jueves, 13 de octubre de 2022

No nos escondamos de la luz, no tengamos miedo a la verdad que nos ofrece Cristo para llenarnos así de su sabiduría y sentirnos inundados de su vida, vivir su misma vida

 


No nos escondamos de la luz, no tengamos miedo a la verdad que nos ofrece Cristo para llenarnos así de su sabiduría y sentirnos inundados de su vida, vivir su misma vida

 Efesios 1,1-10; Sal 97; Lucas 11,47-54

Nos molesta la verdad, queremos ocultarla; la verdad denuncia nuestra mentira, nos descubre las oscuridades que nos envuelven, nos hace ser conscientes de la maldad que puede haber en nuestro corazón, pone al descubierto las vanidades con las que queremos ocultar el vacío de nuestra vida. Queremos acallarla, porque nos pone el dedo en la llaga al enfrentarnos con las incongruencias con que vivimos la vida.

El que tiene la habitación desordenada cierra las ventanas y apaga la luz para que no se vea el desorden, utiliza pantallas que oculten en las esquinas todo lo que no está en su sitio; así queremos que no se sepa el desorden que hay en nuestro interior, ponemos pantallas de apariencias que traten de disimular las incongruencias en las que muchas veces andamos metidos, manipulamos lo que sea necesario para que no se descubra la falsedad en que vivimos. Que no se encienda la luz, que no de descubra la verdad, que podamos mantener las apariencias que nos pueden dar un prestigio o un poder.

Ha sucedido siempre y sigue sucediendo, pero eso no nos disculpa de nuestro miedo la verdad. Necesitamos de una vez por todas ser sinceros y ser congruentes, aunque tengamos que reconocer que hay sombras en nuestra vida que tenemos que iluminar.

Por eso rechazaban a Jesús, porque les hacía encontrarse con su propia realidad, porque la verdad de su palabra era una denuncia para tantas vanidades y para tantas incongruencias, porque la rectitud de su vida y su presencia de alguna manera los dejaba desnudos de esas apariencias que querían ocultar sus manipulaciones y afanes de dominio y de poder. Como hemos escuchado hoy en el evangelio trataban de quitarlo de en medio, buscaban la manera de acabar con El, hacían todo lo posible por desprestigiarlo y buscaban y buscaban preguntas capciosas con las que confundirlo o confundir también a la gente para que no creyera la palabra de Jesús, pero la verdad de Jesús se afianzaba más y más. Era la lucha de las tinieblas contra la luz que los llenaba de odio y de violencia.

Ante nosotros tenemos este pasaje del evangelio que en algún momento nos puede parecer duro por la forma clara que tiene Jesús de hablarles y de denunciarles lo que no estaba bien en sus vidas. Pero esto tendría que hacernos pensar en cómo nosotros escuchamos y aceptamos la palabra de Jesús y nos dejamos iluminar por su luz.

Somos débiles y muchas veces nos pueden envolver también las tinieblas, nos podremos llenar de dudas, o habrá momentos en que nos costará aceptar con humildad que no somos todo lo congruentes que tendríamos que ser con la fe que decimos que profesamos. Podemos tener también la tentación de llenarnos de vanidades y apariencias, mientras nuestro corazón maleado por muchas cosas puede estar muy distinto de ese evangelio en el que decimos que creemos.

Seamos, pues, humildes y sepámonos siempre buscadores de la verdad que solo vamos a encontrar en Jesús. Esa verdad, es cierto, que muchas veces se puede volver exigente con nuestra vida para que no andemos solamente con remiendos sino que en verdad lleguemos a vestir ese traje nuevo de la gracia, nos convirtamos en ese odre nuevo que pueda contener ese vino nuevo.

Nos exigirá en muchos momentos radicalidad en el cambio que tenemos que realizar en nuestra vida, no tengamos miedo, no volvamos la vista atrás porque quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no será capaz de seguir el surco de Cristo, porque eso nos dirá que no seríamos dignos de El. Desprendámonos de esos ropajes viejos del hombre viejo para que en verdad podamos ser ese hombre nuevo. No nos escondamos de la luz, no tengamos miedo a la verdad, no temamos enfrentarnos a la verdad que nos ofrece Cristo para llenarnos así de su sabiduría, podremos entonces sentirnos inundados de su vida, vivir su misma vida.

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