sábado, 2 de septiembre de 2023

Todos tenemos una responsabilidad en la vida, hay siempre en nosotros unas capacidades, unos valores, unas cualidades que tenemos que saber descubrir



 Todos tenemos una responsabilidad en la vida, hay siempre en nosotros unas capacidades, unos valores, unas cualidades que tenemos que saber descubrir

1 Tesalonicenses 4, 9-11; Sal 97;Mateo 25, 14-30

Hay ocasiones en que parece que nos anulamos a nosotros mismos, no sé si en razón de falsas humildades, porque nos decimos que no somos capaces, que somos tan pequeños y con tan pocos valores que nada valemos; nos empequeñecemos tanto que nos falta decisión para emprender algo, para asumir responsabilidades, para desarrollar aquellas cosas que nos encomiendan, para sacar a flote las capacidades que podamos tener.

Es una mala visión de nosotros mismos, son unos sentimientos negativos que nos anulan, algo que tendríamos que saber desaparecer de nuestra vida, porque necesitamos valorar más, reconocer lo que somos capaces, desarrollar los valores y cualidades que podamos tener, porque siempre hay algo valioso en nuestra vida.

Todos tenemos una responsabilidad en la vida, hay siempre en nosotros unas capacidades, unos valores, unas cualidades que tenemos que saber descubrir, ayudándonos incluso del consejo de quienes nos aprecian, algo que tenemos que saber desarrollar. Es, incluso, por fidelidad a nosotros mismos, y desde nuestra condición de creyentes, tenemos que saber reconocer los dones y valores que Dios ha puesto en nuestra vida, por muy pequeños que nos consideremos.

De esto nos habla hoy el evangelio. La llamada parábola de los talentos. Aquel rey que al salir de viaje confía a sus empleados una determinada y distinta cantidad de talentos que ellos han de saber negociar. Dos de ellos con toda fidelidad realizan la misión que les han encomendado, uno con sus miedos enterró el talento para no perderlo, pero no fue capaz de ponerlo a negociar para darle rendimiento. Ya vemos en la parábola la reacción de aquel rey a su vuelta cuando le rinden cuentas sus empleados.

Como decíamos hay aquí un tema de fidelidad. 'Siervo bueno y fiel', llama aquel señor a los empleados que han sabido sacar rendimiento a aquellos talentos. Creo que todos entendemos bien la parábola que probablemente hayamos meditado muchas veces. Es una mirada a nosotros y a nuestra vida, es una mirada a nuestra fidelidad a la misión que nos han confiado. Una fidelidad a nuestros compromisos adquiridos, sea cual sea el lugar que ocupamos en la vida, sea cual sea la misión que nos han encomendado, sean cuales sean los valores que haya en nosotros y nuestras capacidades y posibilidades.

Es el esfuerzo que hemos de saber realizar, porque no nos podemos cruzar de brazos pensando que todo nos lo van a dar hecho. Es la preocupación llena de responsabilidad con la que buscamos salida a los problemas con los que nos podamos encontrar. Son los deseos de superación y crecimiento que haremos surgir dentro de nosotros para no dejarnos vencer por debilidades ni por cobardías.

Es también la madurez que vamos a mostrar en la vida porque sabremos sobreponernos a las tentaciones con que nos vayamos a encontrar de desistir en nuestro empeño porque encontremos dificultades, de encerrarnos en nuestros miedos y cobardías que coartan esa valentía, con ese coraje con que tenemos que enfrentarnos a la vida.

Es tratar de hacer que cada día nuestra vida tenga más valor porque queremos vivir con intensidad cada momento. Es hacer fructificar de verdad nuestra vida, con lo que nos sentimos llenos en lo más hondo de nosotros mismos alcanzando una plenitud de nuestro ser, y porque con ello estamos haciendo crecer nuestro mundo para lograr también una mayor felicidad para todos.


viernes, 1 de septiembre de 2023

No nos falte ese aceite que nos mantenga encendida la luz de la esperanza y nos conduce por los caminos del compromiso en el amor



 No nos falte ese aceite que nos mantenga encendida la luz de la esperanza y nos conduce por los caminos del compromiso en el amor

1 Tesalonicenses 4, 1-8; Sal 96; Mateo 25, 1-13

Para vivir no hace falta tanto. Expresiones así escuchamos algunas veces, desde el que se contenta vivir malamente, sin salirse de sus rutinas, y no tienen ansias de nada y se contenta con ir arrastrándose por la vida; pero son también los de la ley del mínimo esfuerzo, para que voy a andar agobiado, para que tengo que esforzarme tanto, para qué tengo que tener que estar estudiando tanto, porque, dicen, que ellos ven quienes no saben nada y les va bien en la vida, y no se preocupan por prepararse, de formarse para crear o alcanzar un futuro mejor; pero están también aquellos a los que lo único que les preocupa es pasarlo bien, divertirse, estar a la última, pero viven la vida con un vacío interior muy grande. en muchos que piensan de una manera semejante podríamos pensar, para vivir no hace falta tanto.

