sábado, 9 de septiembre de 2023

Muchas cosas tenemos que desbrozar en nuestra vida y en nuestra forma de expresar nuestra religiosidad porque tenemos el peligro de ocultar el verdadero sentido del evangelio



 Muchas cosas tenemos que desbrozar en nuestra vida y en nuestra forma de expresar nuestra religiosidad porque tenemos el peligro de ocultar el verdadero sentido del evangelio

Colosenses 1, 21-23; Sal 53; Lucas 6, 1-5

He venido observando en las últimas semanas el interesante trabajo que han venido realizando poco a poco en lo que hace unos años era un hermoso huerto con sus viñas y con sus árboles frutales que lo convertían casi como un jardín junto a la casa en que se situaba; pero con el paso de los años, porque los sucesivos propietarios de tal casa y terreno fueron plantando diversos árboles y enredaderas a su capricho creyendo que lo embellecían, poco a poco se fue convirtiendo en una maraña de enredaderas y árboles sin orden ni concierto que lo volvieron impenetrable e intransitable; ahora con la tarea de desbroce que están realizando está recobrando su primigenia belleza haciéndolo un lugar verdaderamente confortable.

Me ha hecho pensar. ¿Necesitaremos de vez en cuando realizar en la vida esa tarea de desbroce para ir eliminando tantas cosas que se vuelven inservibles, más aún, nos hacen poco confortable la vida? Cuántas cosas vamos acumulando. Y ya no quiero referirme solamente a tal cantidad de cachivaches con que vamos llenando nuestros hogares o los lugares donde hacemos nuestra vida ordinaria - analiza todas esas cosas que vas guardando en tu habitación o en tu casa, la mayor parte inservibles o de poca utilidad pero que van ocupando nuestros espacios y restándonos incluso comodidad a nuestras vidas -, pero quiero pensar en tantas cosas que guardamos dentro de nosotros, recuerdos muchas veces que nos amargan, que merman nuestra felicidad cuando mantenemos rencores en el alma, apegos de los que parece que no podemos desprendernos con tantas dependencias que nos vamos creando en la vida.

Pero haciéndome esta reflexión tras la lectura del evangelio de hoy, en que aquellos fariseos vinieron a reprocharle a Jesus porque sus discípulos habían estrujado unos espigas a su paso por el campo para echarse unos granos a la boca, cuando era un sábado y no se podía realizar ningún trabajo, me lleva a hacerme también muchas preguntas. Jesus viene a hacerles caer en la cuenta que ese campo de su religiosidad, de sus costumbres y leyes judías que se habían llenado de normas y preceptos mucho más allá de lo que estaba señalado en la Escritura santo como mandamientos de Dios, necesitaban un desbroce, porque muchas cosas se habían acumulado que le quitaba brillo a lo que era la verdadera ley del Señor.

Y las preguntas se dirigen a nuestra manera de vivir nuestra piedad religiosa, en las cosas de las que nos hemos rodeado los cristianos para manifestar y expresar nuestra fe, incluso, ¿porqué no? en nuestros ritos y celebraciones de todo tipo en el orden popular o incluso en muchas celebraciones que tenemos en nuestros templos, que de alguna manera pudieran oscurecer lo que tendría que ser nuestra auténtica relación con Dios, nuestro verdadero sentido religioso. ¿No quedará muchas veces oscurecida nuestra liturgia, nuestra celebración de la Eucaristía y de cada uno de los sacramentos, con tantas cosas que las que queremos adornar nuestras celebraciones porque decimos que así parecen más bonitas? Y no digamos nada de tantos actos piadosos y devocionales con los que llenamos nuestros tiempos en el templo, que pudieran hacer que no llegaramos a valorar la auténtica presencia de Dios en nuestra vida.

En tantas partes veo el resurgir de tantas novenas, de tantas y tantas fiestas de santos que muchas veces están alejadas incluso de lo que fue el sentido de la vida de esos santos, de tantas y tantas advocaciones piadosas que pudieran empañar lo que es verdaderamente la salvación que Dios en Jesucristo ha querido ofrecernos.

