viernes, 23 de diciembre de 2022

Qué navidad, qué es lo que tiene que nacer de nuevo en nosotros aquí y ahora en el momento que estamos viviendo

 


Qué navidad, qué es lo que tiene que nacer de nuevo en nosotros aquí y ahora en el momento que estamos viviendo

Malaquías 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66

Esos acontecimientos que se van sucediendo y que son los que de alguna manera conforman nuestra vida podíamos decir que tienen como un hilo conductor que van marcando como una línea; somos hijos de una familia que tiene sus tradiciones, formamos parte de un pueblo que tiene su historia y sus costumbres; y mucho nos sentimos orgullosos de nuestras raíces, de nuestra historia, de nuestras costumbres y tratamos de mantenerles a toda costa, porque de alguna manera forman parte de nuestra identidad.

Cuando alguien quiere cambiar nuestras costumbres en principio nos revelamos, muchas veces nos damos cuenta que la vida tiene una continuidad y una progresión y podemos desear lo mejor, cambiar para mejorar, darle novedad e innovación. Nos encontraremos a quien no le guste, y que luchará con eso que pueden llamar innovaciones, pero no podemos olvidar que la historia tiene que ser también un camino de progreso. Hay a quien le cuesta aceptarlo.

Hoy el evangelio nos ha hablado del nacimiento de Juan. Cosas maravillosas habían rodeado ya el origen de su vida en unos padres que eran mayores e incapaces de engendrar una nueva vida, pero allí se estaba manifestando el Señor. Ahora según la tradición y la costumbre a los ocho días tocaba circuncidar al niño y ponerle nombre.

Todo transcurre con normalidad hasta el momento de la imposición del nombre que su madre quiere que se llame Juan. No era la tradición, nadie en la familia había llevado jamás ese nombre, parece que se rompen los moldes, debería de llamarse como su padre y a su padre acuden para que manifieste cual ha de ser el nombre. Utilizando una tablilla pues aun permanecía mudo, desde el episodio del templo, escribe que Juan ha de ser su nombre. El sello de sus labios se rompe y prorrumpe a hablar cantando las glorias del Señor, bendiciendo a Dios.

Aquel niño, cuyo nacimiento estaba rodeado de tantas obras maravillosas de Dios iba a ser un signo del tiempo nuevo que se avecinaba. El estaba llamado a ser la voz que gritara en el desierto para preparar los caminos del Señor, Y aunque se presenta con signos de austeridad y penitencia invitando a la conversión, era la señal de que algo nuevo estaba a punto de comenzar. Siempre lo hemos considerado como el eje entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Es el último de los profetas, pero es el que anuncia el tiempo nuevo porque llegan los tiempos de la salvación. Un cambio profundo había de realizarse por eso él está invitando a la conversión, a la renovación, al cambio, porque es un nuevo corazón el que ha de recibir al que viene como Mesías y Salvador.

Será Jesús el que nos hablará del hombre nuevo, del  hombre que ha de nacer de nuevo, pero en Juan y cuanto le rodea estamos viendo la señal. Y no nos podemos resistir a la acción de Dios en nosotros, no hemos de rechazar su voz y su invitación, no nos podemos quedar anclados en lo que siempre se ha hecho así, tenemos que estar siempre en camino que avanza, en camino nuevo que nos conduce a vida nueva, muchas cosas del hombre viejo tenemos que dejar atrás.

Y eso lo seguimos necesitando hoy, porque no siempre hay en nosotros esa disponibilidad para el cambio, para la renovación, para ser ese hombre nuevo, para vivir el sentido nuevo que nos ofrece el evangelio, seguimos demasiado anclados en el hombre viejo, apegados a tradiciones que nos envejecen. Cuánto nos cuesta dejarnos renovar por el Espíritu.

¿Cuál sería la renovación a la que nos está invitando el Espíritu en esta navidad que vamos a celebrar? ¿Qué navidad, qué es lo que tiene que nacer nuevo en nosotros aquí y ahora en el momento que estamos viviendo? Abramos el corazón al Espíritu y dejémonos conducir. ¿A qué cosas viejas seguirá apegado el corazón? Discernamos los tiempos del Espíritu.

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