jueves, 3 de agosto de 2023

 


Aprendamos de la vida siendo reflexivos, sabiendo detenernos para rumiar una y otra vez las cosas, para poder tener una mirada llena de sabiduría

Éxodo 40,16-21.34-38; Sal 83; Mateo 13,47-53

Algunas veces nos ponemos en plan de sabios, muy reflexivos y muy ‘filosóficos’ como queriendo dejar sentencias y nos decimos que la vida nos enseña, es la mejor escuela y el mejor maestro. No niego el aserto final pero si me digo que la vida nos enseña, pero si nos dejamos enseñar. Buenos maestros hemos tenido muchas veces y eso no significa que todos hayamos salido unas lumbreras, porque si no escuchamos al maestro, no quisimos aprender de él nada de su sabiduría se nos pegó.

Así me atrevo a decir, comentar o poner una pega a afirmaciones como esa. Tenemos que dejarnos enseñar, y para eso necesitamos reflexión, para eso necesitamos detenernos – eso que llamamos estudiar que no es solo aprendernos una cosa de memoria – para asimilar, para descubrir lo bueno y lo malo, lo que tenemos que aprovechar y lo que tenemos que descartar; y en eso tenemos que ir haciéndonos criterios, saber ir haciendo un juicio de valor a todo eso que nos va sucediendo o que vamos encontrando, para saber valorar y para saber descartar. No es solo lo que nos enseñen o nos metan a la fuerza en la cabeza, sino lo que nosotros vamos asumiendo.

Es lo que nos va a dar esa sabiduría de la vida, que no es fácil, que no lo conseguimos de un plumazo, que no es una nota que vayamos a conseguir aunque sea por lo raspado para decir que aprobamos. Es algo más y es algo distinto. Será lo que nos dará verdadera maduración a nuestra vida. Bien lo necesitamos.

Una hermosa tarea que tenemos que ir sabiendo hacer; no siempre es fácil, muchas vueltas tenemos que darle a las cosas, mucho tenemos que ir analizando lo que hemos experimentado en nuestra propia vida para irnos formando esos criterios, mucho también tenemos que dejarnos enseñar por quien nos pueda abrir cauces y horizontes para ver las cosas de otra manera, desde otra perspectiva, porque no todo nos lo vamos a tragar sea como sea. Será cuando nos encontremos a nosotros mismos, y seremos lo que tenemos que ser.

El evangelio hoy nos habla de la red echada al mar y que recoge toda clase de peces; será el sabio pescador el que cuando llegue a la orilla y hará recuento de los peces que ha recogido la red, verá los que son válidos y los que no, descartará a unos y recogerá a otros. Y nos dice Jesús que el Reino de Dios es así. ¿Nos estará hablando de esa sabiduría que hemos de tener en la vida? Como nos hablará también del hombre sabio que saber ir sacando del arcos donde tiene guardadas las cosas lo que es válido en cada momento. ¿Cómo ha llegado a descubrir lo que es valido en cada momento para sacar lo oportuno en su tiempo? Como solemos decir, porque lo ha estudiado, porque lo ha reflexionado, porque ha ido comparando una y otra cosa para descubrir lo que es justo y lo que es bueno, porque ha ido madurando en su interior para irse trazando esos principios para su vida, pero ha llegado a ello después de una madura reflexión.

Adolecemos de muchas superficialidades en la vida, vamos a lo loco, nos vamos dejando arrastrar por nuestros impulsos sin valorar si aquello que hacemos de verdad es valido para el crecimiento de nuestra vida, vamos mirando la vida y lo que hacemos muy a corto plazo sin darle verdadera perspectiva a lo que hacemos o a lo que nos sucede, y por eso vivimos en esa superficialidad, y todo se nos convierte en locura, y pensamos que solo disfrutar del momento sea como sea es lo que importa, nos vamos dejando arrastrar por nuestros caprichos, lo que satisfaga en este momento, nos vamos construyendo la vida como un castillo de naipes que pronto se nos puede desmoronar. Con cuantos infantiles nos vamos cruzando en la vida.

¿Aprendemos de la vida? Si sabemos ser reflexivos, si sabemos detenernos a contemplar lo que nos va sucediendo para irlo analizando, para ir descubriendo la bueno, para aprender donde no debemos tropezar, para saber comenzar de nuevo rehaciendo lo que hemos hecho mal, siendo capaces de ser humildes para dejarnos enseñar, y ser valientes para reconocer nuestros errores. Es la mirada de la persona reflexiva, es la mirada del sabio de verdad. Dejémonos conducir por el Espíritu de Dios fuente de nuestra verdadera sabiduría.

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