras sintonías, buscar lo que de más profundidad a nuestra vida, hacer silencio de tantos ruidos que nos aturden en la sociedad en la que vivimos, saber encontrar paz en el corazón a pesar de tantas turbulencias que nos ofrece la vida, labrar la tierra de nuestra vida, para arrancar de nosotros tantos apegos y esclavitudes en las que vamos cayendo, abrir de verdad nuestro espíritu para encontrar esa luz que de verdad nos ilumine por dentro.

Ojalá hoy esta semilla que nos está ofreciendo el evangelio no caiga en tierra estéril sino que sepamos abonar para que dé buenos frutos.


viernes, 22 de septiembre de 2023

El camino del Reino de Dios no lo podemos hacer en solitario, ser iglesia es algo más que un concepto bonito, ser Iglesia es caminar juntos porque vivimos una misma comunión de amor

 


El camino del Reino de Dios no lo podemos hacer en solitario, ser iglesia es algo más que un concepto bonito, ser Iglesia es caminar juntos porque vivimos una misma comunión de amor

1 Timoteo 6,3-12; Sal 48; Lucas 8,1-3

Caminantes, ¿solos o acompañados? Decimos que mejor hacer el camino acompañados, sin embargo en muchas ocasiones nos aparece la tendencia o la tentación de querer hacer el camino solos; nos queremos valer por nosotros mismos, y eso está bien, porque tenemos que desarrollar nuestros valores y cualidades, pero también tenemos que reconocer que haciendo las cosas en unión con los demás las fuerzas se multiplican.

Ya sé que algunos dicen que mejor solos que mal acompañados, pero esto está mostrando una desconfianza en nosotros mismos y una desconfianza en los demás, porque parece que damos por sentado que van a ser malos acompañantes. Tenemos que aprender, lo que no siempre es fácil, porque eso significa también reconocer el valor de los demás, lo que nos estará haciendo bajar de nuestros pedestales soberbios y que nos vuelven egoístas. Tenemos que aprender porque significa también que aquello que yo sé o que yo tengo lo pongo en comunión con los demás, y mis valores no van a ser solo para una ganancia egoísta en que solo piense en mi mismo. Con lo que yo soy y con lo que yo tengo también voy a contribuir a la riqueza - y no se trata solo de lo material - de los demás.

Me estoy haciendo estas consideraciones iniciales a la reflexión de este día fijándome en el sentido que nos ofrece hoy el evangelio. Nos dice que Jesús iba caminando de ciudad en ciudad para anunciar el evangelio del Reino, pero no iba solo; no es solo cuestión de la gente que le sale al paso y quiere acompañarlo para escuchar sus enseñanzas o para beneficiarse de sus signos, sino que nos está diciendo el evangelio que iba acompañado por el grupo de los doce, aquellos a los que había escogido de manera especial, pero también por otras personas, y nos menciona algunas mujeres que les ayudan con sus limosnas para subsistir, pero también en la tarea del anuncio del Reino.

Nos enseña Jesús a que no vayamos solos, nos enseña Jesús a saber colaborar los unos con los otros en tantas cosas buenas que podemos y tenemos que hacer. Es bueno recordar también que cuando los envía a hacer un primer anuncio del Reino de Dios allí por donde Él iría después, los envía de dos en dos, nunca solos.

El camino del Reino de Dios no lo hacemos nunca en solitario; es cierto que cada uno tiene que dar sus pasos, cada uno ha de realizar su proceso interior de escucha de la Palabra y de dar respuesta a esa Palabra que recibe, pero no caminaremos nunca solos, contamos siempre con los demás que están haciendo el mismo camino, y que tenemos que hacer el mismo anuncio y dar el mismo testimonio.

Tendría que ser la realidad que hemos de vivir en Iglesia, la realidad de nuestras comunidades cristianas. Una tarea que tenemos que realizar, una tarea en la que aún nos quedan muchos pasos que dar, porque demasiado hemos vivido, aunque decimos que somos Iglesia, un cristianismo demasiado individualizado, un cristianismo que lo hemos realizado muchas veces cada uno por su lado; aun no tenemos conciencia verdadera de que somos comunidad que tenemos que vivir como comunidad.