¿Dónde está el evangelio? ¿Dónde está el verdadero espiritu del evangelio en muchas de todas devociones de las que nos están rodeando? Si todo eso que hacemos no nos lleva al evangelio de Jesus, yo diría que estamos dando palos de ciego; si le damos más importancias a las velas que encendemos o a las flores con que adornemos nuestros altares para que queden muy bonitos, que al espiritu del evangelio que nos hace humildes, que nos hace servidores de los demás, que nos lleva al perdón en todo momento y ser capaces siempre de mostrar misericordia con los demás, lejos estamos del evangelio, lejos estamos de Jesus, tenemos que reconocer.

¿No habrá muchas cosas que desbrozar? Juzgamos y condenamos a los fariseos por todas las normas que se habían impuesto y porque le vinieron a decir a Jesus que los discípulos habían estrujado unas espigas porque iban hambrientos por el camino, pero ¿y qué estamos haciendo nosotros?


viernes, 8 de septiembre de 2023

Nos alegramos, pues, en esta fiesta del cumpleaños de María, con ella nos gozamos en el Señor haciendo que nuestro corazón, como fue el de María, desborde de gozo en el Señor

 


Nos alegramos, pues, en esta fiesta del cumpleaños de María, con ella nos gozamos en el Señor haciendo que nuestro corazón, como fue el de María, desborde de gozo en el Señor

Miqueas 5, 1-4a; Sal 12; Romanos 8, 28-30; Mateo 1, 1-16.18-23

Hay fechas en la vida de toda persona que siempre se recuerdan, le podremos dar mayor o menor relevancia quizás según las costumbres o las posibilidades, pero que son un acontecimiento en la vida de cada persona; no se trata ya de cosas que nos van sucediendo a lo largo de la vida, que vayan siendo hitos de nuestra vida, que nos van marcando con determinadas circunstancias de lo que nos va acaeciendo en cada momento y que por eso las recordamos, sino de un momento que vivimos sin tener conciencia en ese momento de lo que nos sucedía, pero que fue tan importante como lo es el principio de la vida, nuestro nacimiento. Podremos celebrarlo o no, pero siempre lo recordamos, como siempre tendremos muy presente esa fecha del nacimiento de aquellas personas a las que amamos, como pueda ser nuestra madre. Es un día en que todo buen hijo quiere celebrar y felicitar a su madre, y siempre buscará la forma de poder entregarle la mejor rosa de su amor.

Hoy celebramos una fiesta así, la fiesta de la madre. Es la fiesta del nacimiento de aquella a la que todos amamos como madre, pero que sabemos también que es la Madre de Dios. Hoy celebramos el nacimiento, la natividad de la Virgen María, la madre del Señor y nuestra madre porque Él quiso así regalárnosla desde el momento supremo de la cruz. Hoy es un día muy tierno en la devoción y el amor que le tenemos a María, aunque en este día en los diferentes pueblos la invoquemos con una advocación especial.

En nuestra tierra en este día la invocamos como la Virgen de los Remedios o la Virgen de la Luz, la Virgen del Pino o la Virgen del Socorro, por solo mencionar algunas de las más populares en los pueblos cercanos a nosotros. Muchos y diferentes son los nombres que le damos a María, pero siempre es la madre, por lo que desde nuestro amor el nombre con que la invocamos es como un piropo con el que la regalamos. Pero es la fiesta del Nacimiento de María, es el cumpleaños de María aunque no podamos especificar de manera muy concreta el número de sus años, pero para los hijos las madres no tienen años, las madres son siempre jóvenes, porque siempre joven y renovado es su amor maternal.

Queremos considerar aquí cómo silenciosamente y sin hacer aspavientos María entró en la historia de la salvación. Pero es de la misma manera cómo Dios introduciéndose en el corazón de María comenzó a hacerse presente de manera especial en la historia y en la vida de los hombres. Quiso Dios que María ocupara también un lugar importante en la historia de la salvación y en nuestra historia, de manera que aquella a la que había escogido para ser la madre que le prestara sus entrañas para encarnarse y al hacer hombre ser el Dios entre nosotros, se convirtiera también en la madre de la Iglesia, en la madre de todos los que aman y siguen a Jesús, en nuestra madre.

La liturgia en este día nos habla del despuntar de la aurora de la salvación con el nacimiento de María, porque luego ella con su sí ante la embajada del ángel hiciera posible que ya para siempre nos iluminara el sol que viene de lo alto. Su nacimiento, pues, es el comienzo de ese nuevo brillo y resplandor, como una aurora, que nos anuncia la luz del día. Por eso la podemos invocar como madre y reina de la luz porque nos da a su Hijo, nos señala siempre a Jesús a quien tenemos que acudir para hacer lo que Él nos diga, porque sólo en Él está la Palabra de vida y solo Él es nuestra salvación. en los brazos de María siempre contemplaremos a Jesús. Y en ese amor que sentimos por María, que es nuestra madre, Dios se va introduciendo en nuestro corazón y nos va llenando de esa nueva luz y de esa nueva vida.

