sábado, 15 de octubre de 2022

Sintamos deseo de Dios en nuestro corazón, esa hambre de plenitud que solo en Cristo podremos alcanzar porque El es nuestra Sabiduría y nuestro descanso

 


Sintamos deseo de Dios en nuestro corazón, esa hambre de plenitud que solo en Cristo podremos alcanzar porque El es nuestra Sabiduría y nuestro descanso

Eclesiástico 15, 1-6; Sal 88; Mateo 11, 25-30

¡Qué cansado estoy! Escuchamos muchas veces decir al amigo. El agobio por los trabajos, el cumplimiento de responsabilidades, las tareas que emprendemos o ponen en nuestras manos para que desarrollemos, los mismos ejercicios que realizamos para mantenernos en forma, la loca carrera de la vida que todo queremos abarcarlo, que a todo queremos llegar, crea tensiones, produce cansancio y agotamiento que no solo es en lo físico sino que llega a algo más hondo, a lo psíquico, a lo anímico, a lo espiritual.

Un cansancio que nos impide incluso disfrutar de lo que hacemos, que nos agobia y nos cierra la mente para no ver incluso los pasos dados o lo que hemos conseguido, que nos hace sentirnos en ocasiones inútiles porque nos parece que no conseguimos todo lo que anhelamos, que produce un vacío por dentro porque realmente nos falta una fuerza interior que nos impulse.

¿Tendríamos que comenzar por pensar más en nosotros mismos? ¿Habrá manera de encontrar un sentido a lo que hacemos para que podamos sentirnos felices a pesar de los contratiempos, o de las dudas que se nos meten en nuestro interior? ¿Tendremos que buscar lo que nos llene de verdad para encontrarle satisfacción a la vida? hay ocasiones que nos parece que estamos desorientados, que nos falta un norte para nuestro vivir, hasta llegamos en nuestro cansancio a renegar de la vida misma, cuando perdemos su sentido.

Necesitamos algo más en la vida. Necesitamos algo que nos centre, que nos dé profundidad, que las raíces y cimientos de nuestra vida alcancen agarre, fortaleza, necesitamos cultivarnos por dentro, algo que nos haga sentir de verdad la vida y lleguemos entonces a descubrirle toda su belleza y sentido. Si nos faltan ese sentido incluso el cumplimiento de esas responsabilidades que asumimos con tanta fuerza termina por perder sentido, el trabajo se nos puede volver una carga pesada, y no terminamos de entender los contratiempos que nos van apareciendo en la vida con nuestras limitaciones, con nuestras debilidades, y perdemos la esperanza y la ilusión incluso por vivir.

No entendemos una oposición que podamos encontrar en quienes piensen distinto a nosotros, no comprendemos el por qué de una enfermedad, por ejemplo, que nos hace sentir nuestra debilidad y nuestra flaqueza, no entendemos el sufrimiento que nos pueda aparecer, y nos rebelamos interiormente, y nos enfrentamos a todos, y puede aparecer hasta la violencia que nos hace daño y que termina haciendo daño a los demás.

Es una altura espiritual que le hemos de dar a la vida, es encontrar lo que nos eleva y lo que nos trasciende, lo que nos tiene que hacer mirar hacia lo alto para encontrar metas que den verdadero sentido a nuestro caminar, algo por lo que luchar y esforzarnos, algo que sea en verdad una luz para nuestro camino.

Hoy Jesús nos dice que los que estamos cansado y agobiados vayamos a El porque en El encontraremos nuestro descanso; El nos dice que aprendamos de El, que es manso y humilde de corazón; El nos pide que seamos capaces de hacernos pequeños, de hacernos humildes para reconocer nuestra debilidad y nuestra pequeñez, El nos pide un corazón abierto para que encontremos la verdadera Sabiduría que El nos ofrece. Son actitudes básicas y verdaderamente necesarias para que podamos escucharle y entenderle, para que lleguemos a captar de verdad lo que El quiere ofrecernos.