Tenemos que seguir luchando por construir Iglesia, por construir verdaderas comunidades cristianas, para que incluso nuestro testimonio pueda ser más auténtico, para sentirnos apoyados mutuamente en nuestro camino, para no vernos solos y abandonados cuando caemos porque parece que cada uno sigue su camino sin importar quien haya caído en el camino o se quede atrás. Tenemos que aprender a sentir verdadera preocupación los unos por los otros por esa comunión de amor que hemos de vivir. Todavía muchos cristianos siguen sintiendo la soledad de los que caminan solos y no encuentran esa mano amiga que les acompañe.

Es triste que nos digamos Iglesia pero no hayamos creado esa comunión de amor.


jueves, 21 de septiembre de 2023

La vocación de Mateo viene a ser una invitacion para que seamos capaces de crear esa mesa de fraternidad donde quepamos todos sin ningun tipo de discriminación

 


La vocación de Mateo viene a ser una invitación para que seamos capaces de crear esa mesa de fraternidad donde quepamos todos sin ningún tipo de discriminación

Efesios 4, 1-7. 11-13; Sal 18; Mateo 9, 9-13

Muchas veces escuchado el relato que nos ofrece hoy el evangelio nos habremos hecho eco en nuestros comentarios de la prontitud de Leví para responder la llamada de Jesús, de la generosidad y alegría de su corazón al ofrecer aquel banquete a Jesús y los discípulos pero al que estaban invitados los que hasta entonces había sido su compañeros de profesión; en consecuencia nos habremos detenido en nuestras consideraciones en los comentarios de los fariseos porque Jesús estaba sentado a la mesa con publicanos y pecadores y la respuesta de Jesús. 

Leví o Mateo como queramos decir según el relato evangélico que escuchemos por su profesión no era bien considerado por ciertos sectores de los judíos; se le consideraba un colaboracionista con los romanos que ahora ostentaban el poder sobre el pueblo judío contribuyendo con su oficio de recaudador de impuestos; pero en una generalización a todos los recaudadores de impuestos se les consideraba igual en el sentido de que eran unos usureros que cargaban no solo en los impuestos sino también en los prestamos a los que tuvieran necesidad de sus servicios. Eran considerados como unos pecadores, los publicanos se les llamaba.

Y es con este hombre con quiere contar Jesús, igual que un día había querido ir a hospedarse a la casa también de un publicano, Zaqueo. Pero es que Jesús lo va a contar entre sus amigos - a vosotros os llamo amigos, les diría un día Jesús - y posteriormente sería elegido para formar parte del grupo de los doce, los apóstoles sus enviados. 

¿Sabía Jesús quién era Mateo y como era considerado por los demás? ¿Qué es lo que mira Jesús? ¿Qué es lo que miramos nosotros cuando prestamos atención a una persona? ¿Simplemente lo que diga la gente, o la fama que pueda traer de su vida anterior? Reconozcamos que nos cuesta liberarnos de esos tabúes, que nos cuesta ser libres en la apreciación que tengamos a las personas pensando por nosotros mismos. ¿Qué sabemos nosotros de lo que hay en el corazón de cada persona? Un primer mensaje que nos está dejando Jesús en este episodio del evangelio.

Jesús le dice a Mateo, 'ven y sígueme', es inmediatamente levantándose de su garita de cobrador de impuestos se dispuso a seguir a Jesus.  Pero esa llamada no la está haciendo Jesús solo a Mateo. Cuando se sienta a la mesa del publicano ¿no nos estará diciendo a nosotros también 'ven y sígueme'? Mateo de forma inmediata se dispuso a seguir a Jesús, ¿estaremos de la misma manera dispuestos a seguir a Jesús y sentarnos a la mesa también con ese que tantas veces discriminamos. 

Sí, sentarnos a la mesa con ese del que pasamos de largo cuando lo encontramos en el camino y nisiquiera lo saludamos; con ese que nos ha tendido la mano tantas veces y nunca tenemos 'suelto en el bolsillo' para compartir y seguimos a lo nuestro sin ni siquiera mirarle a la cara; con ese con quien no nos hablamos por un no sé qué pasó ni sé cuando, pero que desde entonces he mirado mal y lo ignoro aunque sea un vecino que tenemos a la puerta; con tantos y tantos a los que miramos llenándonos de prejuicios y condenas, porque no son como nosotros, porque piensan distinto a lo que  nosotros pensamos, porque son de otros sentimientos religiosos, porque son de otro partido político, porque vinieron no se de donde y ahora decimos que se están aprovechando de nuestra hospitalidad... son tantos a los que queremos excluir de esa mesa de fraternidad en que tendríamos que convertir nuestro mundo.