¿Cuáles son los resultados? ¿Cuál es el sentido de vida que tienen? ¿Qué frutos van teniendo en la vida? Que cada uno juzgue, analice, compare, vea cual es su realidad. Es tanta nuestra pereza en ocasiones que ni eso somos capaces de pensar.

hoy Jesús nos está previniendo frente a actitudes asó que se convierten en malas costumbres en nuestra vida o nos llenan de rutinas y de vacío interior. Cuidado que nos sucede que no somos capaces de llenar nuestra vida con nada. Nos propone una parábola en la que parte de lo que eran las costumbres de la época. Era una boda y sus amigas habían ido a acompañarla; ahora tocaba salir al encuentro del novio que llegaba para la boda, pero había que llevar unas lámparas para iluminar el camino. Bueno, pensaban algunas, el camino no es largo, no va a tardar en venir con que llevemos la lámpara será suficiente. Pero no fueron previsoras de los imprevistos que pudieran surgir.Y es lo que pasó. Pensaban que con el aceite de la lámpara era suficiente y algunas no se preocuparon de llevar aceite de repuesto.Y a la hora de la llegada del novio se quedaron a oscuras; ya no tuvieron tiempo de buscar nuevo aceite y se quedaron sin poder entrar al banquete de bodas, que además se vería mermado en su iluminación.

Los que decían que para vivir la vida no hace falta tanto. Los que vamos por la vida al salto de mata, como se suele decir, a vivir solo lo del momento, sin previsiones de futuro, pero sin haberse cultivo interiormente para poder ser algo de verdad en la vida. La apariencia de la lámpara bonita, pero que no ilumina porque no tiene aceite. Los que nos falta esa interioridad en la vida y vivimos en la superficialidad y en la rutina. Los que no nos hemos preocupado de poner sólidos cimientos a ese edificio de la vida, y vendrán luego los vientos y las avenidas de agua y los barrancos lo arrastrarán todo porque no tenemos raíces que nos tengan bien anclados en la vida.

Es la superficialidad con que se vive la vida; es la huida del esfuerzo y del sacrificio; es la pérdida de valores que nos den riqueza interior pero también de metas en la vida que nos hagan soñar y tener aspiraciones a algo más alto y más grande; es la rutina que nos hace perder la ilusión y nos adormece y nos creemos que eso es lo de una vida tranquila y en paz; son las penumbras que tantas veces nos acompañan y nos perdemos y no sabemos encontrar el camino.

Qué importante y necesario saber cultivarnos por dentro para poder tener esa fortaleza interior. Qué importante esa búsqueda constante que tenemos que hacer que nos impulse a superarnos y a crecer, a madurar en la vida para poder dar los mejores y más sabrosos frutos; qué importante dejarnos envolver por esa mirada de Dios que nos llena de luz, que nos impulsa siempre a algo nuevo y mejor; qué importante escuchar esa voz de Dios en lo secreto de nuestro corazón que hará que nos estemos preguntando y planteando con verdadera madurez el sentido de nuestra vida.

 


jueves, 31 de agosto de 2023

Hoy jesús en el evangelio nos está diciendo que nos preparemos y andemos vigilantes, no nos podemos quedar, pues, en una pasividad de la vida, sino en poner actitudes nuevas y positivas


  

Hoy Jesús en el evangelio nos está diciendo que nos preparemos y andemos vigilantes, no nos podemos quedar, pues, en una pasividad de la vida, sino en poner actitudes nuevas y positivas

1 Tesalonicenses 3, 7-13; Sal 89; Mateo 24, 42-51

'La próxima semana hay examen', le dice el profesor a sus alumnos, 'prepárense', y allá veremos a los alumnos preocupados quizás por lo inesperado del anuncio pero poniendo todo su empeño y esfuerzo para preparar debidamente el examen. Prepararse significa un repaso más exhaustivo de lo estudiado, significa dedicar más tiempo para el estudio renunciando, aunque fuera de momento, a otras actividades, organizar su tiempo, sus ocupaciones, sus horarios; no pueden quedarse quietos, no significa quedarse pasivamente que llegue la hora del examen para ver cuales son las preguntas que se van a plantear, sino estudiar todas las posibilidades para poder dar respuesta adecuadamente.