No nos podemos creer autosuficientes y que solo por nosotros mismos vamos a encontrar todas esas respuestas que buscamos. El se nos ofrece como camino, El se nos ofrece como la única verdad que dará sentido y valor a nuestra vida, porque El viene a engrandecer el corazón humano, El se nos ofrece como la Vida que de verdad va a llenarnos por dentro y darle verdadero valor a lo que hacemos y a lo que queremos vivir. El nos está ofreciendo caminos de plenitud. Pero es necesario descalzarnos ante El, vaciarnos de nuestros ropajes para vestir ese traje nuevo de nueva sabiduría que nos va hacer un hombre nuevo.

¿Sentiremos en verdad ese deseo de Dios en nuestro corazón, esa hambre de plenitud que solo en Cristo podremos alcanzar? Así se nos revela, así se nos manifiesta, así ha querido ponerse a caminar junto a nosotros y es el Emmanuel, el Dios que camina con nosotros.

viernes, 14 de octubre de 2022

Es complejo el mundo en que vivimos y son muchas las influencias que recibimos, pongámonos en las manos de Dios para no perder el norte de la vida

 


Es complejo el mundo en que vivimos y son muchas las influencias que recibimos, pongámonos en las manos de Dios para no perder el norte de la vida

Efesios 1, 11-14; Sal 32; Lucas 12, 1-7

Ya sea porque es una forma literaria que utiliza el evangelista para narrarnos los hechos y los dichos de Jesús en el evangelio, o ya sea porque realmente la predicación de Jesús en aquel momento fuera de una forma más distendida y menos solemne, donde se van como desgranando temas y dejándonos sentencias un poco algo así como un mosaico que nos presenta los diferentes temas o matices. Es lo que hoy estamos escuchando en el evangelio del día.

Comienza como de una forma distendida previniendo a los discípulos más cercanos, a los apóstoles de algo en lo que podemos caer con facilidad; y es el dejarnos contagiar por lo que palpamos en el ambiente, por el estilo de aquellas personas que nos rodean. Grande era la influencia que los grupos de los fariseos ejercían sobre el pueblo; como en su mano estaba también el que muchos de ellos fueran maestros de la ley eran sus enseñanzas muy particulares las que trasmitían al pueblo sencillo y donde podrían entrar en fáciles confusiones.

Por eso les dice Jesús que anden con cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Hemos de estar alertas porque son muchas las influencias que podemos recibir de todos lados. Ya nos hablará Jesús en sus parábolas de cómo la semilla sembrada encontrará dificultad para germinar, porque la tierra sobre la que cae está endurecida, porque está llena de matorrales y abrojos, o serán tantas las piedras que no podrá enraizar de verdad; por otra parte podemos recordar que la buena semilla va a nacer y crecer en medio de la cizaña. Ahí tendrá que fortalecerse la planta, porque la cizaña no va a ser arrancada, pero en la hora de la cosecha no podremos confundir las buenas con las malas semillas, que será cuando se haga la criba. Refleja bien lo que nos sucede cada día.

¿Sabremos hundir bien nuestras raíces para encontrar lo que la nutra de verdad para que pueda dar buenos frutos al final? ¿Nos dejaremos confundir con las influencias que podamos recibir? Nos quiere prevenir, para que estemos bien atentos.

Pero al mismo tiempo nos invita a la confianza. Sabemos que la tarea es dura en muchas ocasiones, son muchas las luchas que hemos de mantener desde dentro de nosotros mismos. ¿Podría perderse nuestra vida en esa lucha o podemos salir con heridas que nos dañan? Y ya sabemos, la historia está ahí y Jesús además nos lo ha anunciado, que muchas veces esa lucha será demasiado cruenta porque se puede convertir en persecución.

Aquí nos invita Jesús a no tener miedo, nos invita a la confianza. Nos invita a que no tengamos tanto miedo a lo que físicamente puedan hacernos, que incluso nos pueda hacer perder la vida del cuerpo, sino que pudiera ser algo más hondo lo que podamos perder. Como nos dice, A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la “gehenna”. A ese tenéis que temer, os lo digo yo’.

