viernes, 18 de agosto de 2023

No podemos perder de vista lo que son nuestras metas e ideales, no podemos ensombrecer y de ninguna manera quitarle brillo a lo que es la sublimidad del amor

 





No podemos perder de vista lo que son nuestras metas e ideales, no podemos ensombrecer y de ninguna manera quitarle brillo a lo que es la sublimidad del amor

Josué 24,1-13; Sal 135; Mateo 19,3-12

La historia de nuestra vida tendríamos que convertirla en una historia brillante, en una historia de amor; son nuestros deseos, son nuestros sueños, podríamos decir, más elementales; es lo que buscamos y de alguna manera por lo que luchamos.

Pero pronto nos damos cuenta en la vida que sin embargo esta llena de claroscuros y de sombras, no todo brilla conforme son nuestros deseos, y encontraremos espinas que nos hieren, encontraremos contradicciones que nos confunden, encontraremos sombras de dolor que nos llenan de pesar y algunas veces todo nos puede parecer un sin sentido, porque no siempre quizás entendemos lo que nos pasa y nos encontramos como desorientado en la vida; y hasta en aquello que pareciera que llamamos amor por antonomasia, como es el amor de una pareja, el amor de un hombre y una mujer, el amor matrimonial también parece que pierde su brillo el amor y aparecen sombras que parecen destruirlo.

Pero seguimos buscando ese mundo de armonía, seguimos soñando con cosas bellas para nuestra vida, y aunque nos veamos como arrojados de acá para allá en una vida turbulenta, seguimos buscando el amor, seguimos queriendo que brille nuestra vida en todos sus aspectos.

Hoy Jesús nos propone una vez más lo que son sus ideales, lo que sueña para nuestra vida. Nos recuerda algunas cosas que son fundamentales en la vida y en toda relación humana, dejándonos claro el ideal que quiere para nosotros. No nos recrimina ni nos echa en cara, aunque constatemos las duras y crudas realidades de la vida que parece que todo quieren destruirlo. Pero las metas que nos propone Jesús ahí están de forma permanente aunque constatemos nuestra debilidad, nuestra flaqueza.

Nos recuerda que algunas veces se nos endurece el corazón, pero que tenemos que renovar continuamente nuestro amor que es el mejor suavizante que nos haga de nuevo tiernos en la vida para vivir lo que es la belleza y la hermosura del amor. Jesús conoce bien nuestras flaquezas, y El quiere caminar delante de nosotros dando en El las señales del Reino que nosotros también hemos de vivir, que también hemos de reflejar en nuestras actitudes y comportamientos, en nuestra manera de afrontar la vida y también los problemas que nos van apareciendo y que nos desestabilizan en lo más profundo de nuestras vidas.

No siempre es fácil mantener ese ritmo del camino; muchos cantos de sirena envuelven nuestros oídos y nuestra vida queriendo ofrecernos otros camino que quieren incluso presentársenos más fáciles, pero que sin embargo debilitan nuestra humanidad y pueden terminar por destruirla. No podemos perder de vista lo que son nuestras metas y nuestros ideales. No podemos ensombrecer, de ninguna manera quitarle brillo a lo que es la sublimidad del amor. Eso tendrá que resplandecer por encima de todo, aunque el mundo llame a cualquier cosa amor.

Algunas veces nos cuesta entenderlo, y mucho más vivirlo. Pero sabemos cuales son nuestras metas, como sabemos también en donde encontramos la fuerza para vivir ese amor.

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