Nos cuesta esa prontitud que hoy vemos en Mateo para seguir a Jesús y crear esa mesa de fraternidad en la que hemos de caber. Todavía hay entre nosotros, y puede ser que seamos nosotros mismos de alguna manera, como aquellos fariseos que con comentarios maliciosos juzgaban la actitud de Jesús de sentar a su mesa también a publicanos y pecadores. 

Nos queda mucho que transformar en nuestro corazón, mucho que transformar también en nuestras comunidades y en nuestra Iglesia incluso porque no siempre reflejamos esas actitudes nuevas que nos está enseñando Jesús. Transformemos nuestros corazones.


miércoles, 20 de septiembre de 2023

Que Dios ponga luz en nuestro corazón y en nuestra mente para captar esas señales para descubrir lo que son los mejores anhelos de los que nos rodean



 Que Dios ponga luz en nuestro corazón y en nuestra mente para captar esas señales para descubrir lo que son los mejores anhelos de los que nos rodean

1 Timoteo 3, 14-16; Sal 110; Lucas 7,31-35

Vamos por la vida demasiado absortos en nosotros mismos, en nuestras cosas, en nuestras preocupaciones y perdemos la capacidad de entrar en sintonía con los demás, captar lo que en verdad sucede a nuestro alrededor, ver tantas señales de cosas buenas de las que incluso podríamos disfrutar, o también darnos cuenta del sufrimiento de los que están a nuestro lado y podríamos consolar.

Y lo que acontece a nuestro alrededor son llamadas que hemos de escuchar qué pueden decirnos muchas cosas, pueden ser toques de atención que nos tendrían que hacer que andemos precavidos para no caer quizás en los mismos errores, o caminos nuevos que se abren ante nosotros que podrían llevarnos a algo grande.

Muchas veces nos habla jesús de los signos de los tiempos a los que hemos de estar atentos; claro que no se trata de asuntos de metereología si va a llover o a hacer viento, pero sí del tiempo que vivimos, del estado de nuestra sociedad y de los derroteros por donde caminamos, donde tenemos nuestra parte, en cuanto que por lo que hacemos o dejamos de hacer llegamos a las situaciones en que nos encontramos y no tendríamos que volver a los mismos errores porque nos llenemos de confianza en que no nos pasa nada, o porque también tenemos que comprometernos positivamente en hacer que las cosas sean distintas.

Quizás nos viene bien una vida cómoda y sin preocupaciones simplemente dejándonos llevar por lo que va saliendo, pero como seres humanos y que vivimos en una sociedad no podemos desentendernos y enredarnos en nosotros mismos sin hacer nada positivo. Mejor supiéramos abrir los ojos. Pero ahí vamos sin darnos cuenta de lo que nos puede venir en el futuro.

Hoy hemos escuchado a Jesús en el evangelio qué es lo que va a ser de aquella generación en la que vive. ¿En que va a terminar todo? Y hace una comparación muy curiosa. Los compara con los niños que juegan en la plaza, donde en ocasiones parece que no se saben poner de acuerdo. Unos quieren danzar y cantar, pero los otros pasan de todo y no entran a participar en la fiesta; por otra parte andan algunos preocupados, pero los que están a su lado no se dan cuenta de su situación y también pasan de ellos. Como dice Jesús en una frase que se ha convertido en proverbial: 'Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado'.

Pero Jesús no se queda en el proverbio, sino que les va a hablar de algo concreto haciendo una referencia a Juan el Bautista y a sí mismo. Juan les parecía duro y exigente y por eso no querían escucharlo, porque los invitaba a la conversión y al cambio de vida. La austeridad de Juan les asustaba. Ahora está Jesús en medio de ellos, se manifiesta con su cercanía a todos, comparte con todos, vive la vida de ellos y con ellos participa incluso en los banquetes a los que le invitan, por una parte recordamos la invitación de Simón el fariseo, pero también comía con los publicanos y pecadores cuando quiso comer en casa se Zaqueo, o fue invitado por Mateo en el momento de comenzar a seguirle. Y ahora a Jesús lo consideran un comilón y un borracho, lo consideran un pecador porque se acerca a los pecadores para llevarlos por nuevos caminos.