Nos alegramos, pues, en esta fiesta de María, en esta fiesta del cumpleaños de la Madre; a ella le ofrecemos lo mejor de nosotros, con ella sentimos la alegría de la vida, con ella nos gozamos en el Señor haciendo que nuestro corazón, como fue el de María, desborde de gozo en el Señor con cuanto el Señor nos ha regalado. 'Desbordo de gozo con el Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador... porque ha mirado nuestra pequeñez, porque en nosotros como en María, ha hecho cosas grandes'.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Son necesarios hoy cristianos valientes y arriesgados que se lancen por el mundo para ser nuevos pescadores de hombres

 


Son necesarios hoy cristianos valientes y arriesgados que se lancen por el mundo para ser nuevos pescadores de hombres

Colosenses 1, 9-14; Sal 97; Lucas 5, 1-11

Nos habrá sucedido. Una persona por la que sentíamos gran aprecio, o tal vez un amigo de mucha confianza, nos pidió en determinado momento que hiciéramos algo - por supuesto que no era ninguna cosa dañina - pero que a nosotros quizás nos parecía algo descabellado, algo que no se podría realizar por lo difícil, o incluso imposible, pero ante la insistencia de esa persona o amigo al final nos decidimos a realizarlo y nos salió muchísimo mejor que lo que esperábamos. Fue la confianza en el amigo lo que al final nos motivó, sobre todo por no desairar, por contentarlo, aunque nosotros pensábamos que no se tendría resultado. 

La confianza hizo posible aquello que nos parecía imposible; y esto nos puede suceder en muchos aspectos de la vida que pueden referirse también a nuestra superación personal en algo en lo que de alguna manera teníamos que crecer, o de lo que tendríamos quizás que arrancarnos para buscar algo mejor. Nos comemos, por así decirlo, nuestro orgullo, pero al final salimos enriquecidos. Ojalá, nos decimos, tuviéramos más confianza en aquellos que están a nuestro lado y quieren ayudarnos, o quieren que abramos nuevos caminos en la vida.

Algo así estamos contemplando en el evangelio. Estamos en unos primeros momentos de la predicación de Jesus, pero ya la gente se interesaba por su palabra y querían escucharle, y también ya algunos comenzaban a mostrar su confianza en Jesus que tantas esperanzas despertaba en sus corazones. 

Una multitud grande se había congregado allí en la orilla del lago, y ya se hace difícil que todos puedan verle y escucharle. Por eso Jesús se atreve a subirse en una de aquellas barcas que han regresado de su faena, mientras los pescadores andan lavando y ordenando las redes para futuras faenas. Desde allí, con la gente reunida en la playa, puede hablarles mejor para que todos le puedan escuchar.

Terminado el rato de su enseñanza a la gente Jesús les pide a los pescadores, era la barca de Simón Pedro, que remen mar adentro en el lago para echar las redes. Pienso en la cara de asombro de los pescadores cuando ellos están cansados de haber pasado una noche bregando sin coger nada. Pero es ahí donde aflora la confianza de aquellos pescadores que ya se han ido entusiasmando por la predicación de Jesús y comienzan a mostrar interés por hacerse sus discípulos. Es Pedro el que se adelanta. 'Hemos estado toda la noche bregando sin coger nada - bien conocemos nosotros el lago y sabemos que hay momentos en que no hay remedio porque no hay nada que pescar - pero porque tú lo dices, por tu palabra, echaré las redes' de nuevo.

Ya conocemos el resultado por lo que nos narra el evangelio. Era tan grande la redada de peces que tuvieron que llamar a los compañeros de la otra barca para que les ayudaran. No salían de su asombro. Simón Pedro se siente sobrecogido. Está sintiendo que algo grande está sucediendo, que allí está la mano de Dios  que toca sus vidas por la presencia de Jesus. 'Apártate de mí, que soy un pecador', terminará diciendo Simon Pedro y postrándose a los pies de Jesus. Pero Jesus quiere contar con ellos para algo más que tener una pesca milagrosa como la que ahora ha sucedido. Jesus quiere confiarles un día una misión. 'Venid conmigo y os haré pescadores de hombres'.