Así podríamos o tendríamos que pensarlo de muchas situaciones a las que nos enfrentamos en la vida; así tendríamos que pensarlo de la vida misma que vamos viviendo cada día y que muchas veces no sabemos darle la intensidad adecuada. Es lo que vamos haciendo en años de formación, de estudio, de aprendizaje y de prácticas que vamos realizando y nos irá conduciendo a una madurez en la vida, a vivirla mejor y aprovechar también todas las oportunidades que se nos van ofreciendo.

Hoy Jesús en el evangelio nos está diciendo también que nos preparemos, que andemos vigilantes. Y nos habla de la vigilancia que ha de tener el dueño de cada para que nadie, por ejemplo, le entre a robar en ella, o para que ninguna situación adversa lo encuentre desprevenido y se puedan producir daños en sus posesiones. Y nos habla del servidor, del que está encargado de los servicios de la cada y tendrá que estar atento para abrir la puerta cuando llamen a ella, o cuando llegue su amo, y que tendrá que saber organizar todo el servicio para todas las cosas estén a punto en el momento oportuno.

Nos propone Jesús diversos ejemplos de situaciones de la vida como modelo de esta vigilancia interior que cada uno ha de vivir en su propia vida. No podemos vivir la vida a la ligera; no podemos vivir la vida a lo loco; hemos de saber mostrarnos responsables de lo que somos, de lo que tenemos, de todo lo que es la vida que tenemos en nuestras manos. Es amplio el espectro en el que tendríamos que fijarnos. No es solo la materialidad de las cosas que podamos poseer, sino es todo lo que conforma nuestra vida desde lo más profundo de nosotros mismos. Aquí tendriamos que mirar nuestra interioridad, ahí tendríamos que mirar a nuestra conciencia, a nuestros valores, a los principios que rigen nuestra vida, a todo aquello que da sentido a nuestra existencia.

Quizás andamos preocupados por los bienes o las cosas materiales que podamos poseer y estamos muy atentos a no perderlas, pero fácilmente nos olvidamos de nuestro espíritu y no nos preocupamos tanto de fortalecer una espiritualidad que nos eleve, que nos haga encontrar nuestra grandeza, que le dé verdadero sentido a nuestra vida, que nos conduzca a una verdadera plenitud.

¿Nos preocupamos de nuestra vida espiritual? ¿Nos preocupamos de creer interiormente? ¿Nos preocupamos de ir superándonos más y más en el día a día de nuestra vida para corregir errores, para enderezar caminos equivocados, para arrancar malas costumbres de nuestras vidas que se van arraigando poco a poco en nosotros y nos crean vicios y dependencias? ¿Sabremos hacer crecer más y más el amor en nuestra vida manifestando en nuestros gestos y en nuestras palabras, en los detalles de delicadeza que tengamos con los demás o en esa generosidad de nuestro compartir?

Hoy nos decía san Pablo en la carta a los Tesalonicenses que hiciéramos creer más y más nuestro amor hasta rebosar para inundar y para empapar cuanto nos rodea.

'En cuanto a vosotros, que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos'.

¿Será así el crecimiento de nuestro amor? ¿Será así como respondemos a esa invitación que nos está haciendo Jesús para que estemos preparados?


miércoles, 30 de agosto de 2023

Cuidado hagamos de nuestra vida un regalo bonito en su apariencia pero vacío en su contenido, sepamos hablar a Dios nuestro Padre con palabras de hijo rebosante de amor



 Cuidado hagamos de nuestra vida un regalo bonito en su apariencia pero vacío en su contenido, sepamos hablar a Dios nuestro Padre con palabras de hijo rebosante de amor

Tesalonicenses 2, 9-13; Sal 138; Mateo 23, 27-32

Una vez me ofrecieron un regalo que yo nunca supe interpretar qué significado tenía. Venía envuelto en un hermoso papel de regalo presentado además con un bonito lazo. Como suele suceder cuando recibes un regalo pronto con la ansiedad de la curiosidad desaté como pude aquel lazo y rompí el papel para ver el contenido; me encontré con una bonita caja que pronto busque la manera de abrirla pero no sé por qué fue así me encontré con el vacío en su interior; no contenía nada, solo el vacío. Confieso que me quedé muy desconcertado y no entendía su significado. 

