viernes, 19 de mayo de 2023

En esa vida de luces y sombras de nuestro camino sabemos con certeza que nunca nos faltará la luz, la presencia de Jesús en su Espíritu, la alegría que dura para siempre

 


En esa vida de luces y sombras de nuestro camino sabemos con certeza que nunca nos faltará la luz, la presencia de Jesús en su Espíritu, la alegría que dura para siempre

Hechos 18, 9-18; Sal 46; Juan 16, 20-23a

Ya quisiéramos un mundo donde todo sea alegría y fiesta; a muchos les cuesta entender la vida cuando se tienen que enfrentar al dolor y al sufrimiento, y por qué no decir que a nosotros también nos cuesta; algunos buscarán sucedáneos que le favorezcan esa fiesta, que les haga olvidar tristezas, que todo sea fiesta siempre.

Pero ahí está el dolor y el sufrimiento, ahí están los momentos oscuros, ahí está la tristeza que muchas veces nos embarga; no alcanzamos lo que deseamos, su frustran en ocasiones nuestras metas, nos encontramos contrariedades en la vida y nunca nos gusta que nos lleven la contraria, fijémonos cómo reaccionamos muchas veces incluso de manera violenta contra quienes nos lleven la contraria. Es bueno, es cierto, que deseemos un mundo de felicidad y obligación tenemos de procurar ese mundo mejor para todos.

No nos dice Jesús que por seguirle a El nunca va a haber lágrimas en nuestros ojos, que no nos van a aparecer momentos oscuros, cosas que en ocasiones nos llenen de tristeza; pero creo que Jesús nos da pautas para cómo tenemos que enfrentarnos a esos momentos, cómo no nos podemos dejar envolver por esas tristezas que nos llenarían de angustias el corazón, cómo no nos puede faltar la esperanza de que esa oscuridad acabará y un día va a resplandecer la luz que nos llene de inmensa alegría.

Jesús les está hablando en la cercanía de unos momentos oscuros que pronto todos tendrán que pasar; las palabras de Jesús las situamos en la cena pascual y ya sabemos todo lo que se iba a desarrollar a partir de esos momentos. Serán unos duros momentos de dolor como de parto, en fin de cuentas es la pascua que nos hará renacer a una nueva vida; la mujer sufre en los momentos del parto, pero pronto todo lo olvidará con la nueva vida que va a palpitar entre sus manos cuando acoja en su regazo el niño recién nacido. Así nos dice será la alegría de la vida a la que todos estamos llamados, que los apóstoles van a vivir de una forma muy intensa, tras el paso por la Pascua y con la llegada del momento del encuentro con Cristo resucitado.

Pero las palabras de Jesús van más allá de esos momentos que viven entonces sus discípulos para ser palabras que los discípulos de todos los tiempos tenemos que escuchar y escucharlas con atención. En esa vida de luces y sombras en que se convierte nuestro camino, sabemos con certeza que nunca nos faltará la luz, porque nunca nos va a faltar la presencia de Jesús en su Espíritu junto a nosotros. Es lo que tenemos que aprender, es lo que tenemos que vivir, es lo que sigue llenando de esperanza nuestra vida en medio de las luchas, de las tormentas que a lo largo de los tiempos siempre vivimos y viviremos los discípulos de Jesús.

El camino no es fácil, muchas veces se vuelve muy abrupto y hasta tenebroso, pero con nosotros camina Jesús, como caminó con aquellos discípulos que entre los primeros visajes de la noche se marchaban de Jerusalén, se querían ir de nuevo a su pueblo; pero allí está Jesús con ellos, aunque al principio no se dan cuenta, cuando lo reconocen sus corazones se llenarán de inmensa alegría, alegría que querrán compartir con los demás cuando vuelven de nuevo a Jerusalén.

Hoy nos dice Jesús que nuestra alegría será inmensa y nadie nos la podrá arrebatar. ¿Será esa la misma alegría que seguimos viviendo hoy los cristianos y con la que hemos de contagiar a los demás? 'Volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada’. Como los discípulos que tras su encuentro con Cristo resucitado ya no preguntaban nada, porque sabían que era El, se nos acaban las dudas, se nos caen de nuestros ojos esos velos que nos cegaban tantas veces y nos llenaban de dudas. No necesitamos sucedáneos porque tenemos la verdadera alegría en el corazón. Ahora sabemos que Jesús está con nosotros.

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