viernes, 2 de junio de 2023

Hagamos camino con Jesús entre la Jerusalén y la Betania donde hacemos la vida, con El a nuestro lado descubriremos las maravillas de Dios

 


Hagamos camino con Jesús entre la Jerusalén y la Betania donde hacemos la vida, con El a nuestro lado descubriremos las maravillas de Dios

Eclesiástico 44,1.9-13; Sal 149; Marcos 11, 11-25

Siempre que nos acercamos al evangelio, por muy sencilla que nos parezca la narración que se nos ofrezca, siempre vamos a encontrar una palabra de luz para nuestra vida. Por supuesto algo importante que necesitamos, aunque también es cosa muy sencilla, es que vayamos con espíritu abierto y con espíritu de fe para acoger ese mensaje o para dejarnos interpelar en nuestra vida por esa palabra que escuchamos. Si vamos predispuestos con la boca amarga, por decirlo de alguna manera, el alimento no podrá llegar a nutrirnos porque no lo hemos degustado y comido; si nuestros oídos se hacen sordos poco podrá llegar ese mensaje y esa palabra de vida a nuestro corazón.

El texto que hoy se nos ofrece es algo muy sencillo y que simplemente parece la narración de cómo unos peregrinos venidos de lejos para la fiesta de la Pascua, al no tener donde pernoctar en Jerusalén cada mañana y cada tarde hará su recorrido entre la ciudad santa y Betania donde han encontrado esa acogida.

En medio van sucediendo cosas, Jesús que observa el ambiente, podríamos decir, de la ciudad y del templo, la anécdota que no es tan intranscendente como pudiera parecer, de buscar higos en una higuera, que probablemente aun no era el tiempo de los frutos, y de unas exigencias de Jesús en el templo de que aquel lugar sagrado no se pueda convertir en un simple mercado cuando ha de tener el ambiente propicio para ser un sitio de oración, y es el gesto de quitar de en medio vendedores y negociantes para dignificar aquel lugar santo.

Diversas situaciones, diversos momentos que irán sirviendo para que Jesús nos vaya dejando semillas de su Buena Nueva. Será decirnos que cuanto estamos recibiendo pide en nosotros que demos fruto, que no podemos ir por la vida como árboles inútiles y estériles sino que siempre una huella, un fruto hemos de ir dejando tras nuestro paso.

Pero eso nos hará plantearnos con que espíritu de fe vamos nosotros por la vida, por una parte para saber leer la acción de Dios en nosotros y en la vida, esa necesaria sintonía de Dios que no podemos romper con ningún alboroto en torno nuestro, pero que también ha de hacer que nos sepamos llenar de confianza y certeza de que Dios está con nosotros y que con su presencia en nuestra vida podremos hacer maravillas.

Y no es que vayamos arrancando higueras o montañas para plantarlas en otro lugar o en el mar, sino que con la fuerza de la fe en nuestro interior mucho podemos transformar de nuestra propia vida y del mundo en el que vivimos para hacerlo mejor. Por eso  nos deja como una perla preciosa ese pensamiento de que cuando vayamos a orar a Dios vayamos con un corazón puro, con un corazón limpio de toda maldad y resentimiento, porque siempre hemos de saber ir por la vida ofreciendo comprensión, misericordia y perdón.

Ahí van quedando sembradas en nuestro corazón esas semillas de vida que hemos de hacer fructificar en nosotros; ahí vamos descubriendo esas situaciones de nuestra vida donde tenemos que poner luz; ahí están esas actitudes nuevas que tenemos que hacer resplandecer en nosotros porque otra tiene que ser nuestra relación con Dios, nuestra manera de orar, la humildad y la confianza con que vamos dejando que Dios actúe en nosotros, otra será la mirada para los que tenemos a nuestro lado donde tiene que resplandecer la comprensión y la misericordia.

Hagamos camino con Jesús, hoy le vemos caminar entre Jerusalén y Betania, esa Betania de nuestra vida, ese camino de nuestra vida de cada día entre nuestro trabajo, nuestra familia, las relaciones que mantenemos con los demás, los momentos de descanso también, porque siempre El está con nosotros, nos acompaña en nuestro camino aunque no siempre sepamos reconocerlo. Ahí en nuestra vida se irán realizando momento a momento las maravillas del Señor.

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