Un regalo muy bonito en su apariencia, pero vacío de contenido. Después he venido pensando mucho haciendo comparaciones con la vida. No sé si querían decirme algo quienes me hicieron aquel regalo, pero si me ha dado qué pensar lo que realmente muchas veces nos puede suceder en la vida, lo que de hecho sucede tantas veces en la vida. Tenemos la tentación de vivir un mundo de apariencias en el que todo puede quedarse en adornos externos pero realmente bien vacíos de contenido. 

¿Será acaso la superficialidad con que vivimos la vida? Me pregunto muchas veces qué es lo que llevo en mi interior. Nuestra vanidad nos hace presentarnos muchas veces con apariencias de bonito, con apariencias de cumplimientos, con apariencias de de mucha religiosidad porque llenamos nuestra vida se signos religiosos, de prácticas religiosas que solo vivimos en la formalidad de las palabras que pronuncian nuestros labios, de realización rigurosa de unos ritos que queremos realizar a la perfección en su formalidad, pero donde quizás nuestro corazón está lejos de aquellas palabras que pronunciamos, de aquellos ritos que realizamos, porque ni siquiera somos capaces de elevar nuestra mente hacia lo alto.

Me dan miedo esos ritos realizados mecánicamente y que las palabras que se pronuncian en su realización se quedan en una cantinela que recitamos donde ni siquiera le damos una entonación que exprese una oración que realizamos saliendo desde dentro del corazón. Algunos dicen que rezan para dormirse y otros se duermen irremediablemente con esa cantinela adormecedora que van escuchando. ¿Lo que decimos en las palabras de nuestras oraciones son algo que estamos diciendo como verdaderamente salido del corazón? Cuidado con ese vacío interior en que nada decimos y desde el que no somos capaces de dirigirnos en verdad a Dios como un hijo que habla con su padre.

Muchas  veces cuando comentamos el evangelio que hoy se nos ofrece tenemos la tentación de querer recaer una y otra vez sobre las actitudes de los escribas y fariseos como si lo que Jesús anda denunciando solo se refiriera a gente de aquellos tiempos y no tuviera una real continuidad en nosotros mismos que ahora lo escuchamos.

¿Cuál es nuestro vacío? ¿cuáles son nuestras rutinas? ¿cuál es la vivencia honda que nosotros hacemos de estas palabras de Jesús viéndolas retratadas en el actuar de hoy de nuestra vida? No estamos muy lejos de parecernos a aquellos que denuncia Jesús en el evangelio. Es también evangelio para nosotros hoy y como tal tenemos que escucharlo. 

Es necesario que dejemos meter la sorpresa en nuestra alma ante lo que hoy nos está diciendo Jesús, dejarnos sorprender. Es necesario detenernos para ver nuestra cruda realidad, para descubrir lo que hoy Jesús está denunciando de nuestra vida. Sin temores, sin complejos, sin miedos, afrontando con valentía esa palabra que hoy Jesús quiere decirnos. No tiremos balones fuera como si eso no nos atañe en la realidad cruel de nuestra vida.


martes, 29 de agosto de 2023

Alejémonos de oropeles y vanidades que nos llenan de superficialidad, pongamos congruencia entre nuestras palabras y el testimonio de nuestra vida, seamos testigos de luz y vida

 


Alejémonos de oropeles y vanidades que nos llenan de superficialidad, pongamos congruencia entre nuestras palabras y el testimonio de nuestra vida, seamos testigos de luz y vida

Tesalonicenses 2, 1-8; Sal 138;Marcos 6, 17-29

En nuestra tierra hay un dicho en que se dice de alguien que no es capaz de callarse, que dice la verdad duela a quien le duela, que no se anda con rodeos sino que es capaz de decirle a quien sea lo que piensa, que 'no tiene papas en la boca'. 