Habían sido capaces de despojarse de su yo, de lo que habían sido sus experiencias de vida hasta entonces, lo que hasta entonces sabían hacer, habían sido capaces de confiar en algo nuevo y distinto aunque eso cambiará todos sus esquemas mentales. Y eso no es fácil. Pesan mucho nuestras costumbres, nuestras rutinas, lo que hemos hecho siempre, lo que creíamos que sabíamos muy bien hacer desde siempre para comenzar a hacer algo nuevo y distinto. 

Cómo nos cuesta arrancarnos de una costumbre que está muy arraigada en nuestra vida, cómo nos cuesta arriesgarnos a algo nuevo que no nos ofrece tantas seguridades como aquello que estamos acostumbrados a hacer, cómo nos entran suspicacias y desconfianzas cuando nos ofrecen algo nuevo que no conocemos y que nos aseguran que podemos realizar. Nos pueden muchas veces nuestros miedos y no queremos arriesgarnos.

Como nos recordaba el Papa Francisco en las Jornada Mundial de la Juventud: 'Para echar nuevamente las redes al mar, es necesario dejar la orilla de las desilusiones y del inmovilismo, tomar distancia de esa tristeza dulzona y de ese cinismo irónico que nos asaltan frente a las dificultades. Es necesario hacerlo para pasar del derrotismo a la fe, como Simón que, aun habiendo trabajado en vano toda la noche, afirmó: Si tú lo dices, echaré las redes'.

¿Qué estaríamos dispuestos nosotros a hacer en este sentido? ¿A qué estaríamos dispuestos a arriesgarnos? ¿No necesitará la Iglesia de hoy tener esa valentía y arrojo del Espíritu para poder responder a las angustias y a las esperanzas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? Se necesitan cristianos valientes y arriesgados para lanzarnos por el mundo para ser en verdad nuevos pescadores de hombre, como nos está invitando Jesús.


miércoles, 6 de septiembre de 2023

Cuántas oportunidades tenemos de ser esa mano de Jesús que llega a la raíz del dolor de muchos a nuestro lado sabiendo poner nuestra mano sobre su hombro en el momento oportuno



 Cuántas oportunidades tenemos de ser esa mano de Jesús que llega a la raíz del dolor de muchos a nuestro lado sabiendo poner nuestra mano sobre su hombro en el momento oportuno

Colosenses 1,1-8; Sal 51; Lucas 4, 38-44

    ¡Cuánto conforta una mano amiga sobre el hombro! Es la mano que acompaña nuestra soledad y aunque sea en silencio nos dice muchas cosas; es la mano que reconforta y nos levanta el ánimo; es la mano que hace fluir sobre nuestro espíritu una alegría, aunque no haya estruendosas carcajadas, que nos hace sentir y ver las cosas distintas; es la mano que nos sana por dentro destruyendo angustias y desesperanzas; es la mano que nos dice que alguien está ahí a nuestro lado y nos impulsa a seguir caminando y luchando por la vida.

    Seguro que todos lo habremos experimentado en más de una ocasión; todos alguna vez hemos pasado por momentos oscuros, por soledades, por sufrimientos y angustias del alma, porque son cosas que se van sucediendo en la vida. Habremos tendido la mano quizás más de una vez y hemos visto aflorar una sonrisa entre las lágrimas para darle un nuevo brillo a los ojos; habremos experimentado ese retorno del calor del amor y del agradecimiento a través de esa mano que hemos tendido en quien se ha sentido confortado; habremos experimentado esa satisfacción del corazon cuando hemos visto que alguien acoge esa mano nuestra que quiere levantarlo y es capaz de comenzar a caminar de nuevo. Experiencias que se llenan de reciprocidad haciendo que se entable una nueva comunión, una nueva comunicación de los corazones.

    También habremos estado esperando esa mano amiga que no termina de llegar, o en nuestra ceguera no hemos sabido descubrir; también nuestro corazón ha gritado silenciosamente con angustia pero con deseos de tener esperanza de que esa mano termine de llegar. Quizás en ese hondo silencio que se ha producido en nuestro interior habremos sabido levantar nuestra mirada más allá, más arriba y hemos querido estar como aquellos enfermos de los que nos habla el evangelio de hoy cercanos a Jesus, o habremos encontrado también quien nos ha llevado hasta Jesus para tambien imponga su mano sobre nosotros. 

