sábado, 21 de enero de 2023

Necesitamos una buena y rica espiritualidad que en verdad sea el motor de nuestra vida no temiendo que nos digan que estamos locos por Cristo

 


Necesitamos una buena y rica espiritualidad que en verdad sea el motor de nuestra vida no temiendo que nos digan que estamos locos por Cristo

Hebreos 9,2-3.11-14; Sal 46; Marcos 3,20-21

No hace falta complicarse tanto la vida, parece que te vas a tragar el mundo, tómate las cosas con calma, despacio, que las cosas ya se irán resolviendo ¿o es que piensas que tu solo vas a salvar el mundo? Recomendaciones así seguramente habremos escuchado en alguna ocasión o más de una vez; bien porque nos las digan a nosotros porque nos ven demasiado implicados con lo que estamos haciendo o acaso sean recomendaciones que hacemos a alguien que lo vemos muy entusiasmado con lo que está haciendo y que no para ni para comer.

Se lo dijeron a Jesús. las muchedumbres se apiñaban a la puerta de la casa, en ocasiones no había ni por donde entrar, la gente venía de todas partes y Jesús no paraba, iba de un lado para otro, visitaba todas las aldeas y poblaciones sobre todo de Galilea, pero es que además ya se notaba también cierta oposición que había por parte de algunos a quienes incomodaba el actuar de Jesús, el anuncio del Reino de Dios, pero no de la revolución que quizás muchos ansiaban, los dirigentes habituales de la sociedad, muy manipuladores ellos de cuanto sucediera, como tantas veces sigue sucediendo hoy, se sentían incómodos porque sentían que muchas veces Jesús hablaba por ellos.

Pero no son esos los que quieren disuadir a Jesús de lo que está haciendo, de su predicación y de toda la tarea que va realizando, son su propia familia que, como sucede tantas veces, tienen miedo que se enferme con tanto trabajo o que pierda la cabeza, por eso hoy les vemos que vienen y tratan de convencerlo de que se vaya con ellos porque incluso llegan a pensar que Jesús no está bien de la cabeza. ¡Ay la familia, que algunas veces se convierte en un retardo de lo que podemos hacer o de lo que queremos emprender con sus prudencias y con sus miedos!

¿Qué es lo que nos frena muchas veces en nuestra tarea, en soñar con proyectos nuevos, en implicarnos en aquellas cosas que vemos que no marchan bien y que nadie hace nada por remediarlo? Muchas veces también nos sucede que empezamos con mucho fervor y entusiasmo una tarea, pero pronto vamos aflojando, se va debilitando aquel entusiasmo y terminamos dejándonos arrastrar por la rutina como les pueda suceder a tantos.

Por supuesto, no podemos ir a lo loco, hay que poner unos buenos cimientos en aquello que queremos hacer y tener una buena planificación. Pero tampoco podemos quedarnos en tecnicismos, por así llamarlos, porque todo se quede en una planificación muy bonita. Necesitamos en nosotros mismos un cimiento interior, porque en verdad hayamos fortalecido nuestro espíritu, y tenemos que aprender a dejarnos guiar; pueden ser, es cierto, los buenos consejos que recibamos de cuantos están a nuestro lado, pero quien en verdad tiene que guiar nuestra tarea es el Espíritu del Señor que hemos de saber sentir con su inspiración en nuestro interior.

Eso se llama tener buen espíritu, eso se llama crecimiento interior, eso se llama una buena y rica espiritualidad que sea en verdad el motor de nuestra vida. Cuando nos dejamos envolver por esa espiritualidad profunda ni vamos haciendo las cosas por puro activismo ni nos quedamos en programaciones que quedan muy bonitas en el papel, sino que sentiremos esa urgencia interior que nos mueve, que nos hace darnos y gastarnos porque queremos hacer el bien, porque queremos un mundo mejor, porque queremos en verdad construir el Reino de Dios.