Es lo que escuchamos hoy de Juan Bautista; incluso aquel que más podría odiarle, o que le resultara incomodo, era capaz de reconocer que era un hombre honrado y santo; es lo que le sucedía con Herodes; Juan no se callaba, la vida del rey era un vida de vicios y de pasión, una vida llena de inmoralidad como se refleja luego en su manera de actuar y además vivía una relación incestuosa con la mujer de su hermano, y Juan no podía callar, denunciaba esa inmoralidad del rey. Por eso instigado por aquella que era la causa de una de sus inmoralidades Herodes metió en la cárcel a Juan, que buscaba además la forma de quitarle de en medio.

Escuchamos en el relato del evangelio cómo se desarrollan aquellos fatídicos hechos. Herodes cegado por sus vicios y su afán de poder cayó por la pendiente peor de su vida. La vanidad de su vida por una parte, el vacío y la superficialidad de su corazón le hacían perder la congruencia de sus actos. Quería defender a Juan, pero su corazón se había cegado y así es fácil resbalar por la pendiente en la que se había envuelto. El prestigio de su palabra y la vanidad de su vida le impidieron la congruencia que debería de esperarse de él. Hizo promesas difíciles de cumplir si se vive de acuerdo con unos principios, y al verse rodeado de los que lo halagaban prefirió la vanidad de su vida y las apariencias fastuosas a la vida de hombre que decía que respetaba. Cuando tras sus promesas llenas de locura y arrebatadas por la pasión, le piden la cabeza del bautista no duda en entregarla. 

¿Queremos en la vida mantener el brillo lleno de vanidad de la vida cueste lo que cueste? Es una tentación a la que nos vemos sometidos muchas veces, cuando nos dejamos arrastrar por la superficialidad y la vanidad. Los principios nos fallan, los valores se olvidan, nuestro yo egoísta es el que quiere prevalecer con esos brillos de vanidad. Necesitamos aprender a ser más congruentes en la vida entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que realmente hacemos. Ponemos demasiadas distancias entre una cosa y otra. Parece como si quisiéramos dejar espacio para esos oropeles que bien sabemos que nada valen. Los verdaderos tesoros para que los ocultamos, los dejamos de lado, cayendo por esa espiral que nos lleva a una pobreza cada vez mayor.

Juan dio su vida por fidelidad y por la congruencia de su vida. La verdad no se puede acallar por muchos que sean los intentos, su boca se cerraría pero su sangre derramada sería testimonio permanente. No temamos en la vida ser fieles a nuestros valores y principios y no tratemos de andar con acomodaciones y arreglos, con sincretismos que lo que hacen es ocultar el brillo de la luz verdadera. Por aquello del diálogo cedemos y la verdad queda oculta, pero su luz no tendrá nunca que dejar de brillar, la voz de Juan bautista quieren acallarla, pero su testimonio sería proclamado implacable a lo largo de los siglos, con lo que la luz de la verdad brillará cada vez más con más fuerte resplandor.

¿Hasta dónde seremos capaces de llegar en la congruencia de nuestra vida y de nuestra fe? ¿Cuáles son las cosas a las que le daremos prioridad en la vida? ¿Nos dejaremos arrastrar por la superficialidad y la vanidad?


lunes, 28 de agosto de 2023

Cuidado que de alguna manera con nuestras exigencias, reglamentos y códigos seamos también un obstáculo para el encuentro el encuentro con Dios de la gente que nos rodea

 

Cuidado que de alguna manera con nuestras exigencias, reglamentos y códigos seamos también un obstáculo para el encuentro el encuentro con Dios de la gente que nos rodea

1 Tesalonicenses 1, 1-5. 8b-10; Sal 149; Mateo 23, 13-22

Nos encontramos muchas veces en la vida gente que parece que está especializada en hacer difícil el camino de los demás. Como quien va echando piedras en el camino que entorpezcan nuestro paso, quien pretende llevarnos por senderos que nos alejan y dificultan el camino, quien esté siempre poniendo trabas para que no podamos avanzar o queriendo desvirtuar lo que hacemos para restarle méritos e importancia a lo que nosotros vamos logrando, como si tuvieran envidia de nuestros avances y logros. Son los caminos que se nos hacen duros y difíciles en la vida, no porque realmente tengamos que coger ese camino de dificultad, sino porque quizás es el que nos presentan los interesados para que realmente no lleguemos a alcanzar nuestras metas.