Tenemos que saber descubrir los caminos del Señor, su presencia entre nosotros, su palabra que nos habla también a través de esos acontecimientos de la vida, de eso que cada uno le está pasando allá en lo profundo de su corazón, o de aquello que contempla en los demás. Hay una sintonía de Dios que hemos de saber captar. Y la llamada de Dios es siempre para la esperanza y para la vida, hemos de saber confiar si con sinceridad le escuchamos y le abrimos el corazón.

Pero hemos de saber abrir tambien el corazon a los demás, saber descubrir los mejores anhelos del mundo que nos rodea, como ser sensible también a los sufrimientos de tantos, que quizás lo llevan oculto en el corazón, pero que andan con pasos cansinos por la vida en medio de los tormentos que llevan por dentro. Que Dios ponga luz en nuestro corazón y en nuestra mente para captar esas señales, que sintamos la fuerza de su Espíritu para emprender su camino que nos llevará siempre a una cercanía de los que nos rodean.


martes, 19 de septiembre de 2023

El amor siempre toma la iniciativa; no se queda atrás; pongamos en marcha ese motor de la vida que es el amor


 

El amor siempre toma la iniciativa; no se queda atrás; pongamos en marcha ese motor de la vida que es el amor

1 Timoteo 3,1-13; Sal 100; Lucas 7,11-17

El amor siempre toma la iniciativa; no se queda atrás. Cuántas veces nos vienen incluso buenas ideas a la cabeza, pero nos quedamos a la espera, que otro comience, que otro hable o dé su opinión primero, nos quedamos esperando y al final nada hacemos. ¿Qué nos pasa? ¿Qué nos hace falta? No terminamos de arrancar. ¿Se nos habrá enfriado el amor? Nuestras iniciativas se quedan truncadas, solo en el mundo de las ideas, de la cabeza, pero el corazón no las ha terminado de empujar para que arranquen de una vez.

Cuando hay amor de verdad hasta nos sorprendemos de nosotros mismos. Comenzamos a hacer cosas que nunca habíamos pensado que seríamos capaces de hacer; es que el amor nos despierta las iniciativas y nos da el necesario empuje para que las pongamos en práctica. Tendríamos que calentar más los motores del amor. El amor siempre nos sorprenderá.

Es lo que contemplamos en el evangelio de hoy. Jesús es una caja de sorpresas, nos atreveríamos a decir. Su amor se adelanta. Lo vemos muchas veces en el evangelio. Quizás nos fijamos mucho en todos aquellos que acuden a Jesús con sus enfermedades, sus dolencias, con sus necesidades de todo tipo suplicándole, pidiéndole; nos fijamos menos en esos episodios en que calladamente es Jesús el que se acerca o se pone a tiro, como solemos decir. Hoy contemplamos un episodio, pero podríamos fijarnos en muchos más, el ciego de nacimiento de las calles de Jerusalén, el paralítico de la piscina probática por citar algunos como el texto de hoy en que Jesús se adelanta a la petición, pero otras veces se deja tocar, se deja lavar los pies, se hace el encontradizo y busca la manera de llegar hasta su casa como en el caso de Zaqueo. Lo buscamos pero El está viniendo a nosotros.

No es una pura coincidencia que a la llegada de Jesús a Nain sacaran a enterrar a aquel muchacho, hijo único de una mujer viuda. Cuando suceden cosas así las personas de fe decimos que es la providencia de Dios; aquí tenemos que decir igualmente que es la providencia del amor el que Jesús se encontrara con aquel entierro. 

Pudo sin embargo, ponerse a un lado y dejar pasar la comitiva. Pero el corazón de Cristo estaba entrando en sintonía con un corazón roto y lleno de dolor. Jesús no se puso a un lado sino que fue al encuentro de aquella comitiva a la que detiene. Se adelantó a tocar el ataúd para que los que lo llevaban se detuvieran. Y lo hicieron sorprendidos de que alguien sin razón aparente tocara el ataúd con lo que significa de impureza para un buen judío. Pero Jesús conmovido por el dolor de aquella madre hizo detener la comitiva. 