Y esto es algo, hemos de reconocer, que los cristianos no cuidamos como tendríamos que hacerlo. Profundicemos en la acción del Espíritu en nosotros.

viernes, 20 de enero de 2023

Descubramos lo que es la maravilla del amor que nos tiene para elegirnos de manera especial y aprendamos a gustar el estar con El saboreando la presencia de su amor

 


Descubramos lo que es la maravilla del amor que nos tiene para elegirnos de manera especial y aprendamos a gustar el estar con El saboreando la presencia de su amor

Hebreos 8,6-13; Sal 84; Marcos 3,13-19

Es cierto que cuando nos sentimos atraídos por una persona, nos agrada su manera de ser, sintonizamos de alguna manera con su pensamiento y con su ideales, no solo vemos en esa persona un modelo para nuestra vida, sino que además sentimos un deseo profundo de estar con esa persona, de no apartarnos de ella, se seguirle a donde quiera que vaya. Nace una comunión profunda en el corazón que en fin de cuentas son deseos y expresiones del amor.

Así iremos viendo en el evangelio que muchas gentes se sienten atraída por Jesús, quieren estar con El. En algún momento se nos dirá que por irse con Jesús muchos de ellos llevan hasta varios días sin comer. Jesús ha despertado en sus corazones, metas, ideales, sueños, esperanzas, deseos de algo mejor y que tienen la sensación que si no se apartan de Jesús podrán alcanzar todos esos sueños y esas metas. Muchos merodean alrededor de Jesús.

Pero en estos asuntos del Reino de Dios hay cosas que en cierto modo nos desconciertan porque parece que van a la contra de lo que uno buenamente desea, pero al tiempo nos encontraremos que los caminos de Jesús son bien distintos. No es cuestión solo de que quieran estar con Jesús; es necesario algo más y algo distinto, es necesario ser llamados por Jesús. Algo misterioso que en ocasiones se manifestará de una forma sencilla, pero quien siente la llamada en el corazón se siente al mismo tiempo sorprendido, porque se da cuenta de que hay una elección especial entre otros, que hay un amor especial. Vocación es llamada de amor, desde el amor y que solo podrá responderse queriendo vivir ese amor más profundo.

Hoy lo contemplamos en el evangelio. Son muchos ya los que están siguiendo a Jesús. Hablando de tácticas humanas, pero las divinas están muy por encima, podríamos decir que Jesús quiere ir formando su equipo. Pero bien sabemos que es algo más. Van a tener su misma misión, realizar su misma obra, tendrán que aprender a llenarse de Jesús.

Nos dice el evangelio que ‘Jesús subió al monte y llamó a los que El quiso’. Es bueno irse fijando en estos detalles, una llamada y que es solamente desde lo que es la voluntad del Señor. Y de entre todos ‘instituyó a Doce para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar – ya va saliendo el misterio de la misión – y para que tuvieran autoridad para expulsar demonios’.

El mal había de ser destruido para que reinara el amor, para que sea en verdad el Reino de Dios. Y Jesús va realizando signos de esa victoria sobre el mal. En el corto tramo del evangelio de Marcos que hemos ido escuchando, hemos visto ya a Jesús en dos ocasiones expulsando demonios, pero lo hemos visto trayéndonos el perdón. Ahora nos resalta el evangelista que los tuvo con él ‘para que tuvieran autoridad para expulsar demonios’.

La misión de la transformación de nuestro mundo que tenemos que realizar. Es nuestra tarea cuando queremos poner la paz, cuando queremos que reine el amor, cuando queremos que brille la justicia, cuando queremos un mundo de fraternidad para todos, cuando queremos construir el Reino de Dios. Son las señales que nosotros también hemos de dar.

La obra de Jesús y nuestra obra. A nosotros también nos llama, y lo hace por nuestro nombre, a nosotros también nos quiere con El. No es ya que nosotros queramos estar con El sino que quiere tenernos con El, a su lado. Es algo que tenemos que considerar muy bien; descubrir lo que es la maravilla del amor que nos tiene para elegirnos de manera especial. Aprendamos a gustar el estar con El; que no es solo que nos guste, sino que lo saboreemos, lo disfrutemos, porque será el camino para que nos mantengamos en fidelidad, aunque nos cueste en tantas ocasiones.

jueves, 19 de enero de 2023

Tenemos que ser voz, signo, testimonio en medio del mundo de que es posible la salvación, que podemos soñar en algo nuevo y distinto, que tenemos que ir hasta Jesús

 


Tenemos que ser voz, signo, testimonio en medio del mundo de que es posible la salvación, que podemos soñar en algo nuevo y distinto, que tenemos que ir hasta Jesús

Hebreos 7,25–8,6; Sal 39; Marcos 3,7-12

‘Los discípulos le tenían preparada una barca no los fuera a estrujar el gentío’. Es lo que suele pasar en las aglomeraciones multitudinarias. Son incluso noticias que escuchamos con demasiada frecuencia y hoy se encargan los organizadores, o protección civil o a quien le corresponde prever todo lo que pueda suceder, las gentes que en determinado momento y lugar se pueden congregar para establecer sus protocolos de actuación. Más de una vez nos habremos visto desbordados en alguna procesión sin asistencia de autoridades que ayuden a mantener el orden y surgen esas personas voluntarias que se encargan de todo para que todo salga bien. Algo así estaban haciendo aquellos primeros discípulos que seguían a Jesús.