¿Es humano todo eso? La humanidad donde estaría es en la ayuda que mutuamente nos podamos prestar, en el presentar el lado bueno y positivo, en valorar lo que los otros van consiguiendo. Puede sucedernos en nuestros trabajos, puede sucedernos en la vida de cada día cuando algunos van movidos por envidias, por resentimientos, por desconfianzas de los que nos rodean, que en lugar de animarnos para que con sus sombras quien hundirnos.

¿Nos sucederá algo así en el camino de nuestra vida cristiana, en el camino de nuestro seguimiento de Jesús? Tenemos que reconocer que tambien sucede, cuando queremos llenar o quienes que llenemos nuestra vida de fe y nuestros actos religiosos, por ejemplo, de demasiados crespones negros que en lugar de animarnos a superar quizás las dificultades que podamos encontrar parece más bien que todo lo quieren llenar de tristezas y agobios. No quiere Jesús para nosotros una vida triste, no quiere que su seguimiento se convierta en un ir arrastrandonos desmotivados y llenos de miedos y caras arrugadas de tristeza.

Seguir a Jesus y querer vivir los valores del evangelio es algo que tenemos que hacer con alegría, con entusiasmo, siempre llenos de esperanza a pesar de las limitaciones que en nuestra propia vida podamos encontrar. Quitemos esos crespones negros de desesperanza, de desconfianza, de amargura con que tantas veces nos envolvemos. Algunas veces incluso con nuestras actitudes negativas podemos ser un obstáculo para el camino de los demás.

No es la resignación, por otra parte, lo que nos tiene que motivar sino el deseo de superación, de crecimiento, valorando los pasos que vayamos dando aunque algunas veces nos parezcan pequeños, pero son pasos que siempre van adelante, uno tras otro y que entonces siempre nos tienen que hacer avanzar. Siempre hemos de sentirnos estimulados a crecer, a mejorar nuestra vida, a desarrollar todas nuestras capacidades.

Por supuesto que es camino de superación y de crecimiento y eso tiene sus exigencias en nosotros, pero siempre con ilusión y alegría, siempre valorando cada pequeño paso que vayamos dando. Nunca nos podemos llegar de tantos reglamentos que al final no sabemos ni lo que queremos ni lo que podemos o no podemos hacer. Demasiadas minuciosidades nos hemos imponiendo como protocolos de lo que podemos o no podemos hacer, y nos falta esa libertad interior que nos da el amor, que nos impulsa a la creatividad, que nos hace buscar lo más bello y lo que pueda dar las mejores satisfacciones al corazón. Demasiado hemos enmarcado en negruras de malicias hasta lo más bello que podamos tener en nuestra vida y al final andamos como encorsetados que no podemos disfrutar de aquello que nos puede hacer más felices.

Dios quiere para nosotros un camino de felicidad y un camino que nos lleve a la mayor y mejor realización de nosotros mismos y de todas nuestras capacidades y cualidades. Hoy vemos en el evangelio que jesús les echa en cara a muchos dirigentes del pueblo de Israel en aquellos tiempos, escribas, fariseos y todos aquellos grupúsculos que se habían ido formando en torno al templo de Jerusalén para de alguna manera manipular el camino del pueblo sencillo, de ser en verdad un obstáculo para los demás.

Pero cuando estamos reflexionando en torno a este evangelio y estas actitudes que vemos que jesús denuncia y condena, tendríamos que preguntarnos si de alguna manera nos sigue sucediendo en nuestra iglesia y en nuestros grupos cristianos, o en las actitudes que nosotros mismos podamos tener. ¿Podemos ser de alguna manera con nuestras exigencias, nuestros reglamentos y nuestros códigos también un obstáculo para el encuentro con Jesús, el encuentro con Dios de la gente que nos rodea?


domingo, 27 de agosto de 2023

Qué importante la fe de Pedro, qué importante que nosotros sigamos fundamentándose sobre esa misma fe, que nosotros seamos capaces de escuchar la voz de Dios que se nos revela en el corazón

 


Qué importante la fe de Pedro, qué importante que nosotros sigamos fundamentándose sobre esa misma fe, que nosotros seamos capaces de escuchar la voz de Dios que se nos revela en el corazón

Isaías 22, 19-23; Sal 137; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20

No todos los encuentros que tengamos con los demás dejan huella en nuestra vida. Hay encuentros que son muy significativos, que nos impactan y no nos dejan indiferentes. Es encontrar ese amigo que nos comprende y nos entiende, es encontrar esa persona cuya personalidad nos llama la atención, es encontrar a alguien que se convierte en un punto de referencia para nuestra vida, por su sabiduría, por los planteamientos que nos hace y que nos calan hondo dentro de nosotros, por su manera de ser y de actuar donde nos llama la atención su sencillez y su humildad, su cercanía y su capacidad de escucha y comprensión, por esas palabras sabias que nos dice que nos llegan al corazón y marcan nuevas actitudes en nosotros. Nos sentimos cautivados, lo convertimos en modelo y en ejemplo, son para nosotros referencia para nuestro actuar y para los criterios que vamos adoptando como sentido de nuestra vida.