    Es el mensaje tan hermoso que hoy nos ofrece el evangelio. 'Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando'. Jesús había comenzado su actividad por Galilea, le hemos contemplado los sábados en la sinagoga haciendo el anuncio del Reino de Dios a la gente que le escuchaba admirada por lo que decía pero también por los signos que realizaba. Una manifestación de esa llegada del Reino de Dios que nos ponían en camino de liberación, como había anunciado en la sinagoga de Nazaret. A los pobres, a los sencillos, a los que sufrían se les anunciaba una buena noticia de que comenzaba algo nuevo. comenzaban a sentir la cercanía de Dios. Por eso quieren estar con Jesús.

    Con sus penas, con sus sufrimientos, con su pobreza, con tantas limitaciones que la vida les imponía, con sus corazones atormentado y oprimidos, querían llegar hasta Jesús. Simplemente querían que Jesus les tocara, que Jesús les impusiera sus manos. Era una bendición. Como el padre anciano que imponía sus manos sobre las cabezas de sus hijos para hacerles llegar su bendición, haciendo que sus corazones se llenaran de alegría y de paz, siguieran sintiendo esa presencia y ese amor paternal a lo largo de sus vidas, aunque ya el padre no estuviera entre ellos, ahora querían recibir esa imposición de manos de Jesús. 

    Y se sentían curados, porque sentían nueva vida en sus corazones; se sentían curados porque a pesar de sus pobrezas y de tantas limitaciones que sufrían en la vida ahora se sentían con esperanza; y se sentían curados porque una nueva fuerza comenzaba a brotar en su interior para emprender nuevos caminos, para levantarse de sus caídas y frustraciones, para sentirse como hombres nuevos; y se sentían curados porque también sus dolores sanaban, recuperaban el movimiento de sus piernas o la luz de sus ojos; se sentían sanados y comenzaban a bendecir a Dios que así se hacía presente, así caminaba entre ellos dándoles nueva luz. Una luz nueva, como una estrella brillante en el cielo, comenzaba a brillar en los campos de Galilea, comenzaba a resplandecer en el corazón de todos aquellos que se acercaban a Jesús.

    Es lo que podemos sentir nosotros también cuando con fe nos acercamos a Jesús; cuando desde la fe y el amor comenzamos a ver esa presencia de Jesús a través de tantas personas que nos están tendiendo la mano en la vida; es lo que podemos vivir nosotros también desde ese amor nuevo que nace en nuestros corazones cuando somos capaces de ir con la mano tendida a los hermanos que sufren a nuestro lado, cuando sabemos poner nuestra mano sobre su hombro para hacerles sentir con nuestro amor algo nuevo en sus vidas. Cuántas oportunidades tenemos de ser esa mano de Jesús que llega a la raíz del dolor de muchos a nuestro lado.


martes, 5 de septiembre de 2023

Cuidado que el mundo nos esté diciendo que eso no va con ellos y se desentiende porque al anuncio de la Palabra que le hacemos le falta autoridad y convicción



 Cuidado que el mundo nos esté diciendo que eso no va con ellos y se desentiende porque al anuncio de la Palabra que le hacemos le falta autoridad y convicción

1Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11; Sal 26; Lucas 4, 31-37

Estamos cansados de palabras y más palabras; todo el mundo tiene algo que decir, algo que proponer, promesas que hacer; pero muchas veces palabras que se lleva el viento; palabras que son como cantinelas repetidas en labios de uno y en labios de otro; palabras muchas veces huecas, vacías, que parecen como repetidoras de algo que está mandado decir y que se dice porque está mandado así, pero que notamos que están vacías de contenido, que no tienen alma; aunque a veces veamos que se pone mucho énfasis, sin embargo notamos que en el fondo son palabras como repetidas de memoria y sin contenido que salga del corazón de quienes las pronuncian; palabras, por otra parte, que podrían decir algo, pero que son dichas con tan poca fuerza de vida que al final tampoco nos convencen.

Nos cuesta encontrar palabras hondas, palabras que de verdad salgan del corazón, que tengan autoridad en sí mismas, que nos planteen un interrogante o que nos den una respuesta, palabras que ayuden a vivir y palabras que estén llenas de vida. Pasa hoy y ha pasado en todos los tiempos y lugares. Encontrar quien nos diga una palabra clara que nos llegue al corazón es como encontrar un tesoro.