Estamos aun en los primeros capítulos del evangelio de Marcos y ya vemos cómo la fama de Jesús se va extendiendo por todas partes y nos habla hoy el evangelista de gentes venidas de todas las regiones de Palestina para escuchar a Jesús. Y como oían hablar de las curaciones que hacía, aunque no habían terminado de entender el sentido de signo que tales milagros tenían de lo que había de ser el Reino de Dios, le traían toda clase de enfermos y venidos también de todas partes. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo’. Justo que los discípulos tuvieran preparada una barca. Otro evangelista nos dirá más en concreto que desde la barca enseñaba a la multitud reunida en la playa en torno a El.

Son la gente sencilla y humilde los que le siguen. Están hambrientas de Dios, deseosos de poner esperanza en el corazón y una palabra de vida que escucharan sabían acogerla con prontitud en el corazón. Por eso les vemos acudir de todas partes. En Jesús se despertaban sus esperanzas y se sentían saciados en el espíritu, en sus corazones. Algo nuevo estaba sucediendo. Palpitaban de una manera nueva sus corazones.

Es el deseo de Dios que tiene que despertarse en nuestros corazones. Muchas veces andamos como adormecidos. Los problemas nos abruman, la desesperanza ronda por doquier, una frialdad nueva va envolviéndolo todo, los sentimientos religiosos más elementales se apagan, nos domina el materialismo que nos hace pensar que en la posesión de las cosas tenemos toda la felicidad, se nos promete un bienestar que no acaba de llegar, y buscamos de la manera que sea disfrutar de todo en una sensualidad demasiado explosiva.

¿Cuáles son los derroteros de la vida? ¿Cuál es el camino que está escogiendo nuestro mundo? Hemos descolgado de la vida esos valores espirituales que nos elevarían y darían una nueva trascendencia a nuestra existencia, vivimos en el ahora, en el hoy, en el disfrute de lo primero que se nos presente, pero no nos terminamos de saciar mientras contemplamos como otros se sienten hartos de la vida y no saben qué hacer. Hay mucha enfermedad de muerte en el mundo que nos rodea pero ya la gente no acude a Jesús, como vemos hoy en el evangelio. ¿Qué podemos hacer?

Y en medio estamos nosotros, que aun decimos que creemos en Jesús y buscamos de alguna manera cómo escucharle. No podemos perder esa luz que se enciende en nuestro corazón cuando escuchamos de verdad la Palabra del Evangelio. Tenemos que despertar nosotros para que no nos envuelvan esas turbulencias de la vida, y tenemos que ser grito que despierte a cuando hay a nuestro alrededor.

Tenemos que ser esa voz, ese signo, ese testimonio en medio del mundo de que es posible la salvación, que podemos soñar en algo nuevo y distinto, que podemos elevar nuestro espíritu, que en Jesús podemos encontrar esa luz y tenemos que llevar de la mano a los que están a nuestro lado para que se acerquen a Jesús. No nos podemos cruzar de brazos, no nos podemos quedar en una actitud pasiva, tenemos que salir también a los caminos con Jesús para darlo a conocer a nuestro mundo.

miércoles, 18 de enero de 2023

No perdamos las oportunidades que tengamos de dar testimonio y hacer el bien en nombre de esas ‘prudencias políticas’ que tantas veces nos acobardan

 


No perdamos las oportunidades que tengamos de dar testimonio y hacer el bien en nombre de esas ‘prudencias políticas’ que tantas veces nos acobardan

Hebreos 7,1-3.15-17; Sal 109; Marcos 3,1-6

¿Conviene o no conviene este momento? ¿Será ahora el momento propicio o mejor esperar? Preguntas así nos hacemos muchas veces desde nuestras prudencias humanas. ¿Será o no políticamente correcto? Se preguntan incluso los políticos atendiendo a sus posibilidades de poder, y así andan hasta con sus asesores de todo tipo para que saber cuando hay que decir una cosa o es mejor callar hasta que sea el momento más oportuno y nos pueda traer unos rendimientos. No es solo en la vida política, sino que en otros muchos aspectos de la vida social también andamos con esas prudencias en nuestro actuar. ¿Y no andaremos así hasta en nuestra vida cristiana o en el hacer incluso de la Iglesia? Asesores tendríamos que tener para todo que nos estudien el panorama para nuestras prudencias pastorales.

