domingo, 8 de octubre de 2023

Quiere el Señor que comencemos de una vez por todas a ser esos buenos administradores de los dones que El nos ha regalado para hacer un mundo mejor

 


Quiere el Señor que comencemos de una vez por todas a ser esos buenos administradores de los dones que El nos ha regalado para hacer un mundo mejor

 Isaías 5, 1-7; Sal 79; Filipenses 4, 6-9; Mateo 21, 33-43

¿Somos administradores o somos dueños? Pareciera que serían distintas las actitudes, las posturas, la manera de ver las cosas según como nos sintamos con aquello que tenemos entre manos. Parece que el administrador tiene que rendir cuentas ante aquel que lo ha puesto al frente de aquella administración. Sin embargo, si somos dueño podemos administrarnos como queramos, podemos hacer de aquello que tenemos lo que más nos guste o nos apetezca. Pudiera parecer que así es o pudiéramos quizás hacernos otros planteamientos, porque siempre tendría que prevalecer la responsabilidad ante la propia vida, ante nosotros mismos y creo que al final pensamos que incluso en aquello de lo que nos consideramos dueños también tenemos que actuar con una cierta responsabilidad. ¿Es que podríamos hacer de nuestro mundo lo que nos apetezca, incluso destruirlo si se nos llegara a ocurrir?

Creo que la parábola que hoy se nos ofrece en el evangelio, completada con lo que nos ha dicho el profeta Isaías, nos tendría que hacer pensar en este sentido. Es un canto de amor del amigo por su viña, muy preciada, como nos dice el profeta. Es una viña muy cuidada y preparada con todo tipo de detalles para hacerla producir de la mejor manera, de la que nos habla Jesús en la parábola. Y Jesús nos dice que el dueño de la viña, después de haberla preparado de la mejor manera, la arrendó a unos viñadores para que la trabajaran y le hicieran dar fruto. Hasta ahí todo muy hermoso.

Pero la viña de la que nos habla el profeta no produjo buenos frutos. Los viñadores que cuidaban de la viña, no rindieron sus frutos al dueño que al tiempo de la cosecha y la vendimia envió a sus criados a recoger sus frutos. Más bien los maltrataron y los echaron, como hicieron también con el hijo del dueño de la viña que mataron para ellos quedarse con la viña.

Y aquí tenemos que pararnos a pensar. Eran solamente los administradores pero ellos se creyeron dueños y en posesión de la viña. Cambiaron el enfoque. ¿Será lo que de alguna manera nos puede suceder a nosotros? ¿Podemos hacer de la vida lo que nos apetezca hasta llegar incluso a destruirnos? Mucho tiene aplicación esta parábola en lo que es la vida, lo que son nuestras responsabilidades y lo que son nuestros valores.

La parábola en si misma tiene una connotación muy en relación a lo que ha sido toda la historia de la salvación reflejada en el propio pueblo de Israel. Así lo entendieron los sumos sacerdotes y los ancianos a los que Jesús les estaba dirigiendo la parábola. Pero es nuestra historia, nuestra propia historia de la salvación que nosotros hemos vivido. Esa viña escogida y amada del Señor en la que ha derramado tantas gracias. Recordemos lo que ha sido nuestra vida, lo que hemos recibido y la respuesta que nosotros también damos. Mucho tenemos que mirarnos y mucho tenemos que revisarnos. ¿Cuáles son los frutos que hemos dado a tanta gracia, a tanto regalo que hemos recibido del amor de Dios?

Pero nos hace mirarnos también en las cosas de cada día que vivimos o que tenemos que realizar; nuestras responsabilidades en la vida, nuestros compromisos con el mundo en el que vivimos, nuestra relación con los demás, lo que son nuestras cualidades, nuestros valores, nuestras capacidades. ¿Cómo nos lo hemos tomado? Pensamos muchas veces que son mis cualidades, son mis dones, es lo que yo valgo o lo que yo sé hacer; es para mi provecho y beneficio, es una riqueza en mi vida que yo me administro para mi mismo. ¿Me puedo quedar realmente con ese pensamiento tan egocéntrico, tan egoísta y tan insolidario? ¿Es que pensamos que el mundo y la vida es nuestra finca particular de la que podamos hacer lo que nos apetezca?

‘Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos jornaleros?’ La respuesta parece obvia. Pero Jesús termina la parábola dejándonos un principio muy hermoso. No habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho,  ha sido un milagro patente’. Ya sabemos, es cierto que esa piedra angular es Cristo, pero también podemos entender que aunque merezcamos ser desechados por nuestra infidelidad y nuestra falta de lealtad para con el Señor que tanto nos ha regalado, sin embargo hay una certeza, y es que Dios quiere seguir confiando en nosotros. ‘Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta’, que nos decía san Pablo.

Quiere que sigamos siendo piedra en la construcción de nuestro mundo, quiere que recapacitemos y seamos capaces de darle la vuelta a la vida para que comencemos a aportar todo eso que somos, toda esa riqueza que hay en nuestra vida, tanto que el Señor nos ha regalado para que hagamos ese mundo mejor, para que construyamos el Reino de Dios. Quiere el Señor que comencemos de una vez por todas a ser esos buenos administradores de los dones que El nos ha regalado.

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