¿Podrían hacernos perder la fe? ¿Podrían embarcarnos por caminos de maldad y de pecado? ¿Podrían arrancarnos lo más valioso que llevamos en el alma que es la gracia de Dios? Eso sí que sería un gran peligro, una gran catástrofe para la vida. A cuántos les sucede. Cuántos hemos visto que poco a poco se han ido alejando de la práctica religiosa, han ido abandonando la Iglesia, quizás por malos testimonios que hayan encontrado y han perdido la fe. Y nosotros podríamos estar también en esa pendiente resbaladiza que nos hará precipitarnos en esa vida de vacío cuando perdamos la fe. ‘A eso tenéis que temer’, nos dice el Señor.

Hemos de saber ponernos en las manos de Dios. ¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Dios no se olvida de nosotros, está a nuestro lado. No nos olvidemos nosotros de Dios.

jueves, 13 de octubre de 2022

No nos escondamos de la luz, no tengamos miedo a la verdad que nos ofrece Cristo para llenarnos así de su sabiduría y sentirnos inundados de su vida, vivir su misma vida

 


No nos escondamos de la luz, no tengamos miedo a la verdad que nos ofrece Cristo para llenarnos así de su sabiduría y sentirnos inundados de su vida, vivir su misma vida

 Efesios 1,1-10; Sal 97; Lucas 11,47-54

Nos molesta la verdad, queremos ocultarla; la verdad denuncia nuestra mentira, nos descubre las oscuridades que nos envuelven, nos hace ser conscientes de la maldad que puede haber en nuestro corazón, pone al descubierto las vanidades con las que queremos ocultar el vacío de nuestra vida. Queremos acallarla, porque nos pone el dedo en la llaga al enfrentarnos con las incongruencias con que vivimos la vida.

El que tiene la habitación desordenada cierra las ventanas y apaga la luz para que no se vea el desorden, utiliza pantallas que oculten en las esquinas todo lo que no está en su sitio; así queremos que no se sepa el desorden que hay en nuestro interior, ponemos pantallas de apariencias que traten de disimular las incongruencias en las que muchas veces andamos metidos, manipulamos lo que sea necesario para que no se descubra la falsedad en que vivimos. Que no se encienda la luz, que no de descubra la verdad, que podamos mantener las apariencias que nos pueden dar un prestigio o un poder.

Ha sucedido siempre y sigue sucediendo, pero eso no nos disculpa de nuestro miedo la verdad. Necesitamos de una vez por todas ser sinceros y ser congruentes, aunque tengamos que reconocer que hay sombras en nuestra vida que tenemos que iluminar.

Por eso rechazaban a Jesús, porque les hacía encontrarse con su propia realidad, porque la verdad de su palabra era una denuncia para tantas vanidades y para tantas incongruencias, porque la rectitud de su vida y su presencia de alguna manera los dejaba desnudos de esas apariencias que querían ocultar sus manipulaciones y afanes de dominio y de poder. Como hemos escuchado hoy en el evangelio trataban de quitarlo de en medio, buscaban la manera de acabar con El, hacían todo lo posible por desprestigiarlo y buscaban y buscaban preguntas capciosas con las que confundirlo o confundir también a la gente para que no creyera la palabra de Jesús, pero la verdad de Jesús se afianzaba más y más. Era la lucha de las tinieblas contra la luz que los llenaba de odio y de violencia.

Ante nosotros tenemos este pasaje del evangelio que en algún momento nos puede parecer duro por la forma clara que tiene Jesús de hablarles y de denunciarles lo que no estaba bien en sus vidas. Pero esto tendría que hacernos pensar en cómo nosotros escuchamos y aceptamos la palabra de Jesús y nos dejamos iluminar por su luz.

