miércoles, 29 de noviembre de 2023

Necesitamos la fortaleza y sabiduría del Espíritu para poder dar testimonio de la luz que llevamos en nosotros con nuestra fe y con nuestro ser cristiano

 


Necesitamos la fortaleza y sabiduría del Espíritu para poder dar testimonio de la luz que llevamos en nosotros con nuestra fe y con nuestro ser cristiano

Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28; Sal.: Dn. 3,62-67; Lucas 21,12-19

Todos nos hemos visto seguramente que en más de una ocasión sin saber que decir, sin saber qué responder. Una conversación de amigos con intercambio de ideas y de pensamientos en que aparecen opiniones divergentes y en las que se entabla un diálogo que de alguna manera lleva a la discusión. Mantenemos nuestra postura que creemos cierta, pero nuestros oponentes nos argumentan, y aunque bien convencidos de lo que decimos nos encontramos sin palabras, parece que se nos agotan los razonamientos y terminamos por callarnos.

Aunque también algunas veces hemos de reconocer que nos quedamos callados por miedo o cobardía para expresar con claridad nuestra opinión porque sabemos que los demás no están de acuerdo con nosotros y rehuimos toda discusión y preferimos quedarnos en silencio porque además nos podríamos sentir como catalogados sin con libertad y valentía expresamos nuestra opinión aunque sea diferente. Unas veces nos sabemos, nos faltan las palabras o los argumentos porque nuestra mente no está lo suficientemente ágil, o nos callamos refugiándonos en silencios que pudieran ser cobardías.

El mundo es muy variado, nos podemos decir, hay opiniones para todos los gustos, tenemos que reconocer también la validez de los que piensan distinto a nosotros, hemos de saber entablar un diálogo que nos lleve a encontrarnos a pesar de las diferencias con respeto mutuo, pero lo que no podemos hacer es callarnos. Aunque sea difícil. Y mira que se nos está poniendo difícil a los cristianos en el mundo y en la sociedad en la que vivimos. No tan diferente a otros tiempos, pero que también tiene hoy sus características muy especiales.

Y quiero referirme al ámbito de nuestra fe y de nuestros sentimientos y valores cristianos que tanto nos cuesta manifestar hoy en la sociedad en la que vivimos. Será la indiferencia de tantos a nuestro alrededor que va creando un mundo y una sociedad insensible a lo verdaderamente religioso y espiritual y también a todo lo que suene a cristiano. No es fácil el testimonio que tenemos que ofrecer y algunas veces parece que nos quedamos sin palabras.

Es aquí donde tenemos que recordar las palabras de Jesús en el evangelio que hoy se nos ofrece. Nos habla de persecuciones de todo tipo y somos conscientes de ello, porque ahí está la historia de todos los tiempos, ahí está la historia reciente incluso de nuestra tierra, ahí está no ya esa indiferencia sino ese desdén que vamos a encontrar en muchos de la sociedad que nos rodea.

¿Ha perdido influencia la Iglesia en nuestra sociedad? Algunos lo pueden pensar así como algunos lucharán contra esa influencia que pueda tener la Iglesia y los cristianos en el mundo de hoy. Quizás nos hemos acobardado, quizás no hemos sabido estar a la altura, quizás vivimos un cristianismo muy ramplón con el que no tenemos raíces suficientes para enfrentarnos a esas situaciones con las que nos podemos encontrar.

Necesitamos una fortaleza y una sabiduría especial para poder dar testimonio de esa luz que llevamos en nosotros con nuestra fe y con nuestro ser cristianos. Hoy Jesús nos dice que no nos faltarán palabras porque la sabiduría del Espíritu está con nosotros. Quizás nos acobardamos porque hemos perdido la fe en esa presencia del Espíritu, o porque con nuestra autosuficiencia creíamos que por nosotros solos íbamos a ser capaces.

Sin mí, nos decía Jesús, que no podéis hacer nada; sin la fuerza y presencia del Espíritu tampoco podremos tener esa sabiduría para hacer esa proclamación del mensaje de Jesús. Los tiempos nos pueden parecer apocalípticos en esa versión un tanto errada que tenemos de esa palabra. Los tiempos pueden ser difíciles, pero en la Apocalipsis encontramos nuestra esperanza, el cumplimiento de esa promesa de Jesús, la presencia del Espíritu que nos hará sortear todos esos peligros que podamos encontrar. Es lo que hoy Jesús nos promete.

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