jueves, 30 de noviembre de 2023

Tendremos que ponernos en camino, escuchando la llamada de Jesús para estar con El y ser esos pescadores de hombres en el mundo que necesita de esa luz de Jesús

 


Tendremos que ponernos en camino, escuchando la llamada de Jesús para estar con El y ser esos pescadores de hombres en el mundo que necesita de esa luz de Jesús

Romanos 10, 9-18; Sal 18; Mateo 4, 18-22

Caminando se realizan los más hermosos encuentros. Ponerse en camino es de alguna manera ir en búsqueda; caminamos y podemos observar cuanto hay alrededor; serán los monumentos de la naturaleza tan rica y tan variada como pueden ser los monumentos elaborados por mano de los hombres, donde también vamos dejando nuestra impronta y nuestro ser, pero podemos admirar el monumento más hermoso salido de las manos del Creador, contemplamos y admiramos a nuestros hermanos los hombres. 

Pero sin con la naturaleza nos quedamos en la distancia contemplando, con las personas ese ver y ese contemplar nos llevará al encuentro, y nos puede llevar a que juntos seamos capaces de ponernos en camino. Camino que se hace encuentro, camino que se convierte en llamada, camino que nos pone en misión.

Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea y si en otros momentos veremos que la gente se acerca a El buscándole, porque quieren estar con El, porque quieren escucharle, en el relato que hoy nos hace el evangelio es Jesús el que se va acercando a aquellos que allí están en la orilla en sus tareas y ocupaciones pero para invitarles a ponerse también en camino con El.

Son todos detalles muy significativos. Dos hermanos, Simón y Andrés, que estaban echando la red al mar porque eran pescadores y Jesús les invita a seguirle porque para ellos tiene otra forma de pescar, ‘os haré pescadores de hombres’; pero en su camino más adelante se encontrará con otros dos hermanos, que este caso estaban con su padre repasando las redes, y les invita también a seguirle, ‘venid conmigo, les dice también, y os haré pescadores de hombres’. Y lo dejan todo, redes, barca, familia, y se van con Jesús.

Jesús hacía poco que había comenzado a anunciar la llegada del Reino de Dios. Había pedido disponibilidad desde el corazón, porque había que cambiar desde lo más hondo para aceptar el anuncio de Jesús. La gente sentía que algo nuevo se avecinaba. Es cierto que todos vivían con el anhelo de la pronta llegada del Mesías y las palabras de Jesús despiertan inquietud en el corazón y deseos de conocer en verdad lo que significaba aquello que Jesús anunciaba.

Ahora no anuncia la pronta llegada del Reino de Dios sino que está dando por sentado que ya el Reino de Dios está presente entre ellos. Hay que reconocer sus signos. ¿Y qué manera mejor que estar con aquel que nos anuncia su llegada? Con El podremos saber bien lo que significa ese Reino de Dios.

Y las señales comienzan a darse; ahí está la disponibilidad de aquellos hermanos, lo dejan todo para irse con Jesús; ahí está la señal de ese Reino nuevo donde nos vamos a sentir como una familia especial, no en vano son unos hermanos en pareja los primeros que se van con Jesús para formar una nueva comunidad con los demás que poco a poco se vayan uniendo. 

Pero es necesario estar con Jesús, de lo contrario nunca se entenderá de verdad lo que es ese Reino de Dios. Y ahí, pues, están las primeras señales. Son caminos nuevos, es vida nueva, es un estilo nuevo de vivir, poco a poco Jesús irá sembrando en ellos la semilla de esos cimientos del Reino de Dios. Serán ellos los pescadores que habrán de lanzarse por el mundo para hacer ese anuncio, para llevar esa Buena Noticia a todos los hombres.

Jesús está pasando también por nuestro camino, ahí donde estamos con nuestras redes, con nuestras tareas, con nuestras preocupaciones, como aquellos pescadores que o echaban la red al mar o las remendaban en la orilla, y Jesús también va poniendo su mirada en nosotros, Jesús también va tocando a la puerta de nuestro corazón, también a nosotros nos está invitando a que vayamos con El, a que estemos con El, a que también nos pongamos en camino. 

¿Tendremos la disponibilidad y la generosidad de Andrés y de Simón, de Santiago y de Juan para ponernos también en camino? ¿También nosotros queremos estar con Jesús para empaparnos de su vida y recibir la misión que a nosotros también nos confía?

‘Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo, nos decía el apóstol, y nadie quedará confundido’. Pero para invocar el nombre del Señor hay que anunciarlo para conocerlo. Miremos a nuestro alrededor y nos daremos cuenta que encontramos un mundo desorientado, un mundo que no ha terminado de conocer a Jesús. 

¿Podrán los hombres y mujeres de nuestro tiempo invocar de la misma manera el nombre del Señor y alcanzar la salvación? ¿Habrá quienes hagan ese anuncio para que a todos llegue la salvación de Jesús? ¿No estaremos demasiado dormidos los que nos decimos que ya creemos en Jesús que no terminamos de tener el coraje y la valentía de salir a hacer ese anuncio al mundo que nos rodea?

Escuchemos la llamada y la invitación de Jesús para estar con El y empaparnos de El, para que luego en verdad seamos eso que nos pide Jesús, esos pescadores de hombres. Tendremos también que ponernos en camino. 

Que la fiesta de san Andrés el que estuvo pronto para ir a anunciar a su hermano que habían encontrado al Mesías y que hoy celebramos sea una llamada a nuestro corazón


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