Somos débiles y muchas veces nos pueden envolver también las tinieblas, nos podremos llenar de dudas, o habrá momentos en que nos costará aceptar con humildad que no somos todo lo congruentes que tendríamos que ser con la fe que decimos que profesamos. Podemos tener también la tentación de llenarnos de vanidades y apariencias, mientras nuestro corazón maleado por muchas cosas puede estar muy distinto de ese evangelio en el que decimos que creemos.

Seamos, pues, humildes y sepámonos siempre buscadores de la verdad que solo vamos a encontrar en Jesús. Esa verdad, es cierto, que muchas veces se puede volver exigente con nuestra vida para que no andemos solamente con remiendos sino que en verdad lleguemos a vestir ese traje nuevo de la gracia, nos convirtamos en ese odre nuevo que pueda contener ese vino nuevo.

Nos exigirá en muchos momentos radicalidad en el cambio que tenemos que realizar en nuestra vida, no tengamos miedo, no volvamos la vista atrás porque quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no será capaz de seguir el surco de Cristo, porque eso nos dirá que no seríamos dignos de El. Desprendámonos de esos ropajes viejos del hombre viejo para que en verdad podamos ser ese hombre nuevo. No nos escondamos de la luz, no tengamos miedo a la verdad, no temamos enfrentarnos a la verdad que nos ofrece Cristo para llenarnos así de su sabiduría, podremos entonces sentirnos inundados de su vida, vivir su misma vida.

miércoles, 12 de octubre de 2022

Esta fiesta del Pilar es el regalo que desde nuestra fe queremos hacer a toda la humanidad, ese pilar de María que es anuncio de Evangelio

 


Esta fiesta del Pilar es el regalo que desde nuestra fe queremos hacer a toda la humanidad, ese pilar de María que es anuncio de Evangelio

1Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal 26; Lucas 11, 27-28

‘Me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho obras grandes en mi’, había proclamado proféticamente María en el cántico en la visita a su prima Isabel en la montaña. Ya Isabel la había llamado dichosa por su fe, porque había creído y todo lo anunciado para ella tendría su realización.

Hoy contemplamos ya en el evangelio que será una mujer anónima la que entre la multitud proclame en un cántico de alabanza a la que es la madre del Señor. ‘Dichosos los pechos que te amamantaron y el vientre que te llevó’, proclamaría aquella mujer dando comienzo a ese cántico ininterrumpido de alabanzas a María que se prolongaría por todas las generaciones y a través de todos los tiempos.

Hoy estamos celebrando una de esas fiestas a María que tiene tradición de siglos y nos manifiesta también tradiciones milenarias que nos hablan de la presencia de Maria en la evangelización de nuestra tierra. Será algo que de una forma o de otra se repetirá a lo largo de la historia. Hoy las tradiciones nos hablan de esa presencia milagrosa de María junto al apóstol Santiago en los momentos de la primera evangelización de nuestra tierra.

No es necesario que queramos reducirlo a hechos históricos, sino que hemos de saber contemplar la historia de una tradición, pero que es la historia del amor del pueblo cristiano a María y de la presencia que siempre María ha tenido haciéndose presente en la vida y en la historia de la Iglesia y que nos ha servido de ariete y de estímulo en la tarea de la evangelización.

Las tradiciones de tantos lugares que nos hablan de una presencia milagrosa de la Virgen en el encuentro con su sagrada imagen de ello nos están hablando, siendo de alguna manera siempre María la primera misionera que de formas extraordinarias y milagrosas se hace presente en esos caminos de evangelización. Esas apariciones de la Virgen, como el pueblo cristiano en su sencillez quiere expresarlo, no viene a ser otra cosa que un signo de esa tarea de evangelización, de anuncio del Evangelio.