¿Sería para las consabidas muestras de condolencia a los que sufrían la muerte de aquel joven? El pueblo entero formaba aquella comitiva acompañando a aquella madre. ¿Sería un satisfacer una curiosidad desde las buenas formas de quién se interesa por lo sucedido? Era algo más lo que Jesús quería ofrecer.

Muchacho, a tí te lo digo - dirigiéndose al difunto -, levántate y anda’. Son las únicas palabras de Jesus. Pero son la expresión del más grande amor y compasión, porque el muchacho se levantó y Jesus se lo entregó a su madre. La gente ya no sabía qué decir, Dios había visitado a su pueblo. Todos se sienten sorprendidos por la presencia del amor de Dios en la persona de Jesús.

Pero no nos quedemos ahí solo contemplando, lo cual es hermoso y nos invita a la alabanza. Demos nosotros un paso más. Dejémonos sacudir por el amor y aprendamos a ir al encuentro de los que sufren, de los que están a nuestro lado, de tantos que pasan por el camino y ni siquiera nos fijamos en ellos. Hay corazones doloridos, corazones rotos, gente que sufre con sus problemas, gente postrada en sus camillas sin poder levantarse porque se sienten hundidas.

¿No será capaz de sensibilizarse nuestro corazón para tener una nueva mirada? No nos pongamos de lado sino acerquémonos. Sepamos detenernos o detener ese correr de la vida para tener un gesto, para decir una palabra, para reposar una mirada sobre esos corazones rotos. Que el amor nos haga tomar la iniciativa. No reculemos ante los problemas ni nos quedemos paralizados.

Pongamos en marcha ese motor de nuestra vida que tiene que ser el amor.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Prontitud para confiar, prontitud para ponernos en camino, prontitud para ir al encuentro del hombre en afán de servicio, prontitud para abrir nuestro corazón a Dios

 


Prontitud para confiar, prontitud para ponernos en camino, prontitud para ir al encuentro del hombre en afán de servicio, prontitud para abrir nuestro corazón a Dios

1 Timoteo 2,1-8; Sal 27; Lucas 7,1-10

Estamos en casa tranquilamente haciendo nuestras cosas cuando escuchamos que alguien nos toca a la puerta. Normalmente vamos con prontitud a abrir para ver quien nos llama, pero segun sea lo que estamos haciendo de mala gana lo dejamos y vamos para allá rezongando quien será, quien viene a estas horas a casa con todas las cosas por hacer, con poca buena voluntad, pero a la larga vamos a abrir aunque solo sea por curiosidad. Según lo que nos mueva en cada momento, según las cosas pendientes que tengamos entre manos, según lo que esperamos de esa visita que nos llega podremos poner diversas actitudes, diversas maneras de responder a esa llamada. Estamos en nuestras cosas, en las cosas que nos gustan, en el desempeño de nuestras obligaciones, o quizás tranquilamente descansando, no siempre ponemos la misma prontitud; cuantas veces en la vida nos hacemos sordos, que vengan más tarde, ahora estoy ocupado, que vuelvan mañana...

Ponernos en camino para emprender una nueva tarea no siempre es fácil, porque dentro de nosotros hay muchos interrogantes, muchos miedos, muchas rutinas y derrotismos. La novedad algunas veces nos paraliza; el emprender una nueva tarea se nos hace cuesta arriba porque muchas veces somos conformistas con lo que hemos hecho siempre, o con lo que ya tenemos probado.Los miedos nos acomplejan y paralizan.¿Qué más me pueden estar pidiendo si yo ya hago tantas cosas? Y hace nuestros listados para justificarnos, halagarnos de vanidad interiormente, o presentarlo como curriculum de méritos para quien nos pueda confiar algo que yo considere importante. Para las rutinas de siempre nos sobra tiempo, para aquello que ya estamos acostumbrados a hacer ahora solo queremos pedir méritos.

¿Seremos capaces de levantarnos y ponernos diligentemente en camino cuando alguien nos llama y nos tiende su mano? Hoy lo vemos en Jesús. Tan pronto llega la noticia a Él de que hay una necesidad, no espera a nada, no espera terminar lo que esté haciendo, sino que con prontitud se pone en camino. ¿Innecesaria quizás esa prontitud? Le dicen que el centurión de la ciudad, benefactor de muchas cosas en bien de los judios, aunque él era gentil y pagano, y ya está pronto para ir a curarlo.