Cuando Jesús comenzó a hablar a las gentes sentían que había algo distinto. Sus palabras llegaban al corazón y llegaban a la vida, aunque no todos las recibieran de la misma manera. Pero había quien entraba en sintonía con la palabra de Jesús, quienes poco a poco iban abriendo su corazón a aquellas palabras y sentían que algo se iba renovando en su interior. Eran palabras dichas con autoridad. Así comienzan a reconocerlo algunos, muchos, aunque también porque tenían su corazón muy encerrado en una coraza reaccionaban también de forma negativa diciéndole a Jesús qué tenía que ver con ellos.

Pero sí tenía que ver con ellos, sí tiene que ver con nosotros; El no quiere desentenderse de nosotros, quiere estar a nuestro lado allí donde estamos con nuestros problemas, y allí siempre tiene para nosotros una palabra de vida, una palabra de salvación. Nosotros le interesamos a Jesus y nos manifiesta su cercanía, su caminar a nuestro lado, el tendernos la mano una y otra vez allí donde estamos, aunque nos parezca que estamos hundidos, para levantarnos, para ponernos en camino de nueva vida.

Es lo que contemplamos hoy en el evangelio. La gente reconoce que Jesús habla con autoridad. Su palabra no es una dulce melodía que nos adormezca sino que será un grito fuerte en el corazón que nos despierte, que nos ponga en camino de liberación, de poder comenzar una senda nueva. Nos cuesta a veces escucharle y también le ofrecemos nuestras resistencias como aquel poseído del espíritu maligno del que nos habla el evangelio; no queremos en ocasiones que esa palabra de Jesús nos inquiete, preferimos una dulzaina que nos adormezca, por no hacer el esfuerzo de levantarnos y cambiar. Abramos sin temor nuestro corazón a la palabra de Jesús.

Pero esto nos enseña también cómo nosotros hemos de transmitir esa palabra, cómo nosotros también tenemos que hacer el anuncio. Tenemos que saber ir con la autoridad de Jesús, con el convencimiento claro de nuestro corazón, con la firmeza al tiempo que con la seguridad y la alegría de quien ha experimentado en sí mismo esa salvación que nos ofrece Jesús y que nosotros queremos transmitir a los demás.

Qué lástima que muchas veces no parecemos convencidos, no damos la impresión de que lo que queremos transmitir es lo que lo nosotros ya experimentamos y ahora vivimos. Es la firmeza y la autoridad con que tiene que mostrarse la Iglesia, pero no una autoridad de imposición, que eso sería muy fácil, sino la autoridad de lo que es su vida. Es un cuidado muy meticuloso que tenemos que mostrar quienes de una manera o de otra hacemos anuncio de la Palabra de Dios, ya porque seamos los lectores que la proclamamos en la celebración, ya porque sean los que con la autoridad de la Iglesia tratan de hacerla llegar al pueblo de Dios y al mundo que nos rodea. Cuidado con los recitativos de nuestra entonación a la hora de la proclamación que se pueden convertir en música cansina que al final no interese ni llame la atención.

¿Será por eso por lo que el mundo de nuestro tiempo no muestra ningun interés por el anuncio del Evangelio? ¿Nos estarán diciendo también como aquel hombre del evangelio y eso qué tiene que ver conmigo y con mi vida? Y el mundo nos da la espalda y se va a sus cosas, y no termina de mostrar algun interés por la Palabra que proclamamos. Es algo muy serio que los cristianos tendriamos que plantearnos.


lunes, 4 de septiembre de 2023

Nuestra vida nunca sea una contradicción manteniéndonos firmes en nuestras convicciones y compromisos, resplandeciendo siempre la rectitud de nuestra vida y actuando siempre con responsabilidad

 


Nuestra vida nunca sea una contradicción manteniéndonos firmes en nuestras convicciones y compromisos, resplandeciendo siempre la rectitud de nuestra vida y actuando siempre con responsabilidad

1Tesalonicenses 4, 13-18; Sal 95; Lucas 4, 16-30

Así somos de contradictorios muchas veces en nuestros juicios y apreciaciones. Y nos sucede incluso con personas que son cercanas a nosotros; en principio sentimos sorpresa y admiración por lo que hacen; no los creíamos capaces de cosas tan hermosas, nos decíamos. Pero si en algún momento desde la rectitud de sus vidas, desde su manera de ser y de hacer, no nos contentan en nuestros deseos, que muchas veces se vuelven egoístas y de alguna manera queremos beneficiarnos de esa cercanía familiar o de vecindad, todo aquel afecto del principio se transforma de tal manera que puede convertirse en oposición, búsqueda de desprestigio, en cierto modo odio a lo que puedan significar tales personas. contradicciones que vivimos muchas veces dentro de nosotros mismos.