¿Se estaría preguntando algo semejante Jesús en aquella ocasión en que fue un sábado a la sinagoga? Sabía que estaban al acecho a ver cómo encontraban algo para ir a la contra; estamos en el capitulo 3 del evangelio de Marcos y ya nos está hablando de los que estaban en contra de Jesús. Por allí sabía Jesús que había un hombre enfermo, con la mano seca o algo así como una parálisis, podría tener Jesús la oportunidad de curar a aquel hombre para dar una señal mal del Reino de Dios que estaba anunciando; incluso aquel hombre viendo la tensión que había quizás quisiera pasar desapercibido para no meterse en la boca del lobo, a pesar de los deseos que tuviera de verse curado de su enfermedad. ¿Convendría hacerlo aparecer y realizar el milagro? ¿Dónde están los asesores de imagen de Jesús?

Estamos haciendo referencias a nuestras ‘prudencias’, palabra que quizás en este caso tendríamos que poner entre comillas. ¿Pero cuál era el actuar de Jesús? ¿Habría algo que lo detuviera o alejara del cumplimiento de su misión? Creo que mucho nos puede decir este evangelio para muchas actitudes cobardes que tenemos en la vida. Porque esas prudencias algunas veces son cobardías, tener miedo a dar la cara, decir con claridad lo que tenemos que decir, dar testimonio sin miedo a la oposición que pudiéramos encontrar, manifestarnos aunque nos digan que es políticamente incorrecto eso que estamos haciendo porque va en contra de todo lo que se hace en nuestro entorno.

Mucho tendría que hacernos reflexionar este evangelio para revisar muchas de nuestras posturas, de nuestros miedos y cobardías, de esa falta de arrojo que estamos manifestando los cristianos hoy en medio del mundo. No olvidemos que los cristianos con el testimonio de nuestra fe, que la Iglesia con la misión que tiene que realizar en medio del mundo tiene que ser luz y esperanza para ese mundo que nos rodea, porque los gozos y las tristezas, como nos decía el concilio Vaticano II que algunas veces olvidamos, todo lo que es la vida del mundo que nos rodea son nuestros gozos y tristezas, y ahí tenemos que manifestar nuestra luz.

La tensión se palpaba en aquellos momentos de los que nos está hablando el evangelio hoy. Incluso al final del evangelio no se hace mucha alusión de la admiración que la gente manifestó ante lo que había hecho Jesús, sino que más bien se hace hincapié que los fariseos se unieron a los herodianos para ver el modo de cómo acabar con Jesús.

¿Qué está permitido y que no se puede hacer un sábado? Es la pregunta que les hace Jesús, cogiendo el toro por los cuernos como se suele decir. ¿Salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir? Nuestra misión es la vida, por la vida tenemos que apostar aunque a nosotros nos cueste la vida, como le sucedió a Jesús. Jesús, nos dice el evangelista, estaba dolido en su corazón por aquella cerrazón, por aquellas actitudes negativas que muchos tenían.

Yo me pregunto, ¿estará dolido Jesús en su corazón por tantas cobardías mías a la hora de dar testimonio? No voy a echar en cara a los demás sino que me voy a mirar a mí mismo. Cuántas cosas buenas habré dejado de hacer por esa prudencia política que mantenemos tantas veces. Oportunidades perdidas de hacer el bien, de dar testimonio, de proclamar valientemente nuestra fe.

 

martes, 17 de enero de 2023

Jesús nos enseña a centrar nuestra vida en Dios, pero para que sepamos descubrir la grandeza y el valor de la persona

 


Jesús nos enseña a centrar nuestra vida en Dios, pero para que sepamos descubrir la grandeza y el valor de la persona

Hebreos 6,10-20; Sal 110; Marcos 2,23-28

¿Quién pasa por un sembrado y no siente apetito de llevarse a la boca alguna fruta que podamos coger de un árbol o unos granos de trigo cogido de una espiga al pasar? Parece la cosa más natural del mundo, y salvo que nos salga el dueño del terreno con cajas destempladas porque todos los que pasan se enamoran de sus peras o de sus naranjas, es algo a lo que damos la menor relevancia.