Y María, la que estuvo presente en aquella iglesia naciente, en el cenáculo, en la espera de la venida del Espíritu Santo, así se manifiesta, así está presente en la Iglesia, así nos ayuda en esa tarea de la evangelización. Muchas veces esa imagen de la Virgen sigue siendo el único eslabón entre la religiosidad del pueblo llano y sencillo con el Señor nuestro Dios. Por María siempre podremos ir hasta Jesús, porque María siempre nos señalará el camino de Jesús, el camino del Evangelio cuando a nosotros nos diga también que hagamos lo que El nos dice.

Hoy celebramos a la Virgen del Pilar, tan enraizada en la devoción del pueblo cristiano español y posteriormente de aquellas naciones y países, sobre todo de América, donde España tuvo la misión especial de llevar el Evangelio. La Virgen del Pilar, cuya imagen vemos sobre un pilar, sobre un pedestal bien anclado en la tierra, y de ahí su nombre, viene a ser así ese pilar que nos ayuda a mantenernos firmes y fortalecidos en la fe.

Pilar bien anclado en nuestra tierra como lo es esa devoción a María, pero bien anclado sobre todo en el evangelio de Jesús que nos pretende mostrar. Llega así ese torrente de vida y de gracia a través de María, significada de esa manera en ese pilar, para alimentar nuestra fe, para fortalecernos en nuestra fe, para no dejarnos vencen por tantos embates contra nuestra fe que hoy, como en todos los tiempos, estamos recibiendo.

Necesitamos esa fortaleza de nuestra fe para seguirla proclamando con valentía en medio de nuestro mundo. Con María del Pilar así nos sentimos fortalecidos; nos arracimamos en torno a su pilar para mantenernos unidos; salimos al mundo con ese estandarte de ese pilar de María que siempre veremos coronado de la Cruz de Cristo. Como en algún momento de la historia se reveló, con ese signo vencerás.

Hoy nosotros, en esta fiesta del Pilar, nos unimos a todas esas generaciones que a través de la historia han cantado alabanzas en honor de María, seguiremos proclamándola dichosa y bienaventurada porque reconocemos la obras grandes que en ella realizó el Señor y por ella sigue realizando para toda la humanidad. Es el regalo que con nuestra fe queremos hacer también a toda la humanidad, ese pilar de María que es anuncio de Evangelio.

 

martes, 11 de octubre de 2022

Cuando damos desde el corazón, ya no solo estamos dando cosas, estamos dándonos a nosotros mismos, estamos ofreciendo lo mejor de nosotros

 


Cuando damos desde el corazón, ya no solo estamos dando cosas, estamos dándonos a nosotros mismos, estamos ofreciendo lo mejor de nosotros

Gálatas 5, 1-6; Sal 118; Lucas 11, 37-41

Dicen que hay que cuidar mucho la presentación. Nos lo decían de estudiantes cuando teníamos que presentar un trabajo, en el que por supuesto teníamos que preocuparnos del contenido, porque eso era lo esencial, pero nos decían también que la presentación puntuaba. Algunas veces podíamos descuidar los contenidos preocupándonos excesivamente de la presentación.

Cuidamos en la vida mucho la presentación y no solo ya de las cosas, sino que nosotros mismos, porque nos cuidamos de no dar mala imagen; hay quien se preocupa hasta el exceso de vestidos y tocados, de combinaciones de colores que estén a juego, o de la buena cara que tenemos que poner y así no sé cuantas cosas. Hoy que nos relacionamos mucho por las redes sociales y solo nos conocemos por aquella imagen que demos con la fotografía que pongamos, o con los mensajes que trasmitamos, hay gente que te dice ya de entrada apenas te ve una ve que está muy bien, que le gustas, que quiere ser amigo tuyo, y no sé cuantas cosas más.

Pero ¿podremos conocer a las personas así a lo tan ligero? ¿No podría suceder como con aquellos trabajos de los que hablamos al principio esta introducción en que se nos decía que teníamos que cuidar la presentación, pero quizás nosotros nos olvidábamos del contenido que tendría que tener nuestro trabajo? ¿Andaremos muchas veces con demasiada superficialidad, solo desde lo externo sin llegar a conocer de verdad el corazón de las personas? Estas cosas tendrían que darnos para pensar. ¿Qué es lo que realmente buscamos?  ¿Qué es lo que de nosotros mismos estamos ofreciendo a los demás?