Es la contradicción que vemos hoy en el relato del evangelio que se nos ofrece del pueblo donde vivió Jesús. Había ido a su pueblo y el sábado hizo la lectura del Profeta en la Sinagoga. Al principio todo eran alabanzas y manifestaciones de orgullo porque era uno de los suyos; recuerdan a sus parientes, recuerdan a José, el carpintero, recordarían muchas cosas de la infancia y de la juventud de jesus pasada en aquel lugar, como suele suceder siempre.

Venía ya Jesús con la fama que había ido adquiriendo su predicación por las distintas aldeas de Galilea y los signos que realizaba; como en cierto modo era normal en su orgullo de pueblo querían que Jesús realizara semejantes signos entre ellos. ¿Qué era lo que realmente les movía? Como dirá un evangelista relatando esta presencia de Jesús en Nazaret, no hizo ningún signo entre ellos por su falta de fe. Es lo que ahora se está manifestando cuando Jesús les recuerda hechos de los grandes profetas; Eliseo curó al leproso proveniente de Siria, mientras había muchos leprosos en Israel; Elías se desborda en signos con la viuda de Sarepta de Sidón, mientras había también muchas viudas y huérfanos a través de todo Israel.

Es lo que va a suceder ahora en Nazaret. Es lo que provocará en aquellos que antes eran todo alabanzas el rechazo de Jesus queriendo incluso precipitarlo por un precipicio en las afueras del pueblo. ¿Les movía solo el orgullo y el amor propio? No son los mejores caminos para sentir la presencia de Dios en sus vidas.

¿Qué es lo que realmente nos mueve para buscar el sentido y el valor de nuestra vida? ¿En qué ponemos la grandeza de nuestra existencia? Algo que tenemos que plantearnos muy seriamente para el sentido que le queremos dar a nuestra vida y nos conduzca de verdad por caminos de plenitud. Despojémonos de autosuficiencias y de orgullos, pongamos humildad en nuestra vida, busquemos los verdaderos valores que nos pueden llevar a crecimiento y a una plenitud de nuestro ser, no lo vamos a encontrar en oropeles de efímero brillo, no nos dará profundidad a la vida un materialismo que muchas veces nos cosifica, las vanidades son resplandores de un día que pronto se convierten en frustración y en oscuridad, el amor propio nos encierra en nosotros mismos convirtiendo nuestro corazón en piedra dura que nos insensibiliza y nos aísla, el orgullo nos hace inaccesibles poniendo distancias en nuestro alrededor, el egoísmo nos ciega y nos impide descubrir las cosas bellas de la vida que se manifiestan en generosa disponibilidad y solidaridad.

Que nuestra vida no sea nunca una contradicción, que nos mantengamos firmes en nuestras convicciones y compromisos, que resplandezca siempre la rectitud de nuestra vida actuando siempre con responsabilidad.


domingo, 3 de septiembre de 2023

Dejémonos cautivar y seducir por el amor que será el que nos conducirá a caminos de vida en plenitud



 Dejémonos cautivar y seducir por el amor que será el que nos conducirá a caminos de vida en plenitud


Jeremías 20, 7-9; Sal 62; Romanos 12, 1-2; Mateo 16, 21-27


Hay ocasiones en que no queremos escuchar lo que no nos gusta; pero también hemos de decir que no nos gusta algo porque no lo hemos escuchado. No es solamente aquello de que el pez se come o no se come la cola, sino el saber escuchar para entender muy bien lo que se nos quiere decir. Pero nos ciegan los prejuicios, y damos por entendida una cosa que realmente no hemos entendido. 


Un diálogo de sordos en que vamos con una idea, y por eso no llegamos a escuchar lo que se nos quiere decir; no solo no queremos escuchar sino que nos hacemos nuestras interpretaciones particulares, desde nuestras ideas o desde nuestros criterios muy particulares. cuantas veces quizás alguien que está observando de manera imparcial nuestra conversación o nuestro no entendimiento, termina diciéndonos que estamos diciendo lo mismo aunque cada uno emplee sus propias palabras. 