Así y mucho más habían encontrado los discípulos en Jesús aunque no siempre supieran expresarlo y en su debilidad unas veces y otras por las ambiciones que seguían teniendo en sus corazones no siempre luego supieran actuar conforme a aquellos criterios que Jesús les había ido inculcando. Pero son cosas difíciles muchas veces de expresar y muchas veces se podían sentir ciertamente limitados en su manera de expresarse o de manifestar lo que realmente sentían por Jesus.

Es lo que les sucede en aquel momento, cuando de pronto Jesús les lanza la pregunta. '¿Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre?' Ellos, es cierto, se sienten entusiasmados por Jesús; le han seguido y permanecido con Él porque sienten esas palabras de sabiduría sobre sus vidas, pero además se han visto comprendidos y escuchados, se sienten valorados cuando así han podido acompañar a su Maestro por todos aquellos caminos de Palestina, desde su encuentro con Él sienten que algo nuevo va a suceder y han renacido sus esperanzas.

Se limitan ahora, sin embargo, a farfullar generalidades de lo que habían ido escuchando a la gente cuando entusiasmados se ponían a alabar las actuaciones y las palabras de Jesús cuando quizás ellos podrían decir muchas cosas de Jesús. Que es un profeta, que es como Juan Bautista – al que todos habían conocido y que recientemente Herodes había mandado degollar en la cárcel y la presencia de jesús se convertía ahora como una reencarnación o una nueva aparición milagrosa del precursor -, que si era como uno de aquellos grandes profetas de la antigüedad. Qué difícil era expresarlo, aunque todos tuvieran una idea o un pensamiento de lo que opinaban de Jesús. Nos habrá pasado a nosotros más de una vez cuando nos pidan que nos definamos sobre algo o sobre una persona, parece como si nos acortara nuestro pensamiento.

Pero la pregunta de Jesús no quiere quedarse en esas generalidades. Ahora la pregunta es directa, ¿qué es lo que ellos pensaban del hijo del Hombre? 'Vosotros, ¿quién decís que soy yo?' La respuesta ahora se vuelve comprometida porque tienen que mojarse, como solemos decir. Y es ahora cuando todo se queda en murmullos por lo bajo sin atreverse ninguna a dar el paso adelante para responder y entre todos llegar como a un acuerdo sobre el pensamiento de quien era Jesús.

Solamente Pedro se atreve a dar el paso al frente. ¿Era más inteligente que los demás? ¿Tenía algunos conocimientos que otros no tuvieran? Es cierto que tendría algunos momentos muy especiales en que manifestará cosas maravillosas sobre Jesús y esta respuesta lo está siendo ya. 'Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo?', responde Pedro.

Pero esto no serán palabras salidas de su propio razonamiento, no son conocimientos que él hubiera adquirido por sí mismo o por su cercanía de Jesús. Jesus se lo dirá. 'Esto no lo dices por ti mismo, es el Padre del cielo quien te lo ha revelado'. Es una revelación que Dios ha dejado en su corazón. Es señal de un claro designio de Dios que para Pedro tendrá un gran oficio. '¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. hora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará'

Siempre decimos que Dios no se queda atrás en su generosidad cuando quiere regalarnos. Si Pedro ha sido capaz de hacer esa hermosa profesión de Jesús, porque se ha dejado conducir por Dios que se le revelaba en su corazón, ahora Jesús le va a decir que su fe es importante y será importante para la Iglesia naciente. Lo llama dichoso, bienaventurado, pero le va a decir que eso que él ha proclamado ahora va a ser piedra de apoyo, piedra fundamental para la construcción de su Iglesia. 'Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia'. Qué importante la fe de Pedro, qué importante que nosotros sigamos fundamentando nuestra vida sobre esa misma fe. Qué importante que nosotros seamos capaces de escuchar esa voz de Dios que se nos revela en nuestro corazón.