miércoles, 1 de marzo de 2023

Este camino cuaresmal que estamos realizando nos ayude a descubrir esas señales que Dios pone en nosotros y en los que caminan con nosotros

 


Este camino cuaresmal que estamos realizando nos ayude a descubrir esas señales que Dios pone en nosotros y en los que caminan con nosotros

Jonás 3, 1-10; Sal 50; Lucas 11, 29-32

También nosotros queremos milagros, buscamos milagros. De muchas maneras lo manifestamos. Muchas veces nuestra vida religiosa se manifiesta de manera especial en torno a santuarios, ya sea de la Virgen, del Señor o de algún santo de nuestra devoción, que tengan una cierta relevancia, que de alguna manera se conozca por las cosas maravillosas que hemos escuchado que allí se han realizado.

Esta imagen es muy milagrosa, decimos con frecuencia cuando invitamos a alguien a que visite dicho santuario, le pasamos una imagen impresa, o nos acercamos allí en un día de fiesta especial o en momentos en que estemos en situaciones difíciles. ¿Cuál es nuestra oración? Que aquellos problemas se nos resuelvan, que nos veamos libres de aquellos peligros, que Dios se manifieste con su poder para vernos libres de aquella enfermedad, solucionar aquel problema, o que nos aparezca la suerte en la vida.

Cuando hoy en el evangelio escuchamos la queja de Jesús sobre la gente que le rodeaba que no hacía sino pedirle signos, cosas milagrosas para creer en él, una tentación fácil que tenemos es criticar y juzgar a aquellas gentes porque teniendo a Jesús en medio de ellos no se les había despertado una auténtica fe, y lo que hacían era pedir milagros para creer en El. Pero, pensemos un poco, ¿qué es lo que en el fondo estamos haciendo nosotros con la manera que habitualmente expresamos nuestra religiosidad?

También queremos signos, también queremos pruebas, también buscamos en Dios muchas veces ese refugio y solucionador de nuestros problemas, también tenemos nuestras quejas de lo mal que anda el mundo, y pensamos en violencias y guerras, en miseria, pobreza, hambre de tanta gente, y de una forma u otra nos preguntamos dónde está Dios. Vemos el mal que se genera en nuestro mundo desde las ambiciones de los poderosos, desde las injusticias de tantos que solo quieren acaparar todo para si sin mostrar signos de compasión para los demás, y estamos pensando en cómo Dios no arrasa del mundo toda esa maldad, a todas esas personas que así obran. Son quizás los argumentos de tantos para terminar perdiendo la fe, para no creer.

¿Qué estamos realmente haciendo nosotros por mejorar nuestro mundo? Escuchamos de verdad – y en este caso quiero pensar en nosotros los que venimos a la Iglesia, los que decimos que tenemos fe y nos llamamos religiosos y muy cristianos – ¿escuchamos de verdad, digo, la palabra de Jesús en el evangelio y nos dejamos transformar el corazón para comenzar a actuar con actitudes y valores nuevos por hacer que nuestro mundo sea mejor?

Los signos tenemos que comenzar a darlos nosotros que nos decimos cristianos y seguidores del evangelio de Jesús. pero también tenemos que saber abrir los ojos para contemplar muchos signos en las cosas que cada día suceden en nuestro entorno, en las personas que están alrededor que con su generosidad saben compartir con los demás, que con sus gestos sencillos de ternura y cercanía van poniendo semillas de un mundo nuevo en nuestro mundo. Abramos los ojos para ver esas señales, porque en ellas se nos está manifestando Dios y nos está señalando esa nueva manera de actuar que hemos de tener nosotros en el compromiso de la vida de cada día.

No busquemos señales externas de cosas maravillosas sino seamos capaces de sentir y escuchar en lo más hondo de nosotros mismos esas llamadas que Dios nos está haciendo a través de esas cosas sencillas que podemos descubrir en los demás. Sepamos abrir de verdad nuestro corazón para encontrar en Dios esa paz que necesitamos, pero que nos va a obligar, por así decirlo, a buscar la paz con los que me rodean, con los que están a mi lado, con los que muchas veces no tengo toda la paz requerida. Esos nuevos gestos de amor y de paz que voy a tener con los que me rodean, aunque muchas veces nos cueste, son ese verdadero milagro de Dios en nuestra vida que va a transformar nuestro corazón.

Que este camino cuaresmal que estamos realizando nos ayude a descubrir esas señales de Dios en nosotros y en los que caminan con nosotros.

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