Nos vale hacernos una reflexión así para que tratemos de escucharnos más, de no crearnos las guerrillas que tantas veces nos armamos sin necesidad.  Un mal entendimiento cuantas veces nos lleva a distanciamientos y a enfrentamientos innecesarios.


Lo que le pasaba a los discípulos entonces y tenemos que pensar que quizás nos sigue pasando hoy. No escuchamos, llevamos las ideas preconcebidas. Como Pedro que se había hecho una idea de lo que tenía que ser el Mesías, que por otra parte le cegaba de alguna manera el amor tan grande que sentía por Jesús. No podía pasarle nada a Jesús. Como le parecía a él, si toda la gente le quería, las multitudes le seguían, iban a escucharle allí donde estaba, se sentían maravillados de los signos y milagros que hacía, ¿cómo podía decir Jesús ahora que iba a ser entregado en manos de los gentiles y que sufriría muerte cruenta? 'Eso no puede pasarte a tí. ¡Quítatelo de la cabeza!'


Pero es Jesús el que le dice ahora que se quite de en medio, que no sea tentador para él, que cambie su manera de pensar. 'Tú solo piensas a lo humano, pero no tienes ni entiendes los pensamientos de Dios'. Jesús también un día había sentido tentaciones así. 


Cuando iba a comenzar su tarea, allá en aquellos momentos en que se retiró al desierto, le venían también esos pensamientos de éxito, de grandezas, de reconocimientos; podría parecerle que la tarea que tenía por delante podía ser fácil y exitosa, porque con los poderes que tenía, con la sabiduría de sus palabras, con los gestos extraordinarios que podía hacer delante de la gente, todo el mundo caería a sus pies. Son lo que los evangelistas nos cuentan de aquellas tentaciones en que el mismo satanás se le presentaba ofreciéndoles caminos de éxito seguro. 


Pero allí sintió Jesús lo que eran realmente los caminos de Dios, caminos que tenían que pasar por el amor y la entrega hasta los límites más insospechados; sabía que no sería comprendido, como le estaba sucediendo ahora con Pedro, con quien parecía que las tentaciones se repetían. Pero otros son los caminos del Reino de Dios.


Esos caminos que Jesús quería ofrecerles a sus discípulos, quiere ofrecernos a nosotros también, y que tanto nos cuesta comprender porque seguimos también con nuestras ideas, nuestros caminos y no nos hemos decidido a emprender los caminos de Dios. como nos decía el apóstol en la segunda lectura, 'no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto'. Tenemos que dejarnos transformar, tenemos que saber discernir muy bien lo que Jesus nos ofrece. 


Hoy nos habla de cruz, de negarnos a nosotros mismos, de ser capaces de entregar la vida porque eso no es perderla sino ganarla. No es que emprendamos un camino masoquista en que nos machaquemos y nos anulemos, ni mucho menos. Siempre el camino de Jesús es un camino a la vida y a vivirla en plenitud, es un camino que nos conduce a la felicidad y a una felicidad que nadie nos podrá arrebatar, es un camino de amor, porque solo el amor es el que salvará el mundo. Claro, cuando amamos nos damos por aquel a quien amamos, sí, seremos capaces de olvidarnos de nosotros mismos porque lo que queremos es el bien de aquel a quien amamos. Y amando así nos llenamos de vida, amando así podremos sentir las satisfacciones más hondas del corazón.


Cuando solo nos buscamos a nosotros mismos, nuestros intereses y nuestras glorias vamos como poniendo círculos a nuestro alrededor que nos aíslan, que nos parecería que nos están elevando, pero lo que están haciendo es alejarnos de los demás, por mucho poder que nosotros queramos manifestar, y al final en ese trono de gloria nos sentiremos solos y nos sentiremos vacíos. 


Los halagos que podamos recibir de los demás estarán llenos de falsedad, pero también de muchos miedos y temores que alejan, o muchas veces son palabras interesadas de las que querrán al final sacar un provecho, que si no respondemos como quieren se transformaran en odios que los pondrán en contra, no serán nunca manifestación de un amor verdadero.


Como nos enseñaba el profeta, dejémonos cautivar, seducir por el amor, será lo que nos llevará por caminos de plenitud.