El centurion, por su humildad, reconociendo su condición de gentil, no se atreve por si mismo a venir hasta Jesus y se vale de los ancianos de pueblo que se prodigan en alabanzas para ganarse el beneplácito de Jesus. El no necesita que le presenten esos curriculum, porque allí donde hay una necesidad estará siempre Jesús. Por eso se pone en camino. ¿Será el impulso del joven que quiere obtener todas las cosas de inmediato, algo así como nos estamos acostumbrando con los medios tecnológicos que hoy tenemos a nuestro alcance? Parece que cuando somos mayores nos tomamos las cosas con más calma y sin tantas premuras. buena es la prontitud de la respuesta, pero bueno es el sosiego del espíritu que nos hace rumiar bien las cosas.

Una nueva embajada llega hasta Jesús que nos va a probar la fe y la humildad de aquel centurión. Sabe que no es judío, que es un pagano y no tendria ningun titulo de merecimiento para obtener aquel favor de Jesus. Pero él tiene una seguridad y es que va a ser escuchado. La palabra de Jesús es determinante. Basta que lo diga, para que su criado pueda curarse. Se pone a sí mismo como ejemplo en las órdenes que da a sus soldados o criados; todos responden prontamente. El tiene la seguridad de que la Palabra de Jesús tiene ese poder. Una sola palabra bastará para curarlo, y es la palabra que en su fe y en su humildad está esperando.

Admirado Jesús de la fe aquel hombre lo pone como ejemplo para los que lo escuchan. 'En todo Israel no he encontrado en nadie tanta fe'. Son las palabras de Jesús que son palabras de vida y de salvación. cuando vuelvan al encuentro del centurión los enviados para transmitir lo que Jesús les ha dicho ya su criado estará sano.

¿Qué diremos de nosotros? ¿Estamos tan seguros de nuestra fe? ¿Cuál es el espíritu de humildad con que nos acercamos a Jesús? ¿Pedimos con sencillez y humildad o vamos a la compraventa? Por medio van tantas promesas que nos hacemos, pero solo es necesario el ponernos en camino, prontamente, ya, sin dejarlo para mañana, porque ese mañana parece que nunca llegará porque siempre habrá otro mañana. Es la confianza que hemos de poner en nosotros mismos para ponernos en camino de ese cambio, pero es la confianza que tenemos en la Palabra y en la presencia de gracia de Jesus en todo momento.


domingo, 17 de septiembre de 2023

Quien saborea la misericordia en su corazón necesariamente se ve impulsado a obrar con la misma misericordia con los demás

 


Quien saborea la misericordia en su corazón necesariamente se ve impulsado a obrar con la misma misericordia con los demás

Eclesiástico 27, 30 – 28, 7; Sal 102; Romanos 14, 7-9;  Mateo 18, 21-35

Sería mezquino que a un amigo al que queremos y apreciamos mucho le estuviéramos llevando la cuenta de las veces que lo he visitado, de los favores que le he hecho, de las veces que lo he ayudado, de lo que le hemos tenido que aguantar en sus jaquecas, porque si somos amigos, esas cosas no se cuentan, se hacen y ya está, ayudamos cuando haga falta, le aguantamos la jaqueca como él nos aguanta a nosotros, le hacemos un favor las veces que sea necesario, como solemos decir, para eso están los amigos. lo otro sería mezquindad, sería pobreza de miras, sería raquitismo. 

Sin embargo en la vida vamos muchas veces con ese raquitismo de nuestro espíritu; porque vamos haciendo distinciones y discriminaciones; porque este me cae bien pero aquel otro no hay quien lo aguante. Claro que somos distintos, que tenemos nuestros defectos y limitaciones, como también todos tenemos nuestras virtudes, nuestras cosas buenas, pero parece que hay cosas en las que no queremos transigir. 

Y aquí llegamos a nuestros resentimientos y rencores, a nuestras desconfianzas, y a seguir teniendo en cuenta algo que alguien nos hizo un día, en un mal momento, en alguna situación en la que no nos entendimos, pero parece que eso tenemos que estarlo guardando siempre, no lo podemos olvidar, ya le ponemos peros a esa persona, y no digamos cuantas guerras nos vamos creando en consecuencia, porque nunca llegamos a liberarnos interiormente de esos tormentos, porque peor que aquello que un día nos hicieron está ese tormento del rencor del que no hemos sabido liberarnos.

