miércoles, 26 de julio de 2023

La iglesia no se puede quedar con la semilla guardada en el granero esperando que vengan a ella sino que tiene que salir a esparcirla por cada rincón de nuestro mundo

 


La iglesia no se puede quedar con la semilla guardada en el granero esperando que vengan a ella sino que tiene que salir a esparcirla por cada rincón de nuestro mundo

Éxodo 16, 1-5. 9-15; Sal 77; Mateo 13, 1-9

Esta mañana evocaba la parábola y el evangelio de hoy. ‘Salió Jesús de casa y se sentó junto al lago…’ Hermosa imagen. Había salido yo de casa también, en ese paseo mañanero de todos los días… un paseo que es algo más que ‘estirar las piernas’ como se suele decir, algo más que un ejercicio porque lo necesita mi salud, mi corazón, un paseo que me ayuda a salir, a ir más allá de esos lugares físicos por donde camino, un paseo para un encuentro con la vida, para contemplar cuanto me rodea, un paseo que me ayuda mirar los campos, las personas que están a mi alrededor, un paseo que muchas veces hago en silencio, pero me ayuda a sentir, a escuchar otro palpitar… Esta mañana llegué al parque y allí me senté… no me rodeó nadie, como a Jesús que tuvo que subirse a la barca para poder desde allí hablar a la gente, regalarles esta hermosa parábola.

Un sembrador que sale echando a voleo su semilla por los campos y caminos que atraviesa, una semilla que se va desparramando por endurecidos caminos igual que por zarzales o ásperos pedregales, una semilla que llegará también a tierra cultivada y preparada, una semilla que va germinando, va brotando, unas crecen pronto, otras se muestras raquíticas por la sequedad y dureza del terreno, otras que pronto se ven ahogadas por la maleza que les rodea, otras que solo servirán de alimento para los pajarillos del cielo que así pronto encuentran fácil alimento, pero una semilla que está llamada a dar fruto y por eso germina.

Miraba a mi alrededor, casas y caminos, campos de cosecha o campos abandonados, casas de puertas cerradas y casas abandonadas en el silencio de la soledad, gentes que pasaban por el camino, o gentes que allá estaban en sus quehaceres o sentadas placidamente también en la plaza y con sus entretenimientos.

¿Dónde está la semilla? ¿Dónde está el sembrador? ¿Penetrará en esas casas una buena noticia? ¿Llegarán a esas personas semillas de esperanza que despierten los corazones a una nueva vida? ¿Cómo se hará germinar la semilla en esos campos tan diversos? ¿Podremos ver el ir y venir de sembradores que lleguen también hasta esos rincones? ¿Cuáles son los deseos que se anidan en esos corazones, en esas personas afanadas en sus quehaceres, en esos que andan entretenidos pero distraídos por la vida porque parece que nada los hace pensar?

¿Llegará la voz de la Iglesia también a esos lugares que parecen lejanos y distantes o siempre estará esperando la Iglesia que sean ellos los que vayan hasta su lugar? El sembrador del que habla Jesús no se quedó en casa con la semilla en la mano esperando que aquellos terrenos vinieran a buscarla. Aquel sembrador salió, como Jesús que no se quedó sentado en la orilla del lago sino que se subió a la barca.

Yo también mientras tanto me había quedado sentado en mi banco en el parque, tampoco quizás había salido al camino para algo más que contemplar el campo, tampoco había salido para también esparcir la semilla. Algo he intentado hacer porque estos días precisamente se han cumplido quince años en que he querido estar regalando esta ‘semilla de cada día’; tengo la esperanza de que en algún corazón haya comenzado a germinar.

Cuando hoy escuchamos de nuevo esta parábola, que ya se nos ofreció en la liturgia de los pasados domingos, ¿estaremos sintiendo la urgencia de ser sembradores, de salir para seguir esparciendo esa semilla por los campos de la vida? Es un buen toque de atención que una vez más el Señor nos da.

Es una llamada a la Iglesia misma para que sea más misionera, para que salgamos de nuestros cómodos graneros donde guardamos el grano y vayamos al encuentro de nuestro mundo que espera y necesita esa semilla de vida que de alguna manera en nuestra comodidad nos estamos negando a regalar.

2 comentarios:

  1. Amén y buen miércoles querido Carmelo

    ResponderEliminar
  2. Felicidades por excelente reflexión ha Sido sembrador pronto crecerá esa semilla

    ResponderEliminar