Pero aquí había alguien al acecho y no era el dueño de aquellos sembrados que iban atravesando Jesús con sus discípulos. El cansancio del camino, quizá la hora inoportuna en que hacían el camino hizo que algunos discípulos hicieran lo que hace cualquiera. Tomar algunas espigas, estrujarlas con las manos y llevarse unos granos a la boca, que podían matar una fatiga, refrescar una garganta y servir casi como un juego mientras iban haciendo camino. Y quienes estaban al acecho eran precisamente unos fariseos o unos maestros de la ley que en aquel gesto inocente estaban viendo ya la realización de un trabajo que precisamente en sábado, era sábado cuando atravesaban aquellos sembrados, no se podía realizar.

Había que respetar el descanso sabático que ahora estaban incumpliendo los discípulos que acompañaban a Jesús. ¿Cómo Jesús podía permitirles dichas acciones? ¿Dónde estaba el cumplimiento estricto de la ley?

Por ahí andan las cosas, por los rigorismos, por los cumplimientos rigurosos sin otras razones sino que hay que cumplir la ley que está por encima de todo. Y la ley está al servicio del hombre, la ley pretende garantizar el bien de la persona y que nada ni nadie pueda hacernos daño con lo que hacemos. La ley es regularizar nuestro actuar para que lo que hagamos sea siempre bueno, siempre busque el bien de la persona, nadie pueda verse perjudicado.

Pero cuando se meten por medio los rigorismos es a la persona a la primero que vamos a dañar. Es cierto que el sábado estaba reservado para el culto al Señor, pero era el día de descanso que pretendía garantizar el bien de la persona que nadie se impusiera sobre el otro ni lo manipulara bajo ningún concepto. El descanso buscaba el bien de la persona, para humanizar la vida, para no embrutecernos con el trabajo, para que sepamos encontrar un tiempo para nosotros mismos, para profundizar en nuestro interior, para abrir nuestro corazón a Dios, para poder elevarnos por encima de la dureza de la vida buscando otros bienes más preciosos que todo el oro o riquezas del mundo. Pero en nombre de ese descanso no podemos dejar de atender a las necesidades de los demás, o a las necesidades de la persona. Es centrar nuestra vida en Dios, pero para que sepamos descubrir la grandeza y el valor de la persona. Pero cuando llegan los rigorismos todas esas cosas se olvidan, y lo importante es cumplir la ley por cumplir la ley.

Jesús venía para abrir nuestros corazones; Jesús quiere darle verdadera trascendencia lo que hacemos; Jesús quiere que busquemos la dignidad de toda persona y por ello nos preocupemos; Jesús viene a hablarnos del Reino de Dios, donde Dios es el verdadero Señor de la vida, del hombre, de la historia, pero precisamente para que busquemos siempre el bien de los demás, para que a nadie embrutezcamos ni a nadie esclavicemos; Jesús viene a darnos la libertad más verdadera. Jesús quiere que encontremos la verdadera paz del espíritu y nuestra vida está siempre llena de alegría y de esperanza; Jesús quiere ponernos en camino de algo nuevo, donde tampoco nos sintamos esclavizados por la ley.

lunes, 16 de enero de 2023

Vestidura nueva para el hombre nuevo sin remiendos ni apaños, odres nuevos para el vino nuevo del Evangelio, tenemos que tomárnoslo en serio

 


Vestidura nueva para el hombre nuevo sin remiendos ni apaños, odres nuevos para el vino nuevo del Evangelio, tenemos que tomárnoslo en serio

Hebreos 5,1-10; Sal 109; Marcos 2,18-22

¿Qué es lo que necesito para pertenecer a esta sociedad o a este club? Es la pregunta que suelen hacer quienes quieren entrar a formar parte de algún tipo de sociedad o club por el que muestran interés. Estarán unas cuotas que habrá que pagar, unas características que hay que tener y unos ideales o unos protocolos que hay que cumplir. Cumplimos nuestros tramites y ya nos creemos con derecho a pertenecer a ese determinado grupo, asistiremos a alguna asamblea a la que se nos convoque y hasta según la implicación que queramos tener evitaremos compromisos y responsabilidades.