¡Cuánto cuesta perdonar! ¡Cuánto cuesta encontrar esa paz en el corazón! Porque, aunque queremos decir lo contrario y nos pongamos orgullosos por encima de todo, en el fondo hemos perdido la paz del corazón y no la hemos sabido reencontrar. Y solo es una cosa tan sencilla como perdonar para sentirnos en verdad liberados de esos pesos muertos que seguimos manteniendo dentro de nosotros con esos resentimientos y rencores, con ese no saber tener la valentía de perdonar.

Y así andamos con nuestros raquitismos en la vida que a la larga nos hacen daño a nosotros mismos.  Prueba a perdonar y sentirás una liberación en tu interior que no sabrás agradecer lo suficiente. Es lo que se nos está planteando hoy en el evangelio. Pedro también andaba como todos nosotros echando cuentas. Había oído hablar a Jesus del amor a todos y del amor a los enemigos. Había escuchado incluso a Jesus decir que había que rezar por aquellos que nos habían hecho mal y que frente a una injuria en lugar de responder con la misma moneda habíamos de saber incluso poner la otra mejilla cuando nos pegaran en la cara. 

Pero costaba entenderlo. Porque eso de rezar por el que nos había ofendido significaba poner en el corazón a aquella persona que nos hizo daño, y eso no es fácil, pero bueno, se podría intentar al menos formalmente rezar 'un padrenuestro' por aquella persona a ver si cambiaba. Pero ese no era el sentido de lo que Jesús nos estaba planteando. era algo mucho más hondo lo que Jesus nos estaba pidiendo.

Por eso Pedro viene haciendo cuentas, podré perdonarle una, dos veces, bueno hasta siete. Y es lo que le pregunta a Jesus. '¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? hasta siete veces?' Ya le parecía una cuenta bastante generosa. No esperaba lo que le iba a decir Jesús. 'No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete'. Aquí ya podría perder la cuenta con esas multiplicaciones. Y entendemos lo que quería decir Jesús.

Y propone Jesús un ejemplo, una parábola. El rey que perdonó la deuda de su servidor al que le había pedido cuentas y era muy grande la cantidad que le debía; pero a sus súplicas tuvo generosidad en el corazón para perdonarle toda su deuda. Pero aquí viene el contraste. Quien ha sido perdonado por su amo, ahora no supo quedar como un rey con su compañero que le debía una minucia, al que le exigió que le pagara y como no tenía con qué lo metió en la cárcel. ¿Qué le pasaba a aquel hombre? ¿Había sabido valorar la generosidad y la misericordia que con él habían tenido para ser capaz él mismo de tener compasión de su hermano? A todos nos parece incomprensible una actitud así, y pensamos que algo le estaba fallando a aquel hombre en su interior. 

Pero cuidado no entremos nosotros en juicios fáciles, porque tenemos que analizarnos si nosotros no andamos también muchas veces con esa misma mezquindad en la vida. Somos muy fáciles para pedir perdón a Dios en nuestras oraciones - no sé si seremos tan fáciles para pedir perdón a los demás cuando por alguna cosa les hayamos molestado -, pero cuánto nos cuesta regalar también ese perdón a los demás. No sé si nos sucederá que entramos en una como rutina en eso de pedir perdón a Dios, que luego no terminamos de saborear esa misericordia que Dios tiene con nosotros. 

Quien saborea la misericordia en su corazón necesariamente se ve impulsado a obrar con la misma misericordia con los demás. Quien ha disfrutado al sentirse perdonado, ha sentido esa liberación en su corazón de esa culpa por lo que hayamos hecho mal, desde esa misma liberación del corazón ofrecerá generosamente su perdón a los demás. 

Si sentimos paz en el corazón cuando nos han perdonado, de la misma manera sentiremos paz en el corazón cuando nos portamos como reyes y somos generosos en el perdón para los demás. Leamos de nuevo ese texto tan hermoso del Eclesiástico que se nos ha ofrecido hoy. Es lo que nos está enseñando Jesús. Es lo que nos pide el Evangelio.