Cuando no somos capaces de darle profundidad a nuestra vida nos volveremos quisquillosos para con los demás; nuestra mirada se vuelve también superficial; nos quedamos en la vanidad de las apariencias pero al mismo tiempo nos volvemos crueles en nuestro juicio de los otros. Aquello que no somos capaces de tener en nosotros mismos sin embargo quizá se lo exigimos a los demás y lo criticamos en los otros. Por eso hemos de tener mucho cuidado con los juicios que hacemos, porque quizás nos estamos delatando de la pobreza y del vacío que llevamos y que hay dentro de nosotros.

Hoy hemos escuchado en el evangelio que alguien invita a Jesús a comer a su casa. Parece una cosa buena, pero la actitud que lleva en su interior le está delatando porque pronto se pone a hacer juicio de la manera de actuar de Jesús. ‘Se sorprendió de que Jesús no se lavara las manos antes de comer’. Era, parece, lo importante para él, que podía estar incluso por encima de aquel gesto de hospitalidad que estaba ofreciendo por otra parte a Jesús al invitarle a comer. ¿Qué era realmente lo más importante en aquel momento? ¿Importaba la persona a la que estaba acogiendo en su casa o era más importante el rito de lavarse las manos en sus afanes purificatorios? ¿No está manchando realmente su corazón con aquel juicio que en su interior estaba haciendo del mismo Jesús?

Jesús lo desenmascara. Le dais más importancia a lavar los vasos y los platos por fuera que lo que pueda haber en el interior, le viene a decir Jesús. La presentación, pero no el contenido, como decíamos antes. Jesús le da más importancia al contenido del corazón. ‘Dad limosna de lo que lleváis dentro, y lo tendréis limpio todo’, les dice Jesús.

Cuando damos desde el corazón, ya no solo estamos dando cosas, estamos dándonos a nosotros mismos, estamos ofreciendo lo mejor de nosotros, y de ahí vendrá el respeto y la valoración que tengamos de los demás, ahí estaremos descubriendo también toda la riqueza interior que puede tener el otro y que nos enriquece a nosotros también.

lunes, 10 de octubre de 2022

Reguemos el corazón con el agua del Espíritu; limpiémoslo de malezas quemándolas en el fuego ardiente del amor; abramos los ojos del corazón para leer las señales de Dios

 


Reguemos el corazón con el agua del Espíritu; limpiémoslo de malezas quemándolas en el fuego ardiente del amor; abramos los ojos del corazón para leer las señales de Dios

Gálatas 4, 22-24. 26-27. 31 – 5, 1; Sal 112; Lucas 11, 29-32

Dime que me amas, demuéstrame que me amas, le pide una y otra vez el enamorado a su enamorada (al revés, da igual, porque lo que importa son las pruebas que le pide el uno al otro) y no termina de ver cuánto es el amor que siente. Pero si yo estoy aquí, a tu lado, cuantos regalos te he hecho, cuantos signos del amor que te tengo te he manifestado tantas veces. Pero no terminamos de ver, porque ha entrado la desconfianza en el corazón y todo lo corroe, hasta lo más hermoso como es el amor.

Es lo que Jesús les está diciendo en aquella ocasión en que se encuentra rodeado de mucha gente. Habrá quien os lo eche en cara porque no habéis querido ver las señales. Pedían signos, pedían milagros, no eran capaces de darse cuenta de quien estaba ante ellos. Allí estaba su Palabra llena de autoridad, alguna vez lo habían reconocido, ‘nadie habla como él’, se decían algunos. Pero aquella sabiduría de Dios no penetraba en sus corazones, porque los tenían cerrados.