En la vida nos estamos acostumbrando a eso que ahora llamamos protocolos, a unos reglamentos que tenemos que cumplir y que siempre procuramos que sean los menos y así andamos sin complicarnos mucho. Eso que hacemos en nuestra vida social algunas veces también se nos convierte poco menos que en costumbre o en manera de actuar en lo que sean nuestras relaciones con Dios, nuestra pertenencia a la Iglesia, o lo que es nuestra vida religiosa o cristiana. Asistimos a algunas cosas, mantenemos algunas costumbres o tradiciones, pero implicamos poco la vida. Cumplimos, pero no nos comprometemos.

Algo así vemos que vienen planteándole a Jesús en el texto que hoy escuchamos en el evangelio. Ser de religión judía era la pertenencia a un pueblo, con unas exigencias de circuncisión para los varones, unas prácticas religiosas de los sábados en la sinagoga o de subida al templo de Jerusalén por la fiesta de la Pascua con la cena del cordero pascual, y algunos sacrificios o ayunos en determinados momentos.

Reciente había estado la figura de Juan el Bautista que al preparar los caminos del Señor en la inminente llegada del Mesías invitaba al ayuno y a la penitencia, junto con el rito del bautismo en el Jordán. Su figura austera vestido de piel de camello y alimentándose solo de saltamontes y miel silvestre, invitaba a sus seguidores a vivir también en ese estilo penitencial.

Es lo que ahora vienen a plantearle a Jesús, quienes no hacían tampoco mucho caso a lo que había dicho el Bautista, porque Jesús estaba ofreciendo algo nuevo y distinto cuando les hablaba del Reino de Dios. Su vida no iba en el camino de aquella austeridad y ayuno, más bien lo llamarían comelón porque se sentaba a comer con publicanos y pecadores. Por eso le plantean por qué sus discípulos no ayunan. ¿Podían los amigos del novio que con el participaban del banquete de bodas prescindir de comer?, les viene a responder Jesús.

Y es que Jesús lo que plantea es algo nuevo. Algo nuevo que no se soluciona con remiendos que como arreglitos hagamos a nuestra vida. Ya para aceptar el Reino de Dios que nos anunciaba nos pedía conversión para creer en esa Buena Noticia que era el Reino de Dios. Significaba una vestidura nueva igual que le había dicho a Nicodemo que había que nacer de nuevo. Los remiendos siempre terminan en rotos peores y no arreglan nada; por eso pide para ese vino nuevo del Evangelio unos odres nuevos; los viejos odres ya consumidos y demasiado curtidos por el paso de diversas cosechas no podría soportar la fuerza del vino nuevo y terminarían reventando.

Es lo que nos está pidiendo Jesús. Unas nuevas actitudes, una nueva manera de actuar, dejando atrás todo lo que significa el hombre viejo. Es novedad, es vida nueva, es camino nuevo que nos plantea Jesús y es por donde tenemos que caminar. No es cumplir unos protocolos o contentarnos con el cumplimiento externo y frío de unos mandamientos, sino que tienen que ser las actitudes nuevas del corazón.

¿Llegaremos en verdad a comprender el alcance del Evangelio? ¿Estaremos dispuestos a darle en serio esa vuelta a la vida para no quedarnos en el remiendo, en el odre viejo que al final no terminará aguantando toda la fuerza de la vida nueva que nos ofrece Jesús?

Algunas veces seguimos dando la impresión los cristianos que no nos hemos tomado en serio el evangelio y queremos seguir con nuestros apaños y nuestros remiendos; nos queremos quedar en cumplimientos sin poner esas actitudes nuevas, esos valores nuevos en nosotros para que haya nueva vida. Y tenemos que reconocer que algunas veces da la impresión que hasta la misma Iglesia tiene miedo a esa novedad del evangelio y estamos añorando viejas prácticas, viejos protocolos, viejas rutinas, quedándonos en el ropaje externo, en la solemnidad que nos puede adormecer, evitando lo que sea un compromiso de total renovación.

domingo, 15 de enero de 2023

Vamos a seguir los pasos de Jesús, escuchar su Palabra y empaparnos de su Espíritu en lo que tiene que ser el camino de cada día de todo cristiano

 


Vamos a seguir los pasos de Jesús, escuchar su Palabra y empaparnos de su Espíritu en lo que tiene que ser el camino de cada día de todo cristiano

 Isaías 49, 3. 5-6; Sal 39; 1Corintios 1, 1-3; Juan 1, 29-34

‘¿Quién decís vosotros que soy yo?’, será una pregunta que un día  hará Jesús a sus discípulos allá junto a las fuentes del Jordán. Ahora en las orillas de ese mismo río Jordán, ya mas cerca quizá de su desembocadura en el mar Muerto, alguien nos va a decir quien es Jesús.