¿Prejuicios? ¿Maldad para mal interpretar? ¿Querer ver segundas intenciones donde todo es clarividente? ¿Incomodo porque aquella palabra era exigente y obligaba a cambiar muchas cosas desde dentro, desde el corazón? Eran más fáciles los cumplimientos, que se les dieran las reglas detalladas, no sabían apreciar la libertad de los hijos de Dios que se les ofrecía. No querían sumergirse en aquel mar de amor.

Los ninivitas habían creído solamente escuchando la palabra de Jonás, supieron descubrir las señales de Dios en aquel profeta que recorría la ciudad, aun cuando tanto le había costado iniciar la tarea pues antes había emprendido la huida; muchas cosas le habían sucedido al profeta que luego se habían convertido en un signo para los habitantes de Nínive y aceptaron su palabra. Ahora les dice Jesús, el Hijo del Hombre será la señal para esta generación. Pero les costará leer las señales. En lo mismo que hicieron con Jesús estaban las señales que no terminaban de ver.

Aunque algunas habían dicho en alguna ocasión que nadie hablaba como Jesús, no terminaron de ver la Sabiduría que venía de Dios. Lo había reconocido un día Nicodemo porque nadie podía hacer ni hablar lo que Jesús hacía y decía si Dios no estaba con El. La reina del Sur había venido de lejos para escuchar y saborear la sabiduría de Salomón, y allí estaba alguien que era más que Salomón, porque era la Palabra que es luz y que es vida, la Palabra de Dios que plantaba su tienda entre nosotros, por no quisieron recibir la luz, las tinieblas la rechazaron, como rechazaban su Sabiduría y seguían sin embargo pidiendo signos.

¿Y nosotros seremos capaces de ver esas señales, saborear esa Sabiduría de Dios que nos ofrece Jesús? preferimos sabidurías humanas, queremos seguir diciendo que Jesús es solamente un hombre, no terminamos de comprender toda la magnitud de la entrega de Jesús. Y oímos pero no escuchamos; y la semilla cae sobre nosotros como tierra endurecida por el paso del caminante o estamos tan llenos de pedregales o de zarzales que no dejamos que germine y crezca de verdad en nuestra vida. Pensemos cuál es la dureza que sigue habiendo en nuestro corazón.


Dejemos regar nuestra tierra por el agua del Espíritu; limpiemos de malezas nuestro corazón quemándolas en el fuego ardiente del Espíritu; abramos los ojos de nuestro corazón para saber leer esas señales de Dios que cada día pone ante nuestros ojos, ante nuestra vida.

domingo, 9 de octubre de 2022

Seamos capaces de reconocer con humildad para agradecer de corazón y estaremos poniéndonos en caminos de plenitud y salvación

 


Seamos capaces de reconocer con humildad para agradecer de corazón y estaremos poniéndonos en caminos de plenitud y salvación

2Reyes 5, 14-17: Sal 97; 2Timoteo 2, 8-13; Lucas 17, 11-19

Quien sabe dar gracias está descubriendo el camino de encontrarse a si mismo y un camino que le va a llevar por caminos de mayor plenitud. Dar gracias es un reconocimiento de su propia realidad y de lo que está recibiendo que le hace llevar esa realidad limitada y pobre por caminos de nueva vida. Damos gracias porque en nuestras limitaciones nos encontramos como encerrados y alguien nos ha hecho saltar esos círculos que nos encierran y limitan para ir al encuentro de una nueva libertad. No es humillación por reconocer nuestras limitaciones, es encuentro con una nueva y verdadera grandeza; a algunos pareciera que les humilla tener que dar gracias porque les parece que les hace depender de otros, pero es cuando en verdad somos grandes reconociendo lo que somos y a lo que ahora podemos llegar.