Allí en la cercanía del desierto para significar mejor lo que había de ser el preparar los caminos del Señor – en el desierto hay que ir abriéndose caminos – Juan Bautista era la voz que anunciaba la llegada del Mesías y cómo había que preparar sus caminos con la conversión y en el significado de aquel baño en las aguas del Jordán como un bautismo purificatorio.

Allí mismo se había abierto el cielo, como escuchábamos el pasado domingo, cuando Jesús se puso en la fila de los pecadores que iban a recibir el Bautismo de Juan. Ya lo escuchamos entonces la resistencia del Bautista a bautizar a Jesús cuando decía que era él quien había de ser bautizado por Jesús. Había tenido la revelación de que aquel sobre quien viera bajar el Espíritu en forma de paloma había de señalarlo con quien venía a bautizarnos con el Espíritu.  Entonces se había manifestado esa teofanía de Dios, escuchándose desde el cielo la voz que lo señalaba como el Hijo amado del Padre.

Si hasta entonces la misión de Juan era preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor que llegaba como Mesías Salvador, desde entonces la misión de Juan se transforma para ser el que da testimonio de quien es Jesús. Primero lo señala a sus discípulos como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y ya algunos se irán tras Jesús porque quieren saber donde vive, porque quieren estar con Jesús; serán los primeros discípulos. Pero Juan sigue dando testimonio para señalar claramente que es el Hijo de Dios.

‘Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’.

Es el testimonio que hoy escuchamos. Es como ponernos delante el titulo y el cartel hacia donde hemos de dirigirnos. Es el pórtico de este tiempo Ordinario que en la liturgia comenzamos a recorrer y celebrar desde que el domingo pasado se terminó el tiempo de la Navidad y la Epifanía. A partir de este momento siguiendo el relato del evangelista seguiremos los pasos de Jesús, su anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios que llega y que vamos a escuchar a lo largo del todo el evangelio y para lo que tenemos que prepararnos, se predicación primero por los pueblos y aldeas de Galilea, los signos que realiza, las parábolas que nos ofrece, los pasos que hemos de ir dando en nuestra subida a Jerusalén para vivir la Pascua con Jesús.

Por eso como centro de todo el año litúrgico tenemos la fiesta de la Pascua, para la que nos prepararemos con la Cuaresma y prolongaremos con los cincuenta días del tiempo pascual. Luego retomaremos de nuevo el tiempo Ordinario para continuar en el día a día viviendo el misterio de Cristo empapándonos de cada una de las páginas del evangelio.

Tenemos la ventaja de que se nos está diciendo claramente quien ese Jesús a quien vamos a escuchar y a quien vamos a seguir. Porque vamos a hacer camino con El. Cada año hacemos a través de la liturgia todo un recorrido por el Misterio de Cristo que significa hacer un camino. No es nuestro camino hecho a nuestra manera, aunque seamos nosotros los que tenemos que ir dando los pasos. Es el camino de Jesús, es Jesús mismo porque El es el camino y la verdad y la vida.

Ya desde este primer momento vamos a abrir nuestro corazón, vamos a disponernos con todo nuestro ser para escucharle y para seguirle. Haciendo silencio en nuestro corazón para solo escucharle a El, dejándonos conducir por su Espíritu que es quien no conduce, nos lleva a la vida, permitiendo que la Palabra caiga en lo más profundo de nuestro corazón al que queremos disponer como tierra buena para que de fruto al ciento por uno.

No viviremos ahora la intensidad de la fiesta que hemos vivido en Navidad y que con toda solemnidad retomaremos en la Pascua, pero sí tenemos que hacer fiesta cada domingo y cada día de nuestra vida porque siempre hemos de vivir en el gozo en el Señor. es el espíritu festivo que siempre han de tener nuestras celebraciones, es la alegría llena de esperanza que no puede faltar nunca en el corazón de cada cristiano, es lo que queremos vivir cuando cada semana el día del Señor nos reunamos para celebrar el misterio pascual de Cristo.