Hoy se nos habla de unos leprosos; no es solo su enfermedad que les hace sentirse débiles sino que como consecuencia de esa enfermedad nacían otras limitaciones que en este caso les aislaban y separaban de los demás con verdadera crueldad incluso; tenían que vivir confinados y aislados del resto de su comunidad y de su familia. Pero en su ansia por la vida les vemos dar unos pasos, que algunas veces nos puede costar a nosotros dar; reconocían su enfermedad, pero fueron capaces de unirse para hacer una petición. Aunque de lejos, porque no podían acercarse más, aquellos diez leprosos clamaban y pedían compasión. ¿Era ya un principio de algo nuevo?

Algunas veces el dolor y el sufrimiento nos aísla y nos encierra en nosotros mismos, nos hace sentirnos mal y algunas veces no sabemos cómo reaccionar, cuando nos duele la cabeza que nadie nos moleste y mostramos nuestra mala cara a los que quieren acercarse a nosotros con algún tipo quizá de consuelo, cuando no nos salen las cosas como nosotros deseamos, nos volvemos insoportables con nuestras reacciones.

Tenemos que ver las lepras que pudiera haber en nuestra vida y que también nos van aislando, nos hacen aparecer esas barreras de nuestro mal humor que nos hacen llevarnos mal con todo y con todos; algunas veces hasta rechazamos lo que los otros pudieran ofrecernos quizás desde autosuficiencias mal disimuladas que no nos dejan reconocer la realidad; no me pasa nada, decimos tantas veces.

¿Tendríamos que aprender a hacer como aquellos diez leprosos que pidieron ayuda y compasión? Es importante este paso para que podamos levantarnos de nuestra situación y de nuestra postración. Hemos de tener la humildad suficiente para darnos cuenta de esas lepras que hoy siguen aislándonos para poder encontrar salvación para nuestras vidas. Quien no reconoce su realidad difícilmente podrá cambiar. Siempre estaremos echándoles la culpa a los demás. Tantas veces nos contentamos con denunciar las malas situaciones por las que pasamos pero siempre culpabilizando a otros, y nunca dándonos cuenta de nuestra propia realidad y de los pasos que tengo que comenzar a dar. Así nunca arreglaremos nuestro mundo.

Pero Jesús nos está saliendo al paso de nuestro camino. Jesús se deja encontrar por nosotros cuando damos el mínimo paso. Realmente es El quien está viniendo a nuestro encuentro, nos ofrece, pero no nos fuerza. Hemos de querer. Hemos de dejarnos iluminar por esa luz aunque a veces nos parezca lejana, pero ahí está. Como el faro que está en la orilla del mar y aunque el barco esté lejos la ve en la distancia y se deja guiar. Nos pide que reconozcamos esas tormentas en las que estamos envueltos y miremos hacia ese faro de salvación. ‘Presentaros a los sacerdotes’, les dice a aquellos leprosos.

Cuidado que cuando encontremos esa luz de salvación volvamos a querer caminar cada uno por su lado. Aquellos hombres salieron corriendo cada uno por su parte para cumplir con lo establecido por la ley y volver a sus casas. ¿Volvieron a romper aquella unión que habían logrado para pedir la compasión de Jesús? Algunas veces nos puede pasar, que pronto olvidamos la realidad en la que vivíamos y quien nos ha sacado de ese pozo. Nos olvidamos de reconocer y agradecer.

Uno volvió hasta Jesús para postrarse ante El. Y era un samaritano. El que podía parecer menos que fuera agradecido y tuviera esos buenos sentimientos; ya sabemos como trataban los judíos a los samaritanos a los que consideraban unos herejes. Pero Jesús alaba la fe de aquel hombre aunque fuera un samaritano, como un día había alabado la fe del centurión romano, o como reconoció la fe de la cananea cuando suplicaba por la curación de su hija. ¿Nos estará diciendo algo también este sentido el evangelio cuando seguimos con nuestras discriminaciones por razón de su origen o de su condición?

‘Levántate, vete, que tu fe te ha salvado’, le dice Jesús. ¿Podremos escuchar también esa palabra de Jesús referente a nuestra fe? Seamos capaces de reconocer para agradecer y estaremos poniéndonos en caminos de